TÍTULO: LAS MAREAS DEL AYER
Se levanta de aquel
sillón, un sillón que actúa como una
canoa del tiempo pasado. Una manta de
cuadros posa sobre sus rodillas, la reminiscencia de sus años ya evadidos y palpables en sus
arrugas la acarician. Sus arrugas, caminantes paralelas con el
tic-tac de un anciano reloj, tanto, como los años que juega con sus ojos cansados en
fraternidad con sus pensamientos, también, ofrenda de la vejez. Miraba todo su
alrededor con un cierto desconcierto, con algo de melancolía invadiendo su
marmórea piel. Antiguos recuerdos la recorren sobre esa absorta mirada a unos
antiguos libros, alineados en unas
estanterías de un polvoriento ayer. Recorre
con sus llamaradas toda aquella habitación,
con la media luz de una lámpara arañada por alguna termita: riada en su pie. Ella
,¡ mujer del sueño¡,llamada Luam , se
halla sola bajo la oscuridad de las
secuelas positivas y negativas ,
con el tacto torpe de cada una de sus imágenes del ayer : su
juventud, sus logros, su presente y por último ese baúl que despacio acoge toda
su mirada .
-¿Qué me dirá?- se
dice - ¿Qué dirá ese baúl de antaño donde yo guardo todas aquellas secuencias
de mi vida?
A el se dirige con
la extrema delicadeza de los recuerdos
que allí se guardan, con la suficiente energía para descubrir de nuevo sus
vivencias, esas, donde ella fue mujer de su tiempo, mujer de sus amantes, mujer
de sus soledades, mujer de sus fuerzas. Ahora es fileras de canas, con sus
cabellos recogidos para no entorpecer la visión en su absorto estado. Con ese
añejo bastón: apoyo de sus pasos y no
caer. Se dirige hasta su baúl.
Como junco se dobla
hacia esa madera anciana para atender
sus sentimientos, abriéndola suavemente con la meticulosa fragilidad de
sus dedos hasta ser puente del pasado
por ese túnel paralelo a su entrada.
¡Otra vez¡ , esa llama de sus trajes juveniles
cuando el paseo de la aurora se rima a
ella antes de ser peripecia de la más alta elongación del astro rey y
perturbará sus ojos por esas playas de sedosos jables acariciando sus pies desnudos, con esa verde mar en
calma , con ese gris plúmbico de la bóveda
ciñéndola a un andar más ligero y, al lado de ella ,ese arrogante joven
en la andanzas de sus años jóvenes . Como
dos gaviotas absortas en ese mundo envuelto por espumas donde las campanillas
de la marea arrasaba sus cuerpos
semidesnudos a medida que un rocío de la
lluvia caía por sus cabellos en comienzos de un otoño en el tintineo de sus
acaricias. ¡Es su primer amante¡, su primer novio, la primera circunstancia de ser lago de cúspides
en el más profundo querer de sus dos océanos, quizás, sin el latido fervoroso del amor, pero con
esos juegos juveniles de su edad.
Ella lo conoce allí,
como puede ver en aquellas fotos que comienza a hojear después de abrir ese
baúl de los sueños perdidos. De nuevo se
sienta en su sillón y deja prender la
chimenea cuyas llamas toman el mismo impulso que las cortinas con la brisa de
la noche. Por ella surcan ríos de añoranzas al abrir aquel álbum de fotos donde
él se halla, donde ella se halla en aquellos primeros años de instituto, en
aquella playa; primer escalafón de los pasajes de su vida donde un beso inalado
por un transeúnte en la repentina llovizna se plasmo en su vida como ave de sus deseos.
**
Ese chico lo conoce
en su época estudiantil, en un instituto de las medianías de su casa, allá en
un pequeño pueblo donde las abruptas y arrugadas montañas lo amurallan, y bajo
ellas, ese larga carpa del exuberante paisaje aromatizando las caracolas de una playa que surcaba en la lejanía de sus hogares
solariegos.
Sus padres son de
esos labradores de la tierra, esos que con el esfuerzo continuo de la primera
hora levantan al sol con el trinar de la azada y la protección de sus campos.
Ella, a veces, les ayuda, en esos fines de semanas cuando los deberes y el
descansar son vencidos. Entre semana acude a sus clases diarias en esa
bicicleta regalada en cumpleaños, a no ser que el cielo fuera tronar, entonces,
andando tendría que recorrer esa vereda hasta el instituto .Allí se encuentra con las únicas amistades que posee, todas esas
chicas y todos esos chicos del pueblo, pocos, pero los suficiente para formar
aquel culto al estudio con la siempre
anhelada hora del recreo.
Horas libres para distraerse en la cafetería o
en los jardines. Entonces, son todas avecillas emigrantes en busca de la mirada
fugaz de algún muchacho, esos que con ellas van a clase. Son ahora libres, con
esas risas que con sus faldas tejidas por las manos de sus madres dan brinco a
la par de sus bromas, de sus burlas, de
sus juegos y ese tentempié antes de
volver a clase de nuevo. En esos
momentos, cuando son cadenas rotas de las aulas, son viveza de esas cartas que
los chicos suelen enviar. ¡Sí!, era costumbre
que el chico ambulante en amoríos
enviara una carta a la chica que más le gustaba, después, si ella
acertaba, se cobijaban en uno de esos pasillos de la escuela, en la trasera de
aquel amplio colegio donde nadie ambulaba: desértico, sin uso, abandonado por
todos los que componían el centro. Allí, bajo la luz insonora, bajo el
aletargado polvo, eran encuentro de sus cuerpos sin ser luz de sus pupilas y,
entonces, un beso se entremezclaba entre la timidez, la duda y la risa . Sólo, el crujir de algún tropiezo por la
oscuridad; sólo, el bullicio que en las
fueras les esperaba cuando ese acto, ya
ritual de los alumnos, había finalizado, saliendo ambos con sus manos
entrelazadas por el mero echo de haber conseguido esa altitud de los primeros
deseos, después, que fueran pareja o no era otra cosa, dependía de cómo se
llevarán en su nueva aventura. Algunos en esa carta enviada a la deseada se
quedaban con las ganas, ellas, lo
negaban, quizás, por que no le gustaba o por que le daba vergüenza. Otras, sin
embargo, como el transcurrir de aquella foto en la segunda página de su libro
mientras el frescor de la noche era acaecer entre sus dedos era fustigado con
balas de fruta henchida, casi siempre a ese, el que se las creía todas,
ese que con su expectante físico y
dominio sobre sus compañeros sobresaltaba. A ese, en una carta a una de esas
muchachitas vírgenes que envío le quisieron gastar una broma. Una broma tal,
que cuando ella apareciera sacarle una
foto y dejarla plasmada para toda la
vida. Luam a igual que las
otras pupilas también siente atracción por esos juegos pero, con el temor de
que tal vez el hombre deseado no fuera esa revolución su corazón. Ella
anda ruborizada por uno de esos chicos, le soplaba ese cierzo
en su corazón por su mirada. Es alto,
leal de la reconditez, apocada palabra, solitario, con ahuesado abdomen.
Chicos y chicas
están separadas por esa línea divisoria que marca el instituto, unidos sólo en
el momento de tomar ese festín de media mañana
en esos jardines floridos.
Jardines de primavera permanente y desatraídos por ellos. Siempre el jardinero
requebrado de alaridos zumba detrás de
cada sospechoso que había sometido al
jardín en sus gestos vandálico en un marchitar, siempre quejándose de ello a la directiva en un tono agrio .Nunca le hacían caso.
Ella, Luam anhela que el sea ese príncipe del papel.
Cada día más y más por que todos tenían que caer como
ritual de aquel vigor juvenil .Ese día llega, llega ese sobre encima de
la mesa en medio de una clase, cuando la
ciencia era tiza que se desparrama de su mentor en la pizarra. Sus ojos tornan
en aquel sobre que la tienta a abrirlo de inmediato sin dejar finalizar
la clase.
-¿Profesor puedo ir al servicio?- dice Luam levantando la mano. El de
inmediato se vira, la mira con la vejez
de sus ojos y busca en su memoria lo que tiene que contestarle. El hombre ya
había pasado la edad de jubilación y todavía por a amor a su profesión seguía
dando clases.
– Sí, alumna mía, puedes ir al baño. Sabéis, alumnos míos, el baño es ese
lugar por el cual siempre os dejo, ya
que a mi edad a veces mis necesidades me apuran- dice con una radiante chispa
de entre sus labios en especial a Luam .
Se levanta de su sitio y apresuradamente como si ya no
aguantará más se dirige a las afuera de la clase. Mientras transita hasta el
baño, abrió de manera desesperada esa carta. Un temblor acorrala sus manos. Al
llegar al servicio leyó aquel trozo de
papel.” Te espero donde tú
sabes, firmado Liam” .Luam
suspira. Esa firma perfumada por él, de ese quien ella era
llama como relato de una tormenta en el apogeo de la primavera.
Vuelve de nuevo a clase con una sonrisa de oreja a
oreja casi ineludible para el maestro
que la observa hasta que se sentó de nuevo en su sitio.
- Buena es la gracia
de usted señorita. Como no, después de haber salido del apuro-
todos en clase se ríen.
La hora de clase parece
que no da a su fin, Luam no aguanta más, se revienta , siente vergüenza por
las carcajadas de sus compañeros . Después de esa clase el rito del beso en medio del
oscuro pasillo se haría realidad. . Desesperantes momentos envueltos en
nerviosismo con una lentitud marcada
por las manecillas de un reloj que
parecía que no avanzaba situado encima de la pizarra, mientras, de su flanco
izquierdo , los ventanales que dan para
el jardín dejan pasar una gran luminosidad mezclada con una brisa especial y
fragante que hacía a Luam evadirse de lo
que el profesor está explicando ,una
explicación que acaba con la sirena .El profesor es desesperante, aunque la
sirena suene, como era costumbre de él , pone Amor ti vieta de Giordano . Todos
tienen que aguantar la melancolía que sobrevuela por sus ojos en esos momentos,
las palabras que de su interior escapan. Al terminar, todos se deslizan velozmente hasta las afueras de
aquellas paredes.
Con Luam van todas las compañeras al lugar de
encuentro, todas se situan en una zona
alejada esperando a ver lo que sucedía. Ella se acerca con el lento pulso de su
corazón, con el temblar inevitable de todo su cuerpo, con un ardor por su
cuello .Se siente extraña. A sus mejillas le suben los colores. Se desquita de aquellas trenzas de niña buena
que usa, dejando su pelo al viento suave
que aquel día cincela la jornada.
Llega a la entrada, siempre abierta para cualquiera que pase por
allí. Se encuentra con una pandilla de muchachos, ellos, no permiten el paso a
nadie . Los dos estarían solos en ese edificio. Luam entra
con el temor penetrando por cada uno de sus poros , insegura de lo que va hacer
, de si haría el ridículo o sería plenitud . La polvareda y la suciedad que
desprende aquel lugar penetra en su interior. Desahuciado edificio, piensa. Para ella es un sitio desagradable, un sito donde la luz se
distorsiona. -¡Aquí tendré mi primer beso!- se dice para si misma .Comprende el
por que la mayoría de las relaciones
salen desastradas.
Allí, desorientada,
se quedo a la espera de aquel semblante
indistinguible apareciese por la puerta y,
así fue, cuando los minutos pasan, se presenta aquella larga
palidez con la lentitud de su timidez en
sus pasos en busca de ella.
Él al principio no la ve, su silencio era
absoluto. Sólo se oye sus pasos. Luam calla, imagina todos sus movimientos. La
inseguridad la acosa y más cuando siente un tropiezo de él. Se va de bruces al suelo. Un refunfuñar de él los enlaza,
el hallazgo mutuo se ha logrado. Sus
ojos tardan en toparse, cuando sus pupilas se cruzan una mordiente vergüenza
los atrapa dando lugar a la mudez de sus
palabras, luego, el sublime y culminante beso. Un beso errado y torpe, sus labios no se encuentran por culpa de la visibilidad, es tan nula que hace de ellos un rebuscar hasta acertar. Ese pequeño instante de tiempo
acaba con los chillidos de afuera. Los quieren ver salir con la danza de sus
ojillos y de sus manos liadas para ser
vitoreados por ellos. Luam y Liam aunque oían el escándalo no se precipitan en
salir, están ensimismados en aquella unión de sus labios. Al sentir que el bullicio no para la vergüenza se les acentua más. Ambos quieren huir de esos pitidos y gritos de alegría de sus amigos,
ser distintos caminos al de ellos, por ello, esperan unidos de manos.
-¡Vamos chicos¡¡ Vamos chicos ¡-se oye desde
fuera – Salir ya, para que podamos comprobar vuestro
amor .
El
alboroto cada vez es más estridente pero, ellos, no se inmutan, no quieren
saber nada de ellos. Hasta que con el paso de los minutos aquello llega a fin, la sirena los llama para que regresasen
a las aulas. Todos se disipan, dejando a Luam y Liam solos.
La siguiente clase es
de inglés, es donde una rubianca con sus vestidos prietos insuflando sus pechos
como adorno de su belleza conduce la clase
con una regla y movimientos desastrados.
La profesora se considera una diva con
sus antiguadas gafas de culo de botella que renace después de la ferviente
brisa de la sirena. Se cree la reina de la belleza del instituto, como no,
había pasado por debajo de cada uno de los profesores agotando la esencia de
cada uno de ellos. Después, todos la abandonaban. Sólo el sexo. La dejaban así,
como una vagabunda bajo una nube de depresiones por sus fallos, tupiéndose a barbitúricos por cada relación errada.
Después se levantaba, se levantaba y presumía de su moza hermosura, de su gran cultura,
seduciendo a los alumnos, pues, más
profesores ya no quedaban, a ellos bien podría dominar y dejarles respirar
de su aliento.
Liam entra en clase,
no sin pedir permiso antes. La profesora lo mira y le pregunta con severidad:
-A ver, ¡ a ver ¡.¿ Por qué esta tardanza?¿Donde has estado? Acaso, ¿
no escuchaste la sirena? Venga, a tú sitio.
Liam baja la cabeza y se
vuelve de un colorido rojizo sus cachetes. Todos en clase lo miran . La
profesora toma su rumbo, a medida que explica observa a Liam, un color divino
atraviesa su mirada a cada ojeada. Se dedica entonces a pasear por los pasillos
que dejan las mesas, examina las libretas de sus alumnos. A uno por uno le
despilfarra un suspiro hasta llegar a ese
asiento de sombra ausente, ese en el
cual siempre se sienta el huesudo Liam
sobrado de mutismo. Ella se quedaba mirando y siempre le decía al oído:
- Tu cabello son táctica de las ígneas
madrugadas cuando yo con mi bello dormir soy recital del aguas de rosas. Is
pretty . Is beautiful . ¿Sabes lo que quiero decir Liam ¿
Todos en aquel momento saben que algo puede pasar,
no pueden se, aunque, por dentro se revientan. Sabían que por cualquier burla ella los mandaría a
dirección con su poder de convicción por delante. Pero llega ese día, ese día en que Liam no asiste a clase por
estar con Luam . En toda la escuela se escucha su explosión.
-¡ Donde
está!- empezó vociferar -¿¡Dónde esta Liam¡?- grita y grita .
Toda la
clase de repente se lía en un cuchicheo . Mientras ella continua,
preguntando el por qué, el por que uno de
sus alumnos favoritos no ha ido a su clase.
-¿¡Está enfermo acaso!
Nadie responde a sus palabras mientras ella
sigue hablando.
-No , no es posible ,hoy lo he visto entrar en el instituto. Esta
mañana a las ocho, ¡no!- alza entonces
su tono de voz .-¿¡Acaso no lo vieron?¡
El silencio en la clase se hace de nuevo
solemne, están nerviosos.
- Que alguien conteste, por favor. Sino tendré
que ir a dirección y entonces será peor. A todos os castigarán.
**
Luam ríe, ríe desde ese sillón donde el
refulgido toque de las campanas de la medianoche sobrevenían capturando el
calor del fuego de la
chimenea que se extingue. Mira una y otra vez la fotografía de la
profesora que figura en su álbum de fotos. Un grillo balbuceaba a medida que las vecinas horas de la madrugada se aproximan
.Ella, aún levantada.
Por un momento cerro ese libro de los sueños reales
del atávico pasaje, se pone de pie y se acerca para hacer más candente el fuego
de la chimenea, coge unos trozos de madera que tiene junto a ella y la alimenta. Otra vez siente
ese calor excelso corretear por sus huesos.
Ser acogida por la calidez en un nocturno de soledad y bella luna. Después, con
un meticuloso paso por ese majestuoso salón es brisa de la luna traslucida a
través de la ventana. Le transmite todo su
fragor platino .¡ Tan lejana¡.
¡Tan magnífica¡. Tan solitaria como los días de su vejez, aunque, con el aliento de la vileza que las conjugaban a ser
vía láctea de su historia, Ella ha observado todos sus rastros, todos sus
pasos. Ha sido compañera de sus noches enlutadas en sus frescas sábanas
insonoras, donde, ella, cristal roto en
el ahora sólo lamenta ese ayer, ese ayer reducido por hallar ese amor. Sólo
halla la soledad aquejada acosándole
entre esas ansias de amar a una semejante avecilla que traspasará esas paredes,
esa que con el andar por los vastos
horizontes de sus amantes la condujeran en esos momentos culminantes de su
cumbre, pero no llego, sólo ese derroche de su reconditez similitud a la bóveda
celeste en la oscuridad; como la noche.
De nuevo tras ser espejo de su alma es fuente
de sus pensamientos en el ayer sellado. Se
sienta de nuevo en su sillón, sillón tan aterciopelado como las plumas de cines. Corre de nuevo por las cascadas de sus pensamientos en ese lugar donde se ha estancado, esa
entrada de la profesora en el preámbulo de sus palabras cariñosas, donde ambos,
Liam y ella, son unión de sus corazones.
**
Entró con una linterna que le ha
pedido al jardinero. Localiza la
madriguera de Liam y Luam .Allí están, abrazados, como dos enamorados.
Sus ojos se vuelven de rayas escarlatinas.
Los celos la zurran. Se enoja, es encrespa y atacada su mal oliente vocabulario
insulta a Luam.
–
¿Serás ramera? Qué hace una muchachita como tú en este sitio, en esta gruta
deforme donde, su destierro, es sólo merecido para personas como tú. Acaso no
has oído el timbre, retorno a las aulas. Acaso no sabías que tenías clase de
idioma conmigo. Acaso no sabes de las
reglas del colegio. Eres sólo una gamberra. ¡Levántate de ese sitio! Regresa a
clase inmediatamente.
Ella se eleva como el rayo de luz, con
la mirada perpleja del jardinero.
Mientras ella ya es escalera arriba hacia el aula Liam aún anda acurrucado con el pavor que la
profesora le provoca. No sabe que hacer: si levantarse y seguir su compañera o,
quedarse allí engreñado. A él no lo han insultado
sólo a Luam. Por ello, en esa cuenca de la certidumbre piensa que era mejor quedarse allí, acoplado en la
esquina. Después de un tiempo de pausa de
su histerismo, la profesora clava el cono de luz en las pupilas de Liam.
Su seísmo es ahora más manso, más pacífico, algo trajeado de seducción, algo
conjurado por ese deseo que sentía por
los hombres.
-Tú. Hoy te esperaba en mi clase, Luam no me importa
que haya fallado. Pero tú, yo que tengo tanta confianza en ti . Tú , que ya
eres un hombre y supuestamente serio .Sabes, Liam , te tengo como un alumno
especial .Algo me faltaba hoy cuando tú faltaste a clase , algo que en días
anteriores no había percibido , algo por lo que llevo una máscara .
El cada
vez se encuentra más cohibido. No comprende
lo que esta sucediendo.¡La
profesora lo esta seduciendo¡, aunque ,ya sabía muy bien de sus deseos hacia
los hombres .
–Dirás que soy mayor que tú pero, no creas, no
creas. A lo mejor treinta años. No, no .Tal vez, veinte años o quizás, quien
puede saber, diez años más. No más. Te lo aseguro. Por ti se eleva
mi corazón y palpo ese albor del amor.
La
suavidad de sus palabras es evidente. Es
hipnotizante. Quiere conquistar a Liam.
Al
tardar el jardinero comenza a
extrañarse, le extraña que Liam no
hubiera salido con la muchacha. Piensa
que ha ocurrido algún siniestro al quedarse sola con él. Con un sudor frío aún
por los gritos anteriormente dado por la profesora entro, entro rebuscando la
luz de la linterna y la ira de ella. Va con mucha precaución por si él tiene
que pagar su mal genio. Tropezó en su
búsqueda con cada uno de los muebles corrompidos allí abandonados. La linterna
está al ras del suelo, como si nadie la
tuviese en sus manos. El jardinero al darse cuenta se extraño.
-Señorita, señorita- llamó él cauto por el pavor.
-Aquí estoy, aquí estoy. ¡ Ay ¡,
es que he tropezado y la linterna se me
ha caído- disimula la profesora .
- Bueno, señorita. Esta usted bien, es que he visto salir a la chica
pero al chico no, ¿Ha tenido usted acaso algún problema con él?
-No hombre. No. Sólo le estaba explicando la mala acción que había
hecho. ¡Vamos!¡Vamos ¡, que se me hace tarde y ya la clase esta a punto de
terminar.
Al entrar en clase todos se ríen.
-Tú, pequeña granuja, .Tú atrás, en lo más alejado de la clase, ahí
permanecerás durante todo el curso.
Ese es el castigo apuntado sobre Luam, mientras a él nada.
Luam con su bicicleta después de despedirse de sus amigas con la
humillación a sus espaldas va para su casa por una vereda de arboledas hasta llegar a esa planicie donde
se halla su hogar. Mientras, Liam, el cual también posee una bicicleta para retornar hasta sus paredes lo para
la profesora de ingles en medio de su
camino. Se pone delante de él con su coche implicando al muchacho a una
proposición de la cual no se podría
negar. Lo invita ir a su casa por la noche, para conmemorar, según dijo ella, su cumpleaños, ya que se encuentra sola y aislada y necesita alguien en su celebración. Liam ,
no sabe decir que no ,accede a la
propuesta. Una propuesta de un nocturno, un nocturno cuando aún la luna es rosa
menguante y el sera alianza para el
júbilo de ella.
Luam , en su regreso a casa, después de la
viscosidad de la arboleda, después del
cimbrar de su cuerpo por la escarpada
superficie, presencia esa casa aislada donde ella vive y esos campos donde los
filamentos áureos representan el más grato esplendor al son de una divina
bóveda celeste. El día no está nublado, es acogido con los rasgos veraniegos ya venideros. Sí, el verano se
acerca, con el canto del secar de los
pétalos primaverales, con el secar de los arroyuelos que en su paso deja, con
la canción de los diminutos insectos zarandeando, mordisqueándola cuando para a descansar y respirar de
esa maravilla natural . Desde
lejos intenta ver si sus padres están por los alrededores pues, era costumbre
de ellos de esperarla sentados en el
porche.
Sus
padres es un matrimonio loado de felicidad, ninguna rudeza entre sus
relaciones, siempre dosificados con la cariñosa
balada del amor, siempre con sus acaricias derritiéndose entre sus
afectivas miradas.¡Siempre mirándose¡ , ese mirar que entusiasma a Luam.
Pero, ese día, el humear de una mala hierba
era ruptura se le avecina a Luam..
¡Nadie la espera ¡, y, ella, cada vez está
más cercar de sus paredes de maderas, madera talladas por el espíritu
limpio de su padre, por la emotividad de su madre que le ayudaba en todas las
tareas .Uno y otro, cuando fueron alianza bajo la luz de una boda con toda humildad,¡
un brindes para los novios¡ y después esa danza nupcial hasta ser ruta de las
sabanas tejidas por las manos de su madre .
Al llegar a casa Luam los llama, quiere ser recibida como
siempre, pero esa llamada se transforma en una eterna llama fundida, se
transformo en una preocupación para Luam, ¿Qué pasara? ¡Por qué esa tardanza ¡
.No lo entiende.
Deja su bicicleta a un lado de la puerta, donde se encuentra esas sillas
de madera picada por la ruin polilla. Sillas para el descanso
después de esas horas liadas al
trabajo, cuando el ocaso es acérrimo liar de sus manos. ¡Trabajo
del campo ¡ perdurable durante todos los
ciclos del sol en el avance del día.
Al entrar dentro
piensa que algo ha pasado. ¡No es normal ese silencio¡, ese silencio de fogones
amortajados, donde el tararear de la comida de su madre no sucumbe , el
silencio de la pipa que acostumbra su padre fumar al ser el sol querencia de esa cumbre más allá del horizonte . ¡Nada¡, no se
siente nada, el apretar de un precipicio
era espectro de su silueta desesperada .
Corre con la certidumbre
recorriendo por sus venas. Se dirige hacía la puerta trasera de la vivienda .,
esa que da con las plantaciones de las de sus padres. La alumbra un cercano quejido de calvario, algún agrio percance que la invalida a dar
más pasos. Se detiene en la salida de aquellas murallas de roble, encima
de esa tierra calva donde aún las semillas no son verdor en sus surcos. ¡Se detiene
con el hermetismo de unas tinieblas desagradables! .¡Es un llanto lo que
escucha ¡.Es una siega de escarcha la
que la embarca un naufragio.
Instantes después
de volver a la realidad comienza a
correr, a correr con esa presteza de su presentimiento hacia el lugar donde
el huracán era brote. ¡Comienza a
contemplar una silueta arrodilla¡, comienza a contemplar un mástil
derrotado. El pavor entonces la convierte
en un telón tórrido hasta ser escena de ellos: de sus padres . Él
limo cárdeno emancipado de la vida, ella, ocaso de la luna . ¡Arco iris de
azufre que la consume con un voraz cierzo¡, sus palmas son locura de su llanto,
su rostro es tosco senderismo por el país de los ahorcados, sus palabras son
extinción .
¡Calla la madre!, calla cuando su hija es
figura de espanto ante ella, figura que se levanta en el vuelo del dolor en busca de ayuda.
Atravesó de nuevo la casa, pedalea
con toda su fuerza la bicicleta ensangrentadas de desolación, azorada por ese
pensamiento aún infértil. ¡No puede creerlo¡ No lo acepta , no permite esa ida
por los valles de los elefantes moribundos de su padre .
En su recorrido al pueblo su corazón late cada vez más rápido y potentemente.
Un pueblo de piedra viva cobijando todos
sus habitantes. Un pueblo callado por
ser caldear del mediodía donde el único bar que poseía se relamía con el
vaivén de esos sombreros caídos por sus dueños embriagados, a ellos, no quería
cruzárselos por el camino, sabía de esa tendencia felina de piropear su
juventud. Sólo quiere llegar a la casa del médico. Está situada en un lugar céntrico, frente una fuente donde todos los años se celebra
la conmemoración de las mujeres que iban
a coger agua al lugar con sus cántaros
acostados en sus cabezas, con los pies descalzos; endurecidos por rozar
de la tierra , esas mujeres que ya no se
veían por el paso de los años. Mujeres trabajadoras, sufridoras de ser fardo de
todo lo que concurría en sus inmediaciones, mientras, los hombres, eran fluir
de los campos de sol a sol como su padre. Por ello cuando pasa ante ella es recuerdo, lo
recuerda en esas historias que su padre
contaba todas las noches, con las mismas palabras:
“
Sabes hija..” le
decía “.. cuando yo era joven
ruiseñor y tu madre golondrina de mis revuelos, todas las mujeres se congregaban en esa pequeña fuente del pueblo
: donde la iglesia es reina y las casas
giran a su alrededor . Con sus risas y sus faldas recogidas magnetizaban la mirada de los chicos en ese
ir y venir de cántaros durante todo el día .Desde la cantata del primer gallo,
el más fornido del pueblo, hasta esa hora donde el sol bulle con más ímpetu,
esa hora donde nosotros, los hombres regresábamos del campo para relajar
nuestro esfuerzo hipnotizados
por el chismorreo de ellas. Nos recostábamos bajo la sombra de la iglesia
observando cada gracia de sus movimientos, observando aquella que cada uno de
nosotros teníamos designada. Con un regocijo cuando hacíamos una gracia para
el alberga la mirada linda de ellas. ¡Ay
esos días¡, cuando yo, joven apuesto y tu madre bella , éramos colina de
siemprevivas que temblábamos con el
simple hecho de la alianza de nuestra mirada . No hacia falta más para saber de
quien sería esa mujer para el futuro”.
Sus pensamientos de
esos momentos de felicidad son arrasadas
cuando el dolor se perpetua más y más en su alma .Llega a
la casa del médico que está situada al lado de la iglesia una aldaba de grandes
dimensiones la hizo apurar sus fuerzas con la rapidez escalofriante de la
llamada. Una y otra vez, una y otra vez hasta que escaleras abajo se oía las
pisadas aceleradas del medico.
–¡Ya
va¡. ¡Ya va¡ - grita él desde el
interior de la casa.
Abre la
puerta sin preguntar de quien se trataba .El médico sabe que no tiene enemigos,
que nadie toca en la madera fornida
de su casa por lo largo de los siglos si
no era por una necesidad, su familia es considera por lo largo de las centurias
un privilegio de la comarca, con esas manos remendando todos los males: alquimistas primeros,
científicos confundidos con la metafísica
y luego en la cúspide del paso de los siglos determinándose por una de
sus ramas, él, eligió ser médico. Preocupado siempre por los que tienen más miseria,
por los más desgraciados de aquel
pueblo. Porque si bien era pequeño, en esa pequeñez existen almas desamparadas:
vagabundos que él mismo invita a veces a su casa.
“¿Qué haces aquí amigo mío?, Vamos a mi casa”,
les decía aquellos que no tenían techo.
Siempre tan benevolente, siempre tan educado y afable para la necesidad de los
demás.
- ¿¡Qué ocurre Luam,? - Pregunta al abrir la puerta -En tu rostro la
mala bala de un sufrir se aloja. ¡No quiero ni pensar lo que a pasado¡, Dime
,¿qué ha sido niña mía?. En tus ojos ese candil de las estrellas satinadas son
volcar sobre un mal. Cuéntame, Cuéntame lo que te sucede.
Luam , pálida criatura, incrédula aún de lo que ha pasado no dijo nada, sólo incrusto
su mirada a la del médico . El médico comprendió que la angustia la azotaba.
-No digas nada hija. No digas nada- Dijo él comprendiendo el
significado de sus ojos mustios. Algo cruel
ha sucedido- Sólo seguiré tus pasos, tus pasos hasta donde ha habido esa
penumbra que a ti te azota.
Se
aparta de ella para entrar en su casa la bicicleta con la que ha venido Luam.
Cerro todo, cogió su maletín y se pusieron en marcha con su auto .
Otra vez ese camino
entre el boscaje, ese camino que para Luam es sólo hierros oxidados, donde las
hojas verdinas no son sino una plegaria del llanto, donde los baches del camino
son una estaca que se le enclava cada vez más y más al aproximarse a la casa.
Él médico no dice nada,
sólo deja el silencio ser guía de lo sucedido. Una tragedia cavila, ha tenido
que ser una tragedia para que la faz de Luam
sea modelo de la languidez. Esa desgana del trinar y esa deforme
vivienda donde ya el color de sus campos hacía
contraste con ella.
Al llegar, ambos
bajan del coche. El médico sigue a Luam
a través de la casa, a través de los orodados campos del infierno hasta
el lugar de los hechos. Entonces, el médico, ante el pavor de lo peor comienza a
galopar dislocado hasta llegar al lugar de la catástrofe. Halló una mujer que con el pañuelo escondía sus
canas acurrucada sobre un cuerpo erosionado.
¡ Vitalidad baldía¡ .¡ Mortal para una fosa¡. Se agacho junto a él mientras Luam
mira al universo, con la derrota de que su alma volviera vida, con el absurdo de lo que era la vida,
con el reprimir de sus lágrimas.
El medico y el padre
de Luam se llevaban de mil maravillas. Los domingos paseaban juntos cuando la madre escuchaba la misa y era chismorreo con sus amigas; esas
que cuando en su juventud eran ida y venida
del cántaro sobre sus cabezas, con esas con las cuales se había empapado
ciento de veces en la fuentecilla y
hablaban de los sueños.
El médico le coge de
la mano y comprueba su pulso. En sus adentros existe una gran angustia, no puede creer lo que ha sucedido. ¡Ha perdido un
amigo¡. Un amigo de juegos de su infancia aunque los status de cada uno fueran diferentes. Ese amigo con
el cual corría hasta el arroyo enmarañado entre los árboles de aquel monte
centinela de sus travesuras y después se
zambullía en sus corrientes. Ya no le vera más.
Se levanta de
la posición que esta observando a esa mujer asolada y esa hija
abstraída. Tiene que ser valiente, no romperse él también en aquel desastre de
la muerte prematura, del amor.
Toma camino de nuevo al
pueblo, tiene que avisar a toda
la vecindad, tenía que conseguir ayuda para recoger ese cadáver engullido por
esa monstruosa máquina aurora de sus campos . Deja allí a
las dos solas y el espíritu de él vagar entre sus corazones, tropezando una y
otra vez con el pasado donde ambos fueran oasis, con ese revolver de la
incredulidad en sus vidas. Su ida al
inframundo de los jamases donde ya en la dominical reunión no sería brindis de
ese buen vino en el bar del pueblo.
Pobre hija, medita
él en el transcurso de ese arroyo que se disipaba en la llegada al pueblo donde aún sus habitantes son
silencio por esos adoquines .Detiene su
auto en el centro de la plaza y rápido va en busca de algunos hombres que le ayudasen
con el cadáver. Lo primero que hizo es ir a la iglesia donde el cura duerme aun con
sus añejos atuendos. Ese símbolo negro que lo vestía fue minutos desesperados
para él médico. Lo llama apuradamente sin dejar de ser nudillos de esa puerta
hasta que él es eclosión ante el rostro
de él.
– ¿Qué ocurre señor doctor? ¿Alguna mala
cosecha? ¿¡Quien es el muerto¡?-
Pregunta el cura al médico con ese tono de voz de preocupación por sus
feligreses, con esa calvicie que lo coronaba y la pelusa cana que ya le
quedaba en sintonía con su barriga
abultada y, en la mano, ese libro de misas para la venida de la tarde .
– El campesino
Pancracio ha fenecido.
-¡Pancracio!
¡Pancracio!. Oh Díos y virgen santísima. ¡Por qué! A un pobre hijo de tu mundo
lo condenas cuando aun es joven espíritu a ese submundo donde
nosotros seremos apartados para verlo de nuevo.
Cierra su puerta para ir en
busca como de costumbre a esos hombres que encima de sus hombros llevaran el
cuerpo. Ambos, tocan en algunas casas donde el descanso aún era vigencia.
Ya todos reunidos se encaminan al lugar del hecho con esas antorchas que en la
noche y puestas en las cercanías de la
casa se prenderán como signo de un alma que se va .
Al
llegar allí aun se encuentra su esposa y
Luam junto al cadáver .El cura y el
médico se acercan cogiendo cada uno a
cada una de las manos para hacerlas levantar de ese suelo impío. Después, con
el permiso del párroco cuatro hombres se aproximan al cadáver, cuatro hombres
que con sus cuatro esquinas lo llevan hasta su casa. Con paso lento, con el
duelo entre los huesos, con el llanto sórdido, con la letanía de esa tarde que
ya se avecinaba .Hay un sol cabizbajo paralelo
del suceso. Al llegar a la casa al cadáver lo ponen sobre la cama .El
cura cede toda su calidez a las manos de
la madre de Luam en esa habitación donde
noches de estación tras estación eran jugo del amor, eran jugo de esas sábanas
bordadas por ella y esos rústicos muebles alumbrados por una
lamparilla que absorbían de sus cuerpos desnudos. Su mujer se sienta a su lado. Todo a su alrededor son
velas llameantes. El cura cuando deja las manos de la madre, desconsolado,
comienza esa plegaría al difunto, esa plegaría donde todos los que allí se
encontraba en ese momento agacharon sus
cabezas quitándose sus sombreros hasta
que él cura acabase. Acabase con el reposar de sus manos sobre la mano de ese
que la vida le dio la espalda. Los hombres se van menos el médico que con la media luz que
acaparaba esos cristales de la habitación, donde el sol ya comenzaba a ser fuga
ante la apresurada oscuridad, se queda
al lado de Luam .Quiere sofocar ese
sufrir inalterable. Quiere asegurarse del estado de ella y también del de la
madre hasta que la noche arribe y comiencen a llegar todos esos habitantes de l
pueblo. Cuando ellos lleguen, ellas estarían acompañadas y él de nuevo podrá
volver si quería a su casa. Las llenarán de regalos por ser el muerto hombre y
no de esencia femenina.
Con el paso de las
horas y ese andar de la luna la casa es
visitada por todos los vecinos .Mujeres y hombres apenados
entran en la estancia donde está el muerto. Posan sobre su frente
marmórea un beso. Todo es silencio, nadie dice nada, sólo alguna mirada pero, con el severo respeto del momento. Se sientan,
se rozan y con el venir del
amanecer y el fundir de las antorchas,
el cuerpo es izado otra vez por esos
hombros de los mismos hombres que
lo recogieron del campo para
llevarlo al pueblo. Van de pie y, detrás del muerto, todos esos seres que lo querían y guardaban una
entrañable amistad .La madre Luam
y ella son pintura grasienta.
Los árboles hacen sombra a cada paso. No se siente el cantar de las aves mañaneras, no se avista el cantar del gallo, no pasa nadie para
reanudar la jornada laboral. ¡Es día de luto¡, luto que cincela todas las
paredes de las casas, todos los quehaceres de sus habitantes. Todos se
congregan en ese lugar donde el cuerpo reposará nuevamente, en esa
iglesia donde el cura ofrece
en su honor una misa para después
ser trasladado al campo santo. No hay pésames por medio porque no es de buen ver sino días después de
que el difunto estuviera bajo la faz de
la tierra entre flores de multicolores.
El médico que había
sido vela de las dos mujeres toda la noche aún lo seguía siendo con la entrada
de ellas en la iglesia, sus pisadas son como esas cadenas que los furtivos
difuntos llevan en sus espaldas. La iglesia desprende un olor particular, de
sus antepasados reflejados en sus grises
columnas, de esos cirios alumbrando
el altar de piedra tallada por escultores del ayer .
El padre se coloca
delante del altar como símbolo de la última despedida antes de llevarlo al
camposanto, así todos pueden ser pasaje de un último recuerdo, pasaje de sus
vivencias, sobre todo esos que en su juventud fue aventura de su ánimo. Al
acabar la misa, todos los asientos de aquella majestuosa iglesia , esa
construida por la fe a Dios , son deshabitados. Se repite de nuevo la imagen de esos cuatro hombres que
con la penumbra de las emociones llevan ese cuerpo hasta el cementerio seguido por todos en ese ritual del
silencio y el sol aún no pinchando con
su voraz calor. Todo un desfilar de las gentes y dos almas en decadencia.
Al llegar al
cementerio, un cuervo se relame en su graznar ante ese último toque de queda de
una pala que con su ruido casi inexistente es forzada por un hombre de ya de viejos rasgos, con el
albar de su frente arrugada, con la
andrajosa prendas que usaba y el sudor de un excavar y excavar reiterado .Todos
se agrupan alrededor de la fosa cuando el sepulturero termina. Esa será la
nueva casa de aquel hombre. ¡Lugar tosco¡ ¡Lugar tenebroso¡ Lugar sin
sentimientos, alejado de todo ese balbucear de las risas ,de las palabras de
amor de su mujer y su hija . Allí es enterrado con el adiós eterno de ojos
agrietados. Con el término del entierro esa
tierra blanda de porosidad fina y rojiza se queda sola. Sólo el médico, la
madre y Luam se quedan allí con el paso del día , un día que no se distinguía
entre la noche del universo y la claridad de la mañana: monótono , intangible a
la muerte aun. Cuando la noche es himno
triste se despiden de esa masa corpórea enjaulada para los futuros gusanos que
lo rastrearían hasta no quedar nada de él. Luam y su madre se van a casa solas. Andan en paralelo a las acequias secas y ,
tras sus espaldas, el redoblar
incesante de las campanas que las acompaña con su eco hasta la casa . Ya no será la misma con la huella del padre
petrificada en cada una de sus maderas, en cada uno de los movimientos sonoro
al compás de las palabras. El aroma de él será perenne en esa cama que reposo
por última vez. Luam y su madre aúnan su
calidez y sus fuerzas
atemperándose así con la desvaída noche que viene.
El médico en su
retorno a su casa es conciencia de lo impredecible,
sometiéndose a esos tragos de ron en ese bar del pueblo donde aún el mutismo
entre sus muros es evidencia: barajas cansadas, murmuraciones desfallecidas y
un dueño con los recuerdos de ese ayer
cuando él fenecido era presencia. Se sienta
en una esquina, en esa esquina donde el sol era un candelero de las sobras del
día hasta caer en la tupida trinchera del desmayo. Dos hombres lo llevan de
vuelta para su casa. Lo dejan a ras de
su puerta hasta cuando el despertarse y se diese cuenta de ese nefasto estado
en que se encuentra.
**
Él aire que se precita de la ventana abierta se transforma en tormenta y esa mujer
con el sueño aún no erecto a esa
reminiscencia de su vida huye de dormirse.. ¡Nunca olvidará la muerte de su
padre¡, aunque los años que pasen. Recuerda perfectamente ese rostro tendido en
el suelo y el dolor de su madre, reccuerda perfectamente ese entierro maldito y
ese retorno a la casa sombría de sus manos, con ese frío amortajador conduciéndola de nuevo por esos retoques de la tristeza,
con esa añoranza de no haber podido vivir el paso de sus años con él. Ya es madrugada y el frescor de
la noche la martiriza como una cuchillada, y es que no era el frío, era esa
hojarasca que nieva entre sus pensamientos. La desvía de ese sillón donde se
halla para cerrar la ventana, para cerrar esas sedosas cortinas hiladas con el
carmín de sus pasiones. Se yerta ahora a
esa vitrina de mediados siglo diecinueve donde posee todos esos retratos: el de
su padre, el de su madre, el de ella y sus padres, hoy en día yermos. Pero con la atrocidad del pasado que no más
que sirve pasadizo de las vivencias del hoy concurre de nuevo a ese álbum de
fotos estudiantil, discurre por ese chico,
por ese Liam. Ha sido invitado por la
profesora para cenar, en esa misma noche, en esa noche cuando su padre expiró
el último aroma de las flores.
**
Liam llega a casa de la profesora sin saber
aún de lo sucedido. Esa casa que ella posee en las afueras del pueblo: aislada,
aguardada por largas verjas que era casi imposible o peligroso el acceso a ella
.Ella siente su llegada y abre la puerta inmediatamente.
-¿Como te encuentras Liam? Agradezco
que me hayas visitado.
El muchacho pávido no dijo nada sólo dejo llevarse por el aroma de ella.
Es una casa de una nave y, a su
alrededor, un diminuto y rebosante
elegante jardín. Ella misma lo cuida. Sus flores yacían apagadas hasta la nueva aurora.
El
observa su espalda desnuda al entrar en
la casa. Su suelo está decorado con
alfombras persas. Ella se halla descalza, a Liam también le invita a que
se descalzarse antes de pisar sus suaves vellosidades. Liam obedece, mientras
se quita sus zapatos mira las paredes de
la casa, son de un azul lavado y mariposas blancas, con un aroma a esa atávica
senda de los egipcios . .Estatuillas adornan la entrada del salón de la casa
después, en su centro, una mesa ovalada donde dos candelabros son sólo
luminosidad de la densa oscuridad que allí hay. Todo está ya preparado, todo
está listo para comenzar esa cena donde
ella ha designado un traje negro de seda: provocativa, guapa , tanto, que los
ojos de el no pueden desviarse del halo de belleza que presenta. Liam se
despoja de sus gafas mirando atentamente su
maquillaje: flora que la hace más maravillosa. El tono de su voz
tampoco
es el mismo, es como una gran mujer que cualquier hombre se enamoraría
de ella. Ahora entiende él por qué era una de las mujeres más deseada por los hombres. Ese interiorismo, esa
personalidad que exalta hasta en sus cortinas de las altiplanicies de los
pueblos indígenas de Sudamérica, es como una especie de viaje por esas
selváticas esencias de las culturas del ayer. Aunque la casa es pequeña todo lo
que se muestra es un mosaico de
expedición afrodisíaca para los que allí entran. A él le estimula intensamente.
¡Su misterio¡ Es misteriosa y ello crea magnetismo. Quería saber más de ella.
Liam no dice palabra, está como retraído, obsoleto
en la beldad que ella insufla.
-¡Venga muchacho ¡ Siéntate aquí,frente a mí,
para comenzar ya esta cena especial que
te he preparado .
Liam toma asiento.
Delante de él se encuentra la arrogancia
de unos cubiertos de nácar y esa porcelana de una vajilla pintada a mano que lo
impregna en una experiencia que nunca
había vivido.. La música clásica es
atmósfera que los envuelve. ¡Tanto romanticismo¡ ¡Esa sonrisa de ella¡.La
exquisitez rebosante de ese plato que con el comienzo de ella él también comienza engullirlo cuidadosamente. Se fija
atentamente en esa refinada educación de ella para comer.
Liam era un chico
pobre, humilde, hijo de padre obrero, donde su capacidad monetaria y el nivel
cultura eran altitud inalcanzable, donde las paredes de su casa eran de ese
gris desgastado por el paso de los años, donde sus muebles eran esos trastos
que otros no habían querido y sus padres los habían recogido para ornar
la casa, por ello, estaba alucinado de la riqueza y la finura que allí
se cocía. Nunca había entrado en un lugar tan semejante, ¡tan íntimo¡
La cena acaba y con
ella hacen la mesa a un lado para bailar bajo una melodía romántica. La mirada
de ella no se separa de los azules iris de Liam .Las velas se apagan y el
clamor de la luna del verano joven comienza a ser cantiles de esa danza rítmica, esa danza de
toques exóticos con el relucir de sus
dos seres. El se deja llevar por ella, como plástico que se derrite en su molde
hasta ser fundidos por esos toques de vino que de vez en cuando beben .Después,
con el naciente de una sonrisa de entre sus labios que no dejan de bailar comienza despojarlo de sus
ropas. Ello, a Liam, le excita al mismo tiempo
que siente temor .Es su primera vez. A paso lento la profesora lo lleva a su
habitación. El dormitorio está pintado
de un azul marino representando el
universo, como si fuese una noche bajo
las estrellas. Sólo posee una cama sin patas y una ventana que no deja ver el
exterior por unas esterillas de
ocre que tiene. El va encadenado a ella
con el fuego de una ardiente lentitud que los magnetiza. El mira la cama, no puede
creer lo que está sucediendo pero , se deja llevar . El silencio
es absoluto en ese descampado donde ella habita. No puede pensar en otra
cosa sino en ella. El roce de sus dos
cuerpos tan suave, sus alientos río de deseo irrefrenable hasta ser cumbre de la alianza de sus
cuerpos en el recorrido de las constelaciones hasta la aurora. El se siente
agraciado de importancia al compartir su cuerpo con el de ella; ella, se siente satisfecha por serle compañía
y, el alba, se siente centelleante con el irradiar de esos dos cuerpos
que con el suspiro del sol se elevan para dar un paseo por el
jardín. Sus cuerpos desnudos, solos cubiertos por una bata y el silencio
entre ellos es aroma de las florecillas que ya despiertan.
-Sabes, hoy has sido emperador de mis columnas. Nave donde yo surco
derrochando amor. No quisiera perderte por ello, te ruego un trato, un trato
donde tu vuelo se aunará al mío. Quizás,
si tu quieres, me podrías ayudar a
cuidar este jardín, yo sola no puedo. Ya sabes, las clases y el prepararlas me
ocupa mucho tiempo. Yo te pagaré bien, además anhelo ser vergel tuyo como tú
odisea mía.
Liam escucha atentamente las palabras de ella
mientras observa ese variopinto color de
las flores. El somnoliento alba es
gemelo de su cabello, de ese cabello acariciado suavemente por ella. Su rostro
es halo del risueño, el trato le entusiasma. Sin más le dice que sí, que si
vendrá a cuidar su jardín cuantas veces ella quisiese en los atardeceres .Horas en los que los del pueblo
están con sus quehaceres, horas en las que el suele estar con sus amigos reunidos
en la plaza del pueblo. Los dejaría, los dejaría a todos y hasta ella correría.
Lo ha imantado hasta ese núcleo explosivo de su apoteósico afecto en esa
exploración del sexo y el amor que el era ignorante, con esas magníficas
vivencias de otros lugares que el no conocía, con su palabra de mujer serena y culta. No es la
misma que el conocía en el aula, en su vida privada es muy bien distinta,
cambiando así, toda su impresión por ella.
Para
Liam ya no es esa coqueta que todos se mofan en el colegio, aquello no era más
que un escaparte de su trabajo.
Sus virtudes recónditas hizo que el se decline por ella. Tiene un don especial, un misterio que sólo los amantes
verdaderos pueden llegar. Tal vez ,
por ello, siempre es solitaria gaviota. Tal vez, por ello, ninguno arribará a ella , sólo ,
superficialmente.¡ Ese vigor de su inteligencia ¡ Quizás por muchos detestada ,
no le interesan esa profundidad que existe más allá del trabajo, del sexo y del
dinero .
Liam y Laura, como así se llama la profesora, dividen sus caminos .El tiene
que retornar a su casa antes de volver a clase y ella realizar los preparativos
para las clases de ese día. Ambos no pueden ir juntos por eso el que dirán en ese pueblo donde todos los
chismes se filtran en cada uno de los orificios de las casas. ¡Una extranjera
sobornando la inocencia de un ruiseñor¡, pensarían.
Al volver a casa con
ese beso de despedida que lo hace soñar despierto tiene que conducir su bicicleta por el mismo lugar
que ha venido. Liam no se espera la
trágica noticia .Todavía no lo sabe pero nota algo raro en ese aliento temprano
de las campanas del pueblo, en esa cercanía de sus casas sin ningún rastro
humano. Son campanas de luto, campanas que significan que el día es capturado por una carpa negra que
cerraría todas las puertas de la jornada laboral. Al llegar a su casa,
cara a cara con el denso monte brebaje de la naturaleza, una
silueta con una pipa le espera. Es su padre. Entonces, su extrañaza, comienza a
consolidarse, ¡alguien había muerto ¡. ¿Quien será? El no sabe de que alguien
estuviera enfermo sino de lengua a
lengua habría llegado a su casa .Tuvo
que ser una muerte repentina , esas que con el drástico cambio de su rumbo atraganta a todo un pueblo. La faz de su padre se presenta
como esas paredes de su casa ya roída por los cambios de tiempo y sin capacidad
monetaria para poder restaurarla. El padre lo mira en la cercana brasa de algún
maligno percance. Observa como Liam deja su bicicleta en la pared para luego
entrar en casa no sin antes con su permiso. Si el padre está allí esperándole es por algo. El
padre tiene una barba engrañada, una encorvada espalda y esas manos cortadas en
su condición de realizar arduos trabajos.
-¿De donde vienes hijo?- Pregunta el padre
amargo
-¿Que pasa padre?, las campanas replican a los
muertos – Añade Liam a la pregunta.
Así tiene tiempo de pensar la
explicación que le va a dar a su padre.
El padre
no hace caso a la pregunta de Liam. Lo mira fijamente e inerte.
-No. No te contestaré hasta que me digas de donde vienes, date cuenta
de que está amaneciendo y tú aquí no has pasado la noche. En vela he
estado en todo el nocturno.
-Bueno, padre, en
ingles ando algo retrasado y toda la noche he estado estudiando en casa de la
señorita además, por fortuna ,he conseguido un trabajo que nos ayudará a los
gasto de la casa. He de cuidarle su
jardín.
El padre toma la
explicación del hijo apacible, sin quebrantos. En verdad, le da igual que su
hijo hubiese pasado la noche fuera de casa, ya es hombrecillo soberano de sus
rutas. Sin más dilación el padre le contesta a su pregunta
-Ha muerto un amigo mío.
Sin más le dice, con la sequedad de sus ojos.
-¿Quien se a muerto,
padre?
-El agricultor, ese el que vive en las afueras
del pueblo. El que posee ese gran templo de trigales y frutales.
A Líam al oír esta respuesta se le
oprimió el pecho. Sabe que ese
trabajador de la tierra es el padre de Luam, pues es él único que tiene tierras
por esas zonas.
– ¡Oh¡ ¡No¡ ¡El padre de Luam¡ .¡ Qué desgracia tan terrible para
ella¡.¡Tendré que ir a la casa a visitarla¡.Ella es amiga mía del instituto.
-Sí, hijo, pero antes has de comer algo. Pasa.
Pasa bajo su techo donde sólo hay una única habitación. Allí se halla su madre
llorando.
La
madre de Liam es de esas mujeres
arraigadas a la depresión. A veces, con inaguantables gritos que profanan la tranquilidad del
pueblo; otras ,con risas que incordian a los demás por que no sabían de donde son
naciente; otras veces se dedica hacer
ganchillo como ese día de hoy en el rememorar de su hijo perdido. Un
hijo que por culpa de una mala asistencia se ahogo con el cordón umbilical. Ella siempre se echo la
culpa, tanto, que así se quedo en ese letargo oscuro. Ella no mira a Liam cuando entra .Sus
mejillas estan brillantes por el
titubeo del sol que entra por la
ventana. Lleva puesto un pañuelo ceñido a su cabellera, un vestido que ya le
queda demasiado justo oprimiendo esa obesidad que ella misma ha creado en ese
mecer de su silla con la distancia de su mirada para todos. Nadie ha
podido curarla de esa enfermedad que con los años ha sido
crecida.
Liam se acerca a ella y le tiende un beso en su frente. El cariño
que el posee por ella es insuperable, liado a su pecho eternamente.
Luego, va la cocina. Una cocina de blanco mugriento, donde se nota la dejadez
de la madre. Ella ya no es aroma de ella.
El mismo se prepara la comida, primera de la mañana para después ir a la
casa de Luam.
Liam se despide de sus padres y se
marcha. De nuevo con su bicicleta es
viaje. Atraviesa primero la nada de las gentes del pueblo, como si hubieran
desaparecido ante el escalofriante bostezar de las campanas del amanecer
después, es ruta hasta esos rediles donde la casa de Luam es amparada. Liam está
preocupado. ¿Qué decirle? No puede comentarle
de esa relación con la profesora porque sabe que Luam sentía algo por él.
Mentir era su primer propósito para no
dañarla más de lo que está.
La
casa se presenta después de ser desvestido de la masa boscosa algo corroída. Representa ese martirio que agonizaba a las dos mujeres
que se encuentrab dentro... Liam coloca su bicicleta al lado de la de Luam y es
ávido despertar de aquella puerta. Minutos después de su toque nervioso alguien
contesta.
-¿Quien va ¿
Se escucha una voz vencida que, por su tono, descubre Liam que se trata de Luam.
-Soy yo, Liam.
De inmediato una cara resquebrajada donde aún sus agrios ojos son ese
enfermizo carmín se asoma.
-Hola Liam .¿ Que tal? Pasa , pasa.
Liam pasa persiguiendo a Luam
que lo lleva hasta ese pequeño recibidor donde el caldear de una chimenea aún
sigue latente. Será porque eran sueño
roto, sueño extinguido. Liam se da cuenta de que toda la noche se la ha
pasado sollozando por ese ser querido
ido.
Luam lo invita a sentarse .El obedece. No se dice más nada hasta que el sol es más álgido.
– Siento lo que te ha ocurrido Luam. Por ello me
siento muy apenado, sabes. Sólo he venido por si necesitabas algo. Aquí, en mi,
tienes un amigo donde puedes apoyarte.
Luam ante esas
palabras cariñosa irradia una sonrisa. Sumisa
al no poder retroceder tiempo atrás no dice nada, como si ese sepulcro la hubiera
dejado muda.
-¿Te acuerdas de ese beso que me diste en la escuela?
Prosigue Liam para despertar su sonrisa
-Si , Liam.
-A mi me encanto, quizás podríamos salir juntos.
Liam no se espera esas palabras tan directas
de ella, y más por esa mala racha que
está pasando. A Luam la pregunta la deja satisfecha pues a ella le gusta él. Ella ignora que Liam también ha madurado y a la vez está
jugando con sus sentimientos. Los pensamientos
de él sólo están aferrados a la
profesora, le gusta ella, sus encantos.
Luam ante esta declaración es afirmativo océano .Será ola de él, como
si lo necesitase, como si necesitase de evadirse de esa angustia que eclipsa su vida en esos momentos, como si el fuera
esa gruta donde puede derruir ese mal tiempo en su espíritu.
Al rato de estar conversando los
dos con aparece la madre. La madre había ido a las tierras a recolectar verduras y frutas para la comida
de hoy.
-¿Como estas Liam?
-Bien señora.
-Mala es
la cosecha de este año, muchacho. Parece que las flores se pudren,
parece que los frutos son lodo, parece que los trigales son escombreras donde los
cuerpos arrastrados por la decepción ambulan.
Dice
ella con ese tono de voz de mujer apagada, mujer herida, con esas fuerzas que
la conducen por un laberinto de perenne
gemido.
- Lo siento, señora. Siento mucho lo de su marido.
-Si, todos dicen que lo siente. Diez personas
han pasado por esa puerta, diez personas han dicho esas mismas palabras que de
ti han sonado pero, ninguna es esa cima que me lo devuelva, ninguna podrán
recomponer estas ruinas que ahuyentan su aroma.
Tras
estas palabras la madre de Luam desaparece, se dirige a su dormitorio donde de
bruces en la cama y con las cortinas haciendo de aquella habitación una tupida
oscuridad comienza a ser llanto por su marido.
Desde el recibidor Luam y Liam escuchan
algo. Se escuchan ese dolor que estremece a las piedras, sintiéndose los dos
intimidados con ese inhalar del calvario
-Tiene que ser para ustedes difíciles estos momentos- Dice Liam cabizbajo
-Si, son los momentos más crueles de mi vida.
-Todo pasa, todo pasa. La vida es como un barco
donde siempre podemos vivir con los sueños. A él lo puedes siempre ver en tus
sueños y abrazarlo si quieres.
-Si .Abrazarlo. Eso es lo que en mi mente
impera en estos días. Ser sueño de su naufragio. Abrazarlo antes de ser opacidad a nuestra vida. Abrazarlo
con toda esa fuerza tempestuosa del recuerdo eterno en mis sentimientos.
Luam
con estas palabras que expulsa de su reconditez se siente más serena, confiada
en esa llegada del eclipse de sus ojos y
ser parte de su padre. Su interior se halla agradecido por ese consejo tan
perfecto que le ha dado su amigo.
Liam entonces se levanta de ese sitio que
estaba sentado. Ya se va .No quiere molestarlas más, sabía que quieren estar
solas.
–Bueno Luam, ahora debo marcharme, no quiero ser
conyutura de tu jornada. Se que necesitáis intimidad. Son días donde la
meditación es vuestro universo.
-Si Liam, pero no te preocupes por este estado
en que estoy. No es por ti
- Ya se que no es por mi, como iba a pensar yo
eso. Tú y yo nos apreciamos, por ello debemos comprender esos momentos en lo
que necesitamos estar solo y tú ahora lo necesitas, es sólo por eso.
-Vale Liam. Gracias por tu visita.
-No, no me digas gracias que somos amigos. Es
una visita de afecto.
Luam ante estas últimas palabras de Liam se levanta
de aquel sillón. Ambos van hasta la puerta de la casa. Allí, un beso ofrendado
en la frente a Luam por Liam los separa hasta ese día siguiente de vuelta a clase.
Cuando Liam desaparece Luam fue hasta el dormitorio donde su madre se halla. Boca abajo en la cama está con su
sollozar estremecedor. Luam se acuesta
al lado de ella y meticulosamente
le acaricia sus cabellos.
– No te preocupes madre. No te preocupes, el
esta con nosotras.¿ No sientes su aroma ¿
- No. Sólo percibo su adiós eterno, estas manos vacías que más
nunca serán calibradas por su calidez.
De camino a su casa Liam
divisa el coche negro con el peculiar
sonido estridente que espanta a las avecillas del doctor.. Ambos se detienen a la vez para saludarse.
–¿ Como andas hoy muchacho¿
–Bien – Contesta Liam con ese frescor que se insufla
de la tarde
– Vienes a caso de casa de la viuda.
– Si- dice el.
–¿Como las has visto hoy?
– Mal, aún el lamento la acosa como rejas que
nunca se terminan de abrir.
-Vale chico.
Después de esas últimas palabras sigue cada uno por
su camino. El médico al llegar a ese lugar donde se encuentran las dos
mujeres toca muy suavemente la puerta.
El sol ya aprieta por lo que se quita su
negra chaqueta. Cuando Luam abre también se quita el sombrero para saludarla.
-¿Como te encuentras Luam? .He venido par a ver como estáis.
Bien- Dice ella como por decir algo.
-¿ Puedo pasar ¿
- Si doctor, pase usted.
El
doctor pasa y sin esperar que Luam lo condujera hasta ese salón comedor el
mismo se dirige a él.
– Puedo sentarme ¿verdad ¿
-Si doctor.
El médico se sienta
en el sillón donde antes Liam y ella estaban sentados .Pregunta a Luam por su madre.
–¿ Y tú madre?
¿Como anda ella? .
- Anda apagada y muy derrotada.
-¿Donde está?
-En su habitación. Está acostada. Esta mañana
temprano se ha levantado y ha ido a
recoger algo de la cosecha pero de nuevo el tormento la ha acosado.
Entonces,
el doctor, se levanta del sitio y se
dirige a esa habitación donde la
madre se halla acostada. Toca la puerta suavemente, ella al instante
se levanta y se sienta en la cama.
-¿Qué pasa Luam ¿
- No soy Luam . Soy yo el doctor.
- ¡Lar¡ Pasa hombre.
El
doctor pasa y se sienta junto a ella en la cama.
-¿Como estas Lar?
Ella
sigue llorando. El doctor comienza a
acariciarle su cabello lentamente con
sumo respeto. Ella se gira dándole la espalda al médico y cierra
sus ojos.
-¡Ahí doctor ¡, me siento tan vacía.
-No te preocupes mujer .No te preocupes, aquí estoy yo, quizás no sea
igual que él, pero, si algo se te ofrece.
Llora, llora en mi hombro.
Lar se levanta de esa posición
que está y con toda la
delicadeza del mundo la invita a
levantarse. Con unos tenues pasitos la lleva a la ventana de aquella habitación. Las cortinas
no están corridas por lo que era todo oscuridad.
-¿Descorremos las cortinas?
Le dice con su
magnetismo original de imanar pasividad a esa gente donde la erupción
irrazonable de la crudeza de su vida es latente. Pero, ella, recuesta su
cabeza sobre su hombro con un gemido ya
más débil .El sin esperar la respuesta de ella descorre las cortinas. La luz
del día hace que ella retirara los ojos de la ventana sin querer mirar lo que afuera gira.
– Mira Anne, mira como son esas siluetas de los
árboles donde el refrescar de una renovada vida es albar de cada rama nacida
entre sus riachuelos. Así es la vida y, así deberías de ser tú, sabes.
-No doctor, yo no puedo renacer. Siento una punzada en mi pecho.
Tras sus palabras da
a la espalda a toda aquella luminosidad como si no quisiera saber nada, no quiere
ese nuevo alba en su vida, se siente como acabada.
-No. No es así. La añoranza siempre será traje
que te vista pero, el despuntar de unas
nuevas olas donde las caracolas
anuncian nuevos petirrojos
siempre será algidez que brotará en tú vida. No debes aferrarte de esa manera,
sabes. Le estas haciendo daño a él al mismo tiempo que a ti también. Donde
quiera que este seguro que te estará mirando
y ,si el amor fue majestuoso el quiere en su duelo sonrisas en lugar de
ciénagas entre tus pasos . Mira ese mundo tras estos cristales. Se cerradura de
él y aléjate de cada bochorno de su fruto. El lo quiere así.
Continúa
el médico con su propósito de consolar aquella alma. Un alma aturdida y caminante de esa
senda que él le guía. ¡Un catastrofismo vuela por sus venas¡ Pero , Lar quiere sepultarlo ofreciéndole
su cariño . Ella cae en sus brazos. Un abrazo que engarrota el dolor.
Mientras, Luam, escucha desde fuera, escucha todas esas palabras adornada de
benevolencia del médico. Poco a poco, corroía
los alfileres que se atan al alma de su madre. Por ello se encuentra
algo animada porque ese suplicio fuera
eclipsado por otra alma paralela a la de
su madre. A lo mejor el puede controlar
esa calidez ácidas entre sus entrañas despertando en ella la sonrisa.
Luam se va a la cocina para preparar el almuerzo pensando de que seguro que él
médico se quedaría a comer porque bien
sabe ella que su madre antes de ser enlace con su padre ante el púlpito sagrado él también fue uno de esos enamorados de ella. Por ello se acopla tanto
a sus sentimientos. Por ello el está tan preocupado por ella. Ahora está él.
El dolor de la madre de Luam parece que se
disipa y así se puede observar cuando los tres
se sientan a la mesa a comer. Anne frente a Lar y Luam en una esquina.
Todo está meticulosamente bien colocado: el mantel, los cubiertos en su
posición correcta y la comida. Luam de reojo observa como su madre y el médico
se miran. Una mirada en que un nuevo amor puede renacer. A Luam el revoloteo de
esa mirada del médico con su madre
la impregna de una aromática esencia de vida. Nota su rubor. Al terminar la comida toman de
ese licor de romero. Un licor que la misma madre de Luam había elaborado .Después,
la madre, le enseña aquel hombre todo aquello que habían construido de manera
artesanal. Le cuenta sus
pensamientos de futuro, sus sueños,
donde irá Luam después de terminar sus estudios. Ellos querían que Luam fuera a la universidad, que conociera ese enjambre
de la ciudad para no ser mujer de esta
tosca tierra.
– Todavía tus sueños se pueden contar. Pueden
corretear por la tundra acostada por las pasarelas de nenúfares. ¡Nenúfares¡,
flor de la esperanza en las acequias donde los albores de una nueva aurora se
aclama.
-Si, quizás puedan aún cumplirse los sueños de él.
Entonces yo me quedaré sola en esta
desfasada orilla donde nunca más seré hueco de su chopo.
El horizonte donde Anne se ciñe se entorna en sus grises esferas. Se queda como mirando
el vacío, un vacío donde el halo de él no se dibuja y, ella, lo desea tanto…
- No, no sola, aquí me tienes a mí, yo siempre
seré ese eviterno gavilán que cincela tu espíritu cuando se encuentre en el
hemisferio del ocaso.
- A veces tus palabras son como aquella vez
cuando nos conocimos, cuando fuimos ardillas primorosas por los riachuelos de
los cedros. ¡¿ Donde estas? ¿Donde
estas, querida mía? Te acuerdas cuando nos buscaba a través de los laberintos
de la masa alborea y yo salía a su llamada
por ese temor de ofuscar nuestra boda. Recuerda tú también que no
te quisiste casar y yo tuve que ser
engendro de una media luna de
ceremonias como ceremonias de mis antepasados.
Y,
entonces, del rostro de Anne insufla una ágil sonrisa con ese merodear del pasado.
-..... Y
mis padres decían, ¡olvídate de ese médico¡ Olvídate que de ti queremos ese anillo
techo de tu seguridad . Así
fue, yo no era lanza de mi destino. ¡Mi hija si! Ella será
ese norte que podrá elegir.
-Ya sonríes. Me agrada contemplar ese compromiso aún con la
esperanza, eso indica que eres aún ese extracto de madreselva que en ti siempre
ha existido como inaudita mujer de la
belleza.
-¡Me dices bella¡ Me dices bella, como antes ,
como en ese primer paso de mis años, pero debes saber que yo fui mujer de otro
hombre y que a él lo quise .
Ambos
observan la mirada atónita de Luam por
lo que deciden irse de la casa y merodear por las plantaciones. Se sientan
entre los trigales donde nadie puede avistar donde se hallan. Allí ,en el
recóndito parlar de los balanceos de los gorriones con el
orbitar de un sol en su plena afabilidad , continúan hasta el encrespar de la luna nueva .La
bóveda acristalada de un pelirrojo
fastoso que se va apagando los induce a una despedida hasta las nuevas de un
nuevo día .
Anne se dirige
hasta la casa como somnolienta,
otra vez se siente restaurada sin saber porque . ¿Sería por que aún seguía amando ese amor del
ayer? El médico es camino del pueblo con la sorpresa de
encontrar ese amor de antaño, el aprecia de
manera espléndida aquella gran
mujer que por su desliz en los cimientos del estudio y de la aventura no pudo
ser unión con ella cambiando totalmente
su rumbo pero ahora compensado. Pero
así es la vida medita con el pincelar de esas sombras oscura del bosque
para desembocar en ese pueblo de luces agotadas y el monótono silencio de sus gentes. Deja su coche a las afueras para no molestar a lo
que ya eran siemprevivas durmientes y se dirige a su casa. Sube al
desván. Un desván empolvado con sus años juveniles. Una ráfaga de aire
se planta sobre su ser y descubre esas cartas de amor que solía escribir a Anne.
Comienza a leerlas una por una mientras
sondea ese perfume aún invulnerable de su verdor del ayer. ¡Cartas que nunca
envió ¡ ¡Carta que el paso de los años las había dejado amarillentas¡ Por cada
una de ellas soltaba una lágrima , una lágrima que corría por su tez hasta su
pecho . Un respirar hondo se precipita en él por su amor. Las revisa, las
examina una y otra vez. En su próxima visita, piensa, cuando
las palomas mensajeras del primer astro ardiente lo despertarse, se las llevaría, le pertenecen a
ella. Ahora, él, ha cambiado, es un
hombre estable, un hombre de estático movimientos respecto a los misterios de
la vida y ella está sola.
**
Liam ,en esa noche saborea esa ardorosa
cúspide de la profesora .Sus labios se adosan
repetidas veces como nevada que
se derrite en el cimbrar de dos cuerpos con la entrada de junio jugando con ese fausto amor.
¡Tan lento¡ ¡Tan sensual¡ Provocación que erupciona a ambos ser amantes de un
nocturno. La luna menguante los anima,
los acoge en su lecho de amor de ser leal vuelo de sus cuerpos hasta que el
crepúsculo les quitaba las sábanas hasta caer al suelo y , ya, con ese primer lucero del alba él se tiene que ir. Hoy si era día de ir a clase, esos últimos
días donde después serán ensenada de las olas del verano ,donde las pieles
revolotean por las acequias humedeciéndose con su agua por
esos arroyos para el refrescar de los cuerpos.
Liam se va con la fuerza de ser hombre sonoro
de una mujer, con la furia de su llegada
a su asolada casa donde el herrumbre de sus
tejas y el insonoro candil de su madre
lo amargan. Allí, aún, anda
ella en esa mecedora con sus llamaradas
rotas, con esas contusiones del pasado sobreviviendo. Mira fuera, por aquella ventana que le acompaña a su izquierda.
Sus cristales están rotos que
a veces con su agresividad había destruido. Liam no la mira sólo disimula ese amor interior. ¡A
ella que le importaba¡ Su madre vive en esa cueva eviterna de la indiferencia y su padre no
está . Se marcha de nuevo con su
bicicleta por la ruda tierra en dirección al
instituto donde el disfraz de amante inexistente tiene que ser perfil de
su comportamiento.
En el instituto el fogoso retiro de los libros era
sobresaliente, los estudiantes andan con el deseo de asaltar al otro lado de las vallas que los protegen. Todos amparan una
jovialidad destellante ,sobre todo, los que han cursado el último curso,
esos que después mediante una beca o los
ahorros de sus padres podrían ser travesía hasta esas universidades de la
ciudad .. Todo es júbilo aunque la sombra de una muerte es polvareda de sus
espaldas.
Liam y Luam se ven
ese día siguiente, ese día después cuando él estuvo bajo el techo de ella, ese
día después cuando él estuvo también bajo el techo de esa otra mujer- hoy la
profesora pasa ante ellos como si no hubiera pasado nada-. Ambos charlan. Hablan de una manera confiada
como si sus personalidades fueran afines. Liam le toca su
mano y se sonroja por ello, como, si
estuviese enamorado de ella. Luam también tiende su otra mano sobre él como si sus dos corazones estuviesen unidos
.Parecen dos herrerillos esbozando las rocosas de sus pasiones con un beso
bordándose entre sus valles del ensueño. Más bien los valles de ella, porque Liam
le enseña todo aquello que su mentora le ha concienciado. Todo ante el jardinero.
El los mira con una picante picardía mientras atiende sus
flores como si de sus hijos se
tratase. Aunque su carácter es agrio le da bastante alegría ver a esos
muchachos en su caudaloso vacilar de sus labios, en ese amor más allá de la
amistad .
Más allá, en el
patio, donde por ser el día que era no
hay línea divisora entre chicos y chicas
comienza a tronar la banda de música del
pueblo con la celebración de la despedida del curso. Es ya mediodía, el sol
está en lo más alto, dando así caña a
cada uno de los allí asistentes. Todos esperan en el patio las palabras de despedida del director del instituto. Después, llega ese
baile organizado por los alumnos y, más tarde, con el tocar de un sol que se va,
el adiós. Serán almas libres en todas
las horas, corrientes del estío sin
diseñar esa ruta de sus días.
Al terminar todos
esos actos conmemorativos al final del curso y recibir esa diminuta
notificación de sus notas todos se marchan, cada uno por su lado; unos con sus
amigos; otros solos ; Liam y Luam juntos.
Liam sabe que hasta antes del anochecer Luam tenía permiso para estar en
el pueblo, luego tiene que ser obediente criatura e irse a su casa. Ellos eligen el rumbo de la densa catedral
del bosque, camino entre la casa de Liam y Luam. Allí son recorrido de esas
experiencias de la vida, de ese divino placer de ser pacto entre sus brazos en
la más profunda intimidad. Los profesores, sin embargo, cuando culmino aquel
festejo van al bar del pueblo, donde con
sus modernistas pensamientos en los atávicos adobes que aún lo visten son precursores de toda novelería de las ancianas del lugar. Allí son
brindis de la cosecha que allí mismo se exprime dando tono a ese baile entre
ellos. El dueño está asombrado al ver
que un día después del trágico accidente sucumben en una fastuosa fiesta,
tanto, que el cura se entera de ello. Noticia que se alarga hasta el médico.
**
Apresurado, el cura va a la casa del médico
.Le toca la puerta de manera furiosa
para comentarle de ese amoral caso.
- ¿Qué
ocurre señor párroco?, su rostro despoja algún bullicio de ira .
-Si ,furioso estoy..- dice recogiéndose la
sotana y entrando en el interior de la vivienda sin permiso del médico
– En la tasca, sabe usted. Están esos que como
usted, sabe, son molde del culto al estudio armando jaleo. Y, sabe usted, este
pueblo aún está en luto.
- Y por qué me dice a mi esto, que tengo que
ver yo con ellos. Es como si el enojo fuera conmigo, y yo, muy señor mío,. soy
respeto a esa gran persona que ahora no se encuentra con nosotros .
-Si, si..- dice gritando, con su estrujada piel
de persona ya atascada en los cascos antiguo de las costumbres – …porque usted ha sido aliado de ellos. Usted
también posee esos estudios que le han dado esa educación lunática, sin
respeto. ¡Lujuria¡, lujuria llamo yo a esto. Y usted como sabe este es un
pueblo tranquilo, y de mucho calor hacía la persona dolorida.
-Y que quiere de mí, ahora estoy muy ocupado.
El doctor quiere escabullirse de la
situación. Observa el enfado del cura. Parece como si se hubiera
encogido más.
-Quiero que vaya usted a tender las amarras
para que se callen y se larguen esos intrusos.
El cura
se larga con su última bocanada de bravura.
Espera desde la puerta de su
iglesia que le doctor salga de su casa y fuera al bar donde se encuentra el
primor de aquellas personas, entre ellos, se encuentra algunos alumnos .Esos
que se llevan bien con los profesores.
Al
cruzar la plaza y ser escucha del estridente ruido que hacen el doctor no sabe
que hacer. Se aproxima al dueño del bar el cual tiene
una palidez aguda.
– Yo no he tenido la culpa señor.
-Ya lo se – dice tranquilamente al dueño del bar
- Ya lo sé
buen hombre. Es esta gente del hoy
en día y más si son de ciudad que no respetan las costumbres del pueblo.
Yo acabaré con esto
- Si. Si señor doctor, que ayer fue día de luto
y aún el cadáver es mármol tierno que pisamos y yo no quiero verme ante la
furia rabiosa del señor cura.
- Si hombre. Yo lo resolveré, les diré de las
costumbres de este lugar. Pero, antes déjeme una copa de vino para ser
decirles de lo que aquí no puede ser.
Como comprenderás a mí esta situación me disgustas.
El dueño del bar le sirve esa copa
del dulzor de la misa del cura sin dejar de observar esos cantiles
escandalosos. Tras el trago con presteza,
acompañado por el dueño del bar, es
rumbo hasta esa mesa núcleo del jaleo.
-Por favor
Grita el médico, sin querer atemorizar , pero
, el silencio fue fructífero .Todos
callan y se viran hacia él
.
-Siento mucho interrumpirlos pero, como podéis comprobar, esto es un pueblo donde sus antiguos
costumbres aún son superviviente, donde
sus leyendas aún son creíbles, donde las arcaicas manifestaciones de cada uno
de sus gentes aún son presente. Esto implica que ante el hecho de ayer. Supongo
que sabéis que ayer fue día de enlutados balcones, ¡no!
Nadie dice nada a
sus palabras. Todos asienten, se sienten casi avergonzados.
- Y
eso implica que hay que guardar un respeto. Se de vuestra cultura, de vuestra
juventud. Pero este jaleo que hoy estáis
armando es perjudicial para este pueblo lisiado aún. Donde aún ese cuerpo bajo
tierra es espectro de estas calles. Por
ello, os ruego, parar con las palmas, bajar
vuestras voces y detener esos bailes traidores al pensamiento de estas
gentes. Os lo ruego.
El médico se marcha y los deja a todos en un
silencio súbito. El alcohol juega con cada una de esas personas. El profesor de
matemáticas, calvo por naturaleza, es perseguido por Laura. Las estrellas del firmamento inducen a
ello. Cada uno de los allí presente se
despiden, el médico les ha bajado el humor. Unos como el de Lengua reside en el
pueblo mientras, otros , se reparten en distintitas direcciones por las afueras
del pueblo.
**
En el bosque Liam y Luam cortan su travesía
del amor por los raros ruidos y chillidos de estos
profesores al pasar. Se despidieron, ella a casa de sus padres y él a casa de Laura.
Liam esa noche no
pasa por su casa sino directamente va a casa de Laura. Mientras, Laura, va
también para su casa. Por el camino se descalza y no le importa que las
piedrecillas le hagan daño. Su melena lisa esta radiante y una brisa invisible
acompañada por la plateada le marca la dirección hasta su casa. Al llegar casi
hasta ella se topa con Liam , al principio no lo conoce . Los efectos del
alcohol hacen que vea todo borroso por lo que Liam habla.
-Laura soy yo.
– Oh Liam
que haces por aquí – dice
con una carcajada a medida que su cuerpo se estampa contra la tierra
– Laura
.Soy yo Liam, voy hacia su casa.
-Muy bien Liam, muy
bien. Pero como puedes ver hoy estoy mareada, ya ni se que senda coger para
llegar hasta mi hogar.
Liam comprende inmediatamente el estado de la
profesora. Se baja de la bicicleta y se sienta al lado de ella .La ayuda a levantar y continúan ese viaje hasta su casa. Por el
corto camino, ella no deja de hablar, palabras que se alejan de lo normal. Liam
está sudoroso. Se siente aliviado
cuando ella abre, como pudo , la puerta de su casa .
-¿Y es así el amor benefactor de
esos gorriones de invierno?
Pregunta la profesora a Liam con una
risotada. El ante sus condiciones la
lleva a la habitación. La acuesta y permanece a su lado toda la noche, hasta
que se le pasara ese estado de embriaguez.
**
Luam llega a su hogar habitada con ese entusiasmo de la nova
experiencia, habla de partir a otro
lugar. Otro lugar donde sus acrópolis serán columnas de acero y cristal .Donde
ella será esa verticalidad de su mañana.
Ella y su madre como presas caen
por la furtiva llamarada de esas nuevas bahías,
como esa bahía donde Luam tiene que concurrir antes de partir a su nuevo
mundo, donde será mujer distinta, donde los giros de sus vidas se verán
sobrevolados por artefactos de vapores en lugar por las plumas de algún halcón
rozar sus mejillas.
-El doctor parece
paralelo a tu vuelo madre. Te trata con mucho cariño y todo su optimismo quiere pasártelo y, tal vez, compartirlo .
Su
madre la escucha extendiendo un abrazo a su hija en ese salón donde la
arquitectura de unas maderas las cobijan de las feroces artimañas de la atmósfera,
con esa fogata encendida de una chimenea que ya no es necesaria pero la necesitan para sentir ese acompañar de la calidez.
– Si,
el doctor, ese hombre que en el ayer también me exploro entre los hierbajos de
estas llanuras, donde tú seguro que ahora eres vagabundear en ese titubeo aún
no real con tú chico, con ese Liam carcomido por la timidez. Es tan gracioso,
esos pómulos de estrellas marrones sellando sus palabras.
Se ríen
juntas como acueducto del olvido con esa especial atención a ese sendero que
tomará su hija . Sabe que dentro de pocos meses cuando la hojarasca bañe los
prados su hogar sería en otro lugar. Los sueños de su padre verán cumplidos.
-Te irás dentro de poco…
Se
aleja de su hija un poco , algo decaída , dirigiéndose a la cocina .Allí, con
una cocinilla de gas que poseía pone una tetera mientras su hija la espera en
el salón . Al servirla en dos tazas de porcelanas se acerca de nuevo a su hija
con el somero silencio de la duda.
–
Si me tengo que ir madre, como antes me dijiste .Es más, mañana iré a ese lugar
donde una lona de aguamarinas se expande entre los murallones de unos cabos que
dan partida a otra tierra, Liam me acompañará.
La
madre con su cabeza dice el sí, sin importarle con quien iba a ese lugar a
informarse, sabe que así es el destino.
**
Se
levanta de nuevo de aquel sillón donde ese libro de fotografías se ha
terminado. Es hora de acoger otro entre su regazo, ese ,el que la lanza por un
mundo aparte a esa corriente de su pueblo. Pero, antes, como las horas de la
mitad de la noche son anuncio, fue a la cocina.
Como su madre hacia cuando ella era mujer estudiante o, en las tardes
que estaban juntas .Se desvincula así de
aquel salón de montañas de libros y luces sombrías .¡ Aparecer por aquella
cocina donde el bullir de aquel té la rememora en ese inmemorial reencuentro
con su juventud¡.¡ Con el oscilar ya de la plateada¡ , ¡con el susurrar de un
emblemático airecillo¡, que hace crujir las ramas de los árboles , afluente de
hojas tiernas, más ,el aromático loar de sus rosales la hace pasajera
de su jardín. Luego, vuelve de
nuevo a ese lugar donde aún la calidez
de su sillón permanecía. Aún siguen esas historias de su pueblo; aún,
sigue, ese Liam rondando al pasar de las
hojas de su arcón. Ocres exámenes, viejas notas de su madre, la fragancia de sus palabras, s prendas
confeccionadas cuando aún no era caminante de la ciudad. Sigue en el rumbo de
sus años a través de esas maderas de sus arcones. Escoge entonces otro de esos libros donde
otras fotos abonan sus visiones del ayer, las acaricia con el estruendo y el
adiós.
**
Antes de Luam ir a la bahía ella se acuesta
con su madre como desde aquel día que su padre había muerto .Esperan el trotar
del gallo de la bienvenida a la aurora. El calor es tanto que duermen con sus carnes
desnudas y las ventanas abiertas de
par en par para que la brisa nocturna sea
ese amante tan necesario, tan perfecto de sus
sudorosos cuerpos .Con las
primeras luces del día tocan en la puerta. ¿Quien sería? Huele a sotana y la
tos crónica les decía que se trataba del señor cura. Luam y su madre se
levantan enseguida y se ponen sus ropas .La madre de Luam abre la puerta y, ahí
está, ese hombre complaciente y solidario
a las almas arrancadas de la ilusión.
- ¿Como se encuentra señora?
–Bien. Bien señor párroco .¿ Qué se le ofrece?
El padre y la madre de Luam eran algo repelentes
al crucifico que el soportaba, siempre había sido un hombre autoritario, un
hombre casi frío para todos los vecinos que allí vivían, considerándose como el
mandatario del pueblo por ser considerado hijo de Dios. No era mal hombrecillo
cascado de todos esos años que lo tejían sólo, que su carácter huraño y enrarecido en ese mundo de las estrictas
reglas del señor lo habían desviado algo de las necesidades de las gentes de
aquel lugar.
-Quisiera pasar para charlar algo con ustedes.
**
Liam amanece con la delicadeza de una bandeja de
flores silvestres para coronar aquella esplendorosa mujer en su despertar. Ella las acaricia y también acaricia la tez pueril de él. Luego,
se queda dormida de nuevo dejando Liam con sus párpados aún censurados a la
clarea de la aurora.
De camino a
casa de Luam , donde aún la oscuridad es latente palpitar entre la
espantada tierra del amanecer recolecta también unas frágiles flores y las
deposita dentro de la cesta de su bicicleta .
**
El
cura es oratoria, con el crucifico en mano, de la desolada pena. Cuando acaba
cambia de tema.
-¿Como anda ese
gallardo caballo de su cuadra que antiguamente solía montar?. ¿Como andan señora el azahar de esos frutales donde los
petirrojos ambulan con su itinerante caer de sus henchidas frutas?. ¿Como anda
señora el áureo cabello de sus campos?. Oh , esa expansión de sus trigales , no
conozco otros iguales . Por lo que observo todo va bien en esta vivienda tan acogedora, donde el calor
humano parece gélido. ¡Dios sabe que usted es buena persona¡
Entonces, en la puerta, tocan de nuevo. La madre sabe que ese toque tan especial es del médico deja al cura a media palabra y se dirige a la
puerta. Abre como se desempaqueta un regaló,
contemplando ante si su galán risueño. En el horizonte se acerca Liam ,
los dos lo avistan .
. La madre como afable mariposa
invita al médico a que pase.
-Pase doctor, vaya al recibidor,
está el párroco .
El
doctor al decirle quien se encontraba allí d un resoplido .Ana llama a su hija para que reciba ella a Liam.
-Buenos días señor cura. -dice el doctor al entrar en recibidor
mientras Luam se escabulle entre ellos siguiendo el trinar de su madre.
-Buenos días señor médico. ¿Que hace usted por aquí tan temprano?
-
Pues, lo mismo que usted supongo. Para
ver como se encuentras estas almas lisiadas por la umbría.
- Si, si,
la muerte siempre ese grillete que infecta de virulentas escaseces a las
almas afrutadas por el amor, y, ahora ,mírelas ,dos avecillas solitarias , en
sequía . Pero como se puede ver su marido la dejo bien puesta.
El médico se da cuenta de las intenciones del cura,
ya lo conocía bastante. El olfatea el dinero a distancia.
- Señor cura, hoy no tiene usted que dar misa.
- Sí, es
cierto, ya me voy.
Se marcha
casi sin despedirse en el mismo rumbo que toma Luam para encontrarse con
Liam. Emocionada se queda ella, con ese
ramo que el le da de sus labios a sus
labios . El cura se da cuenta de ello.
-Seréis descarados. Iros a confesar después.
Después de sus palabras algo agresivas se esfuma con paso acelerado.
Deja pasmados a los dos muchachos. Esperan que desapareciera del camino para
ellos comenzar ese viaje de 20 kilómetros hacia
el mar .
