Algunas veces
las montañas eran estática oscuridad donde en su cúspide una pincelada blanca
evocaba cierta belleza. Una belleza que acogía a cualquiera que las mirara en
un ensimismamiento. Eso pensaba ella cuando recorría el Monteverde en invierno.
Si, creía que todos ante aquel poder atrayente saboreaban la hermosa y perfecta
naturaleza. Iba por un sendero, uno de esos donde las hojas secas de humedad y
barro la hacían caminar con cuidado, con precaución. Un mal paso podía dar
lugar a una caída, a un resbalón. Esta sola acompañada únicamente por el frío y una luna tranquila que a veces
se dejaba ver entre la maraña de las ramas. A medida que avanzaba pensaba, su mente se
disparaba en las tormentas del mundo. Mujeres que vagan y vagan en la ablación
y que cierto es. El horror se le cruza, tantea con la angustia que muerde su
ser por entero en solo cavilar la destrucción de la niñez que más nunca se
podrá recomponer. Navajas son ahora los cuervos que la merodean, cuervos con
alas monstruosas y afiladas que vertiginosamente pasean por su persona. No, tu
no tienes derecho ser ave que en libertad y sueños se alce por los montes
vigorosos de la lindeza. Aquí estás, eres nuestra, no tienes derecho al placer.
Eso imaginaba ella a medida que su paso tomaba una celeridad asfixiante.
Jadeaba con la pena retorciendo su vientre a medida que tomaba conciencia del
horror que viven algunas mujeres ¿Cómo hacerlas libres?, se preguntaba. Una
pregunta que cae al vacío, que se raja en abismos, que solo ve pozos infectados
por el carcomer incoherente de unas ideas. Se detiene y respira hondo ya no
puede más. Es como si esas mujeres cayeran sobre sus espaldas y la aplastaran,
una lágrima surca por su pálida tez y de sus ojos un brillo especial mira a
esas montañas. Ya amanece, estática se extiende del aroma que esas horas
desprende la madre tierra y se dice por qué no. Por qué no ascender por esa
montaña que tanto me seduce hasta el pico más alto. Y lo hace, y lo hace. Y
llega, y llega. Desde ahí avista todo la espesura del monte ¡Qué perfecto es¡,
se dice. Y volar y volar a donde los sueños y las esperanzas sean lúcidas, sean
vertical columna que podamos agarrarnos en nuestro trepar por la justicia, la
solidaridad, la igualdad. Se arrodilla y extiende sus brazos, besa al viento
fresco que azota su faz y se deja llevar por las alas de la libertad.
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