Lluvia. Liada
a los pasos cotidianos en el amanecer cuando a la deriva nos embarcamos a un
mundo desconocido. Un ambiente donde el resonar de su tintineo contra espejos
donde nuestro ser se muestra más allá de la reconditez. Lluvia. Retornamos a
ese encuentro con los pajarillos que se escabullen bajo las ramas de la
naturaleza cuando ella se va. Su sonoridad es rienda del auge de la alegría, de
la contemplación de sus vuelos a ras de esta ciudad. Y pienso que a veces yo
vuelo con ellas bajo el plomizo cielo y que me evado en la sintonía de la
libertad. Lluvia. Emociones nos rescatan cuando descendemos en los fondos de la
incertidumbre. Emociones que en su recorrido nos embellecen cada trago de las
horas que en esta ciudad nos alienta. Y seguimos. Sí, seguimos por esa ruta
donde después de una lluvia acabada nos hace navegar por carreteras pacíficas
hacia un océano de la perfección del reino natural. Lluvia. Hoy en eses
primeros instantes de la claridad nos refresca con nuevos propósitos, nuevas
perspectivas que nos inducen a la calma. Calma y paz. Paz y calma. Cuerpos con
rostros serenos que van en busca de la oportunidad. De esa esencia que nos de
los pilares para edificarnos bajo el peso de nuestro impulso, de nuestra
fuerza. Lluvia. Volar y volar con alas de mariposas al encuentro de ese néctar
que nos de la vida, la vida…
1 comentario:
Precisamente ahora, las 9 y 15 de la mañana de este miércoles 29, llueve en nuestra casa, goterones gordos, olor a tierra mojada. Gracias, Dunia, por tu amistad generosa, por estar siempre ahí. Eres buena gente y te mereces lo mejor.
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