La madre de Luam es humear de una mayúscula pasión. El doctor vuela con
sus alardes y sus palabras en el embeleso de ella. Una emoción que marca más
allá del horizonte de ellos dos.
Liam y Luam atraviesan el pueblo para ser encantamiento por ese paisaje de laderas vigorosas coloreadas de picón. Una
paleta de rojizo oscuro y azabache piedritas livianas estimulantes que se deja
ver después del templo de las arboledas.
Una erupción de fastosas dimensiones
transmuta toda esa tierra donde algún
que otro árbol se aloja en aquel virgen
paraíso. El cielo es añil y ellos
con un pedalear incansable llegarn
cuando el sol llega a lo más alto.
Casas blancas y el arco iris de
sus tejas naciente de hierbajos que son
bodas con hiedras les dice que ya han llegado al mar. Van por sus calles,
estrechas y adoquinadas, preguntando a algunos de los habitantes del
pueblo donde se halla la oficina para
confirmar un pasaje. Los vecinos, muy cordiales, como pescadores humildes de esa savia del mar,
contestan con la calma de la brisa marina.
-Allí, donde el tejado es rojizo
y una casa de estructura cuadrada, en las cercanías del lugar de partida, están
las oficinas.
Les dice uno de esos pescadores que con sus nasas y con el cigarrillo
entre los labios. Es anciano, sus ojos ya están rasgados por el sol, el viento
y él salitre y, esa barba que se deja cuajar con el paso de los días .Luam y Liam
agradecen esa atención de la palabra
tendida a la amistad , porque así son esos constituyente de aquella villa
de rostros semejantes, de actos guiados por los vientos del norte .
Al llegar al lugar determinado,
dejan las bicicletas fuera de la oficina y entran . En su interior el deshabitar del calor
humano es evidencia con la resonancia de
cada uno de los pasos de ellos. Se dirigen a la
ventanilla donde un hombre joven intenta ahuyentar una mosca.
-Buenas días señor.
Se adelanta Luam a saludarlo antes de que él
se de cuenta de que ellos están allí. El hombre de inmediato detiene su juego
embrollado con aquel insecto.
-Buenos días. ¿Qué desea señorita?
Dice al mismo tiempo que saca un pañuelo del bolsillo y se limpia el
sudor de su frente.
-Bueno, quiero un pasaje.- contesta Luam –
El pasaje es para ir a esa isla de Cuas.
-Bien, bien .Entonces usted es estudiante, ¿no?
-Si señor.
El hombre le explica los
horarios y los precios. Después, vuelven al pueblo. Otra vez ese mausoleo de la salvaje lengua de magma
marca los flancos de su regreso, pero antes, se desquitan de sus ropas en las
cercanías de la playa donde el
repujar del deshabitar es
patente. Cuerpos conducidos por el
precioso vals de las espumas y una llovizna resbalando por
sus cuerpos.
Allá, en la casa de Luam anda en
las inmediaciones de la madre ese hombre de honorable culto a los maravillosos
ojos de su madre. Enamorado como aquella primera vez , alentados por el la fiel predilección de
sus deseos, interrumpidos cuando la puerta se abre.
-¿Como andáis chicos ¿– dice el doctor al pasar Luam y Liam al
recibidor .
-¿Has solventado ya ese problema de los pasajes Luam?.
De pronto se oye una
voz que proviene de la cocina de la casa. Luam se dirige a la cocina mientras
el doctor y Liam se quedan en el recibidor.
- Si madre, ya tengo
aquí el pasaje.
-Esta bien hija.
Luam
se sienta en la cocina donde su madre
está ajetreada en el fregar de la loza, después, entran el médico y Liam que vienen
conversando sobre la vida, sobre la historia. Temas que al chico le encantan.
– Que vas a estudiar Luam.
-Historia, ya que me gusta el saborear de las
viejas leyendas y esos lugares donde su cúspide ahora son gélida ruinas.
-Espléndido muchachita, espléndido.
-¿Cuando
partirás?
-Cuando septiembre toque en mi puerta.
-Y como no te irás en barco.
-Si
doctor.
Ella contesta aún si la suficiente
confianza hacía él. Lo mira como un ser
de de las alturas donde aún no puede albergar y ella una muchacha de
agricultores.
-Bien, yo te llevaré ese día. Si no te importa.
Ella no dice nada sólo el aliento de la madre
se cruza entre ellos para dar la contestación.--Si doctor, nos sentiremos muy
complacidas si la llevas ese pueblo marítimo.
De repente la madre de Luam tras su respuesta se acopla a ese ayer suyo recordando con tersas palabras sus momentos de su infancia.
- Sabéis, yo cuando
era diminuta semilla aletargada aún bajo
tierra, mi padre me llevaba todos esos fines de semanas a ese pueblo donde las
olas del mar son el templo de las divinas caracolas. Íbamos en busca de ese
pescado fresco cual engulliríamos en ese domingo donde los festines son
especiales. ¡Oh¡, recordar esos momentos cuando yo siempre me desprendía de su
mano y era juguetear entre los pájaros del paraíso que allí había. La verdad, ¡qué flores encantadoras había ¡
perdiéndome en sus olores. Entretanto,
mi padre después de acabar su compra era hombre desorbitado buscándome. “¡Esta
hija mía me va a matar!”,
decía siempre cuando me buscaba por los
alrededores y encontrarme enredada con las redes de los pescadores. Me
cogía después de su mano y volvíamos a casa. Casi siempre yo subida en
las espaldas de él y con la corriente de ese magma majestuoso pasear junto a nosotros. El explicaba esa vieja historia de cómo una
bocanada de lucifer se trago todo ese pueblo anterior al pesquero: destruyendo
casas, destruyendo vidas. Cenizas de
desdichas para esas personas en los años antecesores de nuestra época y
ahora monumento.
A
terminar de hablar pone los platos en
la mesa. Todos almuerzan, incluso Liam ,que
Luam invita con permiso de su madre.
Al terminar aquel
almuerzo con la sutileza adormecida de los petirrojos revoloteando en el anidar de los corazones de
aquellos dos adultos, con el airear del jugo de la conversación de los dos jóvenes,
con el juego cuidadoso de Laura en su jardín, con la siesta sin sueños en su
distancia del párroco y con el apagar de
las voces de la gentes de aquel recóndito lugar
comenzó la tarde. Una tarde que agoniza un cielo gris volviéndose rojizo:
hierro al rojo vivo de las lluvias de verano. Al caer la noche ese color
intenso deriva a violeta, y, de violeta, la absoluta oscuridad de la noche.
Liam se va antes de las nueve, su excusa es que tenía que volver
pronto a casa para atender a su madre. Pero, no es así, se dirige a casa de Laura. Al llegar Liam a la casa de ella la encuentra podando sus arbustos con la luz de la luna. Lleva
puesto unos guantes ajustados, pantalones
recogidos y una camisa que de mendiga da la apariencia.
-Hola Laura. ¿Cómo estás belleza ¿
Ella se vira hacía él.
-¡Que verso
suena hoy de tus labios ¡ Caluroso como esta noche que ya quiere dormir .
El esplendor del beso es ola del fastoso
calor de sus cuerpos, con las verjas separándolos del trémulo sobresalto sobre las
suaves brisas del amor.
Ella abre la verja y
él pasa. Liam corta una rosa y la posa
en las tersas manos de ella. Aquel acto, la entusiasma como amor salvaje y sibilino.
–¿Como te encuentras hoy muchacho mío?
Pregunta
ella con su brazo enrollado con el de él al entrar en la casa.
–Bien. Pero con un malestar en mis adentros por engañar a
otra mujer.
Se acomodan en el suelo del salón, de fondo se
escucha una triste sonata. Ella quemó incienso así, la paz y la tranquilidad los devora paulatinamente.
-Dime, quien es esa chica.
-Luam
-Ah. Ya se quien es. Creo que gracias a ella somos lo que somos ahora.
-Si. Yo pienso lo mismo
-Y , dime .¿Qué es de ella?
-Está bien. Algo triste por la muerte de su padre. Pero, ahora, se va
-¡Se va ¡ A donde
-A estudiar fuera
-Bueno, no te preocupes. Allí seguro que se olvidará de ti y, tal vez,
encuentre un amor.
**
En
la casa de Luam comienza ya los preparativos de maletas que en su nueva vida va
a necesitar. La madre le ayuda a preparar todos aquellos desperfectos de su
equipaje mientras es consejo. Todo lo guarda con sumo cuidado
introduciendo jaboncillos entre la
ropa.
-Has de tener cuidado.
– Si madre, ya se que hay peligros más allá de este sosegado pueblo. Lo que más
temo madre...-comenta con el paro de todas sus acciones y acercándose a la ventana donde una pardela se hace hueco entre las
rocas lejanas– …es encontrar esa corteza de cemento. El no ser
vestida por estos boscajes y no ser más que
afluyentes de alquitranes y disparatados
bullicios. Te lo digo porque eso es lo que más temen esas personas que allí han
ido. Esas personas que como yo y de cursos posteriores se han desencontrado en aquel lugar.
La madre deja la maleta y se yerta
frente a ese espejo sobre la cajonera donde su hija tiene sus joyas e
intimidades. Comenzó a examinarse.
-Si, es cierto lo que dicen. Aquí eres áspera a veces cuando eres
amanecida, sin importarte tu aspecto, sin importante en la hora venidera por el
rumor de la prisa, omitiendo esa tintura para tus labios para que seas flor con vistas para todo ese ser que tropiezas y no hay palabras. Todo ello lo notarás cuando salgas
de este lugar, donde los humanos parecen dormir sobre el herbaje fresco de sus
llanuras, donde las horas no importan y el tiempo es lento. Pero después,
pienso, que te adaptarás. Ya sabes, debes salir arreglada y ser
amable. Y, como no, salvaguardarte de la ingenuidad que circula por tu
sangre de pueblerina.
Luam se dirige de nuevo a
esa maleta. La cierra con la ayuda de su madre. La madre le cede las llaves para perseverar la seguridad de su
equipaje, ese equipaje que se desnudará
en las sendas de unas aceras aún
desconocida para Luam.
**
El doctor es sanador de todos esos que concurren a su casa, siempre
gentes con alguna herida enhebrada en
los campos de trabajo o, alguna fiebre para la plenitud de la vida. El siempre
ajetreado y preocupado si por algunas de esas personas no podía salvarlas. ¡Que temor se crea en él¡ .Aunque su
profesión la ejercita como hombre de temple, donde había que conservar esa
frialdad ante cualquier catástrofe, el no podía. Es como una llaga que se
introduce adentro cuando entre sus manos esa alma se va. Eso, le ocurrió ese día, ese día antes
de que Luam parta.
Llega a su casa un alma alocada
con los gritos del silencio. Una de las
vecinas de aquel pueblo acompañada de su marido que sin saber por qué había enfermado
días a tras produciendo en él un estado febril,
un estado patético, un estado insondable para el médico. El hombre se va de sus
manos con él péndulo de un reloj que no deja estirar el tiempo de su vida.¡ Es
imposible salvarlo¡ La mujer tiene
un sollozar agónico . Un sollozar absolutamente suplicante para que el doctor le salve la vida.
-¡Doctor¡.¡Doctor¡ Haga algo,
cada paso de su vida es un suspiro envejecido que se va
pudriendo más y más sin llegar al triunfo de vivir y ser de nuevo acogido
por un nuevo arco iris.
Ella de rodillas le ruega. El
se halla destruido, acobardado ante la situación de la cruz y de la muerte
bailando en ese despacho donde el atiende a sus pacientes. Momentos más tarde
cuando ya el pueblo como siempre sabe lo que sucede su puerta suena. El cura con ese rumor de los vecinos
de que hay un enfermo muy aquejado en la casa de este viene. Nadie
abre, el doctor está concentrado en aquel ser ya examine, con el
dolor de tener que soportar aquella
mujer agarrada a sus piernas. No deja de
suplicarle y él indefenso no sabe como recomponerla para que vea la realidad.
-No puedo hacer nada. ¡No puedo hacer nada¡ Ya es tarde .
Entonces
ella se levanta .Aprieta con sus manos el cuello del médico con el erupcionar de una furia violenta. Está fuera de si, como abatida por la locura.
–
¡Usted¡-comienza a gritarle- Usted no es más que un mal hombre, no ha
respondido a la necesidad. Sólo eres un título que cuelga de sus paredes de
mala persona. ¡Tenía que salvarlo¡ ¡ Tenía que salvarlo¡
Como abandonada por la sin razón coge ese
cuerpo moribundo de su marido y comienza arrastrarlo hasta caer al suelo. El
médico no sabe que hacer, no sabe como calmar esa señora la cual ahora con su
traje y delantal revistiéndola quiere llevarse de nuevo el cuerpo del difunto a
su casa. Tiene una fuerza feroz, una rabia que carcome al médico.
Agarra
a su esposo por las piernas, y con su
mirada puesta en el obsoleto médico lo saca
de la habitación. Parece un ser
superior, una mujer arrebata por la ira.
**
Allá
en la casa de Luam la madre se halla en la cuadra preparando su caballo ya que él médico no ha
aparecido. Su hija se halla a su lado viendo ese arrebato de su madre
-¿A donde vas?, hace tiempo que no montas.
La
madre es invidente a las palabras de su hija. Sacó el caballo y montó sobre él.
-Voy en busca del médico, me extraña su
tardanza.
Sin más, sin decir nada, se esfuma de los ojos
de su hija. Fluye por la hondura de una
luna donde el alba de su luz es brújula
en la oscuridad de aquel tramo largo hasta el pueblo. Va desesperada con el
pensamiento en ese hombre.
**
El médico no puede
frenar el histerismo de esa mujer. El sudor que siente es frío y lo distancia
de la llamada a su puerta. ¿Cómo tranquilizarla ¿ Su ser se ha vuelto
endemoniada tempestad .
Deja a
esa mujer y va rápidamente abrir la puerta. Allí se
encuentra cara a cara con el cura.
– Que pasa hombre, quien anda con esos
gritos incesantes, tanto, que los
candelabros de mi casa vibran.
-Es la mujer del zapatero, repentinamente ha venido con su marido y el
pobre ha muerto en mis manos .¡Se ha vuelto como loca señor cura ¡
El cura entra sin pedir permiso
se dirige al lugar de los hechos, al
llegar encuentra un alma aterida.
-¿Qué ocurre mujer ¿ ¿Qué ocurre?- le dice con un tono muy suave
procurando detener la rabia de la mujer .
–
¡No señor cura¡ No señor, ese hombre que ve ahí no ha hecho nada por la vida de
mi esposo. Ha muerto y yo que hago ahora. ¡Devuélvamelo señor cura¡ Vaya hasta su altar y rece a su Dios y dígale
que aún lo necesito. ¡Que lo necesito¡ Que sin él no puedo vivir. Si no desterraré
la fe. Y, mis manos vacías se
volverán mugubre barrizal donde yo tenderé mi cuerpo hasta que se pudra. ¡Por
favor ¡.¡ Por favor¡
El cura no sabe como responder aquella mujer desatada por los nervios y
el surcar de aquel cuerpo por toda la casa.
-Hija mía, hija mía, el ahora estará con Dios donde se sentirá a gusto por ser él
benefactor de su nuevo mundo, cálmate, cálmate. Que el seguro te estará viendo
y no querrá esa catástrofe en ti.
Ella quita de encima la mano del
cura empujándolo violentamente .El médico no se lo puede creer.
-Haga caso de lo que le diga el
señor cura, señora.
Entre los dos
intentan quitarle el cuerpo del difunto pero,
fue imposible .
La madre de Luam entra en el pueblo,
lo cruza con esos músculos fibrosos de aquel animal hasta llegar a la casa del médico. Toca a su puerta con una delicadeza inaudible. Desde dentro la
escuchan. El cura le abre. Al encontrarse con él Anne piensa que algo malo está pasando. El
rostro del cura es verde pálido y blanco del desgaste.
-A ver si tú la calmas.
Anne entra a dentro
y ve el panorama. No hace falta palabras para describir lo que está pasando.
–Amiga mía.
Amiga mía ya se lo que sientes, se de ese dolor que te lleva por un precipicio.
Pero date cuenta de que así no lo contentarás, que así no podrás recuperar ese
alma donde el sueño de el se desliza.
Ella
sigue sin escuchar a nadie, sigue sorda, con el cuerpo ya en la entrada de la casa. Pero, entre ellos tres lograron
quitarle el cadáver. Tras arrebatárselo la echan fuera de la casa.
-¡Que alguien sea capaz de cruzar la plazoleta y busque alguien que nos
pueda ayudar con esa mujer¡ .Hay que darle un sedante – dice el médico jadeante.
La puerta comienza a ser bombardeadas por patadas incesantes. Es esa mujer que tiene descosida su razón
-Yo iré doctor- dice Anne- Pero esperemos que deje de patalear la puerta .¡Esta fatal¡ Hay
una revuelta de marejadas y tormentas en su interior .
El
cura en un lado del hall y sentado exhausto a esos golpe grita.
-¡Es el diablo¡¡ Es el diablo¡ Mala condena le espera a esa mujer. Calmantes
no le des, amárrela porque la locura la esta acaparando.
Ni el médico ni Anne hacen caso
a sus palabras tan desbandadas de la realidad de hoy en día. En un momento en
que todos ellos esperan aquel apedrear
de la puerta para. Los tres se introducen en la
duda. Se preguntan, ¿qué estará pasando?, ¿qué estará haciendo? Sin
embargo, minutos después, otra vez la plaga de sus chillidos se vuelve a oír
pero su eco proviene allende a la puerta. El cura se levanta sacando uno de sus
pañuelos del bolsillo de la sotana y se lo restriega por sus pulcras manos, por el cuello. El médico y Ann están posados en
la puerta para escuchar todo lo que pasa.
-¡Abramos la puerta¡ – dice el cura acercándose a ellos – Su voz es lejanía, ha huido.
El cura con su propia mano es obertura
del preludio que después se organiza. El mismo abre la puerta. En aquel momento
se olvidan del cadáver.
Al eclosionar
la puerta los tres a la misma vez
ven lo impredecible, esa mujer se halla en el centro de la plaza donde ya
vecinos del lugar eran lumbre de sus escenas amorales. Se está desnudando, desnudando en plena
hegemonía del descaro ante todas las miradas. El rostro de todos era de
estupor .Los absorbía en las actitudes incoherente de esa mujer.
El
cura no deja de precinarse incluso se arrodilla en al encontrase con ese espectáculo..Ann ante
la escena va veloz hacia a ella.
-¿Qué haces mujer ¿
– Nada, no hago nada. Una sedienta termita me carcome con solo saber que
en el próximo amanecer no estará junto a mí. No digas, que se ha ido. No me
digas que su nombre ya no será brisa de
mis cabellos, que mis deseos se pudrirán
en el anhelo. ¡Solo los sueños ¡ Ahí podré llegar hasta él
La madre de Luam no sabe que hacer .Sabe
que las palabras son inútiles con esas tinieblas endosadas en aquella alma
decaída. ¡Su caída¡ .Cada instante que pasa es
más y más vertiginosa .
– No mujer , ¡no¡ Eso no es así , ven conmigo.
El no te querrá ver así. ¡Imagina mujer ¡ Imagina que el te estará ahora
vigilando de cualquier parte donde este . Para ti querría lo mejor. El es ahora
ese nenúfar transparente que cuando tu menos lo espere erupcionará de tus
sueños. ¡Tus sueños¡ Aférrate a ellos tal como las raíces se aferran a la
tierra.
La mujer extasiada ante las palabras de Anne se arrodilla en ese suelo cubierto de adoquines. Adoquines
cuya ranuras forman en esos pequeños arroyos de las vespertinas lluvias
otoñales.
– ¡Dime
¡ Dime que hago yo ahora, sola . ¡Sola ¡
Anne le coge suavemente de la
mano, ayudándola a levantar. Ambas discriminan todas esas miradas de novelería
que se perfilan a su alrededor.
–
Vamos,
vamos. Sola no estas, tienes su espíritu serpenteando en tú alma .Me tienes a mí. En mi hombro te
puedes apoyar para cualquier necesidad.
La mujer ya empieza a ser vistas de la realidad, ya deja de ser ese
alocado abocar en las sendas de los corruptos
comportamientos. Está imantada por las palabras de la madre de Luam.
–
Venga,
levántate. Se hierro en tu razón. Mira
este cielo de hoy, mira su fisonomía al acostarse sobre las melazas del albar de la luna. Ella
te llama y te cuenta lo grandioso que era tu marido, lo grandiosa que eres tú.
La luna pronto empezó a desaparecer ante una
niebla que es cortina de sus actos para todos los que miran. La humedad también
comienza hacer acto de presencia y con ello el murmullo de sus alrededores
desaparece. Ellas dos solas en medio de aquella plaza. Anne auxiliando aquella
mujer y ella desnuda ante la oscuridad que se avecina.
– No tienes frío querida amiga – le pregunta la madre de Luam quitándose una
rebeca que tiene puesta y ofreciéndosela a ella.
- Si ¡Siento tanto frío en mi
corazón¡ Siento como un temblor que me
hace pozo de la nada. Siento miradas que
me acorralan ante esta comedia mía, que no es comedia sino dolor. ¿Qué hacer?
La mujer se levanta después de haberse puesto
aquella rebeca de Ann acogiéndose así a esa ala que Ann le ofrece.
– Vamos a mi casa. Esta noche pasarás la noche
allí como buena estrella polar donde una chimenea con la tibieza de las palabras te ayudarán.
La mujer sigue a la madre de Luam.
Se dirigen a la casa del médico. El
médico y el cura intentan ver lo que estaba sucediendo en ese océano de niebla.
Al llegar ante la mirada fatigada de los dos no dicen nada. La madre de Luam
desata el caballo y montan. Entonces el
doctor se acerca a ellas.
– ¿A donde vas Anne?
- Voy a mi casa y conmigo va ella, esta noche se quedará
- Está bien, mañana iré a veros. Pero toma antes esto, que se las tome
con alguna infusión que tus dulces manos preparan.
El médico le da una pastilla
a Anne. Ella la guarda en las alforjas y parten.
– Adiós doctor, hasta mañana.
El
doctor sólo se despide con el aletear de su mano, con un suspiro aterciopelado
en el mismo instante. En la casa solo se
queda el médico, el cura y el cadáver.
– Pobre mujer señor cura.! Pobre mujer ¡.- dice
resignado el médico
El cura no escucha. Camina de
un lado a otro.
-Y que hacemos con este cuerpo.
Se supone que tendría que ser hoy día de duelo. Y eso no sólo, todos los vecinos de este pueblo tendrían que
acudir a casa de esa descalabrada a
visitarla. ¡Mire¡ Mire con lo que nos encontramos: un cuerpo abandonado y una
mujer ida. ¿Qué hacemos ahora?
Dice el párroco conteniendo su ira y ya casi sin fuerzas.
- Si a usted no le parece mal lo llevaremos a casa
de ella - contesta el médico. Entre usted y yo lo llevaremos a la casa y allí
lo dejaremos hasta que ella mañana regrese con Anne. De acuerdo.
El doctor va en busca de una camilla a su despacho, al llegar con ella observa en el
cura algo extraño en su rostro.
- ¿Qué le pasa señor cura?
- A mi nada doctor.
- Pues ayúdeme a poner el cuerpo en la camilla.
-¡Yo ¡ coger un muerto. Ni hablar doctor, yo ya soy columna
desequilibrada y mis huesos son porcelana que hay que cuidar. Me niego.
- Cállese señor cura. Cállese y ayúdame a poner este mísero hombre
sobre la camilla.
Entre los dos y por los extremos
posan ese cuerpo sobre la camilla.
–
¡Ay la
vida señor cura¡ Nadie ha ido a auxiliar a la pobre mujer . Han visto el
naufragar de una mujer marginada por el encanto de su amado y, ellos, solo han
sido grotescas miradas que luego se volverán chismorreos. Que injustos somos
señor cura. ¡Qué injustos somos¡
El cura por un extremo y el
doctor por otro toman la camilla. Se dirigen con el cuerpo del difunto a la
iglesia. La atmósfera en el exterior era de una bruma que casi no dejaba ver.
– Si, es cierto doctor- contesta el cura a las
últimas palabras- Hoy todos se han esfumado, sólo he sentido sus narices
intrusas, sin ninguno prestar socorrismo a esa mujer. Y, ello, que es una mujer
apreciada del pueblo. Así somos, sabe .Sólo amparamos aquello que nos conviene.
Hoy muchos han demostrado la falsedad de
la amistad. ¿Dónde están los amigos ¿
Han visto una mujer caer en el abismo y sólo fueron rumor de su cruz .
El eco de la conversación lo
escucha todo el pueblo. Y eso es lo que ellos quieren. Reprender a los
habitantes por su mal comportamiento, que les hiciera meditar ante esa
incorrecta acción .Entre tanto, allá, por las riberas de la oscuridad con la
abundante maleza y ese bosque brezos, Anne y la mujer continúan su camino. La
casa de Anne, al aproximarse, está iluminada por una lámpara de aceite en su
exterior, una indicación de que Luam espera a su madre. Descienden del caballo
y caminando llegan al porche.
– Espérame aquí mientras llevo el caballo a la
cuadra.
La mujer
espera sentada en uno de los peldaños de la entrada de la casa
mientras Anne deja el caballo en la cuadra.
Le da algo de comer, lo acaricia por lo noble y bondadoso que ha sido su
comportamiento susurrándole al oído dulces palabras. Al retornar al encuentro de aquella mujer se
halla con su cabeza agachada, oprimiendo
sus manos en sus sienes.
-Vamos.
Le dice Anne tomándole de la mano. Entran
en la casa muy lentamente, Anne hace señales por si a caso Luam está dormida.
Y, así era, se halla dormida en el sofá del recibidor. Anne se aproxima y le da
un beso en la frente animándola para que se espabilara un poco y fuera a su
cuarto. Ella se levanta y como sonámbula se mete entre sábanas en su habitación.
Anne no duerme en toda
la noche. Es tierna retama paseante entre los
sentimientos de aquella mujer,
con el aterciopelado tacto abordando ese cabello de lodos e incolora tez. Allí
pasan horas sentadas en el irradiar de una luna mutante con sus meditaciones y
el crujir de la leña que hay en la chimenea.
– Quizás deberías acostarte – le comenta con una melosa suavidad Anne
aquella mujer abatida por el infortunio – Quizás deberías descansar ese insulso trueno
que te tumba.
Ella mira a Anne de reojo.
- Si, acostarme y olvidar. Y como olvidar cuando ahora soy paseo por su corpulencia. Paseo con mis
pensamientos y sólo hallo la nada. No más
encuentro sábanas rotas donde se
regocijaba de su felicidad.
Anne se levanta. Le da la mano
para ser corriente hasta aquella habitación de ella. Esta noche dormirá
junto a ella para no dejarla en su
soledad, para no dejarla que sea rea ese espectro gestación de la pesadilla.
Las mujeres se desnudan, con la mirada
disuelta en tapias de hiedras que no dejan ver sus afluentes. Se ponen después
unos camisones que Anne ha sacado de la cajonera de su habitación.
Mientras en la casa del
cura, él
y el médico dejan el cuerpo ya preparado en el dormitorio .Adornándolo
con esos candelabros en las cuatro esquinas. Cuatro esquinas que memoran el
sufrir, el vacío, la muerte, la despedida en la alianza de la pena. Al acabar
cada uno vuelve a sus quehaceres sin intercambiar alguna nota final de esa
noche de luna baldía por la plomiza neblina.
**
Esa noche aunque la pompa de la niebla se ramifica por todas las
esquinas Liam como rito sagrado en los senos de aquella mujer es vergel perdido
en los sentimientos y la sensualidad. Copas de vino portugués estallan hasta el
girar y girar de sus cuerpos por el suelo para entonces con la embriaguez
liarse en un amor sin fin.
**
La mano de Anne es terciopelo
de los cabellos de aquella otra mujer de sentimientos rajados.
– Veras como todo pasa. En el mañana encontraras esas espumas donde las caracolas
de un nuevo eco marchitan esa desdicha.
La mujer no se inmuta, no dice nada .Al rato
sus rostros coinciden. Anne está ansiosa
por querer reactivarla con una nueva visión de la vida. Se miran en el espacio
de los múltiples luceros afincados en el firmamento con ese nuevo renacer
cuando los sueños han desaparecido, cuando de nuevo un toque de la aurora es
balada de esa incansable provocación ser eje de esas marismas que las sacuden.
Se miran. ¡Se miran¡ Anne no despega sus ojos de su melena castaña . La
acaricia, la acaricia…. Quiere encender esa antorcha que los cuerpos
ondulantes en el atravesar de ese rompeolas prohibido es deseo que, después
será invisible cuando la mañana matice el olvido. Sólo un placer, un éxtasis en
medio de esa dejadez de los ensueños. Una bocanada de acaricias erupciona entre sus pechos amortajados por el martirio con el transito sereno de la
despedida de las constelaciones. Después, despiertan de ese fastuoso deseo que
en brasas se convierte .No ha pasado nada, sólo un secreto de dos cuerpos mal
heridos. Heridas de amor.
El
alba es retorno y con su invocación al sol el médico tras una tétrica noche va
a casa de Anne. Tenía que ir pues es el día marcado para recoger a Luam y
llevarla al muelle. Hoy Luam se irá, sería su despedida.
El médico va por ese camino
serpenteante de tierra y baches mientras Anne, tendida, observa aquella mujer que se levantaba desnuda. La
mira como si fuera parte de ella, como si fuera ese espíritu donde los mismos
sentimientos las hicieran homogéneas semillas de un naciente.
– Como te sientes hoy – anota Anne desde esas sábanas enredadas entre
sus piernas
– Bien, me siento como esa ave que sale de su
nido, como esa cantera donde el artesano más refinado es nueva pieza de la
hermosura. Me siento como flor de una
mina donde su valor ha vuelto con el alba. Acércate y mira conmigo toda esta
llanura donde los alces danzan con los matorrales para dar ánimo al despertar
de su verdor.
Anne se levanta. Se pone tras
de ella. Sus pechos acariciando su espalda. Lentamente sus yemas rozan por su
terso cuello. Ambas notan que la paz es siempreviva naciente.
– Sí, observo ese hábitat natural donde los
gorriones vuelven a manar de la purificación de esas ortigas. Observo como se
desciñen de esa piel ya calcárea.
Después de esos
instantes al lado de esa habitación un
despertar aluniza en sus escuchas. Es Luam que se levanta más temprano de lo
normal porque tiene que irse.
-Ya mi hija despierta y hemos de vestirnos.
Ambas se despegan de la ventana,
consumiéndose en esas ropas que desparramadas por el suelo se hallan.
- Que suerte tienes amiga mía, amiga de los risueños primorosos de este
destino. Tienes bajo tu techo una
angelical muchacha, savia de tú savia. Seguro que te sientes virtuosa,
victoriosa en cada calamidad de tu vida. Ella seguro que en esos momentos que
eres prisionera de un cataclismo sobresale y es deshielo de tu mal. -suspira
Gueda.
Anne la besa en los
labios como deseo perfecto, como una
necesidad de desorientar las palabras.... Tras terminar de vestirse salen de
esa habitación erigiéndose a la cocina. Luam ya ha desayunado pero aún sus párpados son censura de la luz
del día.
- Buenos días Luam- le dice su madre sentándose frente a ella en la
mesa y atendiendo como no aquella mujer
de nombre Gueda.
– Pasa Gueda – Luam mira extrañada esa invitación a esas horas tan precoces.
– Hola Luam – saluda Gueda a la joven con ese hilar de su madre explicatorio del
por qué se halla bajo su techo.
– Luam , Gueda se encuentra aquí por un desgraciado incidente ocurrido en
el día de ayer. Luam se levanta y sirve ese café que ya había
echo ella en su despertar.
- Si, ya entiendo, por eso llegaste tarde anoche.
Luam al serviles el café
se percata que lo que ocurrido en la noche pasada no era nada positivo por lo
que decide irse de la cocina. Se dio cuenta que aquella mujer está injustamente
lisiada y se siente, por ello, acorralada en una incertidumbre de palabras y
miradas. ¡Que decir ¡ ¡ Por donde erguir sus ojos ¡ Regresa a su habitación
para terminar de cerrar las maletas y esperar el médico .
Gueda y Anne degustan el
café. Gueda se halla ya más calmada. Se siente complacida por ese amor
incondicional cedido por Anne. Aquello las llevará a ser eternas amigas.
El médico al llegar a la casa
toca como de costumbre, con ese ávido palpitar del amado vigoroso. A la puerta
sale Anne.
– ¿Como te encuentras hoy Anne? – le dice con un beso
- Pasa, pasa. Me encuentro bien aunque en la noche el dormir no ha sido
entereza .ya sabes, lo de ayer.
El médico pasa conducido por Anne.
En el salón se halla Gueda con la mirada
baja. Está sentada con un dedal en su índice y un encaje que está arreglando.
Algo para calmar los nervios, para ello, se lo
ha dado Anne. El doctor al verla se aproxima como compacto amigo cogiendo su mano. Ella,
cohibida, deja lo que está haciendo para aceptar ese beso cuidadoso en sus
nudillos. De su rostro se desprende una pequeña sonrisa mezclada con tristeza.
– ¿Como te encuentras mujer¿ Seguro que mejor.
Noto ese naciente en tus ojos.
El deja las manos de ella
– Si me siento mejor después de este atemperar
de estas paredes. La atención de Anne me ha hecho una mujer fuerte ante las
adversidades, aunque, solo sea por unos instantes. Aún en mi su muerte es bala
que hiere mi corazón. El es una bengala que se extingue inevitablemente y la
felicidad se la lleva. ¡Ayer éramos tan felices¡ Y , mira . Mira lo que queda
ahora: un recuerdo eterno.
El silencio entre los dos se hizo
entretanto Anne prepara más café. Luam, mientras, se viste para su ida.
- Aquí os traigo unas pastitas y café para el regocijo de vuestro vientre.
Radiante entra Anne con el
blanco precoz de sus cabellos y una gran belleza de la madurez.
- Gracias Anne- agradecen los
dos a la vez a ella.
– ¡Que mujer ¡ ¡Que mujer¡ .Siempre atendiendo
esos desamparados, siempre bailando con las serpientes que nos convierte a
veces en mutante de la peste - dice maravillado el doctor.
Otra vez el rostro de Anne es
brío , un brío por las palabras del médico .
– Si...- sigue Gueda- gracias a ella esa locura
mía no me llevo donde los páramos son fangoso trineo del caos. Ahora estoy
aquí, con una nueva visión .Sin embargo, cierta pena me ataca.
Todos hacen silencio por
esas palabras de Gueda. El médico enciende su pipa aromatizando con su olor agradable
toda la casa. Esperan ahora que Luam salga
de su habitación. Luam al salir de su cuarto va al salón donde están ellos.
– Ya nos podemos ir.
Todos a la vez se levantan
- Tú si quiere puedes quedarte aquí o ir con nosotros hasta esa costa
donde mi hija será ese adiós temporal.
Las palabras de Anne se dirigen a Gueda. Gueda no se lo piensa mucho y,
de pie, con el acarrear de una de las maletas de Luam contesta.
- No. Yo tengo que ir como tonada negra, como fúnebre túnica donde mi marido es descanso por última
vez, ese lugar que con los largos años del sudor fuimos arribar de nuestro
lecho. ? Por cierto donde se halla su cuerpo ¿
- En la casa del cura esperando ser enterrado. No hemos querido hacer
sepultura hasta que usted no estuviera presente. - le dice el médico penoso.
No hay más palabras en
aquella casa. Salen y todos se montan en el coche. Luam y Gueda atrás y Anne
delante con él.
Primero toman dirección del
pueblo para dejar a Gueda y después toAnnen rumbo a la costa para llevar a Luam.
**
Liam y la profesora son
pasión, paraíso perdido. De tanto vino que han bebido están resacados haciendo
su levantar lento, muy lento. Sus cuerpos se sienten molidos, tanto, que
parecía que les hubiesen dado una paliza. Es como si el amanecer no existiera y
la cercanía del sol les molestara.
– Me tengo que ir. -dice apresurado Liam- Debo
ir a despedirme de Luam que hoy se va.
La profesora apoya su cabeza en
el hombro de él.
– Oh ¡Tienes que ir con esa chica. ¡Valiente
mentiroso eres¡ ¿Ya le has comentado nuestra relación?
Liam antes las palabras de ella se queda extrañado.
– ¿Por qué hablas así?– ella se aparta de él tirándose sobre el sofá
– ¡Por qué hablo así¡ Será el alcohol querido.
Perdona si te he ofendido. Yo se que tú no la amas, sólo que tu compasión y tú
timidez deja que ella crea ese ahuecar de tú corazón. Márchate querido que ya
llegas tarde.
Liam sale de la casa en el
sentido de la suya con el barro invalidando esa rapidez que necesita para
llegar a tiempo a su cita. Sus pantalones están pringados de ese sucio marrón.
Solo piensa como limpiarlos ya que la enfermedad de su madre no permitía
hacerlo a ella.
Al llegar Liam a su casa se
desnuda para cambiarse de ropa. No quiere que su padre se de cuenta pero, sin lo, su padre estaba allí, aguardando
que él llegase.
– ¿Qué pasa hijo? ¿Como te han ido las clases
esta noche?
- Muy bien padre.
Además, hoy he cobrado ese sueldo como jardinero.
- Esta bien hijo.
Dúchate. No hagas mucho ruido que tu madre duerme.
Liam se termina de desvestir y se mete en el
diminuto baño. Una lluvia suave de agua fría aviva su cuerpo poniéndolo a tono.
Al terminar limpia sus dientes, una y otra vez, para que aquel aliento de
alcohol se esfumara. A su padre no le gusta que beba.
Cuando sale del baño mientras Liam
se viste su padre tiene una mirada firme, una mirada interrogante.
- Las clases ya han terminado, ¿por qué has pasado toda la noche fuera?
Liam por un instante se queda inmóvil,
sin saber que decir .
-Es una asignatura
que tengo que superar padre. La he de perfeccionar por ello sigo yendo a clase.
El padre conforme comienza a leer un periódico
mientras Liam termina de vestirse. De repente Liam se percata que las campanas
están tronando.
- ¿Qué pasa padre?
Otra vez esas campanas de penurias es vomitar de la iglesia ¿Quien ha sido?
- El zapatero hijo. Pero lo que más pena me dio es su mujer, esa mujer
me recordó a tú madre cuando perdió a tú hermano. Su ruinas fueron tales que el
temblar de las paredes disponía su fin como mujer trono de su conciencia.
– Y, ella ¿como está ella ahora?
-
No se,
anoche Anne se la llevó con el relinchar de las ramas a su casa.
**
El coche del medico con sus ocupantes cruza
la plaza del pueblo en dirección a la casa de Gueda. Al llegar, la dejan con una
cariñosa despedida.
- ¿Quieres que pasemos contigo? Todavía nosotros tenemos tiempo.
Le pregunta Anne
A ello Gueda mira primero el
resplandor del cielo y luego cae sobre los ojos de ellos.
- No, prefiero estar sola sabéis.
La comprenden, el motor
entonces arranca.
Gueda entra en su casa de
barro y piedra, se desliza hasta ese dormitorio suyo donde aún las velas no
calladas acompañaban a su alianza .Desde ese bastidor que la rodea observa ese
inmutable desánimo de su cuerpo de cipreses, observa como sus manos volando
sobre su pecho no decían nada sólo, un pozo de silencio y soledad acercándose más hacia ella. De sus ojos,
lágrimas corren espantadas hasta su comisura.
– Que inmóvil estás marido mío… – le dijo a ese nido de buitres donde el está
posado – Tú litoral no romperá
jamás con mis olas y yo me siento tan triste que hasta las horas son intemporal
hojarasca que cae. No hay días, no hay noches. Lo siento por ti si nadie ha
venido a tu despedida por que yo mujer
del sereno roto he sido cruel con tú ida. Todos huyen y dejan tú cuerpo
como inservible para el adiós. Quizás me
habrán tomado por loca, pero, en mi, esos murallones de mi ego me
dicen que hay buenos amigos donde yo poder confiar, pocos, pero suficiente para
hacer un cuerpo de cristal invidente a la burla. No se por que te digo esto
pero es que anoche no comprendí tú ida, quería tenerte junto a mi. ¡Si ¡ junto
a mi . Hasta que la muerte al mismo tiempo nos separara.
Gueda con sus palabras a
su difunto esposo y la soledad se queda apoyando su cabeza sobre el pecho de su
marido. No sabe que decirle, que soltar de su boca para que el la comprendiera.
Los minutos para ella transcurren lentos. Sonrojándose cada vez que recuerda el
día anterior.
**
Liam está esperándolos ya fuera
de la casa . El médico para el motor y del coche se baja Luam
– ¿Como estas Liam? – le pregunta Luam entusiasmada
- Bien, bien.
Entra en el coche y toman
dirección hacia la costa. De nuevo Luam
y Liam ven el bambolear esa tierra infértil azabache donde su belleza
impresionista los extenúa. Al llegar al pueblo van en busca de ese muelle del
cual Luam y Liam saben donde está. Allí las gentes son poquísimas para ese
viaje de la otra acera. Sólo se ven esos marinos que los regiría el mar hasta
la llegada de la nueva tierra. Bajan los bolsos, sacan esa tarjeta de embarque
en el mismo lugar que había comprado el billete
.Aunque aun el barco que la llevaría está estático y callado en el mar,
en aquel salón hay un sumiso
silencio, no se siente el trajinar de esas personas que tienen que
partir. Normal, ya que esa isla donde Luam vive es tierra de agricultores y
pescadores donde aún esa abultada contaminación de los ruidos no ha intervenido
en su crecimiento. Sólo en los días de veraneos aquel lugar se ve conglomerado
por distintas personas de origen diferente .Ahora es otoño y la pobre presencia de las gentes era
igual que la caída de las ocres hojas.
Todos esperan esa hora de
la partida del barco, ese barco que cabalgará por un océano aguamarina. Liam se
siente desesperado, algo nervioso, no sabe como decirle aquello a Luam. Al
menos tiene el pensamiento claro que en
esa otra tierra conocerá ella otros chicos, otras personas y se olvidará de él.
Dijo que va al baño y allí con valor comenzó a escribir una carta, una carta
donde relata todo sus pensamientos y
donde estará esa verdad que el tanto desea decir.
La sirena del barco comienza
a sonar como llamada a los pasajeros que
tienen que subir. Entonces, todos acuden hasta la escalera donde Luam comienza
su viaje . Liam llego antes de que Luam subiera. Sudoroso le entrega en mano la carta junto a un
pequeño beso en la mejilla.
- Léelo cuando llegues a tu nueva casa Luam- le susurra Liam al oído.
Luam queda como emocionada, ¿qué le habrá
escrito? Luam no deja de mirar a Liam, parece más enamorada.
-Cuídate hija. Ya te llamaré - se interpone la madre entre los dos.
Anne está emocionada, tanto, que erupciona
lágrimas por la ida de su hija.
Luam comienza a escalar con esa itinerante
rastrear de su atrás donde el bracear de
sus alas clausuran esa vida en conjunto , donde ya no más será juguetear con
ese Liam, donde ya no más será ayuda de su madre en la siembra , donde ya ese
doctor no la sanaría con sus manos y esos
briosos brebajes que el fabrica. Se despide con el columpiar de una
llovizna gris en su latir, con el cicatrizar del insonoro olvido en su viaje,
con ese remorder del por qué no me habré quedado con mis seres más queridos,
con la duda de cómo será su vida en ese nuevo hábitat.
Luam desaparece tras la
puerta de la nave haciendo su aparición desde la borda. Lleva un pañuelo en la
mano el cual aletea en su despedida. Está ansiosa por leer la carta de Liam y ,
cuando , todas las imágenes de sus seres queridos fueron invisibles se sienta
en unas de las butacas al aire libre . Enseguida abre la carta y detenidamente
comienza leerla.
