No se por qué te empecé a
escribir unos versos, unos versos que rotaban y rotaban bajo una vela que
bailoteaba al son de la brisa en una habitación donde todo era oscuridad. Solo
la sombra de esa diminuta luz girando y girando entre las negras paredes. De su
resplandor manó una especie de cabeza de caballo que tú veías mientras tu
mirada tropezaba con esa habitación cerrada. Le buscabas cierto significado, un
que decir de tu mañana, de tus sueños pero tropezabas siempre con el mismo
cavilar. Sangre que emana de los peñascos, de los acantilados donde se
desbordan los besos sin alas al amor fugaz. Siempre lo mismo. Ya ves, los
versos se han transformado en una cuerda floja continua donde tú siempre tienes
que estar presente. Muñeca rota que desluce tu desnudez y te suelta por el
afanoso lodo de la pesadez. Caravanas
del desencuentro donde te entremezclas para ser alma del desierto cuando
temprano escuchas a los pájaros cantar. Da la impresión de que su melodía es
agónica, desgarra cada despertar que se mece entre pesadillas y del sudor eres
húmedo llanto que contempla como todo se desmorona en tu corazón. Ahora te vas, te ahuyentas por las afiladas
piedras magmáticas hasta ser esbozo de nuevas alas que te ofrezcan el aliento
de la vida. Te refugias en caracolas cuyo eco son ápice de un océano cuyo
horizonte es vigía de la serena de manantiales donde el velo extinguido camina
por las rutas del sol donde tambores y palmadas son sonora danza de la esencia
del ser. Y no se por qué quería escribir versos, versos de amor, versos cuyas
ramificaciones te despertarán y te enraizaran fuera de esa habitación a oscuras
donde una vela se balancea con el soplo del vientecillo fresco. Ya ves me he
liado como se lía y lía las amantes cuando el crepúsculo es velero de cometas
animadas por el viento ¡Como juguetean¡ Las admiras a medida que una repentina
llama es auge en tu alma y deseas danzar y deseas grita. Danza amor mío con el
libre aleteo de tu cuerpo por las mareas calmas de tus sueños. Grita amor mío,
grita alto allí donde tu voz no sea rajada por la viscosidad vespertina de tela
de arañas del ayer. Y ahora te dejo. Te dejo con el océano, con las algas, con
esas montañas que a lo lejos dicen que es el lugar de las amantes, las amantes….
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