Alredor del
fuego. Alrededor de tus llantos. La sombra de las arboledas se van cuando la
noche viene y tu inmersa en tu danza. Una pena. Un dolor. Cierto viento que te
raja de melancolía surca tu cuerpo desnudo. Y sigues. Y sigues. Con tu danza
que como hechizada te llevará al rincón del ensueño. Soñar despierta a través
de los tambores de la naturaleza. Escuchas fluir un arroyuelo. A su izquierda
alguien te observa. Alguien sin ojos. Alguien sin boca que se consume en su
aliento reprimido. Pero sigues. Y sigues. Con esa danza del viento a ras de la
tierra. Te desquitas de cada púa clavada en tus carnes y dejas sangrar cada
amargura, cada mentira. Te ciernes a la vida ¡Vida¡ Y monte abajo te arrimas a
un lugar donde los árboles te abandonan a cambio de una luna, de un océano que
no más rompe contra las rocas del ayer. Y sigues. Y sigues. Cantas a la
plateada. Cantas a ese mar infinito y de ellos mana la mano amiga.
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