Querida Luam:
Se que te tenía que haber dicho esto antes como amiga de mi vida, donde
aún tu latente aroma es vaivén de las rosas que conmueven el edén . Te aprecio
como la más sublime de las compañeras, ninguna como igual. Nunca conoceré una
chica tan natural hija de la brisa como tú
pero, en mi hay un temor, un dolor, un engaño que tú no has podido
percatar en todo esa riada de nuestro enlazar. Yo a ti no te quiero, sabes, sin
embargo como amiga eres de esas que nunca su rúbrica despegará por lo estupenda
que eres. Y el no decirte te quiero quiere decir que bajo mi cuerpo otra mujer
duerme, una mujer que a ti no puedo deletrear sus características por que es
intima semilla que crece cada día más y más entre mis venas. Ella tiene esas
cosas que yo buscaba, ese misterio mágico que me hace ser enigma de su
mirada .Con ello no quiero decir que tu
no tengas deslumbrantes cualidades; que si las tienes. A ella la quiero, a ti
no. Con ello no quiero decir que soy rechazo de tu persona. Te admiro, pero
como amiga.
Se despide
Liam
P.D.
Verás que todo saldrá bien. Si quieres nuestra amistad será eterna como
los mares.
El dolor al principio recorre cada uno de sus nervios, las cenizas de
su corazón hacen que cada uno de sus dedos de pétalos marfil estrujara aquella
carta. ¿Quién iba a pensar? Se dice ella, que Liam tuviera otro amor. El, tan
acopado. No hay odio en su alma, no hay matanza
en su dolor. Sólo, la atiza un cierto aire de melancolía que se mezcla con la
brisa marina. Un cierto grado de frustración y una desilusión que quiebra
sus huesos. Tiembla. Un temblor
desamparado llevándola a lágrimas de cristal. Es mejor así, saber la verdad, piensa.
Hay que ver la realidad y afrontarla. Quizás, siga siendo amiga de él. Pero,
por qué no se lo había dicho antes. Tal vez, por miedo.
**
Anne y médico tras la desaparición en el
horizonte del barco regresan al pueblo. Pero, antes, dejan a Liam en su casa y,
como no, esa obligada visita a la madre de él.
Anne
pasa a la casa de Liam mientras el médico espera afuera a que el padre de este
saliera. El encuentro de aquella mujer
enmarañada en un distante universo induce a Anne a la pena. Lo primero que le
vino cuando sus ojos la ven es peinar su pelo cano descuidado. Al acercarse a
ella el padre de Liam la saluda.
-Buenos días Anne. Que tal anda.
-Yo bien y, usted. Siento mucho…- las palabras del padre Liam no terminan
de salir
- El doctor está fuera.
-Bien, iré a saludarlo. Yo la dejo con mi esposa.
Anne coge un cepillo de la
mesilla del salón y se dirige a la madre de Liam. Cuidadosamente comienza a
peinarlo. La madre de Liam no dice nada mientras Anne reiteradamente le pasa el
cepillo por su cabello.
Cuando Anne terminó de cepillar
el cabello de esa mujer de ojos de cristales oscuro se dirige a la cocina. Todo
es un desastre. El padre y el hijo la tienen como abandonada. Con toda energía
empezó a limpiarla. Pidió ayuda a Liam. Disimuladamente le iba explicando lo
que tenía que hacer todos los días sino quería que el hedor saliera por la
puerta de la casa. Liam, obediente, seguía todo lo que Anne le va marcando. Está
encantado porque el es muy torpe.
Al mismo tiempo que Anne y Liam asean la cocina él médico y el padre de
Liam conversan sobre la tragedia de ayer.
– Si pero esa mujer anoche fue de nuevo
resucitar en la casa de Anne .Estaba muy decaída.
El padre de Liam se encuentra algo azorado por el suceso.
–Si, ya – dice con ese agotar de su aliento.
– Lo siento. Sabes, siento lo de tú esposa. Debe
de ser un arpón que penetra por tus venas
y eres cara a cara con la impotencia.- dice apenado el médico cambiando
de tema .
- Sabes doctor, a veces prefiero su muerte en lugar de verla así .Ese sufrimiento, esa
invalidez de todos sus actos. Es como si
estuviera enterrada .Pero, aún, sus ojos
pulen mi corazón y, entonces, me
resigno; me agrando y danzo coronas de besos en sus labios neutros. Ella, no
dice nada, no siente nada sólo es mirada abismal. ¡Todo esto es tortuoso¡ Yo ,sin embargo , y no piense injusto , yo
no quiero que se vaya .¡Me duele tanto! No quiero verla sufrir, porque sólo es
eso lo que vaga entre sus cadenas por esas cataratas de lodo .No se si me
entiende. Me divido en dos. Deseo tanto acabar con su sufrimiento pero a la vez
no. Quiero que este ahí mirando un espacio que parece lejano.
El médico se baja del coche. Pone
su mano, frente a frente, sobre el hombro del padre de Liam queriéndole decir
con ello que entendía perfectamente su situación.
- Lo entiendo. Entiendo esa ansiedad y angustia que posees. El estado
de tu mujer es penoso. No te preocupes por esos pensamientos circulantes por tu
mente porque son normales en estas situaciones. Sobre todo cuando hay un
sufrimiento perpetuo. Yo se que la amas.
¡Tú la quieres! Lo descifra tu alma.
-Sí, si la quiero .Por ello muero en la herida de no tenerla entre mis brazos. ¡Está tan
lejos¡
-Vamos amigo. Veamos si ya Anne ha acabado, tenemos que ir a un
velatorio.
Los dos entran en la casa.
Anne es ida y venida con la ayuda de Liam el cual la sigue a todas partes
haciendo lo que ella le indica.
- Ya estáis aquí .Ya voy - dice Anne extasiada.
Ambos se sientan acompañando
aquella mujer de hielo donde su impactante mirada los revolvía en el polvorín de la melancolía, el marido como de
costumbre le dio su mano a la vez que un cuento surca de su ingenio.
–“Érase una vez esposa mía de un pescador que
tenía varios hijos. Érase una vez amada
mía que como de costumbre su salidas
para el mecer de la mar tenía que ser en ese trance de la oscuridad, cuando las
guirnaldas que amanta el universo era orientación de sus nasas. Desde el muelle
su mujer con sus hijos pequeños aun durmiendo
se despedía, como si esa despedida fuera la última. Era normal ese naufragio de los marineros
para no ser vistos jamás. El se embarco, con un redil en su barca que se
extinguía a la medida que era alejar de su melosa mujer. Con ese
pensamiento de que quizás nunca volvería
más por alguna turbulencia inesperada de la vida. Cuando la noche entraba y el
era manto de redes sobre la mar plana
desde lo lejos se oía el eco escandaloso de una tormenta, una tormenta
que se le venía encima sin él saber lo
que hacer por que ya era tarde para regresar a casa. Sólo esperó el ruido de su
furia, ruido que lo agazapo de manera brutal hasta hendirlo en
el desfallecimiento de su cuerpo. Arrastrándolo hasta la deriva, arrastrándolo al perecer de su conocimiento hasta otra tierra
donde tendido en sus tierras fue durmiente hasta que una pisada indígena lo
avistó. Se aproximo a el, observando
minuciosamente ese extraño robado por
las turbulentas del mar. Arrastrándolo lo llevo a su poblado. Al verlo llegar,
el sonido de las caracolas decían de la llegada de un visitante más allá de sus
fronteras. Ellos eran gente benevolente .Su estado era aún de desnudez y de
arcaica vida con esa piel tiznada de los tintes
que la naturaleza les donaban
.Eran de carácter noble, valientes gracia aquellos extraños que pisaban sus
dominios. Un círculo de sus habitantes
se formo alrededor de él. Fueron olisquear
de su olor, de sus ropas, de su estado
el cual fue reactivado por un chaman que
enseguida como dominante de las creencias de ello hizo de él ese hombre de
viveza. Al ir despertando se fue extrañando de todo lo que iba viendo a su
derredor. No entendía su lenguaje ni tampoco el retraso en el tiempo que tenía
estos.
Los días pasaron y el pescador cuando fue
vital entre esos giros de sus danzas al anochecer comenzó a ser henchido por
una súbita tristeza. Una tristeza que giraba en torno de ganas de irse de ese
lugar para volver al suyo .Ante ello, el chamán siempre preocupado por lo que
pasaba con la aldea comenzó a darle de
esas drogas que ellos solían tomar en sus
rituales para ser de él ese hombre feliz, olvido de su pueblo, de su familia
.Entre tanto, más allá, sonoros de la tempestad, sonoros del desaparecer de
aquel hombre todos los marineros rastrearon
de manera desesperante el vasto océano. Lo dieron por perdido. Una
perdida tal, que su mujer desencadeno en un latigazo de lágrimas por perder a
su marido .Sentada en una silla lo recordaba, sentada en una silla recontaba
todo esas primaveras cuando el era
escultura que ella admiraba. Sus hijos pequeños comenzaron entonces a ser
desatendidos. La mujer con su mente en su marido se olvido de ellos. Mientras el pueblo preparaba el entierro. Un
entierro que consistía en una barca donde se depositaban todos sus objetos
personales y se cubría de sal dejándola en la deriva en el océano. Todo ello
después de la misa del cura y cuando la oscuridad era presente. Lo introducían
en el mar y hacían arder la barca. Según
las creencias de ese pueblo el muerto debería ser enterrado en el campo de
faena y como el era hombre de agua salada sus restos deberían pertenecer a ella
para reencontrarse con su espíritu más allá de las profundidades que se
encontraba.
Al terminar el entierro su
mujer se arrodilló en la orilla en un estado de colapso sin dejar pasar
consejos de los de allí presente. Tan grave estaba que se había olvidado de sus
hijos pequeños. A ella y sus hijos con el paso de las semanas por esa dejadez y la falta de dinero los hacía
miserables abandonados. Por ello, los echaron de su vivienda. El alcalde dio la
orden de expulsarla a ella mientras que sus hijos fueron llevados a otra
familia. Ella se quedó en soledad y el llanto. Solo con la lumbre del aire, del sol, de la luna,
de las estrellas. Solo unas pocas vecinas tuvieron compasión y sin temer al
alcalde le prestaban ayuda. Dejaba que se quedará en sus casas esos días en los
que el tiempo era terrorífico.
Más allá aquel hombre era ruta
de los quehaceres de aquellos salvajes. Estaba encadenado a un estado eufórico,
integrado totalmente en esa tribu. Por eso, lo nombraron miembro de la tribu. Para ello tuvo que luchar con los más jóvenes,
recolectar y cazar como ellos. Él se sentía
feliz. Pero llegó ese día, ese día en
que por las casualidades de la vida el chamán decidió por sus creencias que ya era hombre de ellos.
Entonces, le quito todas esas hierbas que le daba a beber. Poco a poco retornó
a la realidad. Tuvo pesadillas donde los gritos de sus hijos era complot que le
hacían ser tornado de su despertar en la madrugada. La voz de su mujer
desesperada era susurro que lo acompañaba día a día. Tenía que huir de aquel sitio, tenía que
volver de nuevo a su hogar. Pero no se lo permitían. Por lo que decidió
escabullirse en las noches cuando ellos dormían. Se introducía en la masa
arbórea para con el paso de los días fabricar una barca que lo llevaría a su casa. Antes de que la
madrugada se fugará retornaba a su choza. Cuando termino de fabricar la barca
espero la noche adecuada para partir. Una noche en que la luna era diamante del
universo se fue. No sabía a donde se dirigía, dejaba que la marea lo llevara.
El temor de una nueva tormenta lo acechaba. Una tormenta que se hizo realidad y
que rigió su sentido. Engullido por un oleaje de nuevo naufragó. Llegó a otras
tierras y cuando despertó de su estado inconsciente reconoció esta. Era la
playa de cayados de su pueblo. De nuevo estaba en casa tras ese paso de los
años. Se levantó mirando todo su alrededor. El alba era erupción de
claridad. Con cuidado se introdujo por
las callejuelas del pueblo. No quería que nadie lo viera. Cuando llego a su
casa tocó. Una mujer con el cabello enmarañado le abrió. Le pregunto de quien
se trataba. La mujer al saberlo corrió por todo el pueblo espantada dando la
voz de aviso. El marinero no comprendía nada. Cayó al suelo desmayado, por su
mente se fue dibujando esos años en que con su mujer e hijos era feliz. “
Todos están embelesados con la
leyenda que el padre de Liam contó. Es como un rayo de esperanza. La esperanza
que tras un largo viaje por la oscuridad su mujer se recuperara.
Anne y el médico se despiden y se van.
De camino a casa de Gueda la conversación sobre aquella mujer se reanuda.
-Quizás en el futuro ella pueda trasladarse a la realidad y dejar esta
marejada por la que gravita-comenta Anne.
-Si, algún día. Cuando pueda tendré que ir a ese lugar que ha ido tu
hija y consultarlo. A lo mejor existe alguna medicina que la vuelva a la vida.
Aparcan delante de la puerta de
la casa de Gueda. Se bajan del coche silenciosos y tocan en su puerta. Gueda
abre apresuradamente sabe que se trata de ellos, quien más la iba a visitar. Su
rostro es semejante a una estatua de mármol , sus ojos impactan con la
realidad, una realidad que no quiere asumir.
-
Pasad buenos amigos – entona con un
jadeo hilando su alma.
Ellos pasan con temor a que a Gueda le
volviera dar un ataque de locura. La siguen hasta esa habitación donde el
muerto reposa. Todo es oscuro y sombrío. Una mezcla entre bruma y granizo.
Gueda se sienta junto a la cama. Las horas pasan y el silencio es sobrecogedor.
-
– El
cuerpo hay que enterrarlo esta noche con el cortejo de neblinas pues ya han
pasado 24 horas. Anne te dejo con Gueda voy a buscar al cura.
Bajo ese techo se quedan solas las dos
mujeres. Gueda con un silencio de moribunda y Anne con un silencio de
impotencia.
**
¡La soledad¡ Luam la siente meterse por cada uno de sus poros el engaño
de Liam . El viaje todavía no ha terminado y el resplandor de la luna le da
nueva ilusiones. Se halla un poco mareada y cansada, deseando llegar ya para
descansar. La luz del faro la reanima. Todo agotamiento y fatiga cae fulminado.
**
El cura, el médico y el sepulturero llegan a casa de Gueda. Ellos tres
más Gueda y Anne participarían en el
entierro.
Las mujeres se levantan de sus asientos
, quedando sólo en la habitación aquellos tres hombres que introducen al
muerto en las justas medidas de un
ataúd artesanal del sepulturero - pues
tiempo le daba para ello en ese pequeño
pueblo -.. Tras la misa con el conjuro
de la noche cerrada y el silbo de los
forrajes a medida que las flores cerraban
sus ojos se concentran en el cementerio.
Un candil les sirve de amparo más un búho en busca de su presa. Una vez acabado
el entierro y tras dejar flores secas sobre la tumba retornan al pueblo. Cada
uno para su casa, cada uno con una derrota sobre sus espaldas por esa
desgracia. Gueda se marcha sola, no
quería que nadie la acompañe, con un caminar pesado, como si cadenas oprimieran
sus tobillos. Herida, sola.
**
El alba es ya presente. Una mezcla entre lila
y anaranjado eclipsando la madrugada. Esa mujer de años añejos se levanta de su
sillón dejando a un lado el recorrido por su vida. La chimenea ya apagada también marca ese
amanecer, esa despedida por unos momentos de su pasado. Sale al jardín donde el hermoso lucero del
alba la hacía respirar de sus rosas mezcladas con el frescor. Se queda mirando
al horizonte donde las montañas entre un violeta y gris le hace disfrutar de la
diversidad de la naturaleza. Se siente
mujer aun de esa vida, de esa vida del ayer. Los gorriones son revoltosos niños
de rama en rama de una higuera cuyos frutos les sirve de alimento. A ella le
hace gracia. Antes de entrar de nuevo a su casa corta la rosa más pletórica de
su frondoso jardín y mira su buzón. Un buzón muerto, nadie le escribe. Al
entrar en su casa se dirige a la cocina. Puso la cafetera ante la duda de irse
a la cama. No. Quiere seguir leyendo en
su mente su pasado. Allí entre sus recuerdos tiene esa carta de Liam. La
carcajada se hizo dueña de ella en compañía
con las campanadas de la torre de la iglesia. Las seis de la mañana. Son
las seis de la mañana y el café lame dulcemente sus labios. Saca otro álbum de
su estantería. Otro álbum que la yerta por esa vida nueva. Su vida de
estudiante.
**
Tras el desembarco Luam le entra como una especie de nostalgia. Esa
carta que la tira por los suelos en el campo del amor. Esa madre que se queda
sola por la muerte de su padre. Aun así pisa fuerte, coge su maleta y toma un
taxi. Le da la dirección al taxista de la pensión a la que se dirige. En el
transcurso de ese viaje por la ciudad nota la gran diferencia con su pueblo. El
atropello de los ruidos, los atascos, la inmensidad de los edificios teñidos de
polución. Esa polución que respira y casi la asfixia después de vivir en un
lugar de aire puro. Ahora lo verde es
gris o amarillo. No hay árboles. Y los que hay están enfermos. Pronto se dio cuenta que el carácter de los
que allí habitan era bien distinto a los de su pueblo: fríos, distantes. Quiere hablar algo, decirle algo al taxista
pero no sabe como. Tiene el temor de que él se ria de ella. El la mira por el espejo retrovisor, la
examina dándose cuenta que Luam quiere decir algo por lo que rompe el silencio.
- Viene usted de lejos señorita.
–
Sí, vengo
de allá de Gran Cabo.
–
Ya. Ya conozco ese lugar. Dicen que lo que allí vivís
gozáis de esa espectacular
– Ya, ya conozco ese lugar,
dicen que allí sois esa fortuna de la espectacular naturaleza. De una
diversidad que no se nota el paso del tiempo y la civilización. Asombrada
estará usted de pasar de ese templo natural a este lugar donde las pocas flores
y los árboles existentes están heridos.
–Si ya
noto esta rivalidad de la tecnología suplantando el reino natural.
-
Observo
que se fija en todo señorita, le conviene algo cambiar de traje. Sino quiere
que se burlen de usted, aquí somos muy complicados.
-
El taxi
para ante un edificio gris. Un edificio de cuyas cornisas las palomas posan. Se
presenta todo sucio, todo derruido como si la lluvia ácida hubiera echo efecto
ya en él.
-Ya hemos llegado.
Aquí es la pensión señorita.
-¿Cuánto es?
El taxista le abre
la puerta y Luam se baja. Le deja las maletas en la puerta de la pensión y le
cobra.
-Son 20 euros señorita. Tenga cuidado con los
depredadores.
Y, así, con esas últimas palabras el taxista
desaparece. Luam mira la puerta. Luam alza su mano y aprieta el timbre. En
seguida una mujer sale a su encuentro.
-Buenos días. Usted debe ser la nueva
inquilina- Le dice la mujer. La cual lleva puesto un delantal de cuadros rojos.
Su cabello es cano, sus mejillas dos rosas carmesí que daba a pensar que estaba
atareada.
- Si. Soy yo. Me llamo Luam .
-Ya lo se pequeña. Anda Pasa, pasa. Yo soy
Gara, la dueña de esta pensión. Vamos que te llevo a tu cuarto mientras te digo
el reglamento ¿Pareces pálida?
- Si, me siento algo desfallecida por el viaje.
-No te preocupes hija. Solo hay que subir estas
escaleras y a la derecha tienes tu habitación. Venga que yo te ayudo con la
maleta.
Ambas
suben por una escalera estropeada donde la oscuridad no deja ver los peldaños.
Mientras suben la escalera la mujer le va dictando las normas. Luam casi no la
escucha. Se encuentra tan cansada que solo tiene fuerzas para sacar su monedero
y pagarle. . Después del pago Gara le
abre la habitación y la invita a pasar.
-Y que no se te olvide: tienes que pagar por
adelantado. Pasa, pasa. La luz está justo aquí al lado de la puerta.
La señora enciende la luz de esa habitación
estudio y Luam pasa. Es una habitación pequeña con una cama a la derecha de la entrada,
una pequeña cocina enfrente de ella y una mesa con una lamparilla que da a la
ventana. No tiene decoración alguna solo
un cuadro de flores ya desgastado y estropeado. Luam la mira atónita, esa
habitación es gélida y apagada.
-Como puedes ver esta habitación es espléndida
por lo que te cobro. El baño lo tienes ahí, al lado de la cocina. No tiene
ducha. Lo único que carece está pensión querida es de ducha dentro de las
habitaciones. La ducha es común es decir que hay que despertarse temprano o dormirse tarde para encontrarla
vacía. Acuérdate de que e tiene un
pestillo de seguridad para que nadie pase cuando tu estas. Te dejo hija
con tu nueva vida. Me voy que tengo que hacer la cena. Por cierto fíjate
como esta la habitación, así debe quedar cuando te vayas. Si haces algún
destrozo correría a cuenta tuya. Pero observo en ti que eres una muchacha
tranquila y decente y, que ello, no ocurrirá. Por cierto la cena es las ocho.
Cuando la mujer se va Luam corriendo se sienta
en la cama, quiere comprobar su comodidad. Pensándolo bien aquel cuarto no es
tan lógrobe como le dio la primera impresión, parece algo acogedora. Se levanta
de la cama y se dirige a la ventana. Abre la persiana para comprobar el paisaje
que hay tras ella. Se lleva un chasco, un edificio ceniciento el cual no deja
pasar el sol es lo que tiene. Al principio
se queda algo herida, el astro rey no podría escuchar sus palabras y ella
necesita hablar con alguien por lo que decidió llamar a su madre. Tiene que
llamarla, una llamada que se propague por el mar, destroce todo ese mundo de
cemento y llegue a la plenitud de la naturaleza. Sale de la habitación y baja
las escaleras. En la entrada de la pensión está el teléfono. Rápido, tras
introducir unas monedas, marca. Al otro lado de la línea una voz honda y grave
se pone al teléfono. Luam enseguida lo reconoce. Es el dueño de la tasca del
pueblo.
-Hola. Soy yo, Luam.
El
dueño del bar se alegra de escuchar aquella voz. El ya sabía que sería noticia
de Luam.
-Luam. Mi pequeña niña. Enseguida envío a
alguien a tu casa con el recado que me dejes.
Dime una hora y ella estará aquí para la próxima vez que llames.
-Dile que me encuentro bien. Que a eso de las
nueve de la noche llamaré de nuevo. Hasta luego Gerardo.
-
Hasta
luego Luam.
Cuando
el dueño de la Tasca
cuelga como río que se expande y se traga todo lo que hay en su camino se
dirige a casa del médico con la noticia. El médico la recibe con una sonrisa de
oreja a oreja. Rápido toma su coche y toma dirección a casa de Anne.
Allí
está Anne. Como presentimiento está esperando en la puerta de su casa al
doctor. La tarde-noche ya es cabida y con ella el tono violáceo de las montañas
es impresionante.
-¿Ya Luam ha llamado?
- Si, Anne. Vamos que te llevo al pueblo. Ella
llamará otra vez esta noche.
Con
esa noticia vuelan al pueblo donde todos ya estaban esperando en la Tasca.
**
Luam baja a la cena. El salón se encuentra en el segundo piso de
aquel edificio. Solo hay una gran mesa ovalada en el centro donde todos tienen
que compartir. Luam se sienta, todavía no hay nadie. La timidez asalta sus
mejillas. Después todos fueron llegando.
Todos muestran un carácter agrio. Ninguno la mira a medida que se van
sentando. Solo uno que fuma tabaco negro y cuyo aliento es viento del
alcohol se fija en ella.
-¿Es usted nueva señorita?
Sin
dejar que Luam le contestase se aproxima a ella y le da un beso en la mejilla.
- Me
llamo Bautista. No se asuste por mi aliento. Mi problema es la melancolía. Una
melancolía que como clavo ardiente se vierte en mí.
Luam
está atónita.
-Cállate Bautista.
No le des la lata a la muchacha. Poeta amargado eres. Músico fracasado en las
cuevas del amor. No bebas más. Te lo pido por favor. Disculpe usted a este
caballero pero es que no tiene remedio. Yo me llamo Sebastián y soy profesor.
¿Cómo se llama usted? No escuche usted a mi compañero que siempre anda con lo
mismo. De que se toma dos copas…
Y
más asombrada se queda cuando observa aquellos dos hombres. Entre ellos están
discutiendo. A Luam le da la impresión que entre ellos dos había más que una
amistad.: un amor prohibido como se dice en su pueblo. A ella en situación tan
graciosa no le da importancia, cualquiera puede saber las vueltas que da la
vida, por lo que se presenta.
- Yo me llamo Luam y bueno estoy aquí por
razones de estudios.
- Encantado Luam- dice Bautista- No digo nada
más porque Sebastián se altera.
- Encantado Luam. Bonito nombre. ¡Luam¡ ¡Luam¡
Suena a manantial del cual se dice da la vida-dice Sebastián- Y , muy bien ¿qué
estudios va a realizar usted?
- Historia.
- Bien, bien –asiente Sebastián.
En ese momento
que charlan Gara entra en el salón con la comida. Un gran caldero trae
entre sus manos por lo que daba a suponer que el primer plato será sopa. Todos
callan y se sirven. Aquella comida casera le sienta a Luam como un
reconstituyente, como un halito de nueva energía. Cuando terminan la casera trae
el segundo plato. Al acabar todos se van quedándose Luam sola en aquel salón.
Allí espera hasta que las horas se desvanezcan para llamar de nuevo a su
pueblo.
**
En
la tasca con la pesadez de la bruma y el vino todos están en reunión. El otoño
jadea con un frío escalofriante.
-¿Cómo estará la flor de mi jardín? La más
hermosa. ¡La más querida por mi¡- dice Anne al médico mientras todos eran taconeo
de danzas y ellos están sentados en un rincón
- Seguro que bien Anne. Ese lugar le ayudará a
su porvenir.
-Eso espero. Me da miedo que no quiera volver
después de que haya terminado. Perder a otro ser querido aunque esta no sea la
misma circunstancia. Me dirás que soy una egoísta. Pero, la quiero tanto…
- No te preocupes. A Luam le gusta sentirse
libre, a su aire y , allí , la presión y el estrés no se lo permite. Se
optimista.
El
teléfono más fuerte que nunca: luz que se le da a un tornado en el pecho de
Anne. De un santiamén Anne se
levanta y coge el teléfono. – Dígame.
Luam
al escuchar esa voz entrañable suelta
una lágrima.
-Soy yo Luam.
- Ya se
que eres tú pequeña oropéndola de mis vientos del norte, hermosura eterna entre
mis sueños. ¿Como estas ¿
El doctor desde la distancia es
llama viviente de la sonrisa. Para el era un gran placer ver feliz a Anne.
-Bien. Me encuentro muy bien. Ahora debo de
colgar. Solo me dejan llamar por unos minutos.
-Adiós hija mía. Cuídate.
Anne
cuelga el teléfono con la pena sobre su pecho. La voz de su hija es melodía que
asciende a Anne hasta la cumbre más colosal donde su imagen se aferra a ella.
-¿Vamos?- dice Anne al doctor con un aire de
nostalgia.
- Si. Ya observo que el ambiente que se vive
aquí de alegría no congenia contigo. No sientas tristeza. Luam esta muy bien.
Cogen
el coche y se embarcan bajo un mar de estrellas
que hace reavivar los deseos de cada uno olvidándose de todo.
-¡Que grandioso es el amor entre los arcos que forman
nuestro cuerpo¡
Comenta
Anne con un suspiro. El coche se detiene en medio de aquel paraje y la vía láctea
era sombra que los lía entre acaricias.
-Grandioso como las alas de los albatros donde
su belleza gira entorno al océano. Ojala cuando el alba resople estén los
risueñotes en nuestro despertar. Ven aquí Anne. Abrázame.
Se sientan
arriba de una manta que lleva el médico en el maletero bajo un árbol. Él con
toda su corpulencia abriga todo el cuerpo de ella. Y , así, durante toda la
noche. Hacen el amor lento, muy lento tal que ella sienta todo placer. Se sienten libres con el roce de la brisa
haciéndoles cosquillas, con la humedad conquistando sus blancos cuerpos. La
luna los vigila. Si, los vigila y los guia por ese círculo del amor.
-Siempre seremos uno en este juramento del
amor.
-Y ¿el pueblo?- pregunta Anne tras aquel
éxtasis.
-Da igual. Todo es cuestión de nuestra cabeza
siempre mire al frente sin que nos intimide los comentarios.
Comenta
el médico con el briznar ya de las primeras
flechas del astro rey. Los dos se alzan con ella como dos amantes infinitos.
Ahora tienen que conducir hasta llegar a casa de Anne. Esa casa que necesita
una mano más tras aquellas idas. Anne lo invita a pasar y a que se acomodase
mientras ella hace el café.
-¿Cómo me vas a ayudar? ¿No tienes que acaso
atender a las gentes del pueblo?
Le dice Anne desde la cocina.
-No te preocupes Anne. Yo puedo hacer las dos
cosas a la vez. Tú ya sabes que las enfermedades en este pueblo no son algo
común. Todos están muy sanos. Venga dame un beso.
**
Luam
cuando cuelga sube a su habitación. Al día siguiente será su primer día de
clase. Anda algo nerviosa, esa rigidez de las miradas; esa neutralidad de los
aromas de las flores; esa brisa que no eclosiona el roce de las ramas. La
facultad se encuentra cerca de donde vivía. Al menos no tenía que coger algún
medio de transporte así conocería mejor la ciudad. Se desnuda y, agotada, se
mete en la cama esperando que dulces sueños le presagiaran un buen día.
Sale
de la pensión con los primeros rayos del día. Luam tiene miedo a perderse pero no es así. Pronto da con la facultad. Un
edificio antiguo y enorme con un exuberante jardín. En esa explanada gigantesca
de césped hay cientos de personas sentadas y recostadas. Ella está tímida,
nunca había visto tanta reunión de personas. Sube sin preguntar a nadie por
unas escalinatas: la puerta principal y, allí, pregunta al portero por su
aula. Cuando entra en el aula se queda
asombrada, es gigantesca y no puede calcular el número de personas que hay allí
dentro. Se sienta como una más, de pronto el profesor por la puerta de abajo
entra. Se pone delante de la pizarra y empieza a dar la lección. Luam no se lo
puede creer, su bolígrafo y su mano no van al compás de las explicaciones, se
atasca. En conclusión, aquellos primeros días de clases son un caos. Sus
apuntes son un verdadero desastre.
Al principio se siente
sola pero a medida que las semanas van pasando va cogiendo confianza con sus
compañeros: saludos, cortas conversaciones.
Así conoce a Águeda. Una flacucha de nariz ganzúa y de rasgo más importante su simpatía. Ella es la primera que tomo confianza con Luam. Es una chica muy graciosa. Con ella Luam comparte
sus apuntes, poco a poco edificando
aquello que tienen que estudiar para los exámenes.
Águeda, muchacha de
alta sociedad pero carácter humilde va creciendo su amistad con Luam. Tal, que son
inseparables. A Luam le hace mucha gracia pues le gusta burlarse de los demás
cuando estan en plena clase.
–
Mira, mira
a ese ..- dice cuando la concentración de Luam era enteriza del maestro- parece
un gusano que esta excavando nuestra tumba para esos exámenes finales. Sabes, hay
demasiados alumnos y por lo tanto hay que eliminarlos, hacerles que pierdan
todo el entusiasmo. Por lo que no le tengas miedo, ya verás que nosotras
estudiando aprobamos.
Esta seguridad de Agueda se implanta en Luam.
Aquello es muy positivo para ella porque si otros van abandonando, ellas
seguían. Luam decide un día invitar a Águeda a la pensión para que así
conociera a sus amigos.
**
En el pueblo la
oscuridad es una llamada a la noche. La paz que se vive allí era algo
indescriptible, como pluma que cae y no emite ningún chasquido, solo, los
grillos son viandantes de aquel pacífico lugar. Gueda como todos los
pueblerinos se halla durmiendo. Está acostada en su cama como servidora de los
sueños. Pero esa noche el sueño de Gueda se convierte en fatalidad. Una sombra
azul se va dibujando arriba de ella y poco a poco penetrando entre sus sábanas.
Algo extraño pasa, algo que la despierta y cuando ello sucede ve su cuerpo extendido
en el aire. Ella se asusta, un escalofrío va recorriendo su piel pero de
inmediato presiente el aroma de su marido. Siente un deseo ardiente de hacer el
amor con él. Su espectro la acapara toda.
-
¿Quién
eres tú?-pregunta Gueda con un gemido- Es acaso esto un espejismo, ¿qué eres?
Estoy despierta y si no lo estoy más quisiera estarlo.¡Despiértate cuerpo mío¡
¡Despierta mente mía y hazme de él¡
Ella no despierta por que ya está despierta. Es
su esposo que ha vuelto ante las amarguras de ella.
-
Por favor
aléjate de mi que tu ya no eres mortal sino invertido árbol de la vida.
Tras estas palabras el halo de luz azul en que
ella está envuelta toma un tono blanco y su cuerpo desciende hasta la cama. Así
la luz fue desapareciendo poco a poco. Al principio ella no se puede mover, no
puede creer lo que le había sucedido. Aunque ya sabía de espíritus que van a visitar a sus viudas. Examina todo su
alrededor: las sábanas están a ras del suelo junto a la puerta y la ventana
está abierta de par en par. Un aire gélido sube por sus carnes hasta sus entrañas.
Rápidamente se levanta de la cama y cierra la ventana. Después se sienta en su
cama fijándose nítidamente en la realidad. Una lluvia de pensamientos la
horroriza mezclada con lágrimas negras
entonando una llamada a su esposo difunto.
-¿Dónde estas? ¿Aun vives? Dímelo por favor. Yo
soy sierva de ti. Soy ese farallón en abstinencia de las mareas de la
felicidad. Dime donde andas. Hoy te he sentido. Te sentido igual que cuando
hacíamos el amor ¡Sueños rotos soy, sabes¡ Eres ese Mercurio del sistema solar
que parece muerto ¡Qué soy¡ ¡Qué soy¡ Inalada paloma sin la hoguera de tus
claveles en la nevada del amor, tal vez. ¡Amor¡ ¡Amor¡ Amor flamante como las
llamas verdes que arden en los montes. ¡Tú me engañas¡ Me engañas con esa
silenciosa visita y después desapareces por los lugares donde son desterradas
las esperanzas. ¿Estás aquí? ¡Contéstame¡ ¡Regresa¡ Que yo ante ti me arrodillo
y soy alas de mariposas que te quieren acariciar.
Arrodillada en el suelo rastrea toda la habitación. Quiere alguna huella
de él. Se tira en la cama y una y otra vez acaricia sus sábanas. Las oprime
contra su pecho, contra su nariz buscando su rastro. Una danza lunática se arrima a ella, una
danza con sus pies descalzos, una danza que la sumergía casi en el deliro.
-¿Acaso he pecado para que tú te conviertas en
manantial de mis sueños? ¡Si¡¡Si¡ Fui labio a labio de una mujer. Pero, solo
una noche. Esa noche fúnebre en el que la soledad y tu muerte me acosaban. No
se como fue. Una tentación que ahora no existe. Lo necesitaba. La necesitaba.
Pero he de decirte amado mío que mientras hacía el amor con ella en mis
pensamientos solo estabas tú. Imaginaba que ella eras tú ¡Perdóname¡¡Perdóname¡
Su
llanto enlazó un apagón de su grito. Para su danza desvariada y se pone un
vestido negro. Quiere salir de allí, salir de su casa donde el espíritu de su
marido se adueña de ella y correr a casa de Anne. Corre. Corre por las calles
del pueblo; por el cementerio que le revuelve
el estómago ante el terror; corre bajo
la sombra de la luna llena hasta que avistó la casa de Anne. Se apacigua pero
sin deshacerse de sus nervios. Se precipita en ella y toca. Toca y toca hasta
que una luz anaranjada indicaba los pasos graves de Anne.
¿Quién
será? Se pregunta Anne media dormida. Mira a través de su ventana y ve una
mujer tapiada de humedad y lodo. Enseguida reconoce a Gueda por lo que aprisa
abre la puerta.
**
En
la ciudad donde se halla Luam también la noche es presencia en esa condenada
habitación entre hormigón. A esas altas horas de la noche se dedica ella a estudiar
con el de vez en cuando escribir a su
madre.
Querida madre :
¡Qué
decirte de estos pocos meses que llevo viviendo en este lugar¡ Lo cierto que
estos montes son muy bien distintos. Aquí solo hay hierro, acero y cemento. Ay
, todavía no he logrado ha acostumbrarme. Ello no quiere decir que me sienta
mal. Me encuentro estupendamente aprendiendo de estas gentes y sumergida en mis
estudios, que es lo que importa. No tengo más nada que decirte. Solo, un fuerte
abrazo y mil besos.
Luam
P.D.
No te preocupes
Hasta las navidades
Hasta las navidades, esa es la despedida de Luam desesperada para
que el tiempo pasara lo más rápido posible y volver a encontrarse con su
querida madre. Después de releerla se sumerge en su cama hasta que el alba
fuera campanadas de su despertar.
Otro día, otra experiencia. Luam baja al
comedor temprano. No hay nadie. Se come un desayuno mediocre y sale disparada a
la calle. En el buzón más próximo hecha la carta y continua hasta la
universidad. Ya han pasado tres meses lo
que implica la proximidad de los exámenes de diciembre y el madurar de la
amistad. Son días sin clase. Todo circula alrededor de la biblioteca y alguna
duda superada en el departamento del profesor. Todos los estudiantes sobreviven
bajo ojeras inmensas y libros. El único objetivo es aprobar como recompensa al
esfuerzo. Ninguno de sus compañeros se
acerca a ella, solo, con el paso de los días un saludo captura a Luam. Ella
igualmente lo saluda. Luam se siente extrañada, nunca lo había visto. El se aproxima a ella y se sienta junto a
ella. Enseguida entablan conversación. El no es universitario, exclusivamente
venía a la biblioteca a leer. Luam se sienta encantada nunca nadie le ha
prestado tanta atención además no la molesta, deja que ella siguiera a su ritmo
en los estudios. Cuando el último
examen expiro a las afueras de la
universidad el la está esperando.
Luam
sale satisfecha por ese último examen. En su rostro se refleja lo bien que lo
había hecho, segura de si misma. El está radiante, con un traje que la confunde.
Cuando se encuentran la sonrisa estalla en una conversación.
-
¿Cómo
estas Luam?-dice el impregnándole un beso en su mejilla.
-
Bien.
Contenta por acabar el último examen. Aunque también estoy algo cansada. Este
stress…
-
Entonces
todo bien Luam.
-
Si.
Caminan por los
jardines de la universidad mientras las palabras van saliendo.
-
Sí. Los
exámenes son una cruz que nos deja helados. Pero yo supongo que tú, como buena
estudiante, vas a aprobar todo.
Caminando, caminando llegan a ese lugar donde él tenía estacionado el
coche. Abrió y el se sube en el de repente. Luam se queda media extrañada, no
sabe de su existencia.
- Ya me dejas. ¿A donde vas a ir? –
pregunta Luam media obsoleta.
- Dirás,
a donde vamos a ir. Te voy a invitar a comer a un sitio que yo tengo por
costumbre ir así repondrás tus fuerzas. Sube anda.
-¿A
dónde iremos?- dice Luam como hipnotizada, dominada por él.
Sin saber por qué él le presenta respeto o más
bien un cierto temor.
-
Pues iremos aun lugar que a ti te encantara. Solo en
tu pueblo no hay naturaleza. A las afueras de esta ciudad esta mi pueblo, donde
yo nací. Allí podrás comprobar que hay mezcla
entre lo bello del monte y el mar. Con ello te quiero decir que vamos a
un pueblo de pescadores donde se come muy bien. De acuerdo.
-
De acuerdo.
En el
transcurso del viaje por carreteras serpenteantes no comentan palabra. Ambos
permanecen callados. El, porque no tiene nada que decir y, ella, porque se siente
algo distante a él. No era una amistad igual que con la de Liam en la había
depositado toda su confianza. Pasan del cemento a la aridez de la tierra donde
solo unos hierbajos crecen, de la aridez de la tierra a medida que iban
ascendiendo a una vegetación más exuberante, más verde. La humedad y el olor a
naturaleza salvaje activan los recuerdos de Luam y la presta a una cierta
añoranza por su tierra. Después descienden hasta la costa. Una costa abrupta
donde el mar sereno es de un tono olivino. Se trata de un pueblo pequeño como
los de su isla pero con la diferencia que la mano humana en masas es paso.
Aparcan en
la avenida y bajan. Anduvieron por ella hasta llegar al bar que él le había
dicho. Es un bar de mala muerte, con olor a tabaco negro y vino. Solo hay
personas ancianas jugando a las cartas.
El
le dice que lo sigua. Suben por una escalera de caracol hasta una segunda
planta. Allí, en ese apartado del bar, se encuentra una mesa de billar en el
centro y alrededor de gente desagradable
para Luam. Ella se sienta incómoda, decepcionada. Creía que la iba a llevar a
un lugar más íntimo para comer. Él, sin
más, se pone a jugar con aquella extraña gente olvidándose de Luam. Luam en sus
pensamientos solo desea que termine para salir de allí. Una hora después acaba y escaleras abajo se
ponen ante el mostrador del bar donde la invita a un simple bocadillo. Luam no
entiende nada, la prisa de él para que termine, se halla como desesperado. Totalmente con la desilusión de ella y el
apuramiento de él toman de nuevo la carretera.
-
¿A dónde quieres ir Luam?
-
A mi casa por favor.
-
Pues vamos
para allá- dice el sonriente.
Llegan a la pensión con la tarde caída.
-¿Puedo subir Luam?
Luam al principio no sabe que contestar. Era aún un extraño para ella
pero la ingenuidad se apodera de ella.
-Si, puedes subir.
Ya dentro, él, muy cómodo, se sienta en la silla que está junto a la
ventana. Sus ojos parecían que se van a salir de su orbita de la manera que
observaba todo. Se detiene incluso en cada movimiento que hace Luam.
-¿Quieres que te prepare una cena Luam?
-La verdad que no tengo mucho, solo unas papas, salchichas y huevos.
-Con ello me basta. Verás lo exquisita que es mi tortilla. Sabes, soy
buen cocinero.
Cuando la cena está lista se
sientan en la misma mesa que Luam estudia. Allí disfrutan de ella. Más bien
quien disfruta fue él, Luam se siente incomoda. Hay algo que no le gusta ¡Ese
extraño¡ No sabe nada de su vida. Cada minuto que pasa se encuentra más tensa .¿Y,
ahora qué? Se irá. Se pregunta ella.
Para su sorpresa cuando hubieron
terminado de cenar saca de su chaqueta un pequeña botella de vino, coge dos
velas que tiene Luam en el cajón y las enciende. Descorcha la botella e invitó
a Luam a que tomará un trago. Luam obedece, se toma un pequeño vaso de vino.
-
¿Luam te
gustan los chicos?
Luam ante la pregunta se queda
estupefacta, no llega a su entendimiento, tanto, que no sabe que responder.
-¿Qué quieres decir
con ello? No te entiendo.
– No se, es como te siento tan fría.
-¿Fría yo? Que va. Es
mi carácter. Que te hace pensar eso.
-Yo opino que a ti no te gusta el sexo
masculino-dice él contundente.
- No, a mí si me gustan los hombres ¿Por qué me preguntas eso?
El se aprovecha de ese pudor de pueblo, de su humilde inocencia.
-
Desnúdate.
¿Te gusto yo?
– No. No me gustas tú y no me pienso desnudar.
- Bueno Luam. Perdona por mi
impertinencia. Como sabes soy masajista. ¿Quieres que de un masaje?
– Bueno lo del masaje lo acepto pero más allá de
ello no.
El se acerca hasta ella y cogiéndola con la delicadeza de una flor la
empuja con suavidad hasta la cama.
–
Desnúdate – fría y
dominante es la tonalidad de él.
A Luam le cae como un jarro de agua fría.
