Te has levantado con la pesadez
de áncoras oxidadas abandonando tu garganta. Te elevas por una mar donde las
gaviotas plateadas anuncian vientos nuevos, vientos que te llevarán y traerán
al ritmo de los dioses por los dominios de la serenidad. “Sopla, sopla. Ven
hasta mi y desarma todo esta amargura que pesa sobre mis sienes, sobre mis
espaldas”, dices. Y viene, sopla el
viento norte con sus lluvias, con sus brumas eclipsando en ti esas ganas de
andar en penas. Como sobrevives…Te
admiro. Creas cierto magnetismo que sobrecoge mi corazón en el estallido de
silvestres flores alegres. Sí, flores y más flores. De todos los colores. Circulas
como ángel de alas blancas que rememora cada instante de una felicidad, esa
felicidad puntual que tenemos en el curso sinuoso de nuestra vida. Ahora
vienes. Si. Aquí. Conmigo, con los brazos abiertos y el palpitar insepulto del
abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario