Tú,
Descenso por los barrancos
Que desemboca en un océano
Donde el gemido de las olas
Te llevan y te traen
Como viento tempestuoso
De los besos.
Eso pensaba
mientras las estrellas de la noche se iban, se extinguían en las alas nutridas
por la aurora. Sí, estaba enamorado. Cada margarita que recogía en sus paseos
matutinos era el si y el no del amor. Creía en esas cosas o eso parecía. Se
tenía que agarrar en algo aunque solo fuera en una flor. Una flor que a medida
que sus pétalos eran llevados por la brisa le iban diciendo si o no. Su paso
era pausado metido en un cavilar que iba haciendo la imagen de ella en su mente
¿Acaso existía? Se llegó a preguntar. No, no había llegado aún. Pero el era
paciente. Para que tener prisas. Solo se puede apurar si la muerte negra
viniera a por el, a por su esencia. Mientras seguía y seguía con el pensamiento
de la llegada de su amor. De esa mujer ideal que se había creado en su mente.
Una ráfaga de viento fuerte y frío dio con su rostro y eso le hizo renovar la
fuerza de la espera. Se sentía feliz así, solo.
Tú,
Asciendes por
las nubes
Donde el gris
de su mirada
Anuncia una
lejana distancia
Que se estira
y contrae
Como aves en
el aire
En busca de
otras tierras
Donde la
caricia
Sea ese eco de
gotas
Que hace danzar
En la
esperanza.
Solo bailaba
en su paseo. No quería que alguien lo interrumpiera en ese instante de llamada
de su ser, de su esencia. Se detuvo, miró ese cielo que ya pasaba a unas
doradas avalanchas de esplendor. Se sentía maravillado, en conjunción con el
juego que la naturaleza iba creando y respiró muy hondo, muy
profundamente. Se sentía dichoso y no
sabía por qué. Así solo como parte de aroma del crepúsculo que nos guía por las
entrañas de nuestro corazón. Se quitó el sombrero que llevaba, se deshizo de la
chaqueta y con el frío otoñal dejó poco a poco su cuerpo desnudo. Por qué no,
se preguntaba. Entregarse a ese océano cuya sonata anuncia el renacer de una
nueva espera.
Tú,
Si a ti
Te amo
Tu vuelo
invisible
Me llama a las
fogatas
Que aguardan
tu presencia
Y yo vengo y
voy
Con el
murmullo de la marea
Como piel
tuya.
Te quiero.
Siempre lo
digo
Y no se por qué
Aunque los
temblores de tu presencia
Sean ciegos
sigo aquí
Aquí
¡Aquí…¡
No hay comentarios:
Publicar un comentario