Su ingenuidad e inocencia la sitúa en una cuerda floja: no quiere que el piense
que le gustaban las mujeres.
**
- Pero Gueda estas
pálida y mojada. ¿Qué te ha ocurrido?- dice Anne asombrada.
- ¡Algo terrible
Anne¡ ¡Algo muy terrible¡
Anne enseguida la invita a pasar y
corriendo va a por una toalla para Gueda.
-Cuenta mujer.
Cuéntame Gueda lo que te ha ocurrido que en tú rostro veo otra vez témpanos de
hielo. ¿Qué catástrofe te habrá pasado para a estas horas andar por estos
lugares?
Afuera las nubes forman una animada tormenta.
El viento no se sociega y una lluvia acompañada por truenos y relámpagos
estalla.
- Toma Gueda, sécate
con esta toalla porque sino te vas a resfriar. Ahora te traigo ropa limpia pero
antes encenderé la chimenea.
- Anne te lo
agradezco pero no hace falta. Tenemos que ir. ¡Tenemos que ir¡
El rostro de Anne es de no entendimiento.
Por su cabeza pasan miles de pensamientos ¿Le habrá ocurrido otra vez como
aquella noche de la muerte de su esposo? ¿A dónde quería ir?
-¿A dónde tenemos
que ir Gueda? No se de que me estas hablando.
-Tenemos que ir
allá, a la cima, donde las colisiones de los espectros protegen al vivo.
Anne la mira incrédula
sabiendo de qué se trata.
-
Pero, ¿por
qué? ¿Sabes lo que me estas hablando y pidiendo? No te entiendo. Anda, sécate.
-
¡No¡
Tenemos que ir. Hoy su espíritu me ha visitado. Estoy seguro de ello Anne.
-
¿A quien
has presentido? ¿Quién es esa alma que vaga aun en la tierra que osa tu
soledad?
Gueda lentamente se
desnuda, coge con benevolencia la ropa que le ofrece Anne y se la pone. Ambas
se acercan a la chimenea y se sientan en el suelo ante ella.
-
¡Era él
Anne¡ Ese esposo mío, ese amor mío. Aquel con el cual yo fui cumbre en el amor.
Ahora debemos ir a la cumbre para desquitarme de su aliento, de su alma que
vaga apenada. Para mi esto es una tortura Anne, pero , no me imagino lo que
será para él. ¡Por favor Anne¡
Anne está anonadada, el temor también se hace
presencia en ella.
**
Luam creída de que todos somos
benevolentes. Se quita la ropa y se tiende en la cama. El lentamente con aceite de almendra que ha
traído comienza a darle un masaje. Empieza por las piernas y lentamente va
ascendiendo hasta llegar a su cuello. Luam se siente relajada y algo tensa a la
vez. Pero todo lo que es mal intencionado se rompe. En un descuido de Luam
cuando le daba masaje por sus mulos pasa su mano por su clítoris.
-
Dime. No
sientes nada.
-
No. Nada-
dice Luam media asustada pero conservando su tensón- Quita la mano de ahí.
-
¿Cómo? No
me digas que no sientes nada. Acaso, ¿no te gustan los hombres?
Luam impetuosa se levanta y se desquita de esas manos
grasientas con un grito.
-
No, no
siento nada.
Deprisa se pone la ropa ante la mira perpleja y obscena de él.
-
Bueno,
será mejor que me vaya.
-
Si, será
lo mejor. No te quiero ver más.
-
¿Qué pasa Luam?
Por qué te pones así. Hacer el amor es normal.
-
No me
digas…Me das asco.
Él se queda sin palabras, no
sabe que artificio idear para convencerla de que ella no era normal.
-Bueno. Será mejor que me marche. Otro día nos veremos. Recapacita.
- No, no me menciones la palabra ver. No te quiero ante mis ojos más.
Solo intentas aprovecharte.
Se larga con un portazo. Luam tras el
se sienta en su cama y es llovizna de lágrimas que colisionaban en su pecho
¡Como se pudo dejar engañar¡ Al menos ha aprendido algo, algo sobre los
hombres. Acelerada va al baño y se da una ducha. Se estrega fuertemente con la
esponja, tal, que no quedará restos de él. Rastros de ese insensato, de esas
maneras de tratarla como si ella fuera solo un puro objeto de sexo. Después de esa ducha desesperante se acuesta
como entrega del sueño y evasión de lo que ha vivido. No puede dormir, el olor
a él todavía sigue acosándola ¡Mala noche tendría¡
**
Anne tendrá que salvar de nuevo de la
catástrofe que se avecinaba a Gueda. Se dirige a la cocina y le trae un vaso de
leche con canela caliente para a ver si su ánimo toma otra dirección y sobre
todo calmar sus nervios.
-
Si Gueda.
Iremos a visitar a esa anciana de la cumbre cuyo marido fue muerto entre
trincheras cuando la guerra, de hijos fallecidos por una extraña enfermedad.
Espérate. Voy a preparar el caballo para que nos sirva de norte en esta mala
noche.
Anne desaparece de la mirada de
Gueda. Se fue al cobertizo donde tiene su caballo descansando. A ella la idea de partir esa noche no le gusta
pues tiene a su caballo como una reliquia. Lo prepara y llamo a Gueda desde
afuera.
Gueda sale de la casa y ambas montan aquel
caballo en dirección a la cumbre.
**
Las pesadillas atacan a Luam. Tanto, que
casi se siente ahogar. No puede casi respirar, su corazón como su cuerpo parece
que se para. Se desquita de las sábanas sucias que aun le olían a él y de nuevo
se ducha. Después se mira al espejo, solo ve el reflejo de un cuerpo en
decadencia. Su mente está extasiada de remordimiento por haber sido convencida por
un rufián. El invierno hace más hincapié en ella. Está esperando con
desesperación que amaneciera y así cruzar el océano para volver a su tierra.
Seguro que esas vacaciones navideñas le ayudarán al olvidar.
**
Anne
y Gueda ascienden por ese monte sin saber bien a donde se dirigen. El caballo
las orienta. Cuando ya hubo desaparecida esa masa arbórea suspiran y ponen sus ojos fijos en la cima.
Esa cima donde la anciana vive. El
viento es silbo estremecedor, por lo que aunque no estuviera nevando la nieve
de los pinares se desploma encima de ellas. Al caballo le cuesta andar, ante ello,
se bajan y hundiendo sus piernas en la nieve caminan como puedan. No dicen
palabra, tienen que poner todas sus fuerzas en llegar. Aliviadas se quedan
cuando los pinares desaparecen y ante ellas nace una luz nítida que viene de la
cueva donde vive la anciana.
-Ahí esta la cueva-
espeta Anne con su mano levantada en dirección de la cueva
- Menos mal Anne. Ya
casi no puedo más. Este tiempo es terrible.
En su avance lento y palabras inexistente
por la intensidad del viento llegan a la puerta. Ya casi sin aliento,
extasiadas.
Anne toca en la madera dura y gruesa. Nadie
contesta pero insiste. Y nada. Por un instante el viento se casa con el sosiego
y sienten pasos detrás de ella.
-Anne. Tengo miedo.
Algo está detrás de nosotras ¿Será él?
-Qué dices Gueda. La
noche es oscura y tenebrosa dudo que hasta los difuntos salgan- dice Anne,
aunque ella sentía aquellos ruidos también.
A la par se vuelven.
No ven nada.
- ¿Qué paso
muchachas?
Una voz ronca y clara se aproxima detrás de
ellas. El impacto en sus corazones les proporciona pánico a ambas. No se mueven, se han quedado
paralizadas.
-No os asustéis. Soy
yo. Viraos. Os esperaba.
La calma lentamente vuelve en las dos cuando
se dieron cuenta de la anciana. Se giran y se encuentran con una encorvada
mujer vestida de negro apoyada en un bastón y bajo el brazo leña.
-Hace frío y se me
ha acabado la leña. Mientras os esperaba he ido a buscarla. Venga pasemos que
aquí fuera os vais a helar. Venga pasad,
pasad. No os quedéis ahí.
Anne quiere ofrecerle ayuda con la leña
pero piensa que mejor no, que sería una impertinencia y a la anciana
le sentaría mal. Abre la puerta. Una puerta que chirria a medida que ellas van
recibiendo más luz del interior. Pasan y
una atmósfera acogedora y cálida impacta
en el rostro de Anne y Gueda.
-Señora. ¿Cómo se
encuentra?
Anne enseguida se da cuenta de que comete
un error. La anciana no le iba a contestar esa pregunta. Es digna y vertical.
-Pónganse cómodas.
Sabéis, la noche es espuma sólida donde las almas no descansan y sobre todo de
aquellos que no fueron perdón de sus pecados o de aquellos que abogan por el
amor de sus seres queridos. ¿Son
molestosos verdad? Vienen con sus cadenas tórridas que nos empuja a un
acantilado percibiendo el lado oscuro de la realidad. Por cierto quien de vosotras
ha sido arrastrada por un espectro vagabundo.
Se sientan alrededor de una mesa redonda.
La cueva está decorada de máscaras seguramente echas por ella y un sin fin de
hierbas que le da al ambiente un olor especial. La anciana en el centro de la mesa
enciende una vela y pasa su mano por la tez de la dos mujeres.
-¿No os preocupéis?
Después de mirarlas fijamente durante unos
minutos se levanta. Trae a la mesa dos nueces vacías y unas hierbas. Con un
juramento va mezclando las hierbas en un mortero a medida que escupe y las
introdujo en las nueces. Cuando hubo terminado hace dos especies de collares
con las nueces y se los ofreció. Ellas se ponen aquel talismán que sirve de
sable ante todos los males como le explica la anciana.
-
Aquí
tenéis. Esta pieza elaborada por mí y con ayuda de espíritus benevolentes será
vuestro escudo. Os sienta bien. No le digáis nada a nadie. Es un secreto.
Sobretodo para aquellos que tienen fe en el amor eterno.
-
Gracias-
dice Gueda.
-
No hay
nada que agradecer mujer. Ya sabéis. Esto repele cualquier alma errante. Ya os
podéis ir, pero, antes de partir, os haré una proposición. No me miréis con
esos ojos tan bellos de asombro. Pasar aquí la noche. Esa albina gravilla fina
es traicionera y podéis accidentaros. Aquí estaréis seguras y, además,
acompañaréis a esta anciana que es tripulante de la soledad ¡ Mis días son tan
monótonos sin ellos¡
-
Si, como
no.
Salen de esa habitación que
da un aire fúnebre y entran en otra. Esta es como una especie de salón: con sus
paredes pintadas de blanco, una alfombra en el suelo de piedra y cojines esparcidos.
La anciana las invita a tomar asiento. Ella también se suma a ese círculo que
forman Gueda y Anne en el baile de la noche fría.
**
Liam y la profesora forman
unos lazos de amor infinitos. Un amor que los atempera con la dulce acaricia de
sus labios del blanco edredón a ras de la tierra. Poco a poco se sumergen en
esa laguna de los libros de esos países exóticos que tanto le gusta la
profesora. A ella le encanta leer en voz alta esas leyendas de antaño a medida
que Liam , hipnotizado, hace un esbozo en como podrían ser aquellos pueblos.
Esos dibujos después se los enseña a ella. Y, ella, maravillada por su arte le
da un beso en la frente. Un beso en la frente que corre hasta su cuello y de su cuello a su
pecho y de ahí, hacen el amor como aves en el aire del ensueño.
-Me quieres- dice ella mientras le besaba su vientre.
- Si. Te quiero. Eres ese coro de orquídeas que nacen en invierno. Me
estimulas. Me haces sentir feliz en este mundo donde la desgracia de mi madre
aprieta.
- Oh, amor. Tu tono de voz es como esos aferrados al halo de la
primavera. Te veo distinto, sabes. Más maduro.
Liam se queda asombrado
por esas palabras “más maduro”. El se nota su cambio, ya no es un jovenzuelo
que va a la caza de lo excéntrico. Se siente más calmado, más hombre derecho
con sus pensamientos vagando en su futuro, en el de su familia y en ese amor.
- Liam. ¿Qué te ocurre? Te has quedado muy pensativo. Ya se de lo muy
mal que te debes sentir por lo de tu madre. Pero, ya verás, todo pasará.
De repente ella le da un beso
en la nariz y se sienta sobre su pecho desnudo.
- Liam. Quiero decirte algo.
- Si, dime. ¿Qué es lo que me vas a decir? Te encuentro extraña.
- Porque no nos casamos en primavera. Esa primavera donde el bosque
parece encantado por las flores que engendra.
Liam se queda sin aire. Da un
brinco que hace que la profesora se levante.
-¡Casarnos¡ Soy pobre además seríamos el hazmerreír del pueblo. ¡Qué
dirían¡ Nos marginarían. Nos mirarían…No se como nos mirarían, ni quiero
saberlo. ¿Cómo se te ocurre…?
- Estoy hablando en serio Liam. El dinero no es problema ya verás que
de tengas una responsabilidad ya conseguirás trabajo. Y, lo que opine la gente
, me importa un bledo. Déjalos que hablen si se divierten. Los enamorados somos
tú y yo. A quien le importa nuestro amor. Solo a ti y a mí. No puedes vivir
pensando el que dirán ¡Qué mas el que dirán si somos felices¡ Ya se
acostumbrarán. Abrázame.
Se abrasan con la libertad de
un beso, rompiendo todas esas cadenas del que dirán. Liam en sus adentro es árbol que nace. Se
siente seguro, recto. Por que no casarse si quería a esa mujer. Sabe que el
apoyo de todos los del pueblo no lo conseguirá, pero siempre habrá alguien que
le abrirá las puertas. Solo es cuestión de probar y haber lo que pasa. Está tan
dichoso con ese amor…
**
La anciana las mira,
desenterrando así todas esas punzadas de mugre que poseen Anne y Gueda. Ellas
no lo sospechan. Están maravilladas por las pinturas impregnadas en las
paredes. Pinturas que la anciana había realizado con unas suaves pinceladas
cuando el arte es llamado por la soledad. En su arte se nota la influencia de
la naturaleza que giraba alrededor de ella y la muerte de sus seres queridos.
Una combinación que da lugar a unos símbolos que para la anciana tenía mucho
que decir.
-
Os lleváis
muy bien por lo que puedo ver. Noto ese
trabajo en común en vuestro mañana. Quizás, montañas de flores que prenderéis
para agazapar de la buenaventura. Seguid
así.
-
¡Trabajar
juntas¡- entona Anne asombrada – No lo hemos ni pensado. Por ahora lo que
hacemos es acompañarnos cuando algún problema llama a nuestra puerta.
La anciana se levanta y se dirige a donde
están ellas sentadas.
- Dejadme un sitio
entre vosotras que hace tiempo no soy calidez del ser humano.
Anne y Gueda se dividen
para que la anciana cayera entre ellas.
- Gracias
muchachas mías. Sí, si os uniréis.
Porque os necesitareis con el paso de
las estaciones. Aquí arriba el dinero no es fuente para la existencia, pero allá abajo si es
necesaria para el logro de vuestros sueños, para pasar la vida sin necesidad.
-No es que quiera
meterme en su vida. Pero debería bajar al pueblo a vivir. Aquí está tan
apartada de todo. Podría sucederle algo- dice Anne preocupada.
- ¿Para qué? He
perdido un hijo por un voraz traidor, he perdido un marido por valiente. ¿Qué
me queda? No. Al pueblo no iré. Aquí tengo todo lo que necesito. El rememorar
cada instante aquellos de que me quisieron.
- Y, si se pone
enferma.
- No. No me pondré
enferma. Yo lo se. Como se afronta la vida cara a cara hay que afrontar la
muerte y cuando me llegue me llegó. No temo a ninguna de las dos, ni la
enfermedad ni la muerte. Mi mente será capaz de atravesar cualquier obstáculo.
Pero, venga, venga. No os preocupéis por mí.
Para que, he perdido un hijo por el voraz traidor. He perdido un marido
por él querer salvarnos de aquella fiebre, que más puedo querer. Aquí están
todos sus recuerdos. Viene a mí ese día cuando en la albura del amor éramos fluir
de estas paredes después de los primeros rayos solares, acudíamos a nuestras
tierras, donde el arar y el cultivar era rito de todos nuestros despertares con
el desprender de esas cabras por las laderas al compás de nuestros silbidos. Ese día, impredeciblemente, una fiebre
malévola ataco a al pueblo. De silbido a silbido iban pasándose la infortunada
noticia a cada uno de los vecinos de este lugar. Mi hijo y él bajaron al pueblo a prestar
ayuda pero, aquello, fue nefasto para ellos, fueron contagiados, encerrándolos
en fosas eternas y, así, apartándolos de mi vida. Me trajeron sus cuerpos:
sudorosos, fríos. Mis acaricias quedaron desterradas, no sirvieron de nada a
igual que mis infusiones y cáscaras de nueces para desorientar esos espíritus
malignos que querían llevárselos de mi lado.
Pero, dejemos mi vida, la oscura y airada noche está dando paso al
amanecer. Os veo tan cansadas. ¿Queréis una infusión? No os podéis negar, ella
os reanimará y hará bien para vuestro largo camino.
Anne y Gueda asienten. La anciana se levanta
de entre ellas y sibilina sale de aquel habitáculo para ir a su cocina. Allí,
con el prender de la leña hace hervir el agua en una especie de tetera. Poleo e
hinojo le pone y vuelve de nuevo a donde ellas se encuentran. En tazas de barro se sirven y con la calma
que ofrece la anciana sorbo a sorbo se la van bebiendo.
**
Como se divierten Liam y la profesora. Se
visten con sus ropas de invierno y salen afuera para dejar que la tierna nieve
les cayera encima. Corren, saltan: dos golondrinas en su círculo de amor en el
amanecer.
**
Luam se levanta con la lluvia de jazmines
helados impactando sobre la ventana de su cuarto. Está algo renovada después de de la tempestad
de pesadillas de la noche. Se viste, termina de preparar su maleta y baja
al comedor. El desayuno le espera y con
el esos dos hombres que había conocido el primer día. Allí está Bautista
recitando un poema. Luam al principio se siente un poco tímida al entrar pero,
Sebastián le hizo señas y paso.
Oh dulce flor de mis inviernos
Soy invernar en la
penumbra azul
De los casquetes
polares de tu cuerpo
Cuando ese despertar
no es clamor de tú pletórico beso
El beso de un
enamorado
En el alba
ígneo decayendo entre tinieblas
¡Qué desafortunado
soy ¡
Como marginado amante de tus bellezas
¡Oh amada mía!
Ayer me amaste con
álgida acaricia
Hoy eres regimiento
de puñales
Sonámbulas en mi
corazón
Así
termina Bautista sus versos, con la emoción de Luam y la ira de Sebastián que
no se corta para insultarlo, para escupir en su cara lo que el siente.
-
Sabes
Bautista. Estoy harto de tu poesía. Búscate a otro al que puedas encauzar por
el río que tú suenas.
Al
terminar sus insultos Sebastian se levanta bruscamente de la silla y se va
dando un portazo tras de ellos. Luam entonces sospecha, sospecha de eso que le
decían en el colegió de los amantes del mismo sexo. Ella se le antoja la escena
algo cómica: esos hombres con esas corpulencias, con ningún rasgo que los
defina que son así. Luam se sentó
frente a Bautista como siempre, como si nada hubiese pasado.
-¡Que desgraciado soy señorita¡ ¡Qué
desgraciado¡ Siempre terminamos así cuando le recito un poema. ¿Qué hago yo
ahora? Yo sin el soy gaviota a ras de la nieve ¡Si¡, la nieve. Tan fría, tan
distante. Dividirme en dos. Eso es. Tener una especie de doble personalidad.
Una para mi intimidad cuando estoy solo
y otra para él. ¡Qué frío hace¡ No lo nota. Desayuna, desayuna muchacha. Yo ya
me voy. Que tengas una feliz navidad
querida. Por cierto, no te fíes del amor. A veces, es veneno que apresa tu
alma.
Luam
se queda sola en el salón. Desayuna pausadamente. El hecho anteriormente
ocurrido no le afecta para nada es más, parece que le está cogiendo cariño a
esa pareja. Al terminar sube a su habitación para echarle una ojeada a todo
antes de ver sus notas en la universidad. Fuera de la pensión la nieve se
expande por todas las calles. Se encuentra a Sebastián sentado sobre ella y
apoyando su espalda al edificio. Ello le produjo una gran lástima. Verlo así,
arrinconado, con sus manos rodeando las rodillas y su cabeza en el hueco que
dejaba.
-
Sebastián.
Entona Luam
impresionada pero, él, no contesta a su primer intento.
-
Sebastián.
Hombre. Contéstame.
Entonces, Sebastián levanta la cabeza y sus
pupilas se cruzan con las de Luam.
-¿Qué quieres
muchacha?
Contesta con el
amargo pesar que se cierne sobre su rostro y la pesadez de las lágrimas.
-Levántate hombre.
Se te van a helar los huesos. Te va a sobrevenir una enfermedad.
Ante las palabras de
Luam Sebastián se muestra indiferente volviendo a su posición original. Luam no
puede dejarlo así, algo la carcome por dentro. Un especie de remordimiento que
va introduciéndose por cada uno de sus poros y pensamientos. ¡Qué será de este
hombre¡, se decía, si lo dejo así. Por lo que insiste.
-
Vamos
hombre. Levántate. Por que no me acompañas a la universidad. Yo también me
siento un poquito como tú, engañada, parece que una espina se me clava. Venga,
anímate.
Luam se arrodilla y toca sus manos heladas
transmitiéndole todo ese calor que ella posee.
-
Venga,
Sebastián. ¿Vamos?
Sebastián ante esas palabras de empuje se pone
de pie sin dejar las manos de Luam.
-Luam. Me siento tan
triste. Pero, caminemos, caminemos.
Existe tal apatía en mí que hace caer en pozo de llantos.
Luam escucha sus
palabras, escucha su interior. Su cavilar busca algún remedió para alejarlo de
esa pena.
- Oye Sebastián, ¿qué sabes del señor que vive en frente de mí?
Nunca lo he visto y mira que me he puesto a mirar por la mirilla en mis ratos
de aburrimiento. Pero nada, como si no existiera.
-Si. Te contestaré a
ello aunque mis lunas están cegadas de tanto llanto en el día de hoy. Es un hombre mayor el que ocupa esa
habitación. Un usurero, mejor dicho. Dice la dueña de la pensión que tiene
cantidad de dinero y que guarda en su cuarto. Lo único que hace es vigilar sus
billetes y se ha vuelto tan huraño que ya no sale de su nido por si le roban.
Su mezquindad lo ha llevado a la enfermedad. No se deja ver por nadie solo,
cuando tiene que hacer el pago. Ella espera un día su muerte, ya está achacoso
y , así, quitarle todo lo que él posee y poder vivir una vida más tranquila.
Comprarse una casa apartada del mundanal ruido de la ciudad y dejar la pensión.
Esto, no se lo digas a nadie Luam.
Luam no sale de su asombro ante la historia
contada por Sebastián. Le disgusta esa persona que vive frente a ella pero,
también, no le agrada que la dueña de la pensión quiera quedarse con todos sus
ahorros.
-
Bueno,
para sincerarme. Ella a mi no me lo ha dicho directamente. Se lo he escuchado
en esos días de bronca con él. Por lo que le he entendido a ella le da rabia la
miseria de la pensión y que ese hombre tenga sus paredes bañadas en oro.
Secreto Luam, eh.
-
Si,
Sebastián.
Llegan al edificio
de la universidad. Sin más se hace silencio entre ellos. Luam por dentro está
cimbrando, parece que sus piernas no quieren avanzar pero con Sebastián se
encuentra más segura. Cada escalón que sube es similar a llevar dos botas de
hierro para ella.
-
Luam, te
encuentro pálida. ¿Qué te ocurre?
-
Serán las
notas.
-
Mira, la
vida hay que mirarla cara a cara. No dejes que unas simples notas te encharquen
tu hermosura. Se valiente.
Ya frente las notas
los ojos de Luam parecen que se eclipsan, solo ve hojas blancas con líneas negras, llantos y
alegrías de otros estudiantes. Sebastián no le dice nada, deja que ella se
recupere para que dé el paso. Luam
ataca, se decide. Después de mirar y mirar sus mejillas suben a un carmín y una
felicidad incontenible. Sebastián lo capta con celeridad.
-
Felicidades
Luam. El aprobar es un esfuerzo de superación a si mismo. Tú lo has conseguido
además, en los primeros meses. Esto implica que un futuro enriquecido te llama.
¡Atrápalo¡ Ya has dado el primer paso.
**
El cura
de un sobresalto se levanta de la cama, un estruendo atroz siente en la Iglesia. Sus ojos se desorbitan al
comprobar que una de las ábsides, donde está la capilla, fue derrumbe. Se lleva
sus manos a la cabeza y se tiro al suelo, no se lo podía creer, una nieve
malévola era asesina de ese techo con
ciento de años de antigüedad.
-
¡Dios¡
¡Dios¡ ¿Por qué me haces esto a mi? Esta casa de Dios está edificada por
nuestros antepasados en tú nombre. Ahora la calcinas con ese polvo blanco hasta
su destrucción. ¡Dime¡ Dime que hago yo ahora. ¡Yo¡ Yo donde el predicar de tu
nombre es diario. ¡Yo¡ Yo que no he faltado a ninguno de tus mandamientos. Me
abandonas y dejas en manos de un destino cruel tu hogar, mi hogar.
El cura se levanta.
Vuelve a su dormitorio. Se pone sus vestimentas
y sale veloz hasta la casa del doctor.
El doctor, que en esos momentos se
encuentra leyendo, oye un toque desesperado. Baja escaleras abajo con la rapidez
de sus pensamientos, ¿habrá pasado otra desgracia, otra muerte? No. Su cavilar
quiere dar negativo a esa idea. Abre la puerta.
-
¡Qué
horror¡ ¡Qué horror doctor¡ Una parte del techo de la iglesia se ha derrumbado.
Siento que la iglesia se muere y yo con ella. ¡No puede ser doctor¡ Es el
símbolo del pueblo. Toda la historia del pueblo se cobija en ella. ¡Vamos¡
¡Vamos doctor¡
-
Tranquilícese
señor cura. Deje que coja mi abrigo.
El doctor tras coger su abrigo se dirige con
el cura hasta el lugar del suceso.
-
Hombre. La
cosa no es para tanto. Ya verá que entre los hombres del pueblo este lugar
volverá a sonreír y, usted, también. Vamos, vamos que en mi casa le haré un
buen café para que vea las cosas con mayor claridad.
-
Entonces.
Usted creé que….
-
Si, señor
cura. Todo quedará como antes.
**
Luam y Sebastián salen contentos de la
universidad e hacen el mismo recorrido para la vuelta a la pensión. Luam
percibe que a medida que sus pasos los alejan de aquel recinto a Sebastián
arrumba de nuevo por la melancolía. Edificios sucios son mestizaje con la nieve y el silencio se intercambia entre ellos. Llegan
a la pensión y cada uno casi, sin despedirse, se va a su habitación, en el
comedor se verán de nuevo a la hora del almuerzo. Ese almuerzo que será especial, Luam se tiene
que despedir de sus nuevos amigos. Una
vez terminado de recoger sus objetos personales baja al comedor. Bautista y la
dueña de la pensión ya están sentados. Se extraña de que Sebastián no estuviera, pero no dice nada. Se sienta en
su sitio.
-Buenas tardes Luam-
entona Bautista con una ferviente sonrisa. Una sonrisa relacionada con lo
pasado en la mañana, como si todo se hubiera aniquilado. Está elegantemente
vestido, con un traje negro y el pelo hacía atrás por la gomina.
-Buenas tardes Luam-
dice también la dueña de la pensión- ¿Cómo estas muchacha? Hoy es el día en que
partirás a ese lugar donde las estrellas en la noche son pureza cristalina de
esa cúpula celestial.
- Buenas tardes a los dos. Sí, hoy estoy contenta. Otra vez veré esos
arroyuelos de mi tierra y el blancor puro de la nieve y , como no , a mis seres
queridos. En lugar de andar entre cemento andaré de nuevo por unas semanas, por
la naturalidad de sus pastos y de sus montes .¡Lo hecho tanto de menos…¡
- Un brindis Luam antes de empezar a comer.
Todos levantan sus
respectivas copas hasta lo más alto e impactan suavemente. Comienzan a comer. Luam
se halla algo apagada por la ausencia de Sebastián. No está ese hombre tristón.
¿Qué le pasará? ¿No había echo las pases con Bautista? ¿Otra vez se encontraba
en el mundo de la desdicha ¿, piensa Luam . Al acabar, como siempre, Luam sube
a su habitación, atenta de que el inquilino de al frente saliera. Pero, nada,
ni rastro de vida. Coge su equipaje y se va. Otra vez, Sebastián, está fuera de
la pensión.
-
Sebastián,
Sebastián. Oh, pobre Sebastián. Pero, que haces otra vez aquí.
-
Sabes
pequeña. Estoy aquí sentado porque mis sueños han sido aplastados. Luam
escúchame.
Se hizo un silencio y después Sebastián recita un poema.
El águila de mis
oteros rechaza estos nardos
Conquistados por el lustre de mi mistral para su belleza.
El águila de mi cuero es luna hueca
Donde el helar de mi júbilo
Es briznar con las brasas de sus
oscuridades.
Yo lo ame,
Como aquel amante de mis juegos primaverales,
Donde el jugo de los claveles son magia de las nieves,
Ellos renacen cuando su candor aclimata este adormecer
Sobre su pecho de bronce boscoso.
El, el más querido por los timbales de mis océanos
Ahora me desmemoriza de sus acaricias
Con esas olas someras acosando el germinar de mi paraíso
¡El paraíso laguna de dos aves tropicales¡
Que triste es hoy mi oda querida amiga,
Que triste son estas notas
Sobre casquetes incendiados.
No se si ser de nuevo golondrina sobria
En la deidad de su aroma
O ser espaldas de su atuendo de azucenas,
Cuarzo de mi pureza
Y volar, volar por el olvido.
A Luam le salen algunas
lágrimas ante aquel poema, unas lágrimas que también son acompañadas por ver a
ese hombre de la misma forma que en la mañana. Luam se aproxima a él y
desenriza palabras de ánimo.
- Vamos Sebastián. Que tu poesía en bien hermosa y me llena de
nostalgia. Una nostalgia extraña. No me preguntes. Prefiero guárdamelo para mi
el tipo de nostalgia. Levántate y acompáñame hasta el puerto No te puedes
quedar ahí amigo mío.
Sebastián la miro, la miro con esa distancia de herido amor. Se levantó
y le hablo aturdido.
-
No Luam.
No puedo irme y dejar aquí ese gavilán de mis pasadizos del amor. Tal vez, de
un momento a otro, su sombra corra otra vez por mis venas y volvamos a nuestro
culto al amor. Date cuenta en la época que estamos. Todo se perdona. Yo a él lo
quiero y se que él también me quiere a mi. Ya se le pasará.
Luam comprende sus palabras. Ella no sabe nada de ellos, de esa
relación añeja. Sebastián la convence de que aquella tempestad pasaría.
-
Vale. Te
dejo. Que pases unas felices fiestas.
Entonces Sebastián se levanta y coge su maleta.
-
Qué haces
Sebastián. Nada, te acompaño al muelle.
Sebastián lleva a Luam hasta su
coche y , allí , la invita a subirse.
Sebastián conduce acelerado, como si se supiera de memoria todos los
semáforos, los pasos de peatones y los coches con los que se iba a cruzar. Los
sudores de Luam son desesperantes, no había visto conducir a nadie tan rápido pero,
menos mal, pronto, llegan al muelle.
**
Anne y Gueda sorben de esa infusión como
estimulante de la vida ¡La vida¡ Esa que nos retuerce y nos hace andar de nuevo.
La anciana está encantada, en sus ojillos se vislumbra una brisa de felicidad.
- ¿Cómo estará esa
hija mía?- los pensamientos de Anne se alinea en alta voz. Una voz que suena a
nostalgia.
- Suerte tienes tú,
querida mía. El mío bajo tierra no podrá nunca abrazarme. ¡Abrazarme¡ Oh , su
calor , su aroma…- suspira la anciana – Mi jubilo de cuando lo veía para atrás
y para delante es ahora hojarasca. Soy mujer invierno, este invierno que ahora
nos azota y con el puedo escuchar la profundidad de su voces. Le escucho decir
cuentos, aquellos cuentos que yo le contaba cuando era pequeño y yo le respondo.
Como era el final madre. Anda cuéntame el final y, yo, se lo cuento. Aquí en mi
intimidad, en mi soledad. ¡Mi hijo¡ Un llanto sale de mi alma, un llanto que
nadie comprende.
Anne
ante aquellas palabras se siente arrepentida por el error que ha cometido. No
tuvo que nombrar a su hija. La anciana suspira. La anciana llora por dentro. Se
hace un silenció súbito que incomoda a Anne.
-
Lo siento.
Siento haber sido navaja que toca las heridas que posees. Quizás, no tenía que
haber dicho nada. ¡Me culpo¡ De haber tenido un mal comportamiento ante tu
hospitalidad. Es imperdonable para mí.
-
No. Tú no
has tenido la culpa. No te atormentes por haberme motivado algún recuerdo. Yo
siempre lo recuerdo. Ahora, lo que siento, es paz y sosiego. Esta pena que
llevo en mi interior me lleva a ello.
-
Bueno, nos
tenemos que ir- dice con cierta tristeza
Anne.
Mientras ellas desatan el caballo la anciana
les narra una historia que implica su vida.
- Sabéis mujeres.
Existió una vez un pueblo. Un pueblo frondoso. Donde sus montes eran esplendor
con el cotidiano fluir del río y la lluvia. Donde la siembra era paisaje bello
para aquellos que vivían en lugar. Siempre tan
exuberante. Siempre subsistencia a sus vidas, a la felicidad de aquellos
lugareños. Era un lugar su vida era extática, de aguas doradas cuando el ocaso
era anuncio, de aguas cristalinas cuando esa bola de fuego era bandera ondeando
en lo más alto. Todos madrugaban. Los gallos los erguía para el continuar de
sus labores. Había que aprovechar las primeras horas de la mañana donde eran
presos de sus arados, de sus recolecciones, del ir y venir del mercado para
dejar sus mercancías. Sí, había que
aprovecharse de la fresca. Es decir, llevaban una vida placentera vinculada en
ese valle que los apartaba de la mundanal ciudad y todo lo que ella conlleva:
prisas, horas marcadas, contaminación. Allí, no se conocía a algún lugareño que
llevara reloj. Pero llego ese día. Ese
día en que la sequía se fue tragando sueño por sueño. Pereciendo cada parcela,
marchitándose todo. El río, no quiso entonces ser más nutriente de aquellas
tierras, de aquellas gentes. El también
se estaba secando. Tanto, que fue pesadumbre de su trinar diario al no sentir
el agua de la vida sobre su cuerpo.
Entonces, decidme muchachas, que hacer cuando aquello es felicidad de
vuestras vida, se pierde. Podían irse. Pero, ¿a dónde? No tenían a donde ir y
además estaban muy arraigados aquella tierra.
Por ello, un día, todo aquella gente se reunieron en ese lugar donde el
río tenía gemido más grave. Comenzaron a excavar. A excavar el río con el gran amor que sentían. Quería que él
también fuera sepultura de ellos. El río al notar aquello les hablo “Gracias
amigos míos. Gracias por cavar en mí vuestra sepultura. Pero yo no quiero ser
fosa común. Queréis morir conmigo. Pero, yo, aún no he muerto, aún soy sol de
vuestro fruto, aún soy vena que a través de la luna llena correteará por vuestros campos. Esperar que ella llegue. Ya veréis que de mí
corazón latirá de nuevo y seré agua de vuestras acequias para que riegue
vuestras tierras. No os enterréis. Esperar, esperar el despertar de la luna.”.
Todos se quedaron quietos, inmóviles ante las palabras del río pero, después,
continuaron, querían terminar aquella tumba que llamaban la gruta del río.
La
anciana acaba ahí el cuento, tal vez, porque ella se siente así por la pérdida
de sus seres queridos. Anne no se queda conforme, antes de partir con Gueda quiere
saber el final.
- Y que paso. Se
enterraron vivos ellos.
La anciana se quedó
pensativa en si le contesta pero, al final, sigue narrando.
-
No. No
murieron por poco. Cuando ya estaban dentro de aquella gruta de las paredes
comenzó a salir agua. Agua que parecía un milagro para aquellas gentes que ya
estaban casi deterioradas, muriéndose de hambre y sed. Con sus pocas fuerzas se
levantaron y salieron a fuera. Comprobaron que tal como les había dicho el río
llovería en noche de luna llena. Adiós chicas. Que tengáis buen viaje.
Se despiden con un
fuerte abrazo, un abrazo que acaricia la gran amistad, la complicidad. Toman al
caballo de las riendas y comienzan a
descender. Todo aquel paraje con las luces del día goza de un gran esplendor,
de silencio, la mezcolanza entre lo
verde y el puro alba de la nieve con algún pájaro de la cumbre revoloteando al
ritmo de sus pasos.
–
Hoy me
siento mejor ....- dice Gueda en su descenso.
El pájaro de la cumbre las acompaña hasta
ese lugar donde los pinares se extinguen y pasan a un boscaje más tupido. Otra
naturaleza fundiéndose con viñatigos y verodes que hacen desaparecer la pinocha
tapada por ese manto blanquecino.
En ese instante, allá, en el pueblo, todos
rápidamente se han levantado al sentir el grito de la campana de la iglesia. Ya
la iglesia está siendo reparada bajo la batuta del cura. El médico, aunque,
aquella situación era delicada, piensa en su amada. No la había visto y le era
raro que no hubiese acudido al pueblo con la llamada de las campanas. Sabía que hoy tienen que recoger a
su hija pero el quiere verla antes íntimamente.” ¿Cómo estará Anne? Hace un día
que no la veo y mi corazón parece que muere. Por qué yo. Siempre yo, tengo
hacerme cargo de lo que ocurra en este pueblo”, pensaba él. Mientras las horas
pasan, se halla más desesperado, más caótico ante las órdenes del cura por lo
que coge un martillo y comienza a trabajar con los demás.
**
Liam
con el dilema de porque habrán sonado las campanas más aquella boda que quiere
la profesora se dirige a su casa. ¡Como se lo dirá a su padre¡, que pensará de
ese enlace tan precoz con una mujer mucho más mayor que él . Tiene miedo pero
al mismo instante desea destapar ese amor oculto.
- Hola padre- dice Liam
cuando entra en su casa.
- Que pasa hijo. Hoy
llegas más tarde de lo normal. No se. No se. De la fuente de tus ojos se mana
un misterio. Dime, ¿qué es lo que te pasa?
Liam se acerca a su padre. El se halla junto
a su madre por lo que coge un banco para sentarse frente ellos. Comienza a
respirar hondo. Se hacen unos instantes de silencio para después arrojar todo
lo que tiene tramado en su mente.
- Padre, en la
primavera me voy a casar. Si, en esa estación cuando la nieve se retira y de
nuevo renacerán las flores y las aves.
El padre al principio no entiende lo que su
hijo dice. Se levanta y le da la espalda apoyando sus manos contra la pared.
- Casarte. ¿Has dicho casarte, no? Con quien. Tal vez, con la profesora.
¡Es ella¡ Dímelo, porque Luam no puede ser.- su voz es dolida, no entiende la
relación de su hijo con aquella mujer.
-Si padre. Es con ella. Yo la quiero. Me ha enseñado el por qué somos
hombres, el por qué somos felices por poca cosa. Si la felicidad. Me siento
feliz. Ella es mi amor. A lo mejor para ti es duro pensar en ello porque ella
es mayor que yo y aparte de ello de un nivel cultural y social más alto. Pero,
ella, es tan humilde, tan sencilla, tan sincera que con ella he aprendido lo
que sientes tú por madre. Por ello, me debes comprender a mí.
El padre se vuelve y se acerca a
él. Pone sus manos en sus hombros.
-
Pero hijo.
¡Hijo¡ ¡Qué dirán las gentes del pueblo¡ Casarte con una desconocida.
-
Que más da
las gentes del pueblo. Al principio hablarán después se olvidarán. Aquí lo que
importa es mi gran amor por ella, su gran amor ella por mi. Borra de tu mente
todo lo que está transcurriendo en estos momentos.
- Somos tan pobres hijo…
-
Y que más
da padre. No impidas la unión por esas estupideces. En el amor no se mira el
dinero.
El padre se aparta del hijo y
se acerca a su mujer. La coge por la barbilla y en baja voz comienza a
hablarle.
- Mira querida mía, la pasión de tu hijo. Observa su amor. Un amor
extravagante para las gentes de esta tierra. ¿Qué opinas? Tal vez, tú no lo
esperabas igual que yo. Pero, ya vez, es vertical en su opción.
- ¿Qué opinas padre? Padre. Padre.
- Si, ya te escucho hijo. Solo quería saber si con tu noticia daba
alguna señal de despertar. Pero no, aun sigue así. Me siento viejo. Me siento
cansado. Has lo que quieras. Yo no soy quien para opinar sobre tu mañana, ya
eres mayor de edad.
- Lo siento padre. Lo siento. Pero es el amor. Verás que todo saldrá
bien y todo en esta familia cambiará.
- Iré hablar con el señor cura. Por cierto hoy han sonado las campanas
de manera extraña, así me entero de lo sucedido. Quédate con tu madre.
El padre coge su chaqueta de lana y se va.
Le parece raro que todo estuviera desierto a medida que avanza hacia el pueblo.
Incluso, en las calles, no se ve a
nadie. De pronto descubre el eco de los martillazos y montón de gente
congregada en la plaza del pueblo. Comprende a lo lejos que hoy no podría
hablar con el señor cura pero, de todas maneras, se acerca para ver lo que pasa.
**
Cansadas y extasiadas
llegan Anne y Gueda. Tan agotadas de fuerzas que lo primero que hacen es ir a
beber agua y dejar al caballo descansar en la cuadra.
- Vaya día. Vaya día Gueda. Y todavía tengo que ir a buscar a Luam.
¿Cómo andará mi pequeño gorrión? Siento tantas ganas de verla. Pero me extraña,
no he visto señales de vida del doctor y se suponía que ya tenía que estar aquí
para que me lleve.
Menos mal que la chimenea
mantiene la casa caliente. Se quitan las ropas y se duchan. Tranquilamente
mientras esperan la llegada del médico comen algo, algo con que rellenar sus
estómagos vacíos.
**
El médico cuando pudo y ve que el cura
está entregado totalmente a la obra se escabulle sin que nadie lo vea. No puede
faltar a la cita con Anne. Anne a la que ama tanto, con la que pierde la noción
del tiempo inmerso en sus pensamientos. Arranca el motor, con el ruido que hay
nadie se enteraría. Toma dirección a casa de Anne que hoy le costará llegar por
la nieve aunque el camino lo hubiesen limpiado. Un monumento natural va introduciéndose en el a igual que las
prisas por llegar a casa de ella. Ese blancor sereno, los rayos solares que da
la fuerza de continuar, ese amor que le espera.
Anne lo avista desde la
ventana.
-
¡Allí
llega¡- da un grito de alegría.- Allí llega. Ese amante mío. Ese hombre que
forja de luz mis horas de soledad. Ese hombre cuyas palabras son recuerdo en mi
memoria. ¡Lo quiero tanto¡ Que no se lo que haría sin él. Tú, quizás, aun no me
comprendas.
-
No Anne.
Yo no seré más amor. No seré más ese salón rojo donde los latidos de los
corazones anuncian la acaricia de los enamorados, el calor de dos cuerpos que
al unísono se aman.
**
Sebastián antes de llevar a Luam a la zona de embarque para en el
mercado que está situado en el mismo muelle. Es un mercado antiquísimo, del
comienzo de la ciudad. Invita a Luam a bajarse para ojearlo por unos momentos.
-
Vamos Luam.
Quiero que veas lo más bello de esta ciudad.
Luam se baja del coche
junto Sebastián y comienzan a caminar por aquel apartado lugar de la ciudad. Se
meten en el mercado donde la diversidad de las flores le da cierto encanto
personal.
