Su cama daba a una pared cuya
ventana era influjo de los primeros rayos solares. Tendida, ya despierta,
meditaba el vals de la vida. Una vida que a lo largo de sus emociones había ido
creciendo con el fugaz murmullo de la brisa. Se sentía bien, contenta de esa
energía personal que la transportaba por vergeles cuyo sol eterno la obsequiaba
con un guiño. Se levanto y ofreciendo la desnudez de su alma, de su cuerpo a
ese astro broncíneo fue parte del girar y girar de los recuerdos. Algunos vagos
ya en su historia de vida, otros simplemente ecos de aguijones que se inundaban
de cerrojos, los últimos ápice de la alegría, de la sonría. Salió de su cuarto,
salió de su casa con su cuerpo y alma desnudos y se ofreció a ser amante
eviterna de las jornadas maravillosas. Hiciera lluvia, hiciera viento, hiciera
frío. Todo tacto con la naturaleza la alzaba a ser más y más grande. Toda
compenetración con la madre tierra la ascendía sobre veleros cuyas velas eran
cirios de perpetua luz. Y danzó, danzó hasta que el horizonte se nutrió del sol
y la luna tan bella como siempre hizo acto de presencia. A ella le habló y le
habló durante el largo silencio de la noche .Qué bueno sería que los abusos de
poder se extinguieran como el humo. Que bonito sería que los niños disfrutarán
de sus juegos, de sus risas en lugar de fúsil en mano, en lugar de fardo en
espalda, en lugar de campo de minas, en lugar de desnutrición y sed ser
corpulentos seres saltarines de mirada no triste, no desierta. Y la nostalgia
otra vez imperaba sobre sus sienes, sobre su ser. La nostalgia de un mundo
mejor. Intentaba evitar esta forma de cavilar pero había algo que la inducía a
ello. De repente comenzó a nevar, bolitas de nieve de todos los colores, de
todas las razas. Extendió sus palmas y formó una especie de cuenco. Ahí iban
cayendo algunos de esos copos de nieve. Los miró y observó un cambio. Un cambio
lento pero seguro. Un cambio donde todos los seres gozaban de bienestar, de
vida……
No hay comentarios:
Publicar un comentario