Nubes que se
evaporan a medida que el viento desvela sus secretos. Esos secretos que con el
balancear de la vida emite no se que una sonrisa especial. La tarde con su
celeste manto tiñe a la ciudad y los caminantes que desorientan mi mirada son
pacíficas almas cuyo destino se despliega en el enigma de ser. Me fijo en el
tiempo que pasa, un tiempo que nos nutre de alguna ilusión difusa en el mañana.
Me encasqueto bajo mi techo y desde mi ventana un océano que rumia en la
lejanía o en la cercanía según como se
mire esa esperanza que todos edificamos con las manos invisibles del corazón,
de un pensamiento que se yerta hermoso y esbelto sobre fuentes del amor. Nubes
que pasan, me detengo y en un hondo respirar soy suspirar a la belleza de la
jornada. Tal vez ese árbol de mi jardín presente las huellas del ayer, el
tatuaje del hoy pero con la fuerza que emerge en lo profundo de sus raíces. Caigo,
un caer que sumiso en la llamada a las aves del paraíso hace danzar mi cabello
como lazos en la unión de mi paso por el aroma de su ausencia.
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