Penas y penas. Agitación que
revuelan las palomas blancas al alba. La despedida viene arrancando, cortando
cada vínculo cuando eran vuelo unísono. El monte se atisba orientado al norte y
al sur un océano sereno, quieto.
-
Por qué, pregunto. Me haces esto después de
tantas estaciones convergiendo en la misma cama, en las mismas sábanas. No ves
mi desnudez. Sí, me desnudo y me desprecias. Te vas al salón. No quieres estar
conmigo. Tu mal humor me induce que hay algo. Otra ave que vuela a través de tu
mirada, de tu aroma. De aquí la siento. Siento su olor.
-
No. No digas estupideces mujer. Todo tiene que
acabar. Nada es eterno. Ya no me produces nada y si otro ser viene a mí por
algo será. No creas que tú seas capaz de comprenderlo.
-
¡Comprender que tienes a otra¡ Cómo que no. Por
supuesto que sí. Es eso. Es eso. Tu negación a mis besos es por ella.
-
No.
-
Si. Qué te crees. No seas hipócrita. Me vas a
engañar a estas alturas. Anda tómate el café y hablemos. Me detengo. Me paro.
Me someto a tus explicaciones aunque reviente, aunque la impotencia queme mis
entrañas.
-
Todo es muy largo mujer. Porque no tengo otra.
Es que no comprendes. Esto se ha acabado. Me siento cansado. Esta monotonía nos
ha fusilado.
Se va hacia la
ventana él. Sí, esa ventana que da con el viento norte. La abre y escucha el
trinar de los pájaros que al amanecer levantan sus alas. Es triste. Siente un
dolor intenso, agonizante ¿Cómo decírselo¿ se pregunta. Como decir a esta
mujer, a esta compañera de media vida que no la quiere, que quiere a otro. Sí,
a otro.
Se va hacia la
ventana ella. Sí, esa ventana donde el ronroneo del sol se comienza a escuchar.
El sur está despejado. Y ella también siente el canto de los pájaros, un canto
que hoy ha despertado en la pesadumbre, en el adiós.
De espaldas
los dos. El en el norte. Ella en el sur. Que aroma los clamará para que la
ruptura de su unión no sea caótica. Comprenderá ella. Tendrá valor él. Para qué
engañarse. Para qué engañarla. Se dan la
vuelta. Se miran. El cae de rodillas. Ella es temblor que estremece las paredes
de esa casa donde han convivido juntos.
- No puedo más
amiga. Me enamorado. Si, enamorarse donde los manantiales corren hasta llegar
al corazón. Y no es ella. Es él.
-El…¡Por qué¡
Por qué has esperado tanto tiempo. Esto es una cuchillada doble. Me has mentido
¡Mentido toda la vida¡
- A ti te
aprecio mujer…Eres…
-Calla. Calla.
Guarda silencio. No hables más. Solo escuchar tu voz me embarga en un mundo de
astillas, de navajas. Por qué…Por qué..
-No sé. Un
miedo. El cariño. No te quería ver así, caída, dañada.
Todo ha terminado. Los pájaros callan. El día
se eleva con la intensidad de puentes movedizos que se hunden en el adiós. Ella
pálida. El cabizbajo, avergonzado. El sufrimiento los acompaña. Ella por la
mentira. El por mentirle. Pero aún así existe un cierto grado indudable amor
entre ellos. Un amor de amigos, de compañeros.
-
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