Una pared. Arboles que recorren
con sus raíces desprendidas ya de la tierra por su cuerpo. Un ser mirando. Un
ser hablando. La tarde golpea con las últimas filigranas solares en la espalda
de esta. Más allá el rumiar de las olas. Una aventura, un quehacer, solo una
tarde.
XX: Qué hago aquí. Frente a este muro infinito que da sombra
a mis ojos cuando intento escalarlo para ver ese viejo árbol tras de él. Quiero
beber de su savia. Recostarme en sus raíces como ventura del mañana.
Pared: Me miras. Quieres subir para de nuevo bajar y beber
de este árbol cual soy escudo. Lo protejo. Lo admiro por su templanza a lo
largo de los años. No sé cuanto tiene pero seguro que es más anciano que tu,
que yo. No. No te dejaré la vida del más allá de estas paredes lo separa de la
muerte. Quieres beber de él pero no puede ser. El, formidable, robusto, bello.
Sí, muy bello.
XX: ¡La belleza¡ Su belleza me conduce a él. Siempre que
paso por aquí lo observo. Tan solo, tan melancólico que me gustaría abrazarlo.
Sí, abrazarlo para saber de las sensaciones que corren en su interior.
Pared: No. Muchos lo han intentado. Han venido como tú por
lo mismo pero solo le han dejado cicatrices de dolor. No cometeré más ese
fallo. Es mejor que este así. Aislado, vigilando todo lo que pasa tras mi.
Árbol: Déjala que me abrace. Hace tanto tiempo…Veo una
persona noble, sincera. No me hará daño.
Pared: Qué es lo que escucho. Es la primera vez que oigo su
voz. Me estremezco y parece que quiero caer. Qué te pasa querido amigo.
Árbol: Déjala que me abrace. La estaba esperando. Ella y yo.
Yo y ella.
Una fuerza invisible hace que la pared se derrumbe. Frente a
frente el árbol y ella. Ella y el árbol. Se miran, comprende que el vacío del
hoy puede ser viento del mañana que viene y que va para consagración en
vertical de ambos. Naturaleza destruida. Seres derruidos. Todo cambiará. Nacerá
un arco iris que será puente de los corazones benevolentes y sobrevolaran sobre
la madre tierra.
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