Tú que sabes
del sabor de unos labios. Ven acércate. Sí, con la lentitud de un crepúsculo cuando
el resquebrajar de las olas sobre las rocas volcánicas anuncia el
estremecimiento de los sentidos. Sabes que te quiero. Palabras que se revuelcan en la espesura de la
hierba cuando la lluvia se ha evadido a otros lugares. Nos colgamos de esos hilos que mantienen en
equilibrio nuestras emociones, nuestras sensaciones. Y tú que vienes a mí con
el indescifrable silencio de tu pecho. Siento tus latidos. Siento el vagar de
tus pasos tersos ante mi mirada. Y me pierdo. Sí, me pierdo en la caricia de
tus manos sobre mis manos. Te alejas. Dices que aun no es tiempo. Te
comprendo. Mi entendimiento navega por los albores del
mañana amor. Aquí guardo la armonía de tu respiración. Inspirar e espirar.
Espirar e inspirar entremezclados con los silbos de las ramas retorcidas y
grises de la espera. Aquí estoy, como
siempre, con mi música y mis palabras que cabalgan bajo la fragancia de una
flor que alumbra mis ojos ante ti.
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