Cuando el nocturno se libra de los astros observados viene
el crepúsculo anunciando nuevas vivencias. Vivencias que se disipan a medida
que somos arrastrados por el oleaje hacia un plano infinito de nuestros deseos.
Se escucha el voraz zumbido del viento, un viento que viene y que va y nos hace
columpiar en la sombra de una lluvia de soles que nos dará el necesario empujo
para continuar. Estoy aquí. Estamos aquí…En un estado que se asemeja a la
dualidad de nuestra esencia. Una esencia pacífica, conocedora de cada rincón
del universo. Queremos alcanzar una nube, tocarla, vivir en su atmósfera
viajera a través de estas ínsulas. Nos
quedamos estáticos cuando en un acantilado eclipsamos nuestros ojos de
vertientes añorantes. Y giramos y giramos entorno al filo de su abismo. Un abismo que se presenta bajo
un telón de flores que nos harán despertar.
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