Tic tac. Tic
tac. El tiempo se fuga en el rodar y rodar de las jornadas. Tú ahí, intentando
guarecerte en una cueva de los grotescos ojos blancos. Quieres detenerlo cuando
el crepúsculo enciende mariposas de variados colores pero no puedes, algo te lo
impide. Quieres conservar esos instantes eternos en tu memoria con el aletear
de una madurez estática. La vejez te asusta, viene con su pesado saco de
piedras y te hace caer cara al abismo. Tic tac. Tic tac. No se detiene y esto
crea el emerger de las penas negras que azotan tu rostro. Quieres conservar cada
vivencia, que tus recuerdos no se deshagan en mil pedazos. Parece que se van. Y
tú corres. Es imposible. Tiemblas hasta el cansancio de tu verticalidad y dices
querer dormir. Dormir con el espejo de tus sueños envueltos en la eternidad.
Tic tac. Te haces enamorado de la luz pero ella te rechaza, huye de tus pasos
desesperados, tristes. No hay otra. Cara a cara con la vida. Rendirse a lo que
nos caricia. Aunque su caricia sea de navajas que vuelan a ras de tu esencia.
Te desmoronas. Te pierdes. Caes a un pozo infinito cuyo fondo de lodo y púas te
desequilibra. Tic-tac. Tic-tac.
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