Cantemos. Bailemos. Seamos esa
mezcla de valles y océanos donde la energía infinita caricia nuestros piernas.
Sigamos devotos al aliento del viento norte que nos traerá la cima de las
emociones. Suspiremos cuando la flor deshojada nos diga que sí. Sí seguir con
el espíritu libre solo amantes de una sonata que trae el recuerdo fértil de una
sonrisa. Pinceladas por aquí, pinceladas por allá y nos enamoramos de nuestra
labor que consume las horas. Estas horas que son lago donde el agua que viene
de sus entrañas respira del aroma de las
mariposas blancas. Blancas mariposas, vamos. Sigamos con este baile, con este
canto que se va enhebrando hasta ser hilos colgantes de la esperanza, de la
paz.
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