Despertaba mutada por las corrientes de golondrinas que posaban
en mi cuerpo. Lenta, mirando más allá de los astros que coronaban mis sueños.
Despertaba en la intemperie de una rosa cuyas espinas iban tatuando mis ojos
cerrados de mariposas del buen querer. La belleza llegó a mí con una sonrisa
del madrugador arco iris. Lluvias venían, lluvias iban por el paisaje de mis
ojos ya abiertos. Miraba. Sí, miraba todo mi derredor y todo era blanco
azulado. Una luz de no sé dónde venía hacía mi. Me levante y era la claridad
del día. Este día que viene y con sus sombras y luces nos hace andar por
cuerdas flojas de cuyo equilibrio depende nuestro estado de ánimo. Pero yo sonreía.
Sí, hoy sonreía. Una sonrisa verde, una sonrisa amarilla donde la esperanza tejía
cada hilo del cual me iba colgando para seguir por este mundo desconocido.
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