Lástima que te
hallas ido. Te has consumido en una habitación donde flores se dibujaban bajo
nubes de ensueños. Yo aquí. Como siempre. Pensándote en el transcurso que una
cascada fresca de amaneceres cabalga sobre mi. En estos momentos de intimidad
me encuentro contigo. Sí, con la solemne sonata de los pajarillos que llegan a
mi ventana. Con un cielo límpido que nos dice de la pureza de las almas. Tal
vez donde estés me recuerdes. Como cierta gota que a ras de tus ojos fue
arrastrándose hasta no se más cenizas del adiós. Entre tanto te imagino y
algunas veces danzo al son de espejos que miran lo que fuimos. Me alejo más allá de las montañas sobre un
océano que lo lleva el viento. Me sumerge más allá de las tenebrosas mareas
cuya espuma rodea pétalos que se van, que se alejan como tu. Sí, es una pena
que te hallas ido. Ahora que la llama de las raíces de esa tierra donde
quisiste ser ave de aventuras se pudre, se evaden. Yo aquí. Como siempre. Pensándote a medida
que me azota la nostalgia. Esa añoranza que te hace reavivar el fuego emotivo
de tu existencia.
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