Al unísono el canto
Se mezcla con la tempestad
Que sucede bajo su techo.
Margaritas marchitas
Son beso de sus labios agrietados
Mientras el crepúsculo de la tarde
Es ronronear de las olas.
Una lágrima roza su vientre
Y el vasto pasillo de la incertidumbre la seduce
Sueña. Sí, sueña
Alma que entre sábanas de algodón
Es estático mármol
En la pesadez de su respiración.
Pero las olas están ahí.
Las escucha.
Se levanta.
Y como herido árbol
Se asoma al tiempo que su desnudez
Se cuestiona si es ser
Que se emociona con el balanceo de ese océano.
Océano de la vida lo llama.
Y un canto al unísono de la calma
Es esperanza que se le acerca, que se le arrima.
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