Pasos. Huellas que se dejan atrás. Una borrasca en
horizontal que posa sobre el crujir de las ramas sin hojas. Una mirada. Un
rostro que se pierde en la niebla. Un ave que gime. Pétalos que revolotean bajo
sus pies. Marchitos. Carcomidos por la descendencia yerma de sus manos. De
espalda. Dos cuerpos. Desnudos, desnutridos de todo ensueño.
XX:
Hola. Que tal. Otra vez aquí.
YY:
Sí.
XX:
Nuestras espaldas se solapan en la venía del temporal. Sin
embargo la niebla no me deja ver tus ojos, tus vivencias ¿Qué han sido de
ellas?
YY:
Nuestras espaldas se rozan y un sudor de lágrimas las
recorre. Mis vivencias. Que cortas han sido…No sé. No recuerdo.
XX:
No recordar. Yo tampoco ahora que estoy adosa a tu espalda.
Solo el resonar de nubarrones monótonos siento en mis venas.
Los dos cuerpos en vertical. El fango entierra sus pies. No
caminan. Un halo oscuro les cubre sus cabezas. Sienten temor a esta oscuridad
de sus mañanas. No se separan. Quizás ambos cuando la borrasca halla pasado
puedan ser vertientes de un arco iris. Juntos. En la mezcla de sus dos almas,
de sus corazones. Mientras el temporal. Un temporal que edifica la unión de los
dos como fortaleza que no se ha de pasar.
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