Amante de los roques que se retuercen en su corpulencia. De
una primavera que lleva, que trae la respiración profunda del verdor. Nos
arrimamos al llameante sol que a veces oscurece los pétalos bajo la sombra de
nuestro cuerpo. Somos esa hoja que cae cuya ramificaciones nos adelanta el paso
a dar. Llanuras que esconden el camino,
ese camino que será la nave a la
eternidad. Sí, una eternidad donde el arco iris asome la esperanza a la madre
naturaleza, a esta tierra donde los desequilibrios rompen rostros, estruja
corazones.
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