Los susurros del sol rompen la mirada de la tarde. Segrega
el vuelo horizontal y somos eco del oleaje. Un oleaje pequeño, suave. Donde nuestras
piernas cansadas giran en torno a su propio eje para hallar el canto de las
caracolas. Las escucha. Y mar adentro somos libres, somos esa esperanza que
asciende hasta la superficie del océano venerando estrellas marinas.
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