Caminaba hacia la montaña la
mujer palmera. Quería beber de sus cenizas dejadas después de la erupción así
transformarse en alas que cubren el frío viento norte. Iba desnuda la mujer
palmera. En ese lugar no habitaba ni un alma ¿Por qué ¿, se decía ella cuando
sus pies descalzos rozaban la dorada arena que la llevaría a ese monte.
Caminaba y caminaba. No tenía prisas, solo el eco del sol que ascendía en la
mañana era guía de su andar, solo las nubes que iban dibujando cada deseo que
impregnaba en su corazón. Y llegó, llegó
al pie de ese montículo grandioso donde el respirar de sus rojizos y azabaches
tonos le hacia inspirar no se que nostalgia. Comió de ellas y sintió el renacer
de sus pasiones. El encantamiento exuberante de magia de ser parte de ellas. Mujer
de lava y Palmeras. Entonces, entonces…Comenzó a sentir algo calido bajo sus
pies. Una especie de manantial de aguas agradables y transparente mirada. Bebió
de ella. Se miró en ella y la imagen que observó era la de una joven. Sí, la
juventud andaba dentro de ella, sus ganas de otra oportunidad volvían al cauce
de sus venas transformándolas en alas que volarán lejos, muy lejos….
1 comentario:
Te felicito, querida Dunia, por tu sensibilidad y tu saber estar. Pero andamos tan cogidos que quizá el día 18 no podamos ir a ese acto que haces, lo intentaremos de todas formas. Animo y adelante, que tienes creatividad para rato.
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