¿Cómo estás?
Hace tiempo que el esbozo de tu sonrisa no la siento. No se donde andas ahora
cuando el crepúsculo insufla una sonata de serenidad. Te has ido con el beso de
las aves a otro lugar. Lejos, muy lejos. Y mis pies cansados son precipicio de
la añoranza. Quizás andes persiguiendo un sueño. Un sueño de islas flotantes en
el paraíso de las constelaciones. El desierto se incrusta en tus carnes. El
desierto es caricia de tus párpados cuando cansada te tiendes sobre sus doradas
arenas. Y sigues, sigues. Por esa ruta donde barcas desvaídas anuncian el logro
de tu esencia. Y yo te llamo. Si te llamo en el ronroneo de mi conciencia como
pasillos de pétalos de rosas que caen y caen sin cesar. Espero que tu viaje sea
bienaventurado. Que disfrutes de las alas que te dan la libertad en el inmenso
azul del océano. Que halles eso que dices buscar en los enigmas de este mundo. Yo,
mientas tanto, me quedo mirando las nubes pasar. Ellas ya me dirán algo de ti.
Aquí estática con el deshojar de un almanaque que dice de la espera. No, no hay
prisa. Todo se mece en la lentitud de la calma. Inamovible me mezclo con la
rutina. Una rutina que a veces pesa y otras es liviana. Lo cierto es que no se
nada de ti. Te has ido. Sí, te has ido en el impulso de una nueva vida que quizás
eterna te hará reedificarte con la melodía del cosmos. Mi llama sigue encendida
en una botella de la cual el humo que expulsa me dice que nos encontraremos. Aquí
o allí. Que más da. Lo que importa es este tiempo, un tiempo de paciencia que
saborea la paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario