La madrugada
se enlaza a un mar de astros que condiciona el despertar en medio de una
oscuridad que aún es vigente. El, callado, se yerta sobre su cama. Sábanas
arrugadas en la pesadez de la noche. Tan temprano se ha levantado que sus
sueños aun pesan en su espalda. Un café. Un cigarro. Y la ronda de su memoria
de aquello que hubo en su subconsciente. No recuerda bien. Todo son imágines
difusas que se extingue a medida que su vitalidad asciende en su ser. Se asoma
al balcón. Quiere ver perecer las últimas estrellas. La claridad viene lenta,
sosegada, refugiada en un canto con tintes azules y anaranjados. Tal vez
llueva, se dice. Una lluvia que activa las emociones en una cierta melancolía.
Regresa a su habitación. Ahí esta él. Su amor. Duerme. Saca su maleta y se la
lleva al cuarto de estar. Cuidadosamente va metiendo sus cosas personales, ropa
y todo lo demás. No sabe por qué se va. Solo desea estar solo. Nunca lo ha
estado. Ya es hora , piensa él, aunque las cosas vayan bien. Darse un respiro.
Una respiración profunda que nunca ha tenido. Se va. La brisa matutina lo relaja, le induce
una cierta manera de ver las cosas. Ama a la vida. Ama ese aire que con armonía
le hace más fuerte ¿Cómo será su vida en soledad? No lo sabe aún. Quiere
experimentar el sentirse sin ese abrazo apoyo de todos sus días, de todos sus
años. Camina. Dobla una esquina. El piso donde habitaba ya no se ve. Solo
quedan rastros de la última noche. Esa noche evadida de sus sentidos. Ahora se siente libre. Esa dependencia no era
que le amargará pero era como una gran púa que rozaba su vientre. Ahora no
tiene bastón que le ayude a sostenerse, solo por sus propios pilares, por su
propia capacidad. Las calles aún están vacías. Eso le ayuda. Solo él y la
brisa. Solo él y chapurrear de los pajarillos. Solo él y sus deseos. Entra en
el parque. Ese parque que siempre acostumbraba a pasear. Pero ahora solo. Tiene
que una especie de lago en su corpulencia. Se aproxima. Aves migratorias le
tienden sus alas. Aves que mañana ya no estén. El le tiende sus manos. Se rozan
y un cierto fuego dulce se apodera de él. Soy libre, se dice. Paulatinamente su
ropa se va rompiendo. Se queda desnudo. Y siente que su cuerpo toma la forma de
ellas. De la libertad.
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