Viviendo en el árbol viejo que
nos lía y lía en su sabiduría centenaria. En una rama habitamos, nos acoge con
su espesura protegiéndonos de las ventoleras de la realidad. Somos peso que se
incorpora por un haz de sueños que brillan en las alturas. Aquí estamos
atiborrándonos de ciertos alientos que vienen de la desembocadura de nubes
azules cuando alzamos nuestras manos al horizonte. La calma nos reinicia en el
camino que nuestros pasos dejarán. Lejos, muy lejos…sobre vertientes donde el
rasgar de la brisa será la tonada mensajera de nuestros pensamientos. Y aquí
estamos, sobre una vieja rama. A veces tiembla otras da entereza a nuestra
mirada perdida en las llanuras donde río emerge con su aliento precoz. Expulsa
deseos. Arroja gotas de lágrimas que se pierden en algún pozo oscuro. Vomita
aquellas emociones inconclusas que vagan en la certidumbre. Erupciona la calma
que vendrá con flautas y tambores a restaurar la sonrisa de unos labios ¡Oh que
paz¡ Qué el equilibrio entre la madre naturaleza y el humano se establezca para
generaciones venideras. Y el árbol viejo sonríe, habla. Nos dice de lo dichoso
que se siente a medida que en cada una de sus ramas se posa un sueño, un deseo.
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