Y me preguntas a mí. Por qué mis llamaradas se expansionan en el descuartizar
el Monteverde donde el verde follaje es cúspide de la belleza. Díselo a tus
iguales, aquellos cuyo espíritu cruel es reino de la bestialidad. Y me
preguntas a mí, a todos. Por qué avanzo donde la inmortalidad es vergel de los
dioses, de los soles, de las lunas. No me auxilian, abandonado en la intemperie
soy desbocada llama que trepa llevada por el viento, llevada por la sequedad
del aroma. Pregúntale a él, a ellos. A
esos que han engendrado de sus manos horribles la muerte que les vio nacer. Y
me preguntas a mí. Silbad para ser
letargo vallado al son de una dulce sonata. Es tarde, comprendo. ¡Ay el dolor¡
la danza del diablo emerge con sus bocanadas de almas negras estrangulando,
asfixiando a los amantes bellos cuyos nombres ese símbolo de la laurisilva.
Silbad, silbad fuerte para que la esperanza sea fuente que sofoca la pena.
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