-
Bueno, Luam.
Esto es lo que más me gusta de este mercado. Sus flores, vienen de todas partes
del mundo.
Inesperadamente Sebastián desaparece mientras Luam
nutre a sus ojos con esas preciosidades. Luam al principio se preocupa,
quedarse allí sola, desorientada pero después se dice, se habrá ido a los
servicios. Al rato siente algo a su
espalda, ya con el aroma que insufla sabe que es Sebastián. Al volverse recibe
una gran sorpresa.
– Mira Luam. Son para ti.
-Es para mí Sebastián , es para mí .Oh, gracias.
Sebastián junto al ramo de flores es
pincelada minuciosa de un beso para Luam. Luam se emociona, se sonroja, salta
de la gran alegría que le había dado.
-¿Por qué Sebastián?
Sebastián a su pregunta le recita un poema en
voz alta.
¿Por que las gaviotas se rinden
en las espumas de la luna ¿
Será porque la amistad es acoplar de sus sentimientos
Cuando uno se pierde en las jornadas
Donde la cristalina mirada olivino del amante no contesta.
Tú eres mi amiga, cedro silencioso de mástil derrotado soy yo
Y, en ti, encuentro esa parte de él en mi andar por una pradera abisal
Donde solo me hallo. Solo predico mi agonía, mi desesperanza
Hasta el relucir de unos ríos de flores
Donde yo soy orilla ahora de ti.
Tú, eres como las flores sin ser amante.
No puedo ser acaricia de tus mejillas
Porque como pétalo frágil derruiría tu pureza,
Seríamos hurto de la realidad de nuestros sueños,
Destrozaría la razón de mi libertad.
Pero, como flor, te puedo respirar e
inspirar
Esa balada de la
angustia delicia de la paz.
**
El padre de Liam llega a su casa
después de esa imposibilidad de hablar con el cura. Allí se encuentra su hijo
atendiendo a su madre, dándole de comer.
-
¿Qué paso
padre? Has hablado con el señor cura.
-
No hijo.
Ha ocurrido un accidente en el pueblo.
-
¡Un
accidente¡
-
No te
alarmes Liam. Ha sido la iglesia. Tal vez, deberías ir a ayudar. Yo me quedaré
con tu madre.
-
No puedo
padre. Prometí a Anne y al doctor que iría con ellos a buscar a Luam.
-
Esta bien
hijo. Entonces, habéis quedado como buenos amigos.
-
Si, padre.
-
Puedes tú
seguir atendiendo a madre. Yo me tengo que preparar.
-
Desde
luego.
**
Anne sale a la puerta. Desde el coche el doctor la saluda. A Anne el
corazón parece que va salírsele del pecho.
-
Oh. ¿Qué
ha ocurrido? ¿Por qué llegas tan tarde?
El médico la besa con el irrigar de su
perfume en el cuello de Anne después, le tapa suavemente la boca con las manos
y le da un beso en las mejillas.
- Vamos Anne. Tenemos que irnos ya.
- Sí, pero espera.
Gueda está aquí. Anoche ha venido.
- Te espero aquí en
el coche vale.
Anne entra en la casa
mientras que el doctor se dirige a su coche.
-
Gueda
vamos a buscar a Luam. ¿Vienes?
-
No Anne.
Preferiría quedarme aquí. ¿Puedo?
-
Claro .
¡Como no Gueda¡
-
Haré la
comida, si no te importa Anne. Así tendréis algo para cuando lleguéis.
-
Esta bien
Gueda. Luam seguro que llegará bastante cansada y hambrienta.
**
Cuando llegaron a casa de Liam
se encuentran con la cosecha quemada por la nevada. Liam está en la puerta
esperando. El padre para despedirse de
ellos se acerca al coche.
-
Que le
pasa hombre, le encuentro mala cara. Cuando vuelva le echaré un vistazo- dice
el doctor en tono preocupado.
-
No tengo
nada doctor. Solo es que Liam se va a
casar.
Tanto al doctor como Anne les da
un sobresalto. Incomprensibles miran al padre de Liam. Ambos se interrogan en
su interior con quien se iba a casar Liam, si será con Luam.
-
¡Luam es
muy joven aún¡- entona Anne espantada.
-
No.
Vuestros rostros muestra sorpresa. Pero no es lo que pensáis. Se va a casar con
la profesora.
Tanto la madre de Luam
como el doctor suspiran de alivio pero, sin embargo, la noticia es una sorpresa
para ellos. Ya saben de quien se trata.
Liam no mira para ellos,
se siente algo avergonzado, no espera que la lengua de su padre desembocara en
una pedida de ayuda.
-
Opine
usted doctor. A ver si puede hablar con el muchacho.
-¡Qué dices padre¡ Yo se lo que tengo que hacer y la amo.
-
Lo siento. Pero yo no puedo opinar en esta
situación, es su vida. ¡Déjelo¡
- No se si usted doctor conoce
la historia. Esa historia donde dos amantes fueron guerra de este pueblo hace
muchos años. Ella era una mujer adinerada y , él, un pobre labrador de sus
tierras secas. Ambos fueron amantes, amigos. Un amor y una amistad que todos
querían que fuera rajada, destruida. Pero no fue así, ambos confesaron que
querían casarse y ser simientes de una nueva semilla para futuras generaciones.
Aquello fue una batalla, el único que no se opuso fue el párroco del pueblo. Y,
todos, con muchos respeto a este señor de la iglesia dejaron que los jóvenes se
casaran. Llego ese día de la boda. Los dos estaban radiantes. Un carruaje les
esperaba fuera de la iglesia ofrecido por el padre de ella. ¡Ese carruaje
nefasto¡ ¡Ese carruaje del engaño¡ Ellos al principio no caían en esa trampa
pero, el carruaje, fue llevado al centro de la plaza del pueblo. Todo el mundo
los miraba. Sin piedad. Con la mente
artimaña de pensamientos obtusos impuestos desde la infancia. Cuando llegaron
al centro de la plaza, ellos se extrañaron, pero no dijeron nada, sabían que
algo no andaba bien y más cuando vieron dos postes de madera. ¡Algo pasaba¡ Los
hicieron bajar. Ellos sumisos ya a lo que les esperaba se bajaron. En silencio
y con la mirada se juraron amor eterno hasta la muerte. Se acercaron varios
hombres y los llevaron hasta los postes. Allí los amarraron. Ellos sin decir
palabra. Cara a cara con la muerte. Los desnudaron y los dejaron así hasta que ellos hicieran
caso al arrepentimiento. Eso imaginaba
el padre, que se arrepentirían. Pero, no. No fue así. Murieron de hambre, sed y
frío.
- No hombre. No pienses así. Eso se queda como historias del ayer que
hoy en día no son válidas. Las gentes de este pueblo son buenas y sus
pensamientos ha cambiado mucho a lo largo de la historia. Hombre, al principio
lo verán como algo extraño pero, después, acomodarán sus pensamientos a esta
unión.
- Gracias doctor. Os dejo porque sino se le hará tarde.
Un largo camino les espera. Un largo y
cuidadoso conducir del doctor ante la nieve. A medida que descienden y se acercan
al océano, ese océano rey natural del rumor, la nieve se va extinguiendo pasando
a un mar de lava que da la impresión de estar frente a un paisaje no natural
sino pintado.
**
Desde la borda,
antes de zarpar hacia su tierra, Luam hace caso al consejo que le da Sebastián,
tira las flores al mar. Tirar las flores a ese mar turquesa para que los sueños
se cumplan. Así se despide de Sebastián. Su mano aletea hasta perderlo de
vista. Allí se queda un rato más inhalando el sabor de la brisa marina.
Mientras en la pensión ocurre un suceso. La dueña entra en la habitación de Luam
con las llaves de repuesto que posee, examinándole todo lo que posee.
Luam
en esa mirada al océano se preguntaba como estarán sus amigos, su madre. Al
atracar comprueba que todos siguen igual. Sorprendida se queda al observar que Liam
está entre ellos. La noche ya es con el influjo de las estelas y esa luna
maravillosa. Luam siente una especie de temblor, un temblor que se va
apaciguando a media que baja las escaleras. Besos y rosas son la bienvenida
además de una alegría infinita.
-¿Cómo estás Luam?-
le pregunta el médico mientras su madre es un sostenido abrazo.
- Bien. Muy bien.
Feliz de veros todos aquí.
Liam tras saludar a Luam se aparta, se
aleja indeciso porque no sabía que anda en el cavilar de Luam después de
aquella carta. Pero, no fue así, Luam al observarlo retraído y mirando al
horizonte se acerca a él.
-¿Cómo estas Liam?
Me alegra mucho que hayas venido a recogerme. Pensaba que ya te habías olvidado
de mí.
Liam al oír esas palabras se le sonrojan los
cachetes.
-
No, no me
olvidado de ti Luam. Creo que seguimos siendo amigos.
-
Si Liam.
-
Hay una
noticia nueva que tengo que darte.
-¡Una noticia nueva¡ No será alguna desgracia.
- Me caso.
-Te casas.¡ Qué bien¡ ¿Con quien? Si se puede saber. ¿Quién es ella?
- Me caso con Laura.
En la faz de Luam se dibuja
una expresión de extrañeza, la única Laura que ella conoce era la profesora de
ingles.
-¡Laura¡ No estarás hablando de aquella profesora que nos sorprendió,
verdad Liam.
- Si Luam. Estoy hablando de ella. Deberías de conocerla, no es como tú
te imaginas.
-Ya. ¡El amor¡
-Vamos chicos. Vamos que ya es muy tarde. Daos cuenta que la noche es
luz y una nevada mortal nos puede atacar en medio del camino- intercepta el
doctor al comprobar que tanto Luam como Liam se miraban de reojo.
De nuevo ese recorrido que se mezcla con
lava y copos albinos. Dejan al Liam en
su casa y ellos continúan hasta la casa de Anne.
-¡Qué enamorado está Liam madre¡ ¡Ay si yo pudiera amar así¡
- No te preocupes querida Luam. Ya verás que con el tiempo el destino
te traerá sin prisas ese amor que te sacudirá con felicidad.
Pasan por el pueblo con sumo cuidado de no
despertar a nadie. El médico siente pánico por si acaso el cura estuviera
rondando por él. Quiere solo estar con Anne y ya en la mañana había perdido
mucho tiempo. Ahora se encuentra emocionado, distante y concentrado en el
trayecto. Cuando ya hubo dejado el pueblo atrás siente un gran alivio topándose
con un espectacular bosque donde el fiero invierno es más fuerte, más bravo
acompañado de un firmamento más
despejado.¡El hechizo de una noche estrellada¡ Sí, se halla hechizado pero no
por esa bóveda oscura sino por el aroma que insufla Anne. Al acercarse comprueban que todas las luces
están encendidas y que Gueda con el letal frío que discurre se halla afuera
esperándolos.
Esa casa de alumbrar por la silueta
de una mujer que se había quedado a solas en la espera de ellos. Allí está
afuera con el abrigar enteramente de cada parte donde su porosidad pudiera no
ser agredida por el letal frío.
-
Oh, ya
habéis llegado. ¿Cómo estáis? Entrad, entrad que aquí fuera hace mucho frío.
-
Muy bien
Gueda-contesta Anne-Ya tenemos aquí esta gran estudiante. Si, entremos que aquí
ahora mismo nieva.
-
La cena ya
esta servida Anne. Tenía tanto miedo a que se enfriara pero, calculé bien.
Todos se sientan a la mesa. Una mesa
decorada con exquisitez con motivos navideños como indica esas fechas. Platos sencillos y a la vez elaborados con un
gran encanto hacen de una velada realmente suculenta.
-
Dime Luam. ¿Como te ha ido en esa tierra?- pregunta
Gueda- Supongo que bien como mujer en un nuevo mundo. En tu rostro se nota.
Después de esas
palabras de Gueda todos caen en un súbito silencio, el único ruido que se
escucha era el tintineo de los cubiertos y esa premura en comer pues están
todos muy agotados.
**
Sebastián después de
dejar que Luam se evaporara con el avance del barco se dirige de nuevo a la
pensión. Se encierra en su cuarto y a
media luz con el reflejo de la refulgida luna compone un poema, un poema que a
la vez que lo escribía lo recita en voz alta, como desahogo.
Te ame como opulento horizonte,
Como los ríos de las palomas
En el trinar de las olas.
Te ame como envestidura de lunas
De los montes salados de amapolas
Mientras tu cuerpo y el mío
Era ese mismo vals de las estrellas….
Entonces la puerta se abre. Sebastián enseguida percibe ese aroma
particular pero, no se detiene, continua.
Cuando nos amamos como la lira
Ama la mano que le acaricia.
Volcán fue nuestra alma
¡Nos amamos tanto¡
¡Nos amamos tanto¡
Sus lágrimas comienzan a
brotar y ese aroma recién llegado, ese aroma que le dicta la pasión contenida
acaricia su cabello. Sebastián se vira y pupilas con pupilas es encuentro con
su amor. Se levanta de la silla en que está sentado e inmediatamente abraza a
Bautista. Un abrazo de círculos de fuegos donde sus labios, uno sobre el otro,
reposan. Y, así, con la lentitud de la época invernal hacen el amor. Cuerpos
que se abren y se cierran. Cuerpos que un remoto gemido ofrecen todo el sabor
de su sudor.
**
Besos alados, besos que se buscan.
Así Liam y Laura se aman en esa noche donde Orión es centinela del planeta
tierra.
- Liam.¿ Ya has comentado lo de nuestra boda?
- Si ya lo he dicho. Al principio mi padre se ha sentido un poco
abatido pero creo que con el tiempo él cambiará.
- Y, dime Liam. ¿Cómo esta Luam? ¿A ella también se lo has dicho?
- Está esplendorosa. Ha cambiado mucho. Serán los nuevos aires.
Si, a ella le he comentado lo de nuestra
boda.
- Oh, Liam . ¿Cómo
te quiero? No dejes de abrazarme, sin tu calor parece que soy ave perdida.
**
La cena da a su fin en casa de Anne.
Entre todos recogen la mesa mientras el café está al fuego. Luego, se sientan
todos alrededor de la chimenea fundiéndose en una conversación.
-
Gueda-
dice el médico a medida que encendía su pipa.- Tus manos son espléndidas. Eres
muy buena cocinera. La comida estaba exquisita.
-
Gracias
doctor. Pero, no es para tanto. Todo lo que se hace con amor…Lo hice como si
estuviera preparando la comida para mi difunto esposo.¡ Mi esposo¡ Lo amo
tanto.
Las horas pasan y
afuera la nevada empieza a gotear.
-
Mujeres
las horas pasan y por lo tanto yo he de volver a casa. Alguien me puede llamar
y yo no estar.- entona el médico.
-Pero, que dices
amigó mío- se aproxima Anne y se sienta al lado de él- El tiempo puede actuar
como emboscada. Sus esféricas alas blancas pueden traicionarte. No te
preocupes. Seguro que nadie necesitará de tu ayuda. Además, esta noche. Esta noche tan especial
en la que estamos todos aquí sentados.
- Bien
Anne. Pero temprano me iré.
**
¡La
noche¡ Entremezclada con los halitos de la nevada viaja hasta el día
veinticuatro de diciembre. Todo el pueblo se halla en un sumiso silencio
entretenidos en sus cocinas. El aroma que recorre al pueblo era de comidas, de
buen vino del lugar, de alegría. No hay motivos para la tristeza, la iglesia ha
sido arreglada y ninguna muerte da sombra.
Liam
invita a la profesora a su casa con el permiso de su padre. Aparece un vestido
rojo que se antoja extravagante, provocador y elegante. Lo primero que hace al
llegar a la casa tímidamente se aproxima a la madre de Liam. La toma de sus
manos y le habla. Al lado de ella estuvo en toda la velada. Para el padre de Liam
aquello es una sorpresa. Descubre algo que no la conocía, su opinión sobre ella
es borrada en esos entrañables instantes.
- Da lástima su vida envuelta entre esas tinieblas del ayer. Si yo
pudiera hacer algo…-comenta Laura en el ascender de la noche y con la confianza
que se iba generando con el padre de Liam.
- Si. Da lástima. En mí, su estado obstaculiza mi sonrisa. Pero, ¿qué
hacer? No hay dinero y los años pasan. Quizás en el futuro podríamos sanarla.
Ahora no, como te he explicado. Quizás, algún día, por ella misma salga de ese
letargo.
- Sí, seguro que despertará. Allá en la ciudad debe de existir algo. La
medicina ha avanzado mucho. Nosotros como estamos aquí no nos enteramos. Pero,
espera, espera el paso del tiempo y ya veremos. Ahora estoy yo aquí y haré por
ella todo lo que pueda.
El padre la escucha atentamente.
Un rayo de esperanza pasa por unos momentos por su mente, por sus ojos que
brillan ahora con una luz especial.
-
Ya el
médico me ha dicho que iría. Que iría algún día de estos a la ciudad para
hablar sobre el tema.
-
Bien. Ahí
está la solución. No se preocupe hombre verá como todo se solucionará.
-
Sabes. Me
caes bien. Mis pensamientos respecto a ti han cambiado. Estoy encantado de
haberte conocido. Ja, ja..
El padre de Liam de manera
inmediata abre la botella de champán que ha traído Laura. La sonrisa se dibuja
en su rostro, tanto, que imanta a los demás.
-
Si. Su
pensamiento ha cambia respecto a mi. Pero hay que ver la gente de este pueblo.
Tendré que convencerlos que no soy mala persona, ni ninguna rareza. Solo tengo
mi forma de ser que no coincide con las ideas aquí creadas. He traído mi cámara
de fotos. Porqué no nos hacemos unas fotos para tener este instante de
recuerdo.
-¡No¡ Fotos no. No quiero palpar este día donde aun mi esposa permanece
en el mundo del silencio.
Un terremoto de sentimientos entonces brota. Laura abatida por las
palabras dichas por el padre de Liam cae en un profundo malestar de sus
sentidos.
- Oh. Lo siento. Lo siento mucho. Mi intención no era ofenderte.
- Ya lo se Laura. No es culpa tuya. Somos nosotros.
- Será mejor que me vaya. Creo que en estos momentos necesitáis un rato
de soledad.
Laura se marcha con la sombra
del invierno en la madrugada. Ella no tiene miedo en andar a esas horas por
aquel manto albino. Hasta el año nuevo ya no verá al padre de Liam. Ya sabe como
tenía que comportarse, sabe que ha llegado a él.
**
Palmas, panderetas, todos con
una viva danza en casa de Anne en esa noche casi interminable. Gueda por esos
instantes se olvida de su marido, el médico de alguna crisis que pudiera ocurrir
en aquel pueblo y Luam al ritmo de su madre es danza pintada de alegría.
**
En el más allá, donde la
cosmopolita ciudad es cauce de la polución Bautista y Sebastián son apogeo de
las montañas que despistan la ciudad. Una noche de navidad anclada entre
pinares y bañada por la lucecita de las estrellas. Solo una botella de vino
rosado los acompaña en su intimidad. Así, alejados del mundanal ruido, con
Andrómeda silbando el ánimo de los corazones, silbando el deseo que se teje en
sus labios. Se juran amor perpetuo y hasta caer en el sueño son contemplación
de ese mundo maravilloso que rueda entre
los dos.
- Mira Bautista. Como
las estrellas fugases son esperanzas encendidas. Como nuestros cuerpos
desprende el aroma de las lavandas. Hagamos el amor en este lugar donde la
tranquilidad es permanente. Te quiero tanto y estoy tan lleno de felicidad…
-
Si. Yo te quiero también Sebastián. Aunque con mis
palabras no sepa describir tan bien el amor como lo describes tú.
Aves
enamoradas por esos boscajes. Cariño y ternura en esa soledad. Pasan la noche
hasta el anidar del sol y de nuevo guarecerse en la vida normal.
**
Otra despedida. Otro saludo. El retorno
a la facultad, a la ciudad para Luam. Su amistad con Bel ha crecido tanto que
le dijo si compartía piso con ella para el próximo curso. Allí, en los jardines
de la universidad cuando ambas se quedaron solas y eran unos momentos de
descanso.
-Luam.¿ Por qué el
curso que viene no compartes piso conmigo?
- Como voy a vivir
contigo Bel. Si vives en casa de tus padres.
-No Luam. Ya no. Me
han comprado un piso cercano a la facultad. Y yo pensaba que para ti sería más
económico venir a vivir conmigo en lugar de estar en esa pensión.
A Luam le entusiasma
la idea, eso implica un ahorro en sus gastos.
- No se Bel. Se lo
tendré que comentar primero a mi madre. Por mi si. Ya veremos lo que ella
opina.
En su vagar por la ciudad de vuelta a la
pensión va cavilando en esa proposición que le ha hecho Bel. A ella le inquieta
la idea. Pero, dejar atrás aquellos amigos espléndidos que ha conseguido la
ahuyentaba de ello. Ese Sebastián con toda su poética y sensibilidad, ese
Bautista tan protector ante cualquier situación. Llega a la pensión y debajo de
la puerta encuentra una carta. Una carta que por el aroma que desprendía debía
de ser de su madre. Se sienta junto a la ventana, la abre y a medida que en su
rostro se dibuja una sonrisa la lee pausadamente.
Querida hija:
No se que decirte de la monotonía de estos valles. Siempre la misma
rutina. Lo único relevante es la boda de
Liam que se ha retrasado para el verano. Aunque yo no lo tome por mucha
importancia pero quizás tu si he de decirte algo. Te acuerdas cuando me dijiste
de ese mercado de flores que tanto te había entusiasmado en la ciudad que habitas
ahora pues bien, yo y Gueda hemos tenido la idea de realizar plantaciones de rosas.
Como sabes nuestros frutales desde la muerte de tu padre han ido en picado y
solo deja perdidas. Estas después la venderemos en los diferentes mercados que
conforman esta isla.¿Qué te parece la idea? Espero tu contestación. Esto creo
yo que te ayudara en los estudios. Yo y Gueda estamos muy contentas e
ilusionadas. Todo el pueblo nos ha ofrecido su ayuda. Querida hija, te quiero
tanto…
Se despide
Anne
A Luam
le parece una idea espléndida. Corriendo sale de su habitación para contárselo
a sus amigos. Toca en la habitación y Sebastián le abre la puerta.
- ¿Qué te pasa Luam? En ti se expansiona un
universo de alegrías. A ver, a ver. ¿Qué noticias nuevas traes?
- Si. Tengo nuevas noticias. Necesito de
vuestra opinión.
- Pasa Luam.
- Hola Luam
bonita- le dice Bautista con una sonrisa.- Siente y cuenta del por qué de tú
alegría.
- Muy bien. La primera noticia es que mi madre
quiere cultivar flores para venderlas en los mercados.
-Muy bien Luam- comenta Sebastián- Las flores
siempre son siempre eco de aromas que nos expansiona en la sensibilidad. ¡Tan
delicadas¡ ¡Tan dichosas¡ ¡Tan enamoradas de la pureza de nuestros corazones¡
- La segunda noticia es que una compañera de
clase me ha dicho de compartir piso con ella chicos.
El rostro de Sebastián y de Bautista se vuelca a incredulidad.
- ¿Cómo que te vas?- dice anonadado Sebastián
reincorporándose de la cama y dejando el periódico en el suelo.
- ¡Oh Bautista¡ Nuestra pequeña gaviota quiere
volar. Quiere conocer más allá de la vida. Combatirla ella misma. No se que
decir. Un velo de tristeza me atraviesa. Tú eres la que tienes que decidir pero
quiero que sepas que si te vas nos dejarás marchitos.
- Sebastián tampoco es para tanto. Aunque ella
se vaya de aquí seguiremos siendo amigos. La iremos a ver todos los días.
¿Verdad Luam?
- Si Bautista. Pero no os preocupéis todavía
necesito el permiso de mi madre. Que a lo mejor…
- Si,
que diga que no- dice Sebastián- ¡Ay¡ ¡Los sentimientos¡ Una amiga que se nos
va…
- ¡Sebastián¡- corta
Luam la melancolía que sobrevuela a este.- No seas así. Que nuestra amistad
será eterna en el paso del tiempo.
- ¿Quién te
protegerá cuando los ardientes clavos de la vida vayan detrás de tu sombra?
Espero que no te disloque. Recuerda aquel hombre.
- ¿Qué hombre? ¿De
quien hablas?-pregunta Bautista.
- Un maldito
Bautista.
- ¿Quién te hizo
daño?
- No. No quiero
hablar de ello ahora. Deseo ser olvido y recordar constantemente no es bueno
para ello.
Todos callan. El dolor de Luam ante
la reminiscencia del ayer es latido. Si, mejor será los recuerdos malévolos
apartados. La noche se hace hueco, da la bienvenida a esas constelaciones que
como luciérnagas navegan en el universo.
**
Y pasa las hojas de ese álbum de
fotos. Deshoja ese primer año de carrera. Ese en que la vida nada más que le
sirve para esculpir su madurez. Fotos que la conquistan con todo su colorido
como ese campo de rosas y amapolas cultivados por su madre y Gueda. Paisajes de
un rojo intenso coreado por el verdor de los montes. ¡Hermosa estampa¡, piensa
ella ahí, sentada en su sillón. Todas permanecen intactas en su mente. Ríe.
Llora. Habla para si misma cuando en el paso de esas imágenes ve una foto de
Sebastián con un poema entre las manos.
Un poema para ella. Lo lee. Poema de despedida cuando se va de la pensión.
Bellos son los
campos de las lunas,
Bellos como el
deshojar de unas olas
Con el amante
eviterno
Que entre nuestros
rastros
Es ese mosaico que
los labios
Fertilizan nuestro
cuerpo.
**
- ¿Por qué tus sendas son retorno del ayer?- pregunta Gueda a Anne
mientras es mermar de sus fuerzas en ese semienterrar los bulbos en esa fértil
tierra.
- No lo se Anne. Siempre volvemos a ese hueco donde el amor es bullir
de la pasión. Ese lugar que amamos tanto y amarrarlo a nuestra alma.
Sentadas en medio de
aquel campo Anne escucha atentamente a Gueda. Un suspiro se vierte como
bocanada de nostalgia de ella. Cierra sus ojos y se agarra a la mano de Gueda.
-
¡Si Gueda¡
Sí, vuelvo a ese lugar donde por primera vez vi a mi primer amor. Pero el
recorrido por nuestra historia trae tanto quejido y un torturante adiós. ¡Ay el
adiós¡ Aun es sitio que me poso y cuento en ese almanaque de nuestra memoria su
ida.
Callan las almas. Callan en
ese susurro del verano. Dos almas solas en medio de plantaciones habitados por
la soledad. La fragilidad ronda por sus venas. La fragilidad de haber sido
amadas.
**
Los enamorados son alarde de gaviotas doradas mientras se aman,
afortunados por la brisa de sus labios.
-
Que los
enamorados son praderas aladas de las campanas de universo- palabras de Liam en
el tejer de la lectura ante el cuerpo desnudo de la profesora.
-
¡Qué
dulces palabras¡ Eres naciente que me conquistas.
Amantes perfectos aquietados
por un sol que llega a su cima. Es la hora de la siesta. Solo algún insecto que
no sabe donde posarse.
**
El verano con todo su esplendor se
posa en la ciudad. Luam con un ánimo increíble por los buenos resultados llega
a la pensión. Abre la puerta de su habitación y un túnel de ortigas la penetra.
Las notas se le caen al suelo, su bolso también. ¿Qué ha pasado? Su habitación
está revuelta. Las cartas de su madre están esparcidas por el suelo y, solo
eso, encontró en su habitación. Le han robado todo mientras ella andaba en la
facultad. Se lleva sus manos a sus sienes. Suelta un alarido atroz haciendo
salir todos aquellos que conocía de sus respectivas habitaciones. Sebastián con
celeridad sube y al encontrar su habitación abierta entra. Luam llora. Llora a
ras del suelo vomitando todas esas lagunas de aguas turbias ante el quebranto
de su intimidad.
-
Luam,
levanta hija. Ya veo lo que te han hecho. Venga muchacha. Revolotea en mis
brazos. Tenemos que resolver esto.
Luam se incorpora y abraza a Sebastián.
-Ánimo. Ánimo.
- Me han quitado cuanto poseía Sebastián. No lo entiendo. Yo no tengo
cosas de gran valor.
- ¿Quién será el maldito o maldita? Quien sea lo ha de pagar querida Luam.
Ahora tranquilízate.
-
¿Cómo ¿ Hoy
tengo que regresar a mi casa Sebastián. No me puedo retrasar.
-
No te
preocupes. Tu te puedes ir. Yo y Bautista lo resolveremos.
Sebastián la saca de la habitación. El vecino de al frente de Luam se
asoma por un momento dando gritos.
-
Fue ella.
¡Fue ella¡. Fue esa bruja que os alquila la habitación. Solo es una tirana
robando lo de otros. No os dejéis engañar por su tacto.
Cierra la puerta. Luam y
Sebastián se miran con extrañeza.
-
No. No
puede ser Sebastián. No me lo puedo creer que esa mujer en la que yo he
depositado toda mi confianza halla hecho esto. ¿Qué hago yo ahora?
-
No puede
ser Luam. ¡Ella, la que nos ofrece su techo¡ Estoy deshecho. Lo único que queda
es denunciar e irse de este lugar. Para mi esto es imperdonable. Sabes, no me
gusta nada la gente que se aprovecha de los débiles y la confianza.
-
Si, la
debilidad y la confianza. Otra vez las garras del engaño me atrapan.
Llegan a la habitación de Sebastián. Allí esperando está Bautista.
-
¿Qué pasa
chicos?
Entran en ese habitáculo
perfumado de sonata y que a media luz da un aire de intimidad. Todos se
acomodan. Luam respira profundamente mientras Bautista la observa a la vez que
ojea un libro. Un libro que tal vez fuera templo de sus sueños. Sebastián narra lo sucedido. Bautista se
levanta. Camina de un lado a otro entre aquellas paredes.
- ¡Con que nuestro vecino, el tan poco visto, ha dicho que fue la dueña
de la pensión¡ ¡Maldita sea¡ Pues nada a denunciarla.
Bautista descuelga el
teléfono. Llama a comisaría y le da todos los datos. Cuelga.
- Hoy me tengo que ir chicos. ¿Qué voy a hacer?
- Nada Luam. Tú no tienes que hacer nada. Nosotros solucionaremos esto.
Hay que castigar a la vieja ranciosa esa- dice Bautista.
- Venga Luam. Anímate. Todo saldrá bien. Nosotros te ayudaremos en todo
lo que podamos- consuela Sebastián.
Luam calma su dolor con la
música y la serenidad de sus dos amigos.
Esperan. Llega la policía. Sebastián le abre la puerta. Son hombres
vestidos de calle.
-
¿Es de
aquí de donde han llamado?- pregunta uno de ellos.
-
Si, aquí
es. Pasad, pasad.
-¿ Podéis contar de nuevo el suceso e ir al lugar del hecho?
De nuevo cuentan lo sucedido.
Terminan. A pasos lentos y silenciosos se erigen a la habitación de Luam.
Extraen de allí las huellas necesarias en la inspección.
-
Bien señorita.
Nuestra labor ha terminado aquí. Usted según el señor este nos ha contado ha de
irse a casa. Lo puede realizar tranquilamente que nosotros nos ocuparemos de
todo. Intentaremos llamarla lo antes posible de que tengamos algo. Pero, antes
de irnos, tenemos que hablar con ese vecino que culpa a la dueña de la pensión.
Será lo último que hagamos aquí.
Salen todos de la habitación
menos Luam. Ella se queda meditando el por qué de todo esto, no entiende lo que
ha llevado a esa señora a robarle.
**
Dos amantes son camino de un
campo donde rosas plantadas verían la luz con el tiempo. Anne y el médico con
Agueda alejada pues los suele dejar solos están repletos de sudor. Anne luce un
sombrero de paja, el médico, camiseta recogida hasta los codos y tirantes ya
desgastados.
- Parece que esta nueva idea es orilla donde renace el esplendor Anne.
Todo esto sabe a ti. Respira todo a ti. Tu respirar… Tu respiración y mi
suspirar vuelven mis manos como pétalos sedosos que siembra el amor. Sabes,
cada día te quiero más. Más y más.
De espaldas a espaldas se
hablan sentados en ese campo.
-
Si querido
mío. Mira allá a Gueda como se aleja de nosotros. Sabes, a veces siento lástima
de ella. Esa soledad que como la mujer de la montaña la desvían de los caminos
reales de la vida. El amor ya no la acaricia como no se acaricia las aguas de
los ríos cuando hay sequía. Pero me fijo en mí. Observo detenidamente mi vida y
quizás algún día ella pueda renacer otra vez como mujer bella que es. Si, amor
mío. Yo también te quiero.
-
Mira Anne
aquella rosa blanca. Rosa de los montes donde la pureza significa el mecer de
nuestras manos al unísono.
Anne sonríe. En su interior se
encuentra dichosa. Cava en su corazón y en él rota una lluvia de violetas
engendradas por el doctor.
- No dejas de hablar amigo mío. Amante mío recuerda que esta tarde
llega Luam. ¿Qué nuevas traerá?
El doctor entiende las palabras de Anne. De
nuevo en esa tarea del cuidado de las rosas. Rosas que tenían ya comprador.
Gueda desde lejos los observa, los examina.
Gueda que vive por ahora en casa de Anne como medio de desliarse de la helada
de sus paredes. Gueda y Anne en una ilusión común. En su intimidad corren
alentadas por el sexo. Ese placer consumado en esos instantes que la melancolía
asalta. Anne busca consolarla. Gueda busca aquel hombre ido entre sus sábanas
muertas. Anne y Gueda. Gueda y Anne. Se columpian con sus cuerpos cuando la
noche llega en el amor. Un amor especial. Un amor extraño.
**
El padre y el hijo son labor en el
pequeño huerto que sirve de sustentación para la familia. Mientras, la
profesora , es sensible con sus manos liadas a la madre de Liam.
-Mire madre. Mire
que hermoso es este traje. Me lo pongo para que usted me lo vea. ¿Le gusta?
Verdad que es bello y esplendoroso. Mire
como caminaré hasta el altar en compañía de su hijo. Así. Así.¿Se siente feliz
señora? Solo quiero…Anda, déme sus manos. Solo quiero su confianza.¡La aprecio
tanto¡ Verá como todo saldrá bien. Porque yo por usted haré todo lo que esté a
mi alcance. Sabe, a veces es tan injusto
nuestro destino alejándonos de esos carriles del presente para poder saborear
todo lo que posee a su alcance: olas de lotos, espuma de petirrojos, delfines
afines a un océano rompiente en fastosos arrecifes. Usted no lo ve. No quiere mirar
el hoy. Nos abandona. Escúcheme. Ha dejado poco a poco a lo que ama, se ha
olvidado de ellos. Y, ellos, la quieren tanto…
Se levanta la profesora de la
posición en que está. Se quita el traje y se pone su ropa. A la puerta tocan.
Es Liam y su padre. Abre.
**
Ya es hora de irse Luam de la
pensión. Sebastián la acompañan a aquel lugar donde el surca de las
ondulaciones marinas mezclado con esos hombres rociados de salitre la llevaría
vuelta al hogar. Mientras, Bautista se queda para atender alguna llamada, por
si acaso, de la policía.
Sebastián y Luam se despiden. Como rito de
esa despedida le regala un ramo de flores, un beso y un poema.
Remójate entre algas esmeraldas,
Entre las emanaciones de un acantilado de
gavilanes
Y sé mujer con columnas de acero
Que las gráciles almas cavilan en su paz.
Ya nos volveremos a ver
Con la tempestad de los balandros
Surcando los movimientos de sus velas
Por esos estuarios donde nosotros
Amantes de la confianza
Seremos ese cordial cometa
De macizos algarrobos.
Lee Luam
ese poema en el soltar amarras, en el de un suspiro mecido por esa
privilegiada oda de la amistad. Se la pone sobre su pecho como sensibilidad que
la magnetiza. Desaloja todo el mal humor que lleva sobre sus espaldas y la
delicadeza gira en el sueño profundo que se sumerge mientras el barco avanza en
las cobrizas y malvas tonalidades del atardecer.
**
Sebastián
llega a la pensión. Encuentra que a la dueña la han detenido. Un terremoto que
se expande hasta sus oídos se cuece allí. Una voz que agoniza en gritos
escucha. Siente escalofríos. Ve dos hombres que a la fuerza se llevan a la
dueña. Ella está alocada, ida, desvariada, insultando a todos los que salen a
su paso.
-
¡Malditos¡
¡Malditos seáis¡ Yo no he robado nada. Mis manos son puras y limpias.
¡Mentirosos¡ ¿Acaso, me odiáis? Yo no me voy de aquí. ¡Esta es mi casa¡
Los
policías no median palabra. La sacan a la fuerza. Sebastián le da cierta
lástima pero el daño que le ha hecho a Luam le hace razonar. Bautista se
aproxima a Sebastián. Se dan un apretón de manos. Se alejan de aquella escena,
van directamente a la habitación. Llega ese beso. Ese beso tildado de una
acaricia. Son como aves del paraíso donde un círculo de deseo los envuelve en
la pasión.
- Lejos está ya esa
desdichada criatura. ¡Qué pena siento por ella¡ Mira que ocurrirle esto ahora
que se iba. Que sabor más amargo el de su despedida.
- Déjala. Olvídate
de ella por unos instantes. Cuando llegue a su pueblo de nuevo la alegría la
bañará. Ahora, seamos insonoridad de ella. Ocupémonos de esas laderas donde
nuestras manos esculpen el beso.
Como amantes inexorables e insomnes
se acurrucan en el nocturno. Como amantes de los cuales emana las estelas de la
pasión son escena del amor. La media luz que ambula en ese cuarto se va
eclipsando y da paso al deseo.
**
¡Que risueño¡ ¡Qué amor¡ Allí están
todos a la espera de Luam: Anne, el médico y Gueda. Luam desciende por la escalera. El
agotamiento hace mella en ella. Su madre lo nota. Nota cierta penumbra en su
hija.
-¿Qué te pasa hija?-pregunta Anne a su hija mientras los otros ambula
por las plantaciones.
- Nada madre. Solo es el cansancio. No te preocupes en un par de días
me recuperaré. ¿Cuando Liam se casa madre?
-Dentro de poco hija. Menos mal, una novedad en el pueblo. La danza y
el vino coronarán ese día. Todo el pueblo está invitado. Por cierto Gueda y yo
tenemos que ir a ver la vieja de la montaña. Ella también está invitada como
suerte para su mañana. Mañana iremos cuando el alba sea tropiezo con la luna.
- Me parece misteriosa esa mujer de la cumbre. Nunca la he visto. Me
gustaría conocerla- comenta Luam emocionada.
- La conocerás.
- Por cierto, ¿qué opina el cura
de ese enlace?
- Bueno, que decirte. Supongo que ya tú te lo imaginas. Está viejo ya.
Con ideas muy antiguas. Solo dijo “ yo os uniré pero, recordar, que esta unión
será parte del diablo”.
-Ja, ja.
-Normal- añade el medico con un
gesto simpático- El cura aún está con esas viejas creencias. Por cierto Luam.
Te ha dicho tu madre que para el curso que viene iremos a la ciudad para buscar
un medio para la madre de Liam.
- Muy bien doctor. Me parece estupendo. Recordad que el próximo año
estaré viviendo en un piso.
La noche es sombra que camina. Todos se dirigen ya a casa de Anne
mientras la conversación los hace partícipes de la tranquilidad.
-Si- asiente la madre de Luam un poco enojada.
Las últimas palabras antes de meterse bajo
techo son engendradas. El silencio los une ahora. Todos saben que Anne no está
muy conforme que su hija vaya un piso. Pero, ¿qué hacer? Ya es mayor de edad.
Ella de su vida también hace lo que quiere.
La casa insufla un aroma cálido debido a esta
estación de verano. Todos ayudan a preparar la mesa. Comen y se reúnen en el
calor del salón.
-
Y como es que el cura permite esta boda. No lo
entiendo. El los va a casar.
-
Pues fue
un escándalo. Pero la presión del pueblo le hizo convencerse de que si no los
casaba tendría que retirarse. Pues mujercitas me tengo que retirar, ya es
bastante tarde- explica el médico a Luam.
La
velada se agota. El tiempo ha pasado rápidamente y la noche convoca al sueño.
Ese apacible dormir donde los cuerpos cubiertos por sábanas de algodón vagarán
por otros mundos. El médico se va. En la casa queda Gueda, Anne y Luam.
**
La mañana llega. Gueda y Anne se erigen de
nuevo a esa cueva donde vive Amada. Si, la anciana mujer que danza con el
recuerdo fijo de los muertos. La subida es ahora mejor, no hay nieve. El astro
rey es luz que guía sus pisadas. El eco
de cada jadeo, de cada roca es sonoro. Mientras, Luam y el médico están en las
plantaciones. El siente interés por ella. Un interés por el amor que le tiene a
su madre.
-
Y que es
de tu vida Luam. Ese lugar donde los gases y edificios de acero arrasan la
naturaleza.
-
Bien. Voy
madurando con el pasar de los meses. Hay tanto días felices como días penosos.
Nuestros sueños allí de naturaleza veraz se ven sometidos a la nada. Solo,
masas de nubes grasientas que nos convierte en hombres y mujeres herméticos. No
es como aquí. Aquí hay tanto cariño y sosiego. Puedes confiar en tu vecino
-
Si,
apreciada Luam. Te entiendo, por ello me quede yo aquí.¿Te gusta la idea de tu
madre?
-
Si, me
fascina. Ello le da a ella mucha ilusión. Pero hay algo que me preocupa.
-
¿El que?
-
Ella no
esta muy conforme a que me vaya a un piso.
-
No te
preocupes. Ya se acostumbrará de igual manera que tenerte lejos.
-
Doctor ¿Le
puedo hacer una pregunta?
-
Si mi
niña. Dime
-
Usted
¿quiere a mi madre?
-
Como
puedes decir eso. Yo la amo tanto…
-
He notado
como le brillan los ojos cuando le ve.
-
Ja, Ja,
ja. Venga, contemplemos este vergel. Saboréalo antes de que tengas que
marcharte otra vez.
Allí se quedan en la admiración de aquel mar de flores a medida que las
horas pasan. Un silencio los engatusa. Un silencio que les da confianza estar
juntos.
**
Anne y Gueda están ante la puerta de la anciana. Tocan. La nada les
responde lo que las conduce en un relámpago misterioso de extrañeza.
-
¿Dónde
andará esa mujer curtida por la fuerza, esa mujer hija del viento, sendero del
sol? No responde Gueda.
-
Vamos a
buscarla Anne. Tendrá que estar por aquí. La verdad es que el sol ya aprieta.
Muy lejos no puede estar.
Anne atiende a las palabras de
Gueda. Inspeccionan el lugar. Ese lugar que goza de un gran solaz como templo
de las alturas. Turbias neblinas invisibles las degollan. Un cuerpo
semienterrado y junto a el una pala. Es ella. ¡Es ella¡ Muerta en la tumba de
su esposo e hijo. Un tul de cadavérica desgracia se cierne en ellas. Una carta
dejada y el llanto de la muerte entre sus miradas. ¡El dolor¡ Siempre el dolor
empujándolas en el agonizante quejido.
-
¡El
dolor¡¡El dolor¡- grita Anne.
-
Si, el
dolor amiga- asiente Gueda abrazando a Anne- El dolor es mala cosa que nos
acosa. Desbarata toda la frondosidad de este monte. ¡Míralo¡ ¡Míralo¡ Como se
destruye por esos sablazos de la vida. ¡La muerte¡ La muerte y la vida se
aúnan. Es una misma cosa.
-
Acuérdate
del pasado invierno querida amiga. Ella estaba tan bien…
-
Como no
acordarme cuando tú y yo éramos errantes de esta tierra que amamos y bajo su
techo conocimos la verdad del calor humano.
-
Si, nos
abrigo cuando el frío era dañino. Mira ahora, el ayer ha venido a buscarla.
