Es precoz el
anochecer. Baile de luciérnagas en el firmamento que dibujan las sendas de
nuestros secretos. La lluvia se ha ido. El frío viene. Y desde aquí, desde esta
ínsula anclada en las mareas del atlántico somos ecos de tambores que anuncian
la vida. No sé, la alegría y cierto
ritual de calma impregna los sentidos de los seres. Detrás de un espejo se
despojan toda inclemencia que nos derrota y seguimos andando aunque la noche
con sus dientes helados venga. Nos refugiaremos frente a hogueras. Ellas no darán
esa tibieza que tanto nos hace falta ¡Ay la noche¡ Un suspiro que lleva las
señas de cierta nostalgia arrastra el alma hasta una ventana que abrimos y que
nos lleva por esos sueños donde todo es paz, donde todo es un velero que
embarcados se asienta sobre un océano noble y con cierto toque de melancolía.
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