En una habitación después que la tormenta ha
humedecido la desnudez del alba recorremos con nuestras alas de cristal ese
espacio cerrado donde los sueños tempraneros nos dicen del mañana. Intentamos
descubrir en los pozos negros de su sabor que nos depara el girar y girar de
nuestros pasos. Pero caemos en un sillón a media luz guardando los recuerdos. La
melancolía podría descifrar la jornada y eres pausado aullido que va creciendo
a medida que el tiempo pasa, el tiempo pasa…Ves que todo sigue igual, una
monotonía que nos emancipa de este globo terráqueo y nos lleva por las astros a
los cuales pedimos nuestros deseos. La dejadez es presencia y solo eres miradas
a tus manos vacías, a tus piernas ancianas de tanto y tanto buscar. Te vuelves
grotesco, una especie de senda que nadie quiere acariciar. Estás ausente. Estás
muerto bajo los clavos de la ruina de tus sentidos. Y ves que todo sigue igual.
Tenebrosa te vuelves hacia un espejo donde tu alma gruta de aves carroñeras ven
la opacidad de tus ojos. No cantas. Ya no cantas. Te dejas ir. Por las horas
que corroen cada una de tu esperanza. ¡Que tristeza me da¡ Y entonces me vuelvo
hacia ti y te encuentro. Si te hallo en esas esferas que surcan océanos detractores
de tu libertad. El tiempo pasa y todo se tiñe uniformemente de halo gris. Un
gris que se empeña en ser único cómplice de tus días.
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