Ahora descansa con sus seres queridos. ¡Pobre alma¡ Indefensa al sufrimiento.
-
Pensemos
Gueda que ella ahora está donde quería estar, con sus seres queridos.
Enterrémosla y así gozará también de paz.
Anne y Gueda
entierran el cuerpo convocando la alegría para que aquella alma descansara
junto a los suyos. Están de rodillas, con los brazos extendidos. Dicen al
unísono un viejo poema.
Realza ese orar de tu titánico telón
Sobre esta tierra donde llegan tus alas
Donde el prodigio de la libertad te ampara
Como una estrella más de este firmamento
Mágico, mágico…
Se levantan. Bajan por donde han
subido. El paisaje se va mutando de la nada a los pinares donde el pinzón azul
resuena, de los pinares al denso boscaje que les da la bienvenida al valle
donde ellas habitan. Llegan a la casa.
Se erigen en busca del doctor y el caballo. Están nerviosas, con navajas
a ras de sus ojos que los hace lagrimear, con el corazón dolido por esa muerte.
A Luam y el médico nos lo ven en la casa por lo que se yerguen ante las
plantaciones. Allí están. Se aproximan a ellos. El doctor nota algo, algo
tenebroso en sus miradas.
-
Que pasa-
rompe el doctor su conversación con Luam- Algo tórrido ha ocurrido. ¿Qué habéis
visto en las montañas?
-
Amada ha
muerto- contesta Anne con su rostro dibujando el patetismo.
Anne explica todo lo sucedido paso por paso
a Luam y al médico mientras se dirigen al escuadra. Acaricia esa majestuosa
escultura que es su caballo.
-
El avisará
al pueblo- dice Anne segura.
Escriben
una nota con la muerte de amada y la introduce en la alforja para que el
caballo lleve la noticia al cura.
Ellos se quedan en la casa mientras el astuto
caballo es camino recto hasta el imperfecto pueblo. Fue veloz hasta la entrada
del pueblo. Allí, aminora su marcha. Va despacito para no hacer ruido hasta
llegar a la parroquia. Como siempre la puerta esta abierta. Entra y relincha
con todas sus fuerzas. El cura que esta en la capilla ya restaurada haciendo
algunos retoques sale. Está sorprendido pero aunque la vejez ciega un poco su
mente sabe de quien es ese caballo.
-
Animal
¿qué haces aquí? ¿Quién te ha dado
permiso para entrar en mi parroquia?
El caballo con la lentitud de su trote se
aproxima al cura. Le muestra la alforja izquierda. El enseguida comprende.
-
Según
puedo comprobar tienes noticias para mí.
El cura coge el papel con el consentimiento de ese noble animal. Espera
que lo lea.
- ¡Oh no¡ Una mujer de hierro convertida en cenizas. Otra muerte. Sabes
amigo mío tendré por estos motivos que retrasar la boda. Ojala se rompa ese
amor. ¡Desgraciados¡ Que no más que son unos desgraciados aprovechándose de la
bondad de este pueblo. Pero dejemos este tema para más tarde. Ahora llévame
donde tengas que llevarme.
El cura monta sobre ese
grandioso y valeroso animal. Lo lleva en dirección a la cima.
-
Ten
cuidado animal. No vayas tan rápido. Andas dislocado como tu dueña. A que te
creías que no lo se. En este pueblo se sabe todo. Se que anda de amoríos con el
medico. Ello es imperdonable.¡Con el cuerpo de su marido aun caliente¡ Son unos
pecadores cuando la luna cae y las lechuzas van a la caza de su presa. Pero,
yo, he de callar. Siempre callar ante tanto escándalo.¡Qué voy a hacer yo¡ Esto
no es lo que era antes.¿Falta mucho amigo? ¿Cuándo llegaremos? Mis huesos ya
están en quiebra animal.
Mientras el cura refunfuña ascienden por
aquel trenzado boscaje. La humedad hierve, las ramas secas crujen a cada
zancada. Sus sudores de nervios se calman cuando llegan a la zona despejada. La
brisa de las piedras los calman. El caballo va más lento y el cura parece que
ahora si puede respirar.
Ya arriba está el médico, Anne y Gueda. Ven llegar al curar.
-Ahí está el que tiene que decir la última palabra. Aunque la verdad,
ello no servirá de nada. El estaba en contra de sus ideas- dice el médico
rencoroso.
Ninguna a las palabras de él
dijeron algo.
**
En el mundanal ruido
Sebastián y Bautista son alegría porque les había llegado las vacaciones, porque
el sol apresaba sus cuerpos. Medios desnudos eran rastrear de las conchas que
repentinamente aparecen en la arena, de las olas que los arrastra de nuevo a la
orilla. Se erguían como amantes de un mundo solitario. Escondiéndose tras la
rocas para que sus cuerpos desnudos saborearan esos filigranas cobrizas y el
acto del amor.
-
Esto es la
felicidad ideal amor mío- musita Sebastián cuando el terso cabello de Bautista
se desliza por su pecho.
-
Si. Este
cielo tan pasivo, tan obsoleto en bodas sagradas con el océano. La balada
nostálgica de estas olas que se escabullen por que creen que las atraparemos y
enterraremos su blancura.
-
Existe
tanta paz aquí. Que más quisiera ser mar y convertir mis manos en estrellas
marinas y mi cuerpo en caballitos marinos cabalgando sobre delfines vírgenes de
la polución.
Se levantan como almas
embriagas de serenidad. Dejan que la noche atrape a las estrellas y cuando la
playa ya esta vacía de nuevo caminan por la orilla. La luna los guía.
**
- ¿Cómo estáis amigos míos? Aquí estoy para dar la última palabra a
esta alma grandiosa. ¿Dónde se halla el cuerpo enterrado?
- Por aquí. Sígame. Está detrás de ese árbol que corona otras vidas
idas. Cada noche era suspirar por sus cuerpos con las estrellas como telón de
fondo y ellas le contaban de ese amor en el hilar del amanecer.
Anne termina de hablar con nostalgia y pena.
Todos se dirigen hasta la zona donde esta el cuerpo sepultado. Tres seres hay
bajo esa tierra. Tres seres inalados de la vida. Tan amantes, tan
compenetrados. Ahora están juntos con esas leyendas que emergen del universo.
Todos se arrodillan. El cura de espalda al árbol y a ellos comienza su oración.
-Ruego por esta cumbre que nos acoge que estas almas vuelvan donde las
cenizas se transforma en vuelos interestelares de los sueños. Almas libres por
la bóveda celeste bajo la mano del señor. Ella, siempre con su bondad en la
fraternidad por estas escarpadas montañas donde el aroma de su ser será eterno.
Roguemos por ella y por los dos seres que se encuentran junto a ella.
El suspiro de Anne es
transmitido a Gueda y de Gueda se transmite al médico y del médico al cura.
El cura se despide. De nuevo el caballo lo transportara hasta el
pueblo. Se va.
-Vamos- dice el médico- Vamos que ellos ya están descansando y hemos de
dejarlos en su intimidad. Esta
superficie que pisamos es el paraíso de su unión y lo será de manera perpetua.
Sin ningún intruso molestándolos.
Retornan. Descienden por esos pedregales hasta
que la luz de los pinares los ilumina en sombras, en el eco de sus pisadas con
la pinocha. Después, el gran espectáculo de ese enmarañado fulgor verde hasta
llegar a casa.
**
Pasan los días.
Llega la boda. La oratoria del cura es pesada. No más que muertos nombra en su
discurso. La unión llega y después de ello una fiesta en la plaza del pueblo.
Las piñatas zarandean bajo el tupido azul del firmamento. Los novios con un
pañuelo en los ojos las rompen a palos. Pétalos de rosas caen sobre ellos.
Todos se abalanzan a coger uno, según la tradición da suerte. Anne, maravillada, mira a esas gentes. El
médico encantado de verla feliz coge un pétalo del suelo. Lo posa sobre el
cabello de ella y un beso le da.
-
¿Por qué
no somos como ellos?
-
Quizás en
el mañana cuando Luam se independice, cuando aun la muerte de mi esposo no esté
tan presente en mi. Espera Paulo. Espera que llegue esa primavera próspera.
Mientras seremos amor escondido. No lo encuentras mejor así con este secreto
que guardamos al pueblo. Mira a Luam como baila. ¡La quiero tanto…¡
-
Mírame a mí.
Con este vals que revuela en mi pecho. ¡Te quiero tanto¡ Cada pétalo de rosa de
esta villa son el fiel reflejo de tus ojos. ¡Te quiero tanto¡ Que la aves
entonan en mi cabeza un canto de alegría.
**
Se levanta de aquel sillón. Otra noche se le viene
encima. Otro álbum removiéndose en sus ansias de devorar todo ese ayer. Que
bien hermoso fue su vida universitaria. Los años pasan y todo va quedando
atrás. La plateada mágica. Los grillos con sus tonadas veraniegas. El frescor
de la noche y ella sin dormir. Quiere ver toda su vida rápidamente como
estrella fugaz que se pierde en el infinito.
**
Ultimo año. Una variedad de acontecimientos
surgen en la vida de Luam. Al principio el compartir con su amiga iba paralelo
a la armonía. Pero esta compañera se perdió para Luam. Se perdía en un mundo
oscuro. Un mundo oscuro de drogas y sexo. Para Luam esto era humillante. El
sacrificio de su madre…Ella prefiere estar con Sebastián y Bautista que llevan una vida sana. Una vida
alienada a la normalidad.
-
¿Y que es
de tú compañera Luam?- le pregunta Bautista.
-
No se. No
se que opinar de ella. Está alocada. Todas las noches llega en un estado
semiinconsciente de toda la porquería que se echa. Y por las mañanas cuando
despierta más o menos se pone traumática en que si está o no embarazada. No
sabe lo que hace. Decidme ¿qué hago? No
soporto más esta situación.
-
¡Déjala¡
Vente a vivir con nosotros- contesta Sebastián.
-
No
Sebastián. Que se quede. Así aprende cosas de la vida. Todo el monte no es
orégano. Además Luam, este es tu último año. ¿Puedes aguantar?
-
Si.
Bautista tiene razón. Me quedaré aquí. Ya me queda poco y el curso me va bien.
Después me iré, he pedido una beca por esos parajes misteriosos de la selva, en
África.
-
Entonces,
¿te vas amiga mía? Acuérdate de esos días que pasamos por el mercado de flores,
de esos momentos fantásticos que compartíamos juntos.
-
¡Sebastián¡
Todavía no se ha ido. No empieces con la nostalgia porque sino vamos a terminar
todos llorando.
-
Déjalo.
Deja que su sensibilidad roce mi corazón. Me es tan grato escuchar esas
palabras que me introducen en la imaginación. Palabras de amor. Palabras de
amistad para el jamás del olvido.
Conversación que se teje entre la
poesía de Sebastián y la rectitud de Bautista. Un café los absorbe en una
mirada atrás. La compañera de Luam llega. A ese círculo cálido no lo saluda.
Pasa de largo. Se mete en su cuarto y cierra con llaves. Ellos se miran unos a
otros.
-
Será lo
que será. Su indiferencia me lastima. Nuestra unión ha terminado. ¿Por qué no
saluda? No lo entiendo.
-
Déjala Luam.
Tendrá un mal día. Nosotros ya nos vamos. Tendrá celos. Buenas noches bella
niña de la luna.
Se van esas dos almas en silencio
mientras desciende por las escaleras. Atraviesan las calles con la cautiva
inquietud de un verano que se acerca hasta el apartamento.
- Ya es toda una
mujer Bautista y como tal volará. Se irá entre las arboledas salvajes. Que la
suerte esté en su destino.
Antes de subir se adentran en el parque que
esta frente del apartamento. Dan un paseo acorralados por los últimos toques de
la primavera. El viento da lumbre a la hojarasca repartida por el suelo que da lugar
a un juego molesto. Se sientan en un banco de madera y sus labios son brotar de
la exquisitez de su amor con la luna redonda al acecho.
Para Luam el latigazo de su compañera le
deja contusiones en sus pensamientos. No la entiende. Es indudable el cambio
drástico de su compañera de piso. Ya no es lo que era al principio. Luam toca en su puerta. Quiere saber por que
no ha saludado a sus amigos. No recibe respuestas. Una puerta blanca le da
sombra incentivando más su preocupación. Lo intenta de nuevo. Coge su puño y
fuerte toca.
-¿ Que te pasa?
Porque me niegas la mirada. Esto cada día va a peor. Presiento que nuestra
amistad se esta yendo al traste. ¡Ábreme por favor¡- grita Luam.
Pasan unos minutos.
Bel abre la puerta. Un nubarrón de llantos tapiza sus lánguidas mejillas.
-
¿Qué te
pasa compañera?- le pregunta Luam suavemente- Tú mirada me asusta. ¿Qué te ha
ocurrido? Anda dímelo.
Ella se abraza a Luam como cascada
vertiginosa que cae al vacío. Está destrozada, con un llanto angustioso
lamiendo sus manos temblorosas. Luam se arrodilla junto a ella. Levanta su
barbilla.
- Cuéntame amiga mía. Entre las dos resolveremos aquello que te hace
caminar por arenas movedizas. Buscaremos la solución como siempre.
Bel se lleva las manos a su vientre. Esto
induce a pensar a Luam que en ella arriba algo terrible. Espera que Bel le de
una explicación. Algunas palabras indicio del mal que la está ahogando.
-¡Luam¡ ¡Luam¡ Estoy embarazada. ¡Qué horror¡ Esto es terrible para mi.
Maldigo este embarazo que me lleva por senderos ensangrentados. Dime, ¿qué hago
yo ahora? Quiero abortar para hallar la tranquilidad. No. No puedo soportarlo.
Mis padres no me perdonarán. Ni tan siquiera se quien es el padre. ¡Me
arrepiento Luam¡ Perdóname querida amiga mía. Esas noches de locura mira a lo
que me ha llevado. ¿Luam me escuchas? Tengo que expulsarlo de mí. Ayúdame.
- No hay problema Bel. Ahora mismo llamo a mis dos amigos y ellos nos
ayudarán a solventar este problema. Vamos, levántate y cálmate.
Como águilas que
remontan todos los vendavales Luam y Bel se levantan. Se dirigen en esa
penumbra que las acosa al teléfono. Luam llama. No responde nadie.
-
Esperemos
Bel. Esperemos a que ellos lleguen a su apartamento.
Luam y ella esperan en el transito de un silencio súbito. Solo corría
por Bel lágrimas y desgracia.
-
Luam. A
partir de ahora cambiaré. No más drogas, no más alcohol. Me siento tan derruida.
Mis años desperdiciados, mi vida un declive.
-
No siguas.
Olvídate del ayer. No te arrojes por esos acantilados que tu crees que te
pueden volver a construir. Es solo una prueba de la vida. ¡La vida y el dolor¡
¡El dolor y la vida¡ Verás como todo pasará y serás de nuevo gaviota de playas
donde los corales juegan contigo.
Luam marca de nuevo.
-
¿Qué pasa Luam?
Ocurre algo. El teléfono retumba como algo tenebroso. Presiento que algo no
marcha bien. Dime, ¿qué te pasa?- contesta Sebastián
-
Necesito
urgentemente vuestra ayuda. Venid a mi casa.
Luam con el nerviosismo cuelga sin dejar que
Sebastián hable. Los pensamientos de Sebastián son traducidos por Bautista.
-
¿Qué
ocurre Sebastián? Estás pálido.
-
Es Luam
Bautista. No se lo que le ha pasado pero alguna tragedia hay en su vida. Está
desesperada. Vamos. Tenemos que ir rápidamente a su casa.
Sebastián y Bautista salen con celeridad.
Apresuran sus pisadas por las calles vacías de la ciudad. Sólo las farolas y
una luna roída les indican el camino hasta la casa de las chicas.
La puerta suena como garras
del suceso. Luam abre. Su rostro representa pánico y temblor.
-
Pasad
chicos. Venga rápido pasad.
Sebastián y Bautista permanecen callados
ante el ambiente tan enrarecido que se respira. A ellos llegan bocanadas de un
siniestro difícil de descifrar. Están paralizados con temor lo que Luam pudiera
erupcionar. Ella les invita a sentarse.
-
Se trata
de mi amiga chicos.
Ambos suspiran con cierto alivio.
-Gracias Luam. Nos
has quitado un gran peso de encima. Creíamos que ti te pasaba algo. Ahora
cuéntanos ¿qué le pasa a tu compañera?
- No se como explicaros.
Ella está embarazada y quiere deshacerse de eso que lleva dentro. Quiere
abortar antes de que los meses avancen.
-¡Abortar¡ Y supongo
que nosotros tendremos que pagarlo. No se que opinar. A ti te apreciamos mucho.
Lo que tú digas.- contesta Bautista con paciencia.
- Y por qué no da a
luz y después nos lo da a nosotros Luam. Es sólo una opinión Bautista. No me
mires con esa cara. Es como una solución.
De repente la puerta de Bel se abre y surge
ante ellos la voz de ella resquebrajada.
-
¡ No¡ No puede
ser ¡Qué estás diciendo¡
-
Mis
palabras no han querido ofenderte. Solo es una solución. Sólo una opinión. Tú y
no más que tú tienes que elegir. Nosotros te ayudaremos en todo lo posible. Si
tú quieres eso. Eso haremos mañana mismo.
Bel sin contestar se encierra de nuevo en su
habitación entre las marejadas de sus pensamientos. Está desolada.
Consumiéndose en su error.
**
La frescura de la
hierba cubre los verdes montes. Besos consolados por las nocturnas velas del
firmamento. Guarecidos están, entre las ramas, Anne y el médico.
-
¿Cómo te
encuentras amada mía?
-
Me hallo
en una atmósfera mágica. Pero a mi también llega el dolor. Dicen que en el más
allá de estas tierras una guerra castiga a inocentes. Aberrante siroco de sus
alas que los hace fallecer en sus propias fosas.
-
Si,
querida amiga. Dicen que nubes de plomo
y gas acaban con ellos. Pero aislemos
ese tema de nosotros en esta
visita de nuestros sentimientos. Dejemos
la desolación en los márgenes del olvido y continuemos por ese río de flores
silvestres que inspira un largo beso.
Bésame. Bésame con la espesura de tus sentidos. Esa es mi felicidad. Tu
felicidad. Bésame como en busca de un sedero de la paz.
Se besan con el revuelo del nocturno guiados
por la enigmática luna. La medianoche se hace y con ella las luciérnagas son
vals luminoso alrededor de ellos. Anne tiene que regresar a casa. Regresar para
acompañar a Gueda. Mientras, otros amantes también recogen sus cuerpos al son
de la plateada. Hechizados están por ese paso de los años y aun su atracción
era más y más. Liam y la maestra en contacto con sus cuerpos gotean amor. Sus
miradas se halla fija en dirección a las altas montañas que lucen un traje
negro con la sombras de la noche.
-
Mira Liam.
Somos años de nuestra unión y nuestro
continuar sigue la ruta eviterna de las constelaciones. Brillantes cuando en
esta esfera se hace oscuridad y de nuevo estamos como los primeros días.
Están apoyados en la ventana que da al
universo y las montañas. Miran ensimismados todo ese exterior, todo ese hábitat
natural que los recorre como si ellos fueran hijos de la naturaleza.
-
Si Bel.
Cada beso, cada suspiro, cada acaricia, cada mirada está enclava en la
perpetuidad de nuestro amor.
**
Llega la mañana con la alegre tonadilla
de las aves. El andar se le hace tortuoso tanto a Bel como a Luam. Tienen
miedo. Cada uno intenta escabullir la mirada en otro. Solo Sebastián y Bautista
van charlando como si no pasara nada.
Entran en una casa. Allí una señorita los lleva a una sala y ahí Bel
desaparece entre la mirada de ellos a una habitación. Un hombre con barba sale
de la habitación el cual dice que todo ha salido bien, que si tienen algún
problema llamar por teléfono, que tienen que esperar un poco a que Bel se
recupere. Salen de aquella casa con el sol ya vencido por una alfombra de
purpúreos colgantes en el paraíso del universo. Todos tranquilos, con la
serenidad guía de sus meditaciones. Sebastián y Bautista dejan a las chicas en
su casa y ellos se alzan de nuevo solos por la desierta ciudad.
**
Llega los reflujos del verano y con ello Luam
se va. Pero antes llegan de visita el doctor y
su madre. El mañana sería un aterrizar sobre la selva. Con ello Luam
quiere alejarse de todo un poco y conocer más mundo. Sebastián y Bautista
conocen a la madre de Luam y el médico. En sus largas conversaciones entra uno
de los temas principales. El ha venido por nuevos medicamentos para la madre de
Liam. Igual que llegan se van en ese mismo día.
**
Luam de viaje que parte en un crucero a un paraíso
donde aves exóticas serán melodía de su historia. Cuanto duraría, ella no sabe.
Todo depende de la acogida que encuentre en esas tierras, depende de la
tristeza que sus sentimientos pudiera soportar ante la lejanía de sus seres
queridos.
**
Luam
parte con la llegada del verano. Abetos negros de polución adornan la urbe. Su
vida pasa fugazmente por su mente. El barco va cargado de mercancías para unas
tierras donde la desesperanza es súbita pero con un salvajismo atractivo para
todo visitante que busca algo nuevo en este globo. Con silencio camina por
cubierta alejada del trato con los marineros por ser errantes de largos viajes,
donde sus deseos por las mujeres es
fuerte. La brisa marina donde los recuerdos nadan en abundancia le
susurra de su correcta elección. Es navegante de lo desconocido. El viaje tardo
días. Días donde la monotonía del horizonte se asociaba con noches con un
firmamento límpido. Pasa cada noche
aferrada a las constelaciones descubriendo su misterio hasta que el alba le
danza con el sueño y regresa a su camarote. Solo a la hora del almuerzo se
reunía con esos marineros y capitán del barco. No quiere mucha confianza con
ello y no es que desconfiara pero ya le habían dicho de cómo era esos hombres
de la mar. Después del almuerzo se yergue de nuevo a su camarote. Con los ojos
bien cerrados lee esas cartas de años pasados.
Se siente nerviosa, apagada, diciéndose para sus adentros “ todo saldrá
bien”.
La
tormenta estalla. Callada, sin decir nada se envuelve en equilibrio. Sus
pensamientos vuelan y escucha el barullo
que se arma de estos hombres de mar. “ Son hombres de este océano y sin embargo
le temen. Escucho el lamento de alguien. Dice de un amigo que le fue arrebatado
por espumas furiosas. Dice recordar de aquel navío tragado por el aullar de una
marea enloquecida.”
La
noche se cierra en la tonada de las primeras luces y la tormenta calla. Los
marineros se alzan en una victoria. Luam duerme y en el vagar de sus sueños el
barco llega a la bahía. Apurada despierta, ya tiene todo preparado para
desembarcar. Allí se atasca una densa
masa humana de distintas razas y un puerto primitivo aún. Afuera alguien la
espera con una pancarta pronunciando su nombre. Baja. El calor es sofocante
animado por la humedad. Se presentan. A partir de ahí comienza un largo
recorrido entre la selva y el desierto con un todoterreno. No se entienden. El idioma que retoza en cada
uno es lejano. Solo con señas se produce algo del significado que cada uno quiere
decir. El es un hombre moreno, marcado
por los filigranas solares. Sus ojos son enormes de un gris apagado. Luam se monta en el coche con todo su
equipaje y se despide de ese pequeño puerto hasta el retorno. Le espera muchos
kilómetros. Hacen descansos y en ellos ella aprovecha para escribir a su madre.
Querida mama:
Ya he llegado después del bramar de la mar a este nuevo país. Al
principio me sentí algo traicionada al llegar al puerto pero luego comprendí
que este continente alejado forma parte de otra cultura, otro desarrollo. Ahora
me hallo en un coche con turbulentos deslizamientos por una frondosa naturaleza
donde los ruidos extraños llaman mi atención. Algún que otro animal tropieza en
nuestra ruta. Del conductor no se que decirte, nos entendemos por señas.
Nuestro viaje por esta vasta tierra no solo ve cosas hermosas, algo insólito
causó un extraño quemar en mi corazón. Un dolor intenso se manifestó en mí por
algo que desconocía o creía que ya había sido aniquilado. Descubrí esas tinieblas y sombras que el
hombre no nombra. Una caravana de almas encadenadas madre. Cuerpos que caen, un
látigo que no cesa. ¡Qué terror siento ahora mismo madre¡ Que impotente somos
cuando descubrimos estos hechos y este profanamiento de la libertad. Si tú los vieras como yo los vi: robles
doblados con grilletes en sus piernas, débiles e indefenso en el espanto y
cansancio que presentaban sus miradas. ¡Estoy rota¡ Mientras te escribo una y
otra vez esa imagen viene a mi cabeza y caigo en un pozo de llantos. Oh, me
siento cómplice. El chofer ni se inmuta. He conspirado con mis sentimientos y
ahora una hoz cae sobre mí. ¡No quiero verlos más¡ Que remordimientos se apoderan de mi en las
verdes sonatas de este húmedo bosque con sus gigantescos árboles. El olvido
hace cruel a los humanos cuando detrás hemos dejado el lamento de unos
inocentes. Da pena. Me callo y dejo de describirte los eclipses del mundo. No
quiero mortificarte. Nos adentramos más y más por este fornido boscaje donde
lianas y hojas de un verdor increíble. Dejamos atrás la floresta para caer en
un desierto de piedras. El viento no es fuerte pero según me indica el chofer
una tormenta pasajera está a punto de llegar. La tormenta pasa. En este lugar
no hay algún alma. Solo silencio y serenidad. Kilómetros y kilómetros de
piedras mudas. Me deleita aunque solo hay aridez. En una de las paradas el
chofer me hace una serie de indicaciones. ¿Qué ocurrirá? Me asusto por ser
cómplice de nuevo de alguna imagen terrorífica (perdona madre por que esta
carta sea tan larga pero he de contar a alguien todo lo que veo). ¿Qué será?
¿Qué será? La desesperación me acecha pero quiero ver lo que este hombre le
aterra. ¡La catástrofe madre¡ ¡Casas de piedra y barro derruidas¡ ¡Hombres y
mujeres con formas esqueléticas¡ ¡No¡ No quiero más. Mis ojos se eclipsan y mi
respiración quiere morir. ¿Por qué tanta miseria? ¿Por qué tanta injusticia? No
lo entiendo madre. He venido para ver el
dolor. ¿Qué hago aquí? Una tesis. Que
estupidez. No se si podré soportarlo. Al pozo que van ellos a beber yo también
beberé y les daré todo lo que está a mi alcance. Se acercan al coche y yo sin saber que decir,
sin saber que dar, sin saber como actuar callo. Me quedo como congelada,
paralizada. ¡Tanto desastre¡ Cuando llegue al lugar pensaré en ellos y algo les
traeré. ¡Se fuerte dice mi mente¡ Soy fuerte. ¿Cómo albergar la sonrisa en sus
almas? ¡Una borrasca me llama¡ Mis manos se sienten sepultadas. Que dolor
madre, que vergüenza madre. ¡Qué cansada me siento¡ Te dejo ya, creo que te he
contado demasiado, más de la cuenta. Ya mi viaje llega a su final.
Te quiere
Luam
Entre
el terror de lo visto y la fascinación de un paisaje impresionante engarrotado
al pasado Luam es bienvenida. La humedad de ese boscaje la inspiran y sus
párpados se eclipsan a ver más allá de la mujer que está ante ella. Una
travesía entre el bien y el mal. Abrió
los ojos como después de una pesada pesadilla. Una voz la saludaba. Una voz que
provenía de una mujer blanca. Se presentan. Ella se llama Patrís. Es único
rostro extranjero en ese lugar. Le explica y le enseña como funciona todo allí.
La visita termina con la llegada a la choza. Durante unos años dormirán bajo el
mismo techo. Luam habla de sus aspiraciones. De la tesis que iba a realizar
sobre las aves vinculadas a ritos en distintas tribus. Ahora tiene que
adaptarse, ser parte de la naturaleza. Ella con un pequeño esfuerzo lo
consigue. La paciencia es arma que lleva en su mochila.
Son
días y días de caminatas y anotaciones. El movimiento, el alimento, el canto,
la huída, el tacto, lo bello de sus plumajes, la historia que depara ello.
La
relación de intimidad entre la doctora y Luam va incrementando por días. Tanto,
que las palabras daban paso al silencio. El misterio que las rodea se disipa y
como compañeras de un mismo fin la amistad se enaltece. Sentadas, bajo un
manglar y con la música de un río acompañado de las aves ven pasar las jornadas
pacíficamente.
- Dime Luam
que opinas de este lugar que a cualquier hora es balada de las aves-
pregunta esa mujer de azabaches llamaradas a medida que va recogiendo hojas
secas y palpa su olor- Contesta Luam. No te fijes en lo que hago. Ves como cojo
esta hoja muerta. La cojo porque nosotros somos como ellas. ¡Escucha! ¡Escucha!
¡Un disparo¡¿Qué animal habrá sido lastimado?
-¿Cazadores furtivos?
-Si, son cazadores furtivos.
-Vamos a por ellos. Malditos. Los maldigo.
Estoy harta- las lágrimas corren por la mejillas de Luam.
-Relájate Luam de este sórdido legado de la
humanidad. Olvida el dolor que escuchas por que sino no aguantarás. Cuando
llegue la noche, envuelta en tus sábanas llorarás y luego te levantará más
fuerte, más reflexiva. Sabrás como exterminar todo esto. Será mejor que
volvamos. Aquí estamos en peligro.
Luam
y la doctora se levantan huyendo de la queja del bosque. Huyen. Tienen que huir
de los cazadores furtivos y esconderse en la choza hasta que el sol las alcance
de nuevo. Al llegar, Luam se encuentra con una carta pasada por debajo de la
puerta.
-Una carta- dice Luam
-Seguro que es para ti Luam. Cógela.
-Tan pronto.
-Nuestro querido chofer se habrá apresurado en
traerla. El siempre quiere complacernos. Venga, cógela y ábrela. Así aliviarás
ese vacío que existe dentro de ti.
Luam
coge la carta y se sienta mientras la doctora también sentada continua con sus
anotaciones.
Querida Luam :
¿Cómo estás hija mía? El verde
del boscaje al horizonte se pierde cuando pienso en ti y heladas tremendas me
envuelve en un manto de añoranza. Mi corazón de tanto amor que siente por ti es
sueño eterno. Ya he recibido tu carta. ¡Que dolor presenciar esas escenas¡ Por
ello te pido que te alejas , que retornes de nuevo. Se que sientes incoherentes
mis palabras. Pero no se, no quiero que sufras. Te has dado cuenta como es el
ser humano. Tú sola no puedes solventar las pestes de unas manos que zanja la
vida de otros. ¡Son tan sordos¡ ¡Tan insensibles¡ Solo miran el poder y el
dinero, lo demás no importa. Así somos. Pero bueno. Yo no he de dirigir tu
camino, te dejo con tus pensamientos. Si eres feliz así, sigue así. Cambiando
de tema. Las rosas es ventisca benevolente a mi economía. Aquí sigue Gueda. Y
como bien sabes estoy enamoradísima del
doctor. ¡Lo quiero tanto¡ Que no se me olvide me han ofrecido un puesto de
flores en la ciudad. Si, esa ciudad que tú te formaste. Sin más me despido. Con
muchos besos y abrazos. Cuídate mucho
Anne
Luam vuelve a
leer la carta en voz alta a la doctora. Desea que el bullir de felicidad que
ella siente en esos momentos se prolongase a ella. Así se duermen marginando
las derrotas del día y repasando notas.
Otro despertar. El suculento roce del alba.
Vuelos irisdecentes a través de la selva. Plumas que se van recolectando,
plumas que van marcando leyendas. Algún animal herido por alguna trampa. Algún
animal huérfano. El auxilio de ellas.
- Mira la vida Luam. Mira estos seres que intentamos que prendan la
vida. Mira todo lo que queda. Todos parecen cansados.
La doctora y Luam están con
las vacunas para los niños. Luam ayuda a la doctora. Sigue sus indicaciones.
- Pero todavía les queda algo. Menos mal de ese pozo que los hidrata y
el recolectar los apacigua sobre las tinieblas que tiende una mano atroz. Algo
queda de esa hoguera que la luna besa en
sus danzas.
Luam y la doctora se van.
Reparten algo de comida antes de partir a esa aldea de estériles tierras.
Continúan su camino. Cebras que se acercan a los ríos, nuts que con presteza y
celeridad continúan su marcha en manada. El sol que se dirige en su caída hacía
un nuevo sueño. Otra vez en la cabaña.
Otra vez una carta bajo la puerta.
- Otra carta. Esta vez de mis amigos de esa gran ciudad. Pero antes
tomemos un café.
Se dirigen a la cocina
donde calderos de hierro forjado cuelgan en el techo y allí sentadas mientras
beben de ese líquido azabache Luam lee la carta.
Querida Luam :
Olfatea esta
carta Luam, aquí guardamos nuestros aromas para que siempre te protejan. Te
echamos de menos. Parece que este parque donde solíamos pasear y colgaban
pétalos de mariposa ya no aletean ante nuestra presencia. Es como si te
necesitáramos. No creas que esto es un pretexto es que la nostalgia golpea
nuestros corazones. ¡Ay querida muchachita nuestra¡ Yo y Bautista entonamos el
canto de la alegría y la suerte para que todo te salga bien.
Con
mucho amor
Sebastián
y Bautista.
Las lágrimas lucen en el rostro de Luam. La doctora la observa y
sonríe.
- ¡Que grandes son¡ Es un privilegio ser amiga de ellos. Amistad que
nunca caerá en el olvido. Amistad que asciende a mí en el mundo de los sueños.
¡Si tú los conocieras…¡ Dos enamorados que caminan por ríos de coral y fuentes
de esmeralda. ¡Los quiero tanto…¡
Luam suspira mientras
consume la última gota de café, mientras la doctora absorta se fija en ese
afecto que ella siente por esos hombres.
- Espero que yo
también pueda ser aliada de tu vitalidad, de tu emoción en estos años.
- Claro que sí amiga
mía. Tu acogida es fascinante. Eres una mujer luchadora y ello me gusta. En ti
se ha ido curtiendo estaciones violentas para transformarlas en benevolentes y
ello me lo transmites.
- Gracias Luam. Si
soy luchadora. Aquí se ha aposentado tantas injusticias detonante de un grito
en la oscuridad…Del temblar de mi cuerpo ante tanto dolor que se siembra en
este lado del mundo. ¡Tiéndeme la mano amiga¡ Tiéndeme una oleada de paz ante
tantas primaveras raídas. Seamos ese campo del sueño. Yo te daré los míos y
seremos ese murallón donde con la crecida de los años nos dará la victoria.
Luam le tiende la mano. Se van al salón.
La pone un vals que bailan con la hechizante luna. La noche es desierta de las heridas que allí se desprenden. Y así
en su baile continúan hasta que extasiadas de cansancio en la madrugada se
acuestan, reposan.
La jornada sobreviene además de todo el
trabajo de investigación hay que cuidar la huerta, elegir cuidadosamente las
raíces y hierbas como les había indicado
los indígenas para alguna necesidad. Así
pasan los días. Después van al puerto
conducidas por el chofer que había traído Luam. Allí se quejan de esos
cazadores furtivos, de se contrabando de humanos y animales. Las escuchan pero
todo no era más eran palabras que se las lleva el viento. La doctora lo
sabe.
- Sois unos malditos.
No cuidáis estas tierras de vuestra sangre. Sois despreciables. Oléis tan mal.
Ellos
no dicen nada. La ignora con ese siempre lo mismo. Se van de nuevo con el
chofer hasta la cabaña.
-Los ataría a todos a un árbol para que los comieran
las hormigas.
Pasan los meses sobre esa tierra fértil para
unos y estéril para otros. A Luam le quedan
los últimos días en ese lugar. Otra vez embarcarse
pero esta vez compartiría el viaje con el chofer que quiere recorrer mundo.
Luam y la
doctora se disiparon en esa última noche donde el trémulo resoplido de una
acacia venera sus sábanas desgastadas. La luna las vigila en su última noche.
Una noche en que sus cuerpos se esposan a los secretos, al regalo: sonoro
recuerdo de sus atuendos selváticos con la brisa puliendo el templar de sus
cuerpos. ¡Noches cálidas bajo ese velo que se desquita de los insectos¡. Donde
la sonora plateada es eco de lo hermoso que es ascensión al amor. El amor
entablado entre barreras inexistentes en ese paradisíaco lugar. Insonorizadas
de todo.
Dos
mujeres con un mismo corazón. Manos que descienden por cada uno de sus rostros.
Dos mujeres que son el fiel consejo de la amistad. Una amistad que ha llegado
en su momento más álgido con el adiós. La noche sucumbe con la fragancia de sus
cuerpos, con el liar y liar de sus suspiros.
- ¿Por qué enamorarme de ti?- pregunta la doctora
con el último beso a Luam en la proximidad del amanecer. Una densa capa de
niebla habitaba el exterior.
-¿Por qué amarte a ti si mi cultura no me lo
permite? Somos iguales pero a la misma vez tan distintas…Que más da que seas
del mismo sexo que yo si en nuestra reconditez eres magnífico colibrí que surca
mi corazón.
El suspiro de la doctora es continuado por Luam.
El suspiro de la despedida.
- Espero que me mantengas en el recuerdo. Espero que
tu despedida no sea jornadas de dolor de amor cuando la noche y el alba me
encuentren.
-Volveré querida. Tu ternura. Regresaré a por
ti.
Luam se
va. El motor ya está en marcha para antes de que el sol corone su máxima
altura partir por esos mares.
La
doctora se queda en la puerta. Rígida,
con sus ojos extendiendo una mirada hasta que el motor deja de escucharse. Se
había enamorado y no puede creer que Luam se fuera. Teme su olvido, el olvido
de la amistad, el olvido del amor. Cuando solo el crujir de la naturaleza era
compañía sus lágrimas cerraron la puerta para acogerse a la música que habían
escuchado esas últimas noches. Gira y gira alrededor del salón sometida en el
ensueño. Se sienta junto a la chimenea y el vapor de sus palabras se
entremezcla con el humo contaminante de la nada. “Otra vez sola. Sola ante este
fuego que quema todas mis esperanzas. Volverá o no. La ilusión me dice que
volverá como paloma de la libertad, como un jazmín blanco y radiante para besar
mis labios. Pero una ventisca turbulenta me traiciona, me dice que no, que
jamás la volveré a ver”. Coge unos papeles, unos papeles donde la tinta corrida
de sus notas era aún aroma de Luam. Los huele hasta cerrar los ojos. “ La
siento aquí en estos momentos. Brío desmesurado en el rito del amor. La siento
como esa mujer balandro de mis mares. Ahora, solo que esto, esta fragancia que
enaltece mi alma y a la vez me hiere. Todo es cuestión de tiempo. Un tiempo que
se alarga o acorta según su fuerza en el paso de los días. El me responderá. Me
responderá…” Se duerme en el suelo alfombrado rodeada de caretas mágicas.
**
El
corazón de ella palpita. Palpita cuando de aquel anciano sillón retumba en el
amor de aquella mujer. El futuro que tejen para ella no es ese, quieren que sea
como cualquier chica normal. Otra página, otra foto, otro recuerdo.
**
El
puerto es un despegue de cúmulo de personas. Entre pañuelos, abanicos,
paraguas están par desquitarse de ese
calor bochornoso. Luam se divide ahora entre la realidad y el amor. ¡Tiene que
alejarse de esos sentimientos¡ ¡Fuente de la ensoñación¡ Sabe que su nombre la
acariciaría a cada paso que diera a partir de ahora. Parten en ese balandro con
el soltar amarras. ¡Se recubre de ese horizonte azul¡ Ahí Luam aprende el arte
de ser navegante para ser dos en uno. Si por alguna circunstancia ella tiene que
tomar los mandos de la navegación. El nombre de el era Cav. Nombre extraño.
Siempre tan callado. Luam lo mira como
ese guía mágico. A él no podía llegar pues posee un muro inquebrantable.
**
La madre
de Liam está ahí sentada, en esa mecedora en la que teje hirientes recuerdos,
su hijo muerto. Su marido con un trozo
de pan en la boca la mira con una cierta nostalgia por aquellos tiempos
maravillosos. De repente sin que el se lo esperase ella comienza hablar. Si a hablar después de tantos años.
- Que pasa. ¿Qué pasa? Se que despierto. Se que mi
cuerpo y voz han sido muerte en el ayer. Ahora siento mi voz. Siento esa luz
conquistando mis ojos. ¡Oh no puedo mirarla¡ ¡Oh ya no conozco mi trinar¡ Es
tan extraño.¿Donde estoy? Mis
pensamientos dibujan la muerte de un alma querida pero ahora soy eclosión que
se esparcen por los estanques prodigiosos de la cordura. ¡No era locura¡ Era
ese ayer nefasto que me hizo abandonar en el dolor. Olvidándome que todos los
días ese astro rey con su lluvia naranja me observa. Pero no recuerdo, no
recuerdo el pasado. Te veo a ti. Ahí sentado, comiendo. ¡Tú, amado mío¡ Con tus
leyendas de final feliz ¡Eres tú! Tú, ese hombre que yo olvidé en mí embarcar
por fuentes fúnebres. Te conozco. Ven amor mío. Abrázame.
El padre de Liam pálido. Sin poder creérselo deja la
comida, se levanta y va hacía su mujer. La abraza. La abraza. ¡Otra vez la
vida¡
**
¡Amantes¡ ¡Amigos¡ ¡Queridos¡ ¡Olvido¡ ¡Montaña de
cipreses moribundos¡ ¡Tejer¡ Como tejen las mujeres del pueblo que en reunión frente
a la fuente rememoran a los seres queridos idos. Todas con un pañuelo ceniciento sobre sus
cabezas, todas con sus plomizos vestidos eran curso de bordados típicos donde
el arco iris era su inspiración. Hilan e hilan mientras los rumores del pueblo
se abalanza sobre ellas. ¡Qué alegría hay en sus cuchicheos¡ Aunque la soledad
impera en cada una de ellas las horas pasan hasta la llegada de la noche. Amel,
la dueña de la casa dirige lo que emana de esos telares. Esa noche de luna
creciente de los telares comienza a erupcionar algo extraño, las prendas se les
va de las manos a las mujeres. Inician un vuelo por toda la casa. Todas
asombradas y temblorosas se fueron a un rincón.
-¡Que pasa¡- grita Amel.
Son mensajes de los que están bajo tierra.
Sus manteles, bufandas, pañuelos se van transformando en seres extraños que
correspondía al amor de cada una. Amel se da cuenta. Se da cuenta que son sus
muertos.
- ¡Por
qué esto cuando nuestro baile es olvido¡
Todas se ponen detrás de Amel. Amel la dura,
la frría. Tanto que las tinieblas y los espíritus no le hacen decaer. Los
espíritus, en coro, dándose la mano uno a otro, comienzan una danza.
- Ven.
Ven- dice uno de ellos a Amel .
Amel reconoce esa voz, esa fragancia que
viene de la tumba.
-Eres
tú. Eres tú el que me mirabas tras el espejo cuando me quitaba la ropa para
después mi cuerpo consumirse en tus labios.
- Si,
soy aquel que era paraíso de tus labios en noches de lunas desiertas. Somos
vuestros amores que ahora venimos animar vuestra pasión y perseverancia.
¡Vuestras melancolías¡ Dulce balada que nos envuelve en este retorno. ¡Venid¡
¡Venid¡ Que la danza es ya hoguera en el pacífico océano de los enamorados.
Primero con cierto temor, luego con la
plenitud de la confianza se arriman a ese coro, junto sus esposos. Otra vez
ellas recorren el aliento bonancible del pasado. Parece que un viejo árbol del
amor les da sombra. La música suena. Es una música a base de flautas y
tambores. Una música que se extiende por todo el pueblo. El párroco se despierta, se viste con
presura. Abre la puerta donde una corriente de aire frío le da en la cara. Bajo
por la plazoleta y toma dirección casa de la costurera. Le parece extraño todo
ese jaleo. Toca en la puerta.
