Estaba. Sí, estaba. Por qué no
estar soñando. Admirando los senderos de la noche con los astros alumbrando mis
ojos tras una lágrima que se fuga por la cierta puerta del adiós. El tiempo se
detenía y con los ecos de las aves que se dirigen al océano quedaba hechizada
en ese sueño. Estaba. Sí, estaba. Por qué no estar soñando. Volaba. Sí, volaba
a través de un arco iris donde me mostraba cada callejuela inmersa en rosas
rojas. Mis pasos se perdían y un deseo
se incrustaba en mis sentidos. Quería cantar. Sí, cantar. Cantar bien alto. Y
canté hasta que el viento vino hacia mí y me pregunto “Qué haces”. Yo respondí “Cantar
a la vida”. Esta vida que nos hace andar por retorcidos túneles que a veces no vislumbran
un resquicio de luz Pero llegaré. Llegaré con mi canto. Por qué las alegrías de
vivir despiertan la sangre que fluye por mis venas y lamento se va. Se va.
Estaba. Sí, estaba. Por qué no estar soñando. Encantada por el brío de la madre
naturaleza cuando con sus cascadas y verde piel acarician mis manos. Alejada
del malestar de este mundo donde todo parece descompensado, distorsionado No.
No penar. Ahora no. Ahora que el sueño me lleve por la alegría en mayúscula.
Queda el resto. El resto de las estaciones para ser pensamiento de esos seres
abatidos por tantas cosas. Tantas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario