Aún se conserva ese frescor que
expande a través de mi mirada. Aventura que se cierne a la ascensión por cumbres donde un mar de
nube mece los besos de la noche. Los astros centellean el ritmo de nuestras
manos, que aun presentes, desembocan en el canto de algún pinzón. La belleza se
presenta, así, cotidiana, con ese toque de soberanía ante el palpitar de
nuestros corazones. Avanzamos a ras de las alturas y un cierto aroma a pinares
es elixir que llama a la armonía de esta tierra. No. No iremos. Nos quedaremos
en el regazo de la media luna absorbiendo, admirando el canto de la naturaleza.
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