sábado, mayo 02, 2015

Indecisa...

Indecisa en si subir o bajar ese barranco donde las siemprevivas avivaban el rubor en su tez. La tarde ya escaseaba volviéndose más oscura, una densa capa de astros se aproximaba y con ellos la luna. Por ello no temía la oscuridad, ese animal esférico calmo la guiaría tanto si ascendía o descendía ese barranco. Se preguntaba que se encontraría allá arriba, se preguntaba que se encontraba  allá bajo.  Pregunto a la brisa sutil que acariciaba su tez si subir o bajar. La respuesta fue inminente. “Sube hija de la noche para que compruebes las antorchas basculante de tu hábitat. Para que contemples la belleza de las estrellas cuando la tarde guarda su espada malva anaranjada. Solo habrá oscuridad pero en ti existirá el brillo natural de tu mirada. “ Y subió el barranco. Le costaba. A gatas agarrándose a cada piedra segura logró llega a la cima. Cuando se miró las manos todo era sangre, tal había sido su esfuerzo que se sentó. La noche ya era presente. Ahí estaba la luna con los astros como vigías. Miro abajo. El pueblo estaba lejano. Las farolas como luciérnagas estaban encendidas, estáticas y un cierto frescor resbalaba por todo su cuerpo. Le pareció maravilloso ese insomne mundo.  Ahora no sabía qué hacer. Sí quedarse allí hasta el amanecer o descender.  Desde esa ventana abierta a la tierra elevo sus brazos. Sus brazos castigados, fatigados. Plumas nacieron. Plumas de un rojo purpúreo. Levanto anclas y comenzó su vuelo barranco abajo. Avisto un arroyuelo y de él bebió.  Al final su pueblo que ahora no lo veía. Hacía el volando se dirigió y cuando llego desde la altura que estaba se fue quitando pluma por pluma. Plumas que entraba en cada una de las casas. Las campanas tocaron y supo que era la hora. La hora de dejar todo e irse. Se marchó caminando por el cauce del barranco a otro lugar, a otra vida. 

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