Secuencias que se incrustan en el
lado opuesto a tu pasión. Llamas que impiden el arte del despertar sobre los
ecos calmos de unas nubes azules. Huyes en el recóndito desván de los
deshechos, no te atraen. Fulminas con tu largo sueño todo aquello que se
reserva a lo malvado y con tus ojos cansados, apagados mitigas algún aliento de
esperanza. Has madrugado aunque querías seguir durmiendo. Siempre lo mismo. La
llamada de los pájaros que posan en las arboledas te ha elevado hasta llevarte
al sol. Lo miras. Como animal que contagia las ganas de vivir, de extirpar todo
aquello que te cansa. Ahora, subes a un rincón donde la alegre tonada te hace
revivir aquellas huellas pacíficas. Tu equilibrio se suma a una huída. Huyes
bajo las aguas de lo maravilloso, de lo estupendo que es abrir y cerrar puertas
aquello que deseas y no. Caravanas de emociones que se expanden y contrae a
medida del discurrir de la vida. Aquí estás lamiendo el viento, este viento que
azota sin cesar. Te entregas a él y con el brío de tu alma eriges tus pasos.
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