Sobrevuelas el
infinito de las estrellas y una eterna canción seduce a tu inocencia. Los
arboles que transpiran de tu cuerpo dormido anuncian algún dolor, algún
quejido. En tu mente se forma un monólogo que no entiendes, que escapa de tu
comprensión. Por qué todo está en calma. Es de madrugada. Escuchas pasos. Un
alboroto que por un momento te hace abrir los ojos, se aproximan, van a por ti.
Pero no comprendes. Todo es oscuro. La luna que te mece alguna que otra noche
se ha olvidado que hoy la necesitabas. Cuentas con pocos años. Tan niña eres que
todo te parece un cuento de monstruos. Sientes que te tapan la boca. Por qué,
si solo quieres dormir. Sientes que te cogen de pies y brazos. No, no
entiendes. Y te llevan y te llevan al cuarto de baño. Escuchas algo que se
afila. Se aleja, se aproxima. Se aproxima, se aleja. Ese es tu deseo que se aleje, que te
devuelvan a la cama y seguir escuchando el crujir de las ramas. Se aproxima. Te
abren las piernas, los muslos. Y el dolor no lo sientes. No sientes nada. Solo una extraña sensación de desgracia. Un
charco de sangre baño a tu alrededor. Lo ves. Sangre y más sangre. Murmullos y
más murmullos. Otra vez en tu habitación. Se han ido y te levantas. Que te han
hecho, no entiendes. Tu corta edad no llega a comprender. Por qué ¡Por qué¡ Llamas
a la luna, no viene. El dolor llega. Dónde está tu madre, tu abuela. La puerta
está entreabierta y sientes que ellas te observan. Sonríen. No. No puede ser.
Sangras y en silencio te quejas y ellas sonríen. Te revuelves. Deseas huir. Tal
vez haya hecho algo malo hoy. Por tu memoria pasan fotogramas de la jornada.
Pero no ves. No ves nada. Solo una densa neblina en tus ojos que te hace
desmayar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario