viernes, junio 07, 2013

EL ATAÚD...(RELATO)

Y los astros ambulan cuando la oscuridad es pasto de una luna evadida. El frío ha decaído trasladando a la atmosfera un acogedor aroma que entre ganas de pasear bajo las constelaciones. Son los últimos días de una primavera en la cual el ritmo de la naturaleza florecida invoca el despertar de los colores. El se encuentra en el andén a la espera que el tren llegue. Un corto viaje a través de las montañas que enorgullecen esta tierra. Junto a él un ataúd. Si, un féretro donde el vagar de los sueños perdidos se han estancado. Dentro va su amor. Los pocos que transitan por allí lo miran perplejos. Hasta el vigilante se ha aproximado. El enseña sus papeles. Todo es legal, todo está en regla. El tren llega puntual como siempre y con ayuda del vigilante sube al tren. Todos se alejan ante tan extraña escena, un tanto molesta y desagradable. Mejor, piensa el. En ese vagón que ahora toma el camino que ha de recorrer. Mientras el paisaje difuma el gran pueblo para dar paso a montes donde el negror de sus relieves dice de un instante que vuela en contacto con la naturaleza no deja de mirar el ataúd. Con cierta pena medita sobre el ayer, ese ayer envuelto en deseos y amor. Un amor ahora evadido como muerte temprana, unos deseos abrasados en la ruta de la vida. Por momentos  siente ganas de abrirlo y otra vez ser ese beso en los labios del que allí se encuentra encerrado. No siente temor, era tanta y tanta la pasión…Y lo abre, para su sorpresa el cuerpo no se halla sino una luna cuyo resplandor hace cerrar sus ojos. Que es esto, se dice él. No comprende, no entiende. Ya es la madrugada y dentro de poco llegará a la siguiente estación. Cierra a ciegas el ataúd pero la luz impertinente seguía iluminando aquel vagón. Qué hacer, se dijo. La amada emitía cierta viveza como si quisiera nacer de nuevo. Un renovado brotar para este mundo que no considera su belleza. Eres mía, le dijo. Yo te quiero, te adoro en la perpetuidad de los años que me queda y si los demás no te valoran serás vida en esta caja de cadáveres hasta mí fenecer. El tren se detiene, ya han llegado. Y ahora no puede disimular. La leve luz se expande cada vez más. Qué hacer, se pregunta. Se van a dar cuenta que mi amada es parte de esta atmósfera natural que envuelve al humano. La quiso tocar por última vez antes de bajar, antes de que fuera descubierto. Abrió de nuevo el ataúd y la luz se extinguió, estaba vacío. De sus ojos lágrimas surgieron. Se había ido. Pero muy lejos no estaría. Cerró el ataúd de nuevo venían ayudarle a bajarlo del tren. Allí en el andén solo y su ataúd. Allí en el firmamento la luna que era más hermosa y perfecta que nunca. La miró. Y ahí en esa estación se quedo estático por el resto de sus años viviendo de las noches de luna.  

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