Muy bien,
digo. Has decidido extender tus alas de huesos y perderte por los puentes
colgantes de los astros. Ya no me miras. Me resigno. Pero no caigo. Me
escabullo en un rincón donde los pensamientos pasean tus labios, tus manos. No
se lo que pasó. Pero algo en ti cambió. Será esta vida que nos ha tocado donde
todo va a una velocidad vertiginosa. Yo soy lenta. Soy serena. Tu eres fuego
que al borde de precipicios increpas las llamas te tu ser. Yo soy…¿Qué soy yo?
Sueño eterno entre nubes violáceas donde espero el canto de la lluvia. Te vas.
Muy bien, te digo. Cada uno a de designar las órdenes de la conciencia, del
corazón hacia donde más la belleza sea cascada que te humedezca. Yo me quedo
aquí. No tengo ganas de soltar anclas. Estática. Vertical. Guiada por los
vientos del sur cuando roza mi rostro. Aquí me quedaré. Tú te vas. Libres somos
de esos sentidos que toman nuestra vida. Dueñas somos de respirar el aroma de
otros lugares. Aunque el tuyo y el mío sean distinto. Ya te digo, me quedo. Mi
maleta son cerrojos a los vuelo. Tu maleta es rumbo de lo desconocido. Te
atrae. Te conozco cada rasgo de tu ser. Ese hechizo que ejerce sobre ti otras
tierras, otros mares. Me parece bien, te digo. Vete y que seas feliz, que
ningún rasguño supere a la alegría. A la alegría de ser hoja que cae bajo la
sombra de otro árbol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario