Subes por los acantilados del
silencio con la libertad de ser ave de la noche negra. Que cuando ella venga
volaras hasta el infinito de las estrellas. Manantiales se revientan y el agua
que cae sin destino es el rumbo de ese velero que indicará el universo. Asciendes
por sus afiladas rocas hasta que en la cima eleva tus brazos a la atmósfera que
te envuelve, que os envuelve. Gritas. Sí, gritas con las ansías de hallar la
libertad de tus singladuras en un ambiente que se rinde a tu. Jadeas y eres ave
y eres riachuelo que se expande por las sendas de los sentidos. Sientes tu
levedad. Eres ligera, pluma que desciende con una nueva visión. El océano te
espera, si tu revolverte libre en el aire te llevará hasta el romper de las
olas.
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