La calma.
Llega la calma después de una intensa tempestad que barrido todo aquello que en
la memoria hace la herida. Caminabas ansiosa, desesperada, bullendo en ti la
agonía de ese ayer que ahora es muerte, que es destrucción bajo las cenizas de
tus huellas. Cantas aun así una vieja canción. No. No te trae mareas malas de
antaño. La tarareas con el don de la fortuna que gira bajo tu mirada. Se
enciende una llama, una llama que sinuosa y verde da ese toque mágico de
esperanzas. Te esfuerzas, luchas. Y ahora todo ha concluido. Ya no la pesadez
de tus piernas cuando intentabas huir del fango. Ya no la pena cuando mirabas al firmamento y
lucia un cielo gris y apagado. Desde otro punto de vista erupcionas. Erupcionas
arco iris que le llevarán, que te traerán a galope a la vida. Caminas por los
montes donde el follaje caricia tu esencia. Sientes como cierto brillo de tus
ojos se estremecer al sentir su frescor. Un estremecimiento que te induce a
andar más y más. Observas una gruta. Y penetras. Ya la conoces. Una gruta de
cuyas paredes lisas y suaves mana un manantial. El manantial de la alegría.
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