Ahora que somos envergadura de
las cimas que colindan con los astros. Bebemos de ellos. Alzamos nuestros
brazos y volamos por el paraje de los sueños que bien temprano anuncian la ida
de la madrugada. Aquí estamos. Somos ese rincón de esperanzas que se mueve
vigilante a través de las entrañas de este mundo agotado. Anunciamos la luz de
la paz con el tintineo de algún océano que sobrevolamos como oasis fértil de
vida. Me miras. Te miro. Y cuentas cada estrella que en nuestro viaje
interminable se va cruzando ¡Qué belleza¡, dices. Todo se mueve en el sentido
de nuestro aliento vertical. Sí, ascendemos como fuente que mana el sabor de la
bondad, de la honestidad. Aquí estamos, digo. Sí, aquí en medio de un paraíso donde
las aves migratorias están al acecho para tomar su rumbo. Mientras aquí en esta
cima. El universo anuncia buenos tiempos, tiempos cambiantes que fecundará las
manos en que nos agarramos para continuar por esas estrechas cuerdas que dan al
vacío. Te he dicho que te quiero. Creo que sí. Yo no sé lo que tú habrás
mencionado. Pero en este instante eterno nos conmueve un beso. Para qué
palabras. Sí, amarnos. Amarnos en los lindes de este paisaje de ensueño ¡Qué
pintoresco es¡, digo. Y me miras. Y te miro. Y con nuestra miradas somos
bocetos de esos colores que un arco iris de una lluvia ida nos trae el sol. Ahora viene esa calidez que nos hará
erupcionar con los vuelos de nuestra imaginación, de nuestra ilusión. Seremos…Seremos
gaviotas que descenderán hasta las mareas al encuentro de las ballenas que nos
guiarán en el surcar de la jornada. Nos hundiremos. Hallaremos esos ahogados
que en la celeridad por el bienestar duermen en las profundidades. Otra vez en
la superficie saludaremos aquellos que vagan en la ruta de los sueños. Y cuando
anochezca volveremos a esa cima. Sí, esa cima que tanto nos embriaga.
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