Que ganas de reír, se decía.
Miraba la luna llena con ese resplandor que hechiza las almas desdichas,
afortunados y susurraba una balada a medida que las constelaciones huían. A
orillas de una playa vacía emergía como si
aquel fuera el último día de su vida. Que ganas de besar, se decía.
Miraba la luna llena con la fugacidad de unas palabras que pierden su
significado y cantaba cada vez más alto. Que ganas de abrazar, se decía. Miraba la luna llena con ese trotar de
espumas y algas y cada latido de su corazón crecía y crecía como mujer cuya
esencia es el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario