Cerraba los
ojos como conspiración hacia los astros evaporados del nocturno. No sabía que
riendas tomaría su destino después de tanta vida encadenada al silencio. Estaba
harta de ese riachuelo que circulaba por sus venas, por sus manos. Decidió
entonces embarcarse bajo canoas que saboreaban el océano. Canoas que la
llevarían hasta un lugar donde las tempestades y la intemperie la descubrirían
como mujer que ambula entre la dureza y la fragilidad. Luchaba. Sí, luchaba
contra los desvanecimientos de los del tiempo bonancible. Así, como su corazón
dictaba. Tic tac. Tic Tac…Sus plegarias se consumieron en de callada forma. Ya
no rogaba. No pedía. Solo se dejaba ir por la atmósfera que la acariciaba fuera
cruel o no. Todo era perfecto. Las tinieblas de la vida, la luz de la sonrisa.
Y de esta manera lo logró. Consiguió hablar con el aire, con la lluvia de sus
inquietudes. Ellas le contestaron en voz de gaviota que gira y gira en torno a
una playa vacía. Se estremeció. Y se dejo ir por los besos del alba, de ese océano
que emitía un cierto gemido de felicidad.
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