miércoles, mayo 22, 2013

El piano....


Repican las campanas de la iglesia. Una plaza y el azul de la caída de la tarde hacen emerger dos figuras. Una mujer sentada delante un piano y un hombre frente a ella.

YY: Y tocas con la ternura impulsiva una melodía que lleva la brisa a los corazones ausentes.

XX: Y taconeas al son que tu rostro tapado por tus penas se va desquitando de ellas.

YY: Y, ¿por qué? Me pregunto. Hace frío aquí. Las campanas no dejan de sonar y tú en tu atmósfera eres viaje de las notas, de cada pisada de tus dedos sobre ese piano. Detente. Escucha, escucha. El crepitar de ese badajo metálico que al compás de nuestra respiración da un cierto aire de nostalgia. Ahora, aquí. En medio de esta ciudad que se mueve a una velocidad voraz.

XX: No. Y taconeas. Derramas la sangre de tus ojos. Me das la espalda ahora. No quieres mirar. Es como si todo se hubiese acabado.

YY: Si. Todo se funde en el tragar de esta tarde que se evade. Como esos pajarillos que ya no oyes cantar. Me siento dolido. Tu y tu piano. Llamas sobre cada adoquín que aquí piso. Te vas. Observo como te evaporas a medida que tu música se apaga.

XX: Si. Me voy. Pero no es por qué yo quiera sino el impulso de esas algunas veces que me hace desfallecer. Hoy es nuestra despedida. Hoy es nuestro adiós. Adiós Amor.

YY: No. No permitiré ese adiós. Vago en el sin sentido. Vagas en la boca de la muerte. Tú y tu piano ¡Tus manos…¡ Siento que tu inspirar y espirar se hace cada vez más eterno, más largo. Y yo  aquí. Solo

Repican las campanadas de la iglesia. No cesan. La noche se hace. Una noche sin luna. Las farolas esta noche no alumbran y la oscuridad es absoluta. Ella y su negro piano. El y su negra mirada, deja de taconear. Se vira. Ella no está. Solo un piano de cola de su más bello recuerdo del ayer.


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