Y después que.
Andamos en el ausente aroma de las alas que nos dieron el sabor del beso. Así
es. Nos distanciamos en cada esquina, en cada orilla donde habita el olvido.
Nos recogemos y somos esa insignificante memoria de estrangulados sueños que al
unísono edificamos sobre arenas movedizas. Todo acabo. Todo se ha ido en el
vacío de nuestras palabras, de nuestros sentimientos que ahora gravitan bajo
una espuma negra de mariposas que emigran lejos, muy lejos. Esto es así. Una
brisa que palpa nuestros rostros con su caricia fiel, un adiós que cabalga
sobre ese tiempo del ayer. Puede ser que en nuestras andanzas nos encontremos
en el fondo de un valle hojarasca que nos dirá que ya no, que ya todo es solo
hogueras en aquel firmamento que mirábamos. Solo nos queda caminar. Acoger en nuestro corazón
las nuevas vivencias que se nos aproximan con paso sutil, con paso engendrado
por las nuevas avenidas de arboledas que nos de sombra.
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