Simple. Vuelo
a ras de ese horizonte quemado por las manos grotescas a la vida. Arrebatarles
las oscuridades y
dientes de sangre con que hacen gemir a sus iguales. Son hijo de los infiernos, de los pasadizos
secretos donde el agua escasea pronunciando su sed en la tumba del próximo.
Simple. Tan simple como el silencio, como callar cuando los sueños derrumbados,
destrozados, rajados, idos deja a esas almas en la hambruna de la paz. Ahora
nos miramos en un espejo. Un espejo infinito donde todo parece derramar luto,
duelo, penas y más penas. Simple, tan simple como la locura que nos cierne
cuando nuestro estómago se retuerce bajo la inclemencias de las zarpas que
desgarra la vida de un indefenso. Sí, estamos locos cuando nuestra inteligencia
se diluye en aguas fecales de donde se engendra la violencia, la maldad. Y aquí
vigilantes a esos tatuajes, cicatrices eternas en las razones inocentes ¿Cómo sobrellevarlo?
Todo es vago. Todo es infértil. Todo se nutre del inolvidable dolor.
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