Un viaje donde
los ecos de esos rayos solares pisan la certidumbre de las singladuras a través
de un cristal donde el murmullo de la ciudad hace estático los rostros.
Caminamos, avanzamos por unas aceras donde el ronroneo de la masa humana es
corear del chasquear de sus pasos. Un café, un cigarro y continuamos ante
edificios símbolos de un ayer. Un viaje donde las nubes son corderillos
impacientes de su termino para llegar a otra tierra, a otro lugar donde el
bramar sutil de las olas es recuerdo añejo que se emancipa de los telúricos
pasillos de un pasado. Un viaje donde la alegría del vivir es enlace a las
fuentes variopintas de nuestras emociones. Y seguimos. Otra vez aquí. En esta
ínsula donde el viento norte nos enseña sus dientes invisibles, sus manos austeras.
Y nos miramos al espejo. Nada ha cambiado. Solo nos hemos rejuvenecido, hemos
rebrotado tras las alas de las atmósferas que nos han envuelto en un dibujo
cuya sonrisa derrama el auge de los sueños. Adiós a los llantos. Adiós a la extinción de
las ilusiones. Ahora, otra vez aquí. Con este firmamento cenizo que nos enseña
su rumbo a través de las secuelas de antaño.
1 comentario:
Bien, Dunia: rebelarse contra la panza de burro, contra el cielo gris y este clima que en verano no es verano. Sigue trabajando, sigue adelante
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