-Abrid
la puerta. Esto es un escándalo. Abrid la puerta. ¿Qué ocurre? A que viene esta
música a estas horas. Abrid la puerta.
De repente todo igual que antes. Los
espectros se eclipsan, son otra vez esas telas que ellas tejen. Todas se ponen en sus respectivos puestos y
Amel abre la puerta.
- Buenas
noches señor cura. Que hace a estas horas usted por aquí. Son horas donde el
sueño galopa incesantemente por nuestro subconsciente.
-
¡Dormir me dice usted¡ Cuando me encontraba en mi apacible sueño se hizo un
jaleo de música que no es normal. Música que proviene de aquí. Hasta hace un
instante yo la escuchaba. ¡Que os pasa¡ ¿Qué estáis celebrando a esta hora?
Aunque ahora percibo tranquilidad.
- Es que
una de nosotras a cumplido años de enlace con su esposo señor cura. Disculpe
usted.
-Pero que
dices. Dejad a los muertos descansar en paz. ¡Ay si os viera¡ Si incluso
percibo el olor de vino. Se te nota Amel. No hagáis esas cosas. Además , ya es
hora de descansar.
- Como
que no. Yo seguiré bailando junto a mi esposo aunque este enterrado, aunque sus
manos no se posen sobre mi cabello. Hoy es el aniversario de mi compañera y lo
celebramos.
El cura la mira desafiante. Se da media
vuelta y se va con celeridad. No se despide. Su enojo le hace caminar con
rigidez.
**
El padre de Liam la levanta con sumo
cuidado, la ayuda con esos primeros pasos después de tantos años. Muy lento la
lleva afuera de la casa. Quiere que ella respire de la primavera, quiere que
respire de ese nuevo viaje con los vivos, quiere respirar con ella esa noche de
luna. Se sientan contemplativos a mirar ese universo tan especial.
- Mírame
querida mía. Mira como la luna es guía de las estrellas. ¡Es magnífica¡ Dime lo
que te puedo dar para que jamás duermas por amargas aguas.
- Nada
amado mío. Hoy he despertado como despierta la hierba después de la nieve. Ya
no me capturará las agrias sonatas del trastorno. Otra vez he vuelto. He vuelto
para ver esta blanca luna, para verte a ti.
- ¡Qué
feliz me siento¡
- Y Liam.
¿Dónde está?
-
Querida mía Liam se ha casado. El ya no descansa en nuestra casa se fue junto a
ella por esos campos del amor. Deja que
la conozcas. Te encantará.
La madre ante esa noticia parece revivir
más y más. Lanza un suspiro y su marido la acompaña.¡Como suspiran los cuerpos
en la profundidad de la noche¡ Dos cuerpos, dos seres en el colapso de sus
ramas deslizándose por cada una de sus vertientes hasta un mismo río.
**
Y los amantes del pueblo, por un lado Liam
y la profesora magnetizados por la reconditez de la luna y por otro Anne y el
médico. Anne con la tranquilidad de la vuelta de Luam y a la vez enamorada del
doctor. ¡Sus cuerpos¡
- Ámame
perpetua guarida de mis ojos. Me miras y con tu mirada me dices de este
alborozo de la pasión. Yo te miro y te digo soy todo tuyo.
Un beso es erupción del girar y girar
hidratando más y más el amor.
**
El mecer
del océano. Luam molesta porque su compañero no deja de mirarla.
-¿Por
qué me miras?
-Por
nada. Te miro por tus ojos preciosos. Te
miro como esa compañera errante de estos mares junto a mí. Sabes, mañana
llegaremos a Veneto, barquillas que danzan al son de los peces, casas a la
orilla de un mar enrarecido, lluvia de habitantes que ofrecen toda su
hospitalidad. Ven, ven hacia mí y apaga este fuego que llevo dentro.
La
mirada de él era cada vez más huraña, más viciosa. Luam por el siente repudio.
No le gusta su aliento.
- No. No
compartiré contigo nada. No te deseo. Solo el amor verdadero cabe en mí y por
ti no siento nada. No te acerques a mí. No me mires. Aléjate de mí con
indiferencia que ello me alegrará.
Llegan con los carros de fuego que el azulino
cielo prende, con la nada de ser alas del amor pero con esa sonrisa al ver que
los lugareños los saludaban con pañuelos. Ellos también saludan, saludan como
extraños a esa cultura que se aproximan.
-
Luam, llévate todas tus notas por si la necesitas
cuando desembarquemos.
Luam obedece y antes de desaparecer de la nave
recoge todos sus dibujos, sus apuntes, sus bártulos dejando todo lo demás en la
barca. Cada uno desaparece por caminos distintos. Pero no es así, mientras Luam
se pierde en el pueblo, él se queda en la barca, suelta amarras y se va.
Luam se pierde por el espectáculo de esas callejuelas antiguas y algún que otro museo. Pinta esas palomas que se desenvuelven entre
migas de pan y millo, escribe versos de amor por lo maravillada que se siente
al descubrir este nuevo mundo. Antes de volver al barco se para en una
cafetería, tras sus cristales ve como el firmamento se va difuminando entre un
celeste puro y un violeta. Se toma un café y descansa un poco. Retoma su
camino, se acerca lentamente en dirección donde está el barco. Sus pasos se pierden en la nada, en la nada.
No hay nada. La pequeña embarcación no está. Luam siente una especie de
temblor, sus piernas se aflojan y su voz se marchita. Las horas pasan Luam recorre la pequeña bahía
y se pregunta. Una pregunta que la hace caer en el abismo.
- ¡No¡ No. Mis cosas. Se ha ido el muy. ¡Es la venganza por no rendirme
a sus pies¡
Luam cae de rodillas.
Sus mejillas se empapan. No puede creer lo que le está sucediendo.
- ¡Por qué¡ Me ha dejado tirada y ahora que hago yo. Me levantaré y
andaré en busca de ayuda. Quiero volver a mi tierra. ¡Que la suerte me
acompañe¡
Luam pasa allí unos años.
Las primeras semanas fue camino de la derrota, sin dinero, va de puerta en
puerta pidiendo algo para alimentarse. ¡Mendiga de la soledad¡ ¡Mendiga de la
injusticia¡ No es aceptada porque no es hija de esa cultura. Duerme con las
palomas en la plaza, arrinconada en un banco con periódicos y cartones.
Mientras para sus seres queridos disfraza su vida, la pinta de un color
llamativo y llena de mentiras. No deja de dibujar, alguna que otra moneda le
dan por ellos. Todo ello la lleva a ser mujer de cartón, mujer del mal vino
para distanciar los recuerdos. ¡Quiere olvidar¡ Esa marejada mordiendo sus
manos. Manos deshabitadas del gozo. ¡Quiere olvidar¡ Las brumas y el roer de su
cuerpo la consumen en el abismo y la nada casca todo fundamento de esos pilares
de su vida.
Querida madre:
Desde aquí donde el
trabajo requiere todas mis energías te escribo. ¡La lejanía de tus alas, de tu
querer…¡ Pasan los días y lo más que hecho de menos el abrazo pletórico del
buen amigo, del buen amor. Siento a veces tanto frío…Pero me hallo bien con
esta labor aunque deseo ya volver.
Se
despide
Luam
PD: No te apures de
que el contrato acabe iré para allá.
De
pronto se sumerge en un mar de lágrimas con toda esa mentira. A veces habla con
uno más de ella. Uno que busca calor bajo un puente.
- Me siento como un
islote donde van a parar herrerillos cansados. Si, cansados de tanto volar y
volar y solo hallar árboles invisibles y pantanos en su girar y girar. Mira
esta bolsa de mis ingresos. Son tan lentos que son besos de alacranes. Mira mi
ropa raída, sucia, harapienta y mis palabras que caen al vacío. Durmamos en
esta noche fría de navajas afiladas resbalando por nuestra tez. Durmamos aquí
junto a esta hoguera de viejos recuerdos. Que la noche nos acoja con la mirada
de una luna opaca.
Luam
duerme junto a ese hombre sin sombra, ese silencioso anciano en la senda de la
calidez de la hoguera. Sueños extraños
la acechan, la cercan en un vaivén de sus manos heladas.
Luam
deja sus cartas en un bar cual ella siempre merodea en busca de algún alimento
para su vientre. Papeles que le da esperanza, lluvia de nostalgia que la hunde
en un llanto prolongado. La distancia a ellos es gigantesca y ahora más
sumergida en ese mundo del alcohol. No le queda más que la marginación. ¿Quién
va a sostener una soga salvavidas a una extraña? Así somos, quien va a auxiliar
a quien camina por alcantarillas por donde las ratas bailan. En medio de la plaza, en un banco, Luam lee
la carta que le han dejado en el bar. Las palomas pican sus zapatos negros
desgastados, la niebla pisa sus hombros, el frío corrompe el silencio de su
cuerpo.
Querida Luam:
Como estás amada
mía. Como estás cascada de montes de los cuerpos atados por una misma pasión.
¡La pasión del amor. Sabes, te hecho de menos. El frescor de tus labios bajo la
chimenea insomne de las enamoradas. Sí, las enamoradas.¡Qué febril andadura la
mía en busca del consejo del corazón¡ Un corazón donde los manglares se cubren
del oro de sus almas. Dos almas y un solo amor cabalgando en las aguas de los valles
encantados. Tú ausencia es herida y las luna silenciosa no me dice nada de ti,
de mi, de nuestra pasión. Tú ida me ha dejado en este parte del mundo donde
feroces garras prenden todo clamor a la naturaleza. ¡Ahí la belleza¡ La belleza
eres tú. Tú voz. Tu callar, tus ojos, tus manos, tu compañía. Sin más me
despido pero antes decirte que he recogido un niño. Un niño que vivía en un
tremendo martirio. Ahora si me despido.
Piensa en mí. Piensa en tu vida. Se feliz. Adiós querida amiga. Adiós querido
amor.
Hasta luego
Esta carta. Hace
buscar a Luam en su alma, sus manos, su mirada. Tira el vino lo más lejos
posible y fuertemente expulsa un halito de desolación. Ve nada más rejas que se
le van interponiendo en su camino por no actuar de otra manera. Retorna de nuevo bajo el puente de los
ahogados pero sin antes haber vendido todos sus dibujos y haber mendigado. Su
amigo de la mendiga brisa lo encuentra como siempre: cobijado en la suciedad
pero está vez con el silencio de su respiración. Luam lo llama. Lo llama con la
cargante fragancia de la angustia. Pero nada. No despierta. Luam angustiada,
suspendida en el abismo, envuelta en cenizas. ¡Siempre el dolor¡, se dijo.
¡Esta maldita vida¡ Dolida, retraída.
Luam lo llama. Lo
llama con el cargante rumor de su pena. Su despertar se retrasa. Un retraso que contusionaba a cualquier ser
que conociera el don de su sonrisa. La angustia entonces se le ata a Luam, una
suspensión por el abismo. Una carta de esperanza y un navajazo desencadenante
en dolor. No sabe que hacer. Cierra los
ojos de ese hombre envueltos en una tela de araña gris. Retraída se levanta de
su lado. Va en busca de ayuda. En medio de su apresurado paso se encuentra dos
policías. La mirada de desprecio de
ellos le hace daño pero tiene que hablar. Uno de ellos se le acerca antes de
que terminara de subir las escaleras.
-Que te pasa. A
donde vas con tanta prisa mendiga.
Luam
por unos minutos se queda tiesa ante el trato.
- Mi amigo ha
muerto.
Son
las únicas palabras que pudo decir. Se
la llevan a la comisaría que esta cerca mientras uno de ellos llama a una
unidad y una ambulancia. Allí la atiende un ojeroso policía de azabache y
limpia mirada. Ella se sienta y narra lo sucedido. Al acabar el policía le da
la mano y le ofrece un café. Sale de la comisaría y se dice nunca más, nunca
más pisaría esa tierra llena de espantos y dolor. Al entierro no va nadie. Solo
Luam y la oscura tarde que se le venía encima. Pétalos de rosas al vaivén de la
brisa de la despedida. Si la despedida. Ella también se va. Ya tiene unos
ahorros y con ellos elevará anclas a otro lugar.
Zarpar
de nuevo pero ahora en un barco que alberga un enjambre de personas. La
tristeza vuela por Luam cada vez que piensa en su compañero. El viaje es arduo,
siempre con mal tiempo tirando de la coraza de ese gran barco. Hay gentes de
distintas culturas que van rumbo de la esperanza y la libertad. Luam logra
conocer a uno de los integrantes de esa embarcación. De tez azabache, con su aldea abrasada y
ahora con una bolsa con sus últimas pertenencias. Ahí está, al aire libre donde
Luam era rebosar de la brisa de las algas, del aliento de las aves marinas.
Vidas opuestas pero al fin al cabo comunes.
-¿Quién eres tú que con las mismas vestimenta
harapienta que yo surcas este océano? Vas en busca de un nuevo país como yo. Un
nuevo lugar donde el repudio no exista.
- Yo soy Luam. Decaída alma tras ser estrago de
la mentira.
- Si, la mentira. Esa que convierte al ser
humano en gas enrarecido de los amigos, de los hermanos. Ni la primavera nace,
es eclipse total. ¡Ahí la primavera¡ Detrás han quedado esas chozas de barro y
paja. Ese recolectar por la frondosidades de los valles. Ya no soy hijo del
viento, ya no soy lanza ni galopar sobre el salvaje alimento. Ahora soy como
ellos.
-Si, es cierto. Con lo bien estaríamos
respetando cada cultura en lugar de destruirla. Que más da esos ríos con otras
vertientes, que más da ser distinta ideología si somos senda de la paz.
Quedan callados. Entre ellos se establece una
relación de compresión y honestidad.
- ¡Ay la vida¡ Mira este océano. Cachalotes
danzan a la armonía sobre esa silbante fragancia marina, sobre estas palabras,
sobre nuestras manos, sobre nuestros corazones. No hay más.
El
y Luam se sitúan en la barandilla para respirar al unísono y profundamente de
la brisa marina y admirar esos animales. Se sientan de nuevo para contemplar
ese atardecer ya cercano. Se quedan así hasta el término del día y ver como las
primeras estrellas relucen con todo su esplendor. Estrellas fugaces que danzan al son de la
melancolía que reflejan sus ojos. Marea quieta que transmite un cierto rumor de
serenidad. Luam se va. Lo deja. Por esos pasillos es atraído por el llanto de
un niño. Le encoge el corazón. Llega a un camarote pero ya no se escucha nada. Luam
toca y una mujer le abre.
- ¿Qué te ocurre mujer? ¿Por qué está rota tu
felicidad?
Ambas se sientan en la cama.
- No me pasa nada joven. Solo que el sol no ha
venido hoy ni tampoco me encontró en ese ayer. ¡Y ese mañana¡ ¿Vendrá? Para mi
la vida es indiferente pero para este pequeño, surco del amor, si le importa.
Le importa ver de nuevo el amanecer. Ahora no me queda nada sino llorar por
este ser.
Las
dos mujeres se miran cómplices del desalentador cauce que las encauza. Sus lágrimas
son naciente de cenizas de sus almas hasta que la madrugada es despedida y el
crepúsculo las intenta convencer de lo honorable y bondadosa que es la
vida.
Luam
se retira, se va a su camarote. Se acuesta, un manto de pesadillas la envuelve.
“ Se ve corriendo desesperadamente en busca de su amante. Una celeridad
vertiginosa como animal salvaje tras sus pasos después de haber compartido
momentos de júbilo. Pedregales se le interponían en su camino, es como si
bebiera veneno. Pero ella sigue y sigue. Desgasta todas sus fuerzas pero se
afianza a la esperanza. No la hallaba, lágrimas de hogueras, hogueras de
escarchas, escarchas de cacilnamiento. De repente se encuentra rodeada por una
multitud de personajes desconocidos, opacos a sus sentimientos que como
murallas hacían un pasillo a su paso apresurado, jadeante. No la socorrían, a
cada uno gritaba el nombre de ella pero no contestan. Traspasa esas sombras
humanas y barranco abajo es desesperada corriente hasta alcanzar un tren. Un
tren donde la soledad de las miradas no la observaban”. Despierta sudorosa,
temblorosa buscando en una de las ventanillas esa ciudad donde seguramente
Sebastián y Bautista la ayudarían.
Toma el autobús con la suciedad de su
ayer. Ante las miradas por su aspecto es
neutral vuelo de gaviotas sobre macizos preñados de alfileres. Para ella todo
es indiferente. Está tan cansada… Camina hasta la puerta de la casa de
Sebastián y Bautista y con cierta certidumbre roza con su puño desgastado la
puerta. Tras ella una voz. ¿Qué dirán?, piensa.
- ¿Quién eres?- pregunta Sebastián-
¿Quieres comida o dinero?
Luam da un paso atrás. El tiempo y los
años la ha traicionado.
- No Sebastián. Acaso, ¿no me conoces?
Una gélida neblina surca la sangre de
Sebastián. No se lo puede creer. Luam, tan desastrada.
- ¡Luam¡ Tú- se aproxima y le da un abrazo- ¿Qué te ha pasado? ¿Qué
sombra de buitres han volado sobre ti? Ay, mi niña. Pasa, pasa…
Luam entra. Observa el pequeño que
está en el salón jugando. No comenta nada sobre él.
- Me encuentro cansada Sebastián. No me preguntes por qué. Es una larga
historia. Ahora quiero ser olvido con ayuda de vosotros. ¡Os necesito tanto…¡
Sebastián la invita a
sentarse en el sofá. La cubre con una manta para que ella duerma. Una pena
surca por su pecho al ver a Luam de esa manera. Pasada unas horas despierta.
¡Qué buen amor el de sus amigos¡ Ahí está Sebastián escribiendo unos versos a
la luz de unas velas a medida que los recita:
Magno son las lunas que nos
acuestan
Tras ser estelas del pacífico
E imperioso brío de los verdillos
Que abocan el cauce de tu curiosa
mirada
En este clamar de los amantes.
Bautista también está presente. Al
terminar de recitar Sebastián toma asiento junto a Luam y entre sus palmas le
da un beso. Allí seguía jugando el hijo de Sebastián y Bautista. Pero hay
alguien más, un amigo de ellos. Luam no lo conoce.
- Luam – dice Sebastián- Este es Blaus. Compañero que lleva hospedado
en nuestra casa hace varios inviernos.
Ambos se saludan en el crepúsculo de una
sopa de pollo que le viene muy bien a Luam.
La cena se alarga hasta la medianoche en la que Luam cuenta su calvario.
**
Más allá donde las colinas desembocan en
la aurora Liam se lleva una sorpresa al ver a su madre envuelta otra vez en la
realidad. Pero algo se avecina para el estremecer de sus carnes. Despierta el
volcán que se desahoga en su largo letargo. Un firmamento plomizo ahogado entre
cenizas y un salvajismo ígneo traiciona al pueblo. El temor cautiva a los padres Liam de camino
a su casa.
- La tierra tiembla y esa boca maligna expulsa virulentas semillas
cenizas que arrasarán nuestros campos. Corramos, escondámonos bajo nuestro
techo.
El padre de Liam y la madre galopan
dislocados hacia la casa. El sol es ocultado. Los pájaros desdibujan sus
tonadas y el silencio mortal ronda en el pensamiento.
**
Anne corre hacia la ventana. Desde allí
observa como la naturaleza la defrauda. Detrás de ella está el medico y Gueda.
Se quedan absortos ante lo que se les viene encima.
**
Piedra que Luam tumba después de su
narración agónica. Se serena con la música de Blaus. A medida que el toca el
piano Sebastian recita y Luam olvida, olvida…
Son riachuelos inocuos los amigos del cierzo,
Caparazón de estrellas en el extinguir de sus grietas
Con las flores del beso.
Son afables torreones los amigos del fuego
Cuando una cigüeñuela roza sus cimas
Para ser obertura de sus sueños,
Para ser amantes de los nortes estelares,
De las expansivas palabras del viento, del viento…
Tras los poemas de Sebastián todos guardan un
encantamiento. Tras los dedos que aterciopeladamente se mecen en las teclas Luam
se serena. Se siente poseída por ese tacto. Tan poseída que no se da cuenta que
Sebastian y Bautista se van. Se queda sola con Blaus y la llamada de la música.
**
Una lengua de fuego va a pisotear el
pueblo. La huída, gentes que no saben que hacer y se agolpan en la iglesia
donde el párroco de rodillas suplica. Gueda y Anne contemplan como sus sueños
se enmudecen. Salen de la casa en sentido a sus plantaciones. Son ahora mujeres
salvajes, amazonas de tierras ardientes en una nube que extingue todo lo que
había sido sudor. Allí delante de la avalancha que se avecina son espadas de
alaridos.
-¡Que haces aquí
maldita bestia de las tinieblas¡- grita Anne con su mano aunada a la de Gueda-
¡Que haces abrasando la fuente de mis pilares¡ Aterrador eres. Sí, tu ¡Tu,
hermano de la anciana montaña¡ ¿Por qué? Pareces seducido por la condena de
nuestros esfuerzos, de nuestro sudor con esa hoz cortando cada rosa de nuestro
esfuerzo. ¡Mira¡ ¡Mira¡ Eres pasadizo de la nada. ¡Mira¡ ¡Mira¡ Las fisuras de
mis manos con la guadaña arrebatada de
tu aliento. ¡Mis rosales sangrando¡ ¡El azahar es ahora azufre devastador¡
¡Años idos¡
Lágrimas a la atmósfera infectada. Gueda
tira de Anne para huir de esas aguas viscosas rojizas. Anne no quiere irse.
Quiere ser parte de todo lo que ha sido su trabajo.
- Vamos Anne. Vamos
mujer del viento. Vamos mujer atraída por está sequedad terrible del mañana. Si
nos quedamos aquí moriremos.
**
- ¿Quién va?
- Soy yo hijo. Abre- contesta el padre de Liam
- Padre. Madre. Madre, has regresado- Liam no sale de su asombro aunque
la tierra era temblor al ver a su madre
sumida ahora en la realidad.
- Si hijo. He regresar después de ser absurdo conjuro del ayer. Gracias
a tu padre que con todo su amor me ha hecho revivir. Ahora, déjanos pasar
porque la tierra parece que se va abrir.
Liam coge a su madre de la mano y le da un beso ante ese milagro.
- Pasad, pasad padres míos. Esta casa también es vuestra. ¡Bel¡
- Si Liam. Ya os escucho. Ya escucho el renacer de una mujer distraída
en el pasado por las cadenas del terror. He escuchado la felicidad pero hay
algo ahí fuera que se presenta desolador
para los habitantes de este pueblo. Escucho la despedida, esa despedida que
mañana nos dirá el llanto, el dolor.¡ Qué eterno es el dolor¡ Siempre pinchando
nuestro corazón. Pero, madre de Liam,
venga aquí. Abráceme.
**
¿Cómo estará Anne?, se
pregunta el médico. Se halla fuera de la Iglesia mientras los demás rezan. Para el es un
calvario, la erupción es barricada que impide ir hasta ella.
**
Luam y Blaus dejan de
hablar, oyen gritos en la calle. Se asoman a la ventana y en el horizonte
percibe columnas de humo. Una bocanada de aire cargado es navaja que seca su
aliento.
- Vamos. Vamos. Algo pasa. ¡Qué será¡ ¡Qué será¡ Es de la isla.
Blaus nota que Luam se
queda pálida. Salen de la casa sin avisar a eso dos amantes jinetes de la
pasión y del templo del amor. Se encuentran un enjambre de gentes mirando a la
isla alarmados.
- Señor , señor- dice Luam algo alterada haciéndose hueco entre la
gente a un tipo flaco.
- Si señorita. ¿Qué quiere usted?
- ¿Qué ha pasado?
- Es la isla del norte. Ha estallado el volcán. Ha despertado con su
ira arrasando todo a su paso.
Luam se derrumba. Un círculo de
fragmentos de su vida la condena. Cae de rodillas sobre el asfalto y se dice
para si en un gemido “Ay esas rosas”. Blaus pone la mano sobre su hombre pero Luam
está ida.
-¡Ay esas rosas engendradas por mi madre¡ ¡Ay de sus sueños¡ ¿Dónde
estarán?
Con el dolor en su vientre. Con el dolor
en su pecho se alza y corre y corre hacia la bahía. Blaus la persigue y la
llama. Pero ella es sorda.
En la bahía Luam tiene que decantarse por
una barca. Pero, cual, cual. Se designa por una sencilla. Suelta amarras y se
sube. Pone el motor y desaparece con el quejido de este en sentido de ese
horizonte terrorífico. Por suerte la mar está en calma. El sudor le cae por sus
espaldas.
El pianista aprisa despierta a los dos
amantes.
- Levantad. Despertar que ha ocurrido una desgracia.
- Um, ¿qué ocurre? ¿Por qué nos despiertas?- pregunta estirándose
Sebastian- Habla ya.
Está sudando y casi tembloroso.
- Luam se ha ido. Se ha ido a su pueblo. El volcán ha reventado en la
isla y se ha ido.
Ambos estupefactos se levantan
ávidamente. Sus cuerpos desnudos rápidamente son abrigados por la ropa. Miran al pequeño y lo
dejan dormir antes de salir. Se dirigen a la bahía pero allí no hay nada.
Rastrean embarcación por embarcación pero nada. Desesperados van a la
comisaría.
- Buenas señores. Se les ofrece algo.
- Si agente- asiente Sebastian- Una amiga nuestra ha desaparecido. Se
ha ido.
Sebastian paso por paso cuenta todo el suceso.
- Ya podéis marcharos. Nosotros resolveremos el caso. Seguro que
vuelve.
**
Luam navega y navega con el revirar de
sus sueños, con las lágrimas como incesante paso de sus recuerdos.
**
Gueda y Anne izan el último suspiro. Se
abrazan, se besan. Adiós a los rosales, adiós en amaneceres envueltas en
sábanas de algodón, adiós al azahar del frescor de sus labios. La muerte se
apodera de ellas y un universo extraño las contagia con la danza de sus
espíritus.
**
“ ¡Qué será de esas mujeres¡ Tengo un mal
presentimiento. Solo me habla ese ciprés como visionero de los que desaparecen.
Dios, si existe, sálvalas.¡Me siento tan cobarde¡ Mi cavilar está acuchillado”.
Decidido ante los peligro parte en dirección a la casa de Anne. “No, no presiento su gemir y su valentía es silencio”
**
Luam navega y navega. Ya a lo lejos se
divisa las casas blancas de la costa. Aterrada, consumida en el silencio
mientras más y más se aproximaba un lamento la azota por ese magma vestido de
guadañas. “Acércate más isla mía que los rorcuales callan son obscuridad por el
sufrir. Dime sol ¿Cómo están? Delfines grises son guía y el océano se vuelve
violento hasta llegar a ese paraíso desencantado. Solo navegar y navegar bajo
la sombra de cenizas”. Llega a la playa exhausta, casi sin fuerza. En el pueblo
no hay nadie.
**
Las campanas en el pueblo no dejan de
replicar confiadas en el desvanecer de ese monstruo de las montañas.
-Salid feligreses míos. Que aunque el sol es sordo a nuestra oración.
El grito del volcán se ha ahogado. Salid, esa mala bestia se agota y la jornada
se presenta noble como ese faro que nos salva de un naufragio.
Nadie le hace caso. Todos andan
acurrucados en la Iglesia
rezando. Solo hay un alma en medio de plaza. El cura sale y casi asfixiado se
aproxima a él.
- Amigo médico. Todo ha acabado.
- No señor cura. Todavía no ha acabado. No siento el aroma de Anne. No
siento el eco de las gaviotas zarandear en mi pecho herido.
- Seguro que estarán bien, como nosotros. Vamos, míreme doctor.
-No. Acaso no ha visto por donde aquel río mortífero se ha
abalanzado.¡Por allá¡ Donde el oasis de mi sueños se encuentra. ¡La muerte¡
señor cura. ¡La muerte¡ es círculo de brasas que las han apresado.
**
Solo el rotundo silencio
y el gemir de un cenizo cielo percibe Luam. Solo su alma danza con las
tinieblas. “Solo hay herida. Solo el miedo”. Cada paso se le hace más pesado,
más doloroso, más horizonte de duelos. Va en busca del camino que la lleva a su
pueblo. Aunque sus fuerzas languidecen sigue adelante.
**
Se levanta del sillón y
visiona la ovación a la muerte. Ante ella el retrato de su madre en el mercado
de flores. “¿Por qué no la llame cuando era colinas rotas, cuando mis fuerzas
no podían más? Ahora me levanto sobre un lecho de magma y veo su baile con las
constelaciones. ¡Tragada por su amante¡ ¡La tierra¡”
**
Duelo por dos almas
invisibles. Ataúdes vacíos, rostros pensativos y lágrimas cenicientas en el último beso de esas dos vidas. La
lluvia cae. Liam está presente, tímidamente se aproxima a Luam.
- Luam. La lluvia. Te vas a enfermar.
Ella se vira y observa a la madre de él.
- Ahora yo me siento como usted. Me siento derruida, como acabada.
Existe un vacío en mí…Mi ánimo desfallece y la muerte es punzón que me palpa,
que me acaricia. Me siento absurdo como si mis sentimientos se hubieran
calcinado con el sufrimiento. Mis piernas no responden, mis manos no hablan,
mis labios y mi corazón están fatigados.
La madre de Liam le
acaricia la barbilla, se la alza para descubrir en sus ojos esa oquedad de la
soledad, del dolor. Se van y Luam se
queda con el médico sola. La lluvia se extingue y en el horizonte una brisa
anaranjada avisa de la caída del sol.
- Vamos hija. Ven conmigo.
Luam se va con el médico. La
sombra de la nada vuela sobre ellos. El pueblo se halla en un silencio absoluto
solo el tintineo de unos añejos olmos les da la bienvenida.
- Luam, se que no es el momento apropiado. Pero, ¿qué vas hacer?
- No lo se. Ahora estoy tan cansada…Me he quedado sin nada.
- Yo te ayudaré. Mírame como padre. Yo te mirare como hija.
- No. Yo misma seré pilar de mi mañana.
- ¿No tienes a alguien?
- Si
- ¿Quién?
- Alguien que está muy lejos y cuyo nombre no quiero recordar. Aunque
quisiera pedirle ayuda no podría ayudarme. Esperaré, esperaré.
El médico abre la puerta de
su casa, una media luz y la calidez los invita a entrar. Suben la escalera que
ronronea sus viejas maderas y se meten en el despacho. Todo el presente se
vuelve aguas sucias: el temor, la huída de la felicidad, el himno de la alegría
ahora obtuso y melancólico. Se sientan. Se observan y la soledad sonora
explota.
- Luam, ¿por qué no me dices quien es tu amor?
- No puedo. Su nombre es prohibido. ¡Se estremece mis latidos¡ Olvida.
Olvida ese amante de mi ayer. ¿Tienes algo para calentar este cuerpo?
- Si mujer. Ya te traigo de algo.
Sale del despacho pero sin
antes pedir disculpa a Luam por su intromisión. Luam se queda sola. Tiene ganas
de huir y restaurar sus años perdidos. El médico retorna con una taza en la
mano, una taza de la cual el humo es espiral donde todos los sueños decrecen.
- Toma Luam. Esto te ayudara a descansar.
Bebe de ella como el
aroma fresco de su madre estuviera presente. El doctor se sienta frente a ella.
La pesadumbre los hace caer en el silencio, un silencio de bosques ancianos
donde ya no se posa las aves de la esperanza. La noche ya los alberga y se
quedan dormidos en sus respectivos sillones, uno frente al otro, el otro frente
a uno. Pero llega el alba, ese alba que es regazo de las almas en pena. Luam y
el doctor despiertan.
- Bueno doctor, gracias por su hospitalidad pero debo irme. Debo seguir
mi camino.
- Como tú quieras. Ya sabes que me tienes aquí. Me puedes decir a donde
vas.
-No, no puedo doctor. Lo siento. Solo quiero ser olvido de las aguas
torrenciales del ayer, del hoy. Quiero desquitarme del sepulcro que invaden mis
alas y ser alondra que desoye el relámpago sórdido del dolor.
El doctor la acompaña a la puerta y no le dice nada, la respeta.
Luam se yerta sobre otro pueblo de la
isla. Llega a una anciana casa de piedra
y barro que sabe que dan trabajo. Su puño se eleva y con ayuda de la danza de
la brisa toca.
- ¿Quién es?
Luam no contesta, no sabe que decir pero la puerta se abre.
- ¿Qué quieres muchacha?- pregunta un anciano.
- Un trabajo en sus tierras- dijo Luam secamente.
- Tu cara me suena ¿Tu eres hija de Anne?
- Si señor.
- Te doy mi pésame. Si, te doy empleo pero no esperes un gran sueldo.
Serás una jornalera más de mis tierras. Lo siento.
- No importa señor. Solo es por una temporada mientras me recupero de
las heridas de la vida.
- No me llames señor hija. Me llamo Anton. Ahora pasa, te voy a dar una
taza de café y algo de comer que hace mucho frío. Después, te diré lo que
tienes que hacer.
Luam entra en esa casa. No se nota lujos. Debe
ser un huraño, se dice así misma. Todos sus muebles son viejos y carcomidos por
las termitas. Después del café se yerguen por un camino de tierra hasta el
lugar donde Luam tiene que desarrollar su labor.
-Aquí trabajas hasta que tú quieras. El capataz te dirá lo que tienes
que hacer con tus otras compañeras. Yo ahora me voy. Ya no me verás más, él se
encargará de pagarte.
El anciano se va y el capataz se aproxima.
- Buenos días. Vamos que te voy a ir explicando todo lo que tienes que
hacer. Te recomiendo que seas limpia y rápida. ¿Has trabajado alguna vez en
tomateras?
- No
-No importa el trabajo es sencillo. Solo tienes que ajustar y quitar
las malas hierbas. Ellas te explicarán todo.
El capataz la presenta a sus
compañeras. Ninguna la mira, cada una está concentrada en su labor. Luam
percibe algo en ellas grotesco. Se va y la dejan sola con ellas.
-¡Qué te pasa¡-aúlla una-Estás destrozando todo, has invadido mi zona.
Todo mi trabajo. Ya has tenido tiempo de aprender.
Luam la desoye sigue a su ritmo
intentándolo hacerlo lo mejor posible.
- Pero, ¿qué te pasa? Eres muda acaso. No sabes responder. Has echado a
perder todo mi trabajo. ¿Me entiendes?
-Si, te entiendo. Ya voy a recogerlo.
Sin más Luam ante la mirada
de ira de aquella mujer comenzó a arreglar todo aquello que suponía que había
destrozado.
La jornada comienza a ser amparada por
la oscuridad. Ya es hora de terminar e irse a descansar. Luam tomó un camino de
tierra que la lleva a una caseta en la que se guarecen las sin techos. En una cama de litera se funde en el sueño.
No puede dormir, se va afuera. Las constelaciones parecen que se empujan unas a
otras en una noche de luna. Se sienta en la tierra con su espalda apoyada en la
pared de la caseta alejada de todas las miradas. Saca el lápiz de su mochila y
comienza a escribir.
Queridos amigos:
Otra vez soy desvanecer de
vuestra belleza. Lo siento por no despedirme pero un canto fúnebre azotó mi vida.
Mi madre ha muerto por culpa de la tirana tierra. Ay, no puedo escribir más.
Ojala llegue pronto ese día en que podamos vernos otra vez.
Se
despide
Luam
Luam se queda contemplado la maravilla
de las estrellas. Al entrar cuando el frío comenzó hacer mella en ella todas
dormían menos una.
- Hola. Buenas
noches.
-Hola. Ven aquí
novata. Prueba algo de esto. Comprende que aquí somos muchas y todas vivimos en
la pobreza. Venga siéntate a mi lado. Somos mujeres de sueños, de sueños que se
confunden con el llanto.
- Ya entiendo.
Las dos mujeres charlan hasta altas horas de
la madrugada, esferas en las que se
identifican sus raíces y sus sueños. Ese sueño que las invade con el vals de la
sonrisa hasta fundirse con el crepúsculo.
**
- Otra vez la muda
está aquí- con burla dijo aquella que el día anterior le había llamado la
atención.
-Déjame en paz, yo
solo cumplo con mi trabajo.
-Pero ¿habéis oído
lo que ha dicho la muda? No tropieces conmigo si no te las quieres ver. Vale
morena.
-¿Por qué te metes
conmigo? Yo a ti no te he dicho nada.
-Cállate idiota que
viene el capataz.
El capataz entra en el invernadero, nota
algo entre ellas.
- ¿Qué pasa ahí?
Nadie contesta todas están aferradas a su
labor . Se dirige a Luam
- Toma Luam. Esto es
para ti. Pero no la leas hasta que la jornada se acabe. La han enviado de tu
pueblo.
Se va el capataz. Una navaja danza
detrás de ella. Luam no se da cuenta pero le tienden una trampa. Al instante
nota que todas se aproximan a ella. Se vira y un corte es brasas sobre su
rostro.
-
Desaparece
de aquí culta de mierda sino quiere que te matemos.
Luam no soporta más. Se va. Pasa por la cabaña
y recoge sus cosas. Por el camino hasta su pueblo va leyendo la carta. No deja
de sangrar ¡Es de ella¡ De la doctora. Su corazón palpita y sus sentimientos
vuelan en la nostalgia.
Querida Luam:
¿Como estás amor
mío? Yo solo se que tu ausencia me ha dejado embarcada en la soledad. Oh, eres
templo de mi pasión. Sábanas frías, habitaciones vacías y una humareda de
añoranza me visita cada día. ¿Qué decirte amor mío? Te espero
Abrazos
La
doctora
**
Luam desea desesperada y herida llegar a
casa del doctor. No puede. Su cuerpo tiembla y el corte no deja de sangrar.
Toca en casa del padre de Liam.
- Pero ¿Quién?¿ Qué
te han hecho Luam? ¿Quien ha sido el condenado? Vamos mi niña, pasa. Yo iré a
buscar la médico mientras tanto mi mujer te cuidará.
Como el paso del
fuego con viento va el padre de Liam al pueblo. Tropieza con el cura que al
verlo tan apresurado lo para.
- ¿A dónde vas tan
rápido? ¿Ha pasado algo?
- Luam señor cura.
Está herida.
El cura se queda obsoleto. Asombrado por
las atrocidades de los humanos.
- No puede ser. No
puede ser. ¿Dónde está ella?
- Está en mi casa.
Desfallecida y ensangrentada ha llegado.
-Bien. Prosigue tu
camino, yo voy a verla.
“Levantad amantes de
este pueblo. Levantad”, grito el cura en su paso para ver a Luam. “Levantad que
una de vuestras amigas es ruina de su entereza“
Una de las tejedoras se asoma y pregunta.
-Pero señor cura ¿a
que viene esos gritos a estas horas?
- Han herido a Luam.
Avisa al pueblo e ir a la casa del padre de Liam.
- No se preocupe
señor cura. Vendrán los muertos. Los espíritus protectores de este pueblo.
- Déjese de
tonterías señora y hágame caso.
**
El
padre de Liam es coz en la puerta del médico.
- Señor doctor.
Señor doctor.
-Pero , ¿qué pasa?
¿Por qué esos gritos? ¿Qué ha pasado ahora? ¿Está bien tu mujer?
- Luam ha recibido
una paliza.
- ¡Una paliza¡- el
médico no sale de su asombro- ¿Quién?. ¿Dónde está ella?
- En mi casa.
- Vamos. Vamos. No
hay tiempo que perder.¡Culpa mía¡ No tenía que haberla dejado irse.
Al llegar a la casa de paredes quebradas hay
un enjambre de gentes. Todo el pueblo se concentra en ella. Le dan paso al
médico y allí tendida en la cama del dormitorio de los padres de Liam está Luam
con el cura.
- Ha llegado usted
doctor. Estoy preocupado, no habla. Ha sangrado mucho.
- Por favor, déjenos
solos.
Dejan a Luam y el médico en la habitación.
El la observa, la examina.
- Dime Luam. ¿Quién
ha sido? No hablas. No quieres responder y ello me produce un cierto
remordimiento y dolor. ¿Quién ha sido el maldito o la maldita que te ha hecho
esto? Di algo mujer, por favor.
- Nada doctor. Solo
quiero irme de aquí. Desaparecer. Me siento cansada. Quiero volver de nuevo a
la ciudad.
- Vale Luam. Lo que
tienes no es grave, es la sangre que asusta. Esta noche sale un barco. Yo mismo
te llevaré a la bahía.
El doctor sale de la casa y ruega a todos que
se vayan.
- Pero como que nos
vayamos. Tenemos que saber lo que pasado- se acercó el cura.
- Luam necesita
silencio y tranquilidad. Está bien.
- Dígamelo al oído,
tengo que saber lo ocurrido.
- No señor cura. Luam
no quiere.
- De acuerdo, nos
vamos.
**
Atraca el barco en el muelle. Luam
desembarca y coge un taxi para ir a casa de sus amigos. Quiere ser despida. Con
abrazos y llantos la reciben.
- ¿Cómo estás Luam?
Te echábamos de menos. Nos tenías preocupados. Irte, así, sin decir nada. Pero
dime, ¿Qué te ha sucedido? ¿Qué es ese corte que tienes en la cara?
Luam es narración de
sus desastres, de sus penas.
-
Espeluznante-comenta Bautista-Deberías denunciarlas.
- No. Solo quiero
olvidar
- ¿Cómo que no?
Tienes que afrentarte a todo aquel que te hace daño. Esto no puede quedar así-
prosigue Bautista.
- Olvídalo. Mañana
parto para la selva. He venido para pedir perdón por desaparecer así, tan de
repente.
-Estás perdonada
querida amiga. Recuerda, somos amigos. Estamos aquí para todo lo que necesites.
Te queremos tanto…- dice Sebastian.
- ¿Dónde está el
pequeño Jonás?
-Está durmiendo Luam.
- ¿Si pudiera yo
también descansar chicos?
- ¿Cómo no Luam?
Somos retamas de los
desfiladeros
Donde nuestra savia
es amortajada
Por la insulsa
libertad,
Siempre borrando la
caricia pacífica
En ese valle de
hayas
Y ahogándolo con las
lágrimas
Donde los sueños se
corrompen.
- Ahí Sebastian. La
poesía y tú. Te quiero tanto…
- Que el amor sea
nuestras constelaciones. Te contaré un
sueño para que descanses bien. “Eran dos náufragos de rumbos distintos que se
encontraron en algún lugar del océano en la travesía de la desesperanza. Ambos
habían sido expulsados de sus tierras y sus respectivas barcas se habían
hundido. Cuando la última gota de vida les llegaba colisionaron sus cuerpos
cada uno en un madero. A ambos, les
quedaban poco de vida. Se dieron un beso y un adiós. Un beso y un adiós que dio
lugar al nacimiento de una nueva isla, una nueva tierra donde fueron brío de
sus corazones”.
**
La profesora rompe aguas. Liam indeciso
corre al pueblo en busca del médico con su bicicleta. Al llegar, ella está arrastrándose por el
suelo con el niño en brazos. Los dos no salían de su asombro. Todo era sangre y
sudor pero la profesora sonría, sonría a esa criatura de su vientre, de su
amor.
**
Luam se va sobre ese océano misterioso. Con
la esperanza como bandera para evadirse
de toda esa carcoma de su vida.
¡Pañuelos son despedidas¡ Pañuelos que danzan a la libertad cuando el sol es
naciente. Lágrimas que gritan la despedida de unos amigos que se quieren, que
se aprecian. Luam, en la barandilla,
como todos, arroja su pasado con ese velo del silencio. En sus pensamientos
talla su mañana. La sorpresa de Luam fue encontrarse a Asum.
-¿Como estás?
- Bien y tu.kl
- Bien. Mi lucha ha
dado sus frutas. He logrado salvar a mi familia de la miseria. Ahora, vuelvo,
quiero abrazarlos. Pero, otros, han fracasado.
**
Se levanta de ese sillón. Se deja llevar por
su jardín de rosas donde quema todos sus recuerdos, esos recuerdos que no más
son albatros constelados de su memoria.
fin
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