Esa ruta destino de las almas que
aman la libertad. La seguimos, le hablamos en silencio. El eco sonoro de colores de un arco iris baja
hasta nosotros. Subimos, cabalgamos en su andar por llanuras de ensueños y
desaparecemos en medio de un mar de nubes. Ahí descansamos rociados cuando el
nocturno llega por estrellas fugaces. Pedimos algún que otro deseo. Siempre el
mismo, por qué no. Un deseo que nos hace emerger del sueño y ser colinas
flotantes donde el retumbar de la paz nos desarma de las penas.
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