Astros. La
sonoridad del universo nos envuelve en cada avance por las vertientes oscuras
de su naturaleza. Alzamos la voz. Con un canto que estremece nuestros vientres
hasta sentir el cosquilleo de las lágrimas por nuestro rostro. Somos parte de
él. De ese cosmos cuyo haz en la noche sin luna emociona los corazones.
Levantamos una mano y con nuestra mano abierta recogemos de su jugo, de su
solemnidad, de su perfección. Nos integramos en su atmósfera y somos seres que
danzamos al son de algún cometa de paso. Cerramos por instante los ojos y
respiramos. Inspiramos ese aroma que se expande a través de nuestro cuerpo
hasta ser hijos de este minúsculo planeta. El sosiego llega. La calma retorna
en nuestros movimientos. Aquí estamos. Aquí estaremos. Paulatinamente la
oscuridad es retirada por una cortina de luz. Llega el alba. Y con el los rayos
solares nos dirán que camino tomar. Nos emancipamos de las prisas. Nos colgamos
del equilibrio y un cierto balanceo nos hace ver lo que nos espera.
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