Si. No sé
cuando el aliento de la sombra vendrá para cobijar cada paso que se pierde
entre las filigranas solares. Ese animal de fuego aprieta, produce cierto
malestar en la cotidianidad de los movimientos cuando corremos con yeguas
salvajes. Sabíamos que el callar de nuestras manos nos llevaría a ser alas
marchitas en el curso de las estaciones. Pero si. No sé cuando nuestros cuerpos
se verán azocados por un viento sutil que nos lleve por esa masa arbórea donde
los cirios de la noche cuelgan. Aquí estamos. Nos miramos conduciendo el
despertar de nuestros sentidos en un rastro horizontal que abrirá los cerrojos
del sueño. Sueños en las travesías
inmaculadas del arco iris, del amar. Si. Observamos ese roque que en la caída
de la tarde trae nuevas. Noticias que con soltura se introducen por nuestros
poros hasta sentir cierto estremecimiento que nos alarga en una gran calma. Son
buenas. Pero temblamos en la espera. Y ahí estás. Sí. Conmigo.
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