Viento que con la presura del
otoño deja golpear al sol sobre nuestros
ojos. Aves cuyas raíces se expanden a ras de la libertad tras un sonido seco,
tras las tinieblas que se forman cuando somos eco de la lejanía. Se eleven y
con sus picos morados van recolectando cada pedazo de la esencia fugada tras
los espejos del desencanto. Estáticas son puertas adentro donde todo se
desacelera en precipicios ansiosos de negras esperanzas ¡Dolor¡ ¡Tristeza¡ La
pena es herida que interrumpe su danza sobre cuencos de donde mana el agua de
la vida. ¡Vacío¡ No le preguntéis por qué. La sombra cercana de las sepulturas
emerge como sus llantos trepan por escabrosos desfiles de ortigas que las
arrincona, que las sentencian a ser hijas de la nada, a ser presa de las
nieblas de sus singladuras.
2 comentarios:
Un relato envolvente, profundo. Me gusta Dunia. Un beso grande, grande.
Gracias Rosario. Abrazos
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