Enciendes una llama bajo la
neblina de tus ojos. Ves ahora el resucitar de tus sentidos que se extienden
como alas pacíficas por los caminos pedregosos de una sonrisa. Una sonrisa…Que más para ser engendrada en una nueva jornada
donde las flores de veranos lucen sus trajes variopintos. La oscuridad se va.
Es enterrada en una tierra que nadie pisa. Así te ves. Desnuda corres tras las
yeguas libres y alegres por los campos de nubes azules. No sientes hambre. No
sientes el brotar de las lágrimas. No sientes ese lamento que tanto nos
retuerce y desintegra. Aquí estás y así te ves. Despiertas. Un despertar que
seduce a los pájaros con su trinar ameno, vivo. Te arrimas a ellos. Los miras.
Te miran. Ya es hora de parar. Yeguas que se evaporan. Pájaros que se alzan
para que tú sigas su vuelo. Y te animas. No haces preguntas. Avanzas hacia un
mundo donde tu destino lo creas tú. Un arco iris viene a ti. Lo observas y con
tus piernas de esperanzas asciendes por el hasta ser eco de libres sueños.
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