El salvaje ronronear de las olas
Que vienen, que van
A ese destino donde su continuidad
Se anula cuando somos cuerpo de ella.
Oh, ese océano.
Bello, perfecto, puro, virginal
Que se apodera de nuestra mirada,
De nuestra piel
Cuando sentimos el estremecimiento
De nuestro ser con su esencia.
Aves vuelan a ras de él
Absorben del néctar que les da vida
Y él agradecido vela cada palabra
Que evocan estás
En la ida de la tarde.
Se va, se va el día
Océano de las maravillas
Que trota bajo mis ojos.
Y tú y yo nos miramos.
Como amantes eternos
De una tarde de abril.
Tu frescura alimenta mi silencio, mi soledad.
Y soy equilibrio cuando de la mano
Vamos lejos, muy